Capítulo 35
Melissa aparcó su moto en el parking de un club de carretera. Se quitó el casco y sacudió su melena al viento. Dejar el casco allí no era una buena idea, probablemente cuando saliera del club ya no estuviera allí. La mujer evaluó la situación, cogió aire, lo retuvo y lo soltó poco a poco. Se encaminó con paso decidido a la puerta del club, en ella había dos hombres de seguridad apostados que la detuvieron el paso.
—Lo siento, pero la entrada de mujeres a este club esta prohibida —le informó uno de ellos.
—No he venido a consumir sino a hablar con el dueño de todo esto, Óscar.
Los dos la evaluaron de arriba a abajo.
—Yo la conozco. La he visto con el jefe en alguna ocasión —dijo uno de los hombres de seguridad a su compañero—. Pasa. Ya sabes donde encontrarlo —agregó mirándola con cara de aburrimiento.
Melissa entró con paso decidido al club. Dentro las chicas trabajaban a pleno rendimiento bajo la atenta mirada lasciva de los clientes. Nadie se percató de su presencia. ¿Quién se fijaría en una mujer vestida habiendo un montón completamente desnudas?
La mujer se encaminó directamente a unas escaleras que se encontraban en el lado derecho de la barra. Tras subir las escaleras accedió a la oficina de Óscar. No era más que una amplia sala con una de las paredes de cristal por la que se veía todo el local. Por supuesto, la estancia contaba con un amplio sofá orientado hacía la cristalera y una barra. Óscar se encontraba bien acompañado por dos chicas desnudas. En aquel momento procedía a meterse una raya. Melissa se acercó al grupo en silencio y se puso enfrente de la mesa.
—¡Quítate de en medio! ¿No ves que me quitas la luz? —le inquirió Óscar sin saber quien era.
—Buenas noches, Óscar —le saludo Melissa omitiendo deliberadamente las palabras del dueño del local.
El hombre levantó su cara poco a poco y focalizó a la mujer.
—¡Vaya, vaya! ¿A qué debo esta gran visita? —el hombre se recostó sobre el sofá y descansó relajadamente sus brazos sobre él. Las dos chicas se reclinaron sobre él de forma mecánica.
—He venido a hablar contigo, a solas, por supuesto —Melissa enfatizó sus palabras mirando a ambas mujeres.
—¿Solo vienes a hablar o a algo más? —Melissa suspiró ante la evidente pregunta—. Chicas, ya habéis escuchado, dejadnos a solas. —Las chicas se separaron de él a regañadientes sin antes no besarlo en la boca. Las dos se levantaron del sofá y la miraron con cara de pocos amigos antes de abandonar la estancia—. No os preocupéis chicas, terminaremos pronto y luego volveré a ser todo vuestro, no os impacientéis.
Las chicas finalmente abandonaron la estancia.
—Necesito que protejas a alguien en la cárcel. —Melissa fue al grano, sin rodeos. Sabía como tenía que tratar con aquel hombre y las divagaciones, con él, eran inútiles.
—Vaya. ¿No piensas siquiera sentarte? —Óscar tocó el sofá en el que se encontraba a modo de invitación. A Melissa no le quedó otro remedio que aceptar su proposición.
—¿Mejor? —le preguntó ella tras sentarse a su vera.
—Sí, ahora mucho mejor. ¿La organización no puede encontrar a alguien mejor para ese trabajo? —Óscar se recostó nuevamente sobre el sofá y miró fijamente el techo.
—La organización no tiene nada que ver con esto. Nunca te implicaría en una misión de esas y lo sabes. Ya aprendí la lección y no volverá a ocurrir.
—Veamos, ¿a quién necesita proteger en la cárcel una respetada arquitecta como tú? Y la mejor pregunta de todas, ¿de quién?
—Necesito que protejas a Borja Domínguez. —Melissa fue directa.
—¿A Borja? ¿Estás loca? —El hombre se olvidó del techo y la miró directamente a los ojos—. ¿Por qué tienes tanto interés en proteger a ese tío después de todo el daño que te ha causado? Por Dios, te secuestró y te torturó. Que se pudra en la cárcel, merecido se lo tiene.
—¿Y eso es capaz de decirlo un tío que dirige una red de tráfico de drogas y armas?
—Eso es distinto. Yo me muevo con gente parecida a mí y no escondo quien soy. ¿O a caso me disfrazo de hombre respetable?
—¿Vas a ayudarme o no? —le cortó ella.
—¿Por que quieres que lo proteja, Melissa? Te conozco desde el orfanato. Somos grandes amigos y no puedo entender porque quieres proteger a ese tipo después de lo que te hizo. Tengo algún que otro amigo que con decírselo, lo quitarán del medio. Me deben algún que otro favor, no era el precio que tenía pensado cobrarme por ello, pero servirá —sonrió Óscar.
—Quiero que lo protejas porque es el padre de mi novio. ¿Es lo que querías oír?
—Venga ya, Melissa, no he nacido ayer. Germán no es el tipo de tío que a ti te gusta —el hombre se giró un poco y la siguió mirando a los ojos—. Tú eres más de malotes como Roberto, seamos sinceros. Incluso yo mismo podría ser tu tipo. —Oscar se lamió los labios mientras la miraba fijamente.
—¿Lo vas a proteger o no? —le cortó ella tajantemente.
—¿A qué prisión lo llevarán?
—En unos días lo pasarán al módulo dos de la cárcel del Soto —respondió ella.
El hombre sopesó su respuesta antes de proceder a contestarla.
—Lo siento, Melissa, pero no tengo a nadie de confianza allí que te pueda ayudar con tan complicada empresa. Tendrás que buscarte a otro que te ayude con la labor.
—Pues si no tienes a nadie en esa cárcel, lo buscas —le inquirió ella sin dudarlo.
—¿Cómo dices? —contestó atónito el hombre ante la brusquedad de la mujer.
—Tú me ayudarás con esta protección. Si no tienes a nadie dentro, entrarás tú mismo si es necesario. Lo harás y san se acabó, esto no es negociable. Me debes grandes favores que todavía no te he cobrado, y con este que tú me hagas, los saldarás todos de un plumazo. Es un buen trato y lo sabes.
—¿Tú crees que es un buen trato? Yo no sirvo para pudrirme dentro de una cárcel insalubre. Me gusta la opulencia, ya me conoces —señaló el entorno en el que se encontraban—. ¿Crees que allí podré tener alguno de mis lujos?
—No tendrás que permanecer en ese lugar mucho tiempo si es lo que te preocupa. En cuanto me sea posible, os sacaré a los dos de allí.
—¿Y luego que tendré que vivir como un vulgar fugitivo? Prefiero saldar tus favores de otro modo.
—Llevas muchos años sin que la policía consiga saber tu identidad. No creo que después te sea complicado burlarles tu paradero. Puedes entrar en la cárcel como un delincuente más sin descubrir tu autentica identidad.
—No sé si me valdrá la pena el riesgo.
—La policía no conoce tu identidad, pero recuerda que yo sí. Mira como terminó Borja, tu puedes terminar como él.
Óscar la miró y la sonrió.
—Que engañado tienes a Germán. Él piensa que eres una damisela desvalida. Seguro que hasta se siente culpable por lo que te hizo su padre. ¿Cómo crees que le sentará descubrir que es un mero títere en tus manos? De acuerdo, lo haré. A fin de cuentas tenía previsto expandir mi negocio mas allá de estas fronteras. Puede incluso que haga algún que otro contacto por allí. ¡Quién sabe!
Melissa se levantó del sofá.
—Conseguiré una forma para comunicarme contigo dentro de la cárcel. Por cierto, para sacaros de allí necesitaré la colaboración de alguno de tus hombre.
—Por eso no te preocupes. Mis chicos te ayudarán en lo que sea necesario para recuperarme, por la cuenta que les trae.
—Aprovecha al máximo tu último día en libertad, Óscar.
Melissa comenzó a caminar dirección a las escaleras, pero antes de comenzar a bajarlas paró en seco al oír hablar a Óscar.
—Nunca pensé que fueras a dar la espalda a la organización por un tipo como Germán. Espero que sepa recompensar el riesgo que estás asumiendo por él.
—Buena suerte, Óscar. —Melissa le sonrió y abandonó el club—. No hagas muchos "amigos" en tu nuevo destino.
Óscar odiaba la horrible indumentaria de prisiones. Él estaba acostumbrado a vestir buenos trajes y aquella tela le producía picores en la piel. No veía el día de salir de aquellas inmundas cuatro paredes.
Aquel era su primer día en la prisión y su primer objetivo era encontrar a Borja. La puerta de su celda se abrió, era la hora del desayuno. Salió al pasillo como el resto de los reos y caminó en dirección al comedor. Una vez dentro estudió toda la sala. Al fondo pudo ver a un maltratado Borja. Alguien lo empujo y decidió continuar caminando para recibir su desayuno. Una vez que tuvo su bandeja llena de comida, poco comestible para decir verdad, decidió dirigirse a la mesa en la que se encontraba el hombre al que se suponía debía proteger.
—¿Está ocupado? —preguntó Óscar al llegar a la mesa.
Borja lo miró y negó con la cabeza. Él por su parte se sentó enfrente del que en los próximos días sería su compañero.
—¿Un mal día? —preguntó nuevamente Óscar para romper el silencio.
—No te convendría hacerte mi amigo si quieres conservar tu cara intacta —respondió Borja sin levantar la vista de su bandeja.
Óscar sonrió al escuchar aquellas palabras procedentes de aquel hombre, un hombre que hasta hacía unos días había sido uno de los más influyentes del país.
—Se cuidarme solo —respondió finalmente Óscar.
Óscar vio como dos reos se acercaban a su mesa a la vez que Borja se tensaba. Por dicha reacción Óscar supo que aquellos eran los que le habían destrozado la cara de aquel modo.
—¡Vaya, vaya! ¿Es qué has hecho un amiguito? —le preguntó uno de los reos a Borja que no contestó.
—¿Te ha comido la lengua el gato, Borjita? —intervino el otro.
—¿Por qué no os vais por donde habéis venido? —se entrometió Óscar.
—¿Quién te ha dado vela en es este entierro? —le preguntó uno de los reos mientras le lanzaba una mirada ruda.
Óscar se remangó la camiseta y dejó al descubierto su tatuaje. Los dos reos al advertirlo se quedaron petrificados. Óscar al percibir aquella reacción decidió levantarse y volver a ocultar casualmente su tatuaje.
—Ahora si nos disculpáis, a mi amigo y a mi nos gustaría continuar desayunando tranquilos.
Los dos reos se miraron y se fueron por donde habían venido sin pronunciar palabra.
—Ahora no se si tenerte más miedo a ti o a ellos —se atrevió a decir Borja.
—Considérame tu ángel de la guarda personal. De mí no has de temer nada, al contrario. Nunca he estado en la cárcel, pero por lo poco que he visto y el aire enrarecido que se respira por aquí, no veo el día de largarme de este maldito lugar. —Borja sonrió y los dos hombre continuaron desayunando tranquilamente—. ¿Llevas mucho por aquí?
—No, llegué ayer.
—¿Y ya tienes así la cara?
—Pues ya ves, se puede decir que no soy muy popular por aquí, mi fama me precede.
—Tuviste que hacer algo muy gordo ahí fuera para hacerte unos amigos de tal calibre aquí dentro tan pronto.
—¿No ves las noticias? —le preguntó Borja a Óscar.
—No, soy un hombre de negocios y mis empresas ocupan todo mi tiempo. La televisión y los periódicos se los dejo a los humanos con pocas responsabilidades.
Borja miró a su compañero extrañado, ¿podría ser posible que no supiera quién era?
—Pareces un tío agradable —procedió Borja—, pero tengo suficientes problemas creados como para añadir alguno más a mi lista. —El hombre fue a coger su bandeja para abandonar la mesa cuando Óscar se lo impidió agarrándole de la muñeca bajo la atenta mirada de todos los reos allí presentes.
—Siéntate —le inquirió Óscar en voz baja pero con tono autoritario tiñendo su voz—. No tengo intención de meterte en ningún problema. De hecho si estoy en este maldito lugar es precisamente por tu culpa. Ahí fuera, como habrás podido entender por la reacción de esos matones, soy un tipo peligroso. Lo más probable es que si tú y yo nos hubiéramos encontrado en la calle, las cosas hubieran sido muy distintas, pero ahora los dos estamos aquí dentro y si queremos salir de este lugar cuanto antes, tendremos que hacernos grandes amigo. ¿Comprendes? Estoy aquí para ayudarte y protegerte, no para crearte más problemas. A no ser, claro está, que desprecies mi auxilio. —Borja dejó su bandeja encima de la mesa—. Las cosas en este lugar funcionan así, o sabes defenderte o eres hombre muerto. Si quieres seguir vivo y no sabes defenderte, solo te queda una opción, que alguien aquí dentro te ofrezca su protección y ese alguien soy yo. A tenor de tu reputación no creo que tengas muchas otras opciones disponibles.
—¿Quién me dice que esto no es una estrategia para más tarde darme una paliza?
Óscar miró fijamente a Borja antes de contestarle.
—Está claro que eres un hombre valiente y a la vez estúpido haciéndome esa pregunta. Mi intención no es hacerte ningún mal. —Se inclinó sobre la mesa para hablar con su interlocutor más bajo y que nadie pudiera oírlos—. Valoro mi negocio de ahí fuera. Si quiero recuperarlo cuanto antes tengo que mantenerte a salvo hasta que nos rescaten de este lugar. Así que por el momento, más nos vale llevarnos bien por el futuro de los dos. —Óscar volvió a recuperar su lugar y continuó desayunando bajo la atenta mirada de su recién estrenado amigo.
—¿Qué me costará esta protección?
Óscar se rió a carcajadas.
—A ti nada. De hecho el que estoy saldando unas deuda protegiéndote soy yo. Ahí fuera tienes unos amigos muy valiosos y poderosos.
—¿Vienes de parte de Sergio? —quiso interesarse Borja.
—¿Sergio? Yo no conozco a ningún Sergio. Vengo de parte de una mujer muy sexy que ya me gustaría a mi que dejara a su hijo para estar conmigo. Madre mía, vaya bombón que tiene su hijo al lado. Eso sí que es una mujer en toda regla. Ahora que ya nos hemos presentado —Óscar se puso serio—, más le vale no alejarse mucho de mí y no buscarse enemistades superfulas. ¿Me ha entendido? Quiero que mi estancia en este lugar sea lo más relajada posible. —Borja simplemente asintió—. ¿No vas a comerte eso?
—No.
—Pues dámelo. Puede que la comida sea una bazofia, pero nos guste o no tenemos que mantenernos lo más fuerte posibles aquí aunque sea a base de estos potingues.
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