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Capítulo 33

Toc Toc Toc.

Melissa oyó golpes en la puerta de su despacho cuando subía las escaleras de su habitación secreta.

Toc Toc Toc.

La mujer subió corriendo el último tramo de escaleras para llegar cuanto antes a su despacho. Ya en él, activó los mecanismos competentes para cerrar la puerta de la habitación secreta antes de contestar a su visita.

—Un momento, por favor —contestó Melissa.

Colocó los libros y las figuras convenientemente en las debidas estanterías. Se dirigió al retroproyector, lo encendió y hizo lo mismo con el ordenador. Colocó los auriculares con micrófono para hablar por videoconferencia encima de la mesa del despacho como si hubiera estado haciendo una hacía apenas unos instantes. Cuando el ordenador ya estaba encendido, se dirigió a la puerta y la abrió. Al otro lado estaba su asistenta.

—Teresa, ¿qué es lo que pasa para que me interrumpas de este modo? Sabes que mientras estoy trabajando, no me gustan las interrupciones. Me encontraba inmersa en una reunión importante.

—Lo sé, señorita —se disculpó la mujer—, pero es que la visita que ha venido a su casa no es nada convencional de ahí que me atreviera a interrumpirla.

Melissa salió de su despacho y cerró la puerta con llave tras su paso.

—¿Quién es esa persona tan poco convencional que ha venido a verme? —preguntó una vez que ya se encontraba en el pasillo.

—Bueno el que venga a verla no es la forma más apropiada de describirlo. En realidad, ha venido a ver a sus invitados.

—Pues que yo sepa nadie debería saber que están aquí, o eso al menos debería seguir siendo así —le contestó mientras ambas se aproximaban al hall.

En él había cuatro guardaespaldas, dos apostados en las inmediaciones de la puerta del salón y otros dos en la puerta de entrada de la casa.

—¿Se puede saber que es todo esto? —preguntó Melissa a Teresa señalando la estampa de su hall.

—Eso es lo que le intentaba explicar, señorita. El presidente está aquí para ver a Elisabeth y a Germán. Al parecer tiene mucho interés en conocerla.

—Entonces tendré que comportarme como una excelente anfitriona, ¿no crees?

Melissa se encaminó decidida a la puerta del salón. Los guardaespaldas no la impidieron acceder a él, de hecho, parecía como si no la hubieran visto. Abrió la puerta y entró.

—Buenas tardes —saludó a todos los presentes de modo jovial—. Disculpen que no haya podido venir antes pero estaba en medio de una reunión de trabajo muy importante. El trabajo es lo que tiene, si quieres estar en lo más alto debes estar veinticuatro horas pendiente de él.

En su salón, se encontraban el presidente, Elisabeth y Germán. A su entrada, los hombres se levantaron de los sofás que ocupaban. Germán, además de levantarse, se acercó a ella sonriente.

—Sergio —dijo Germán llamando la atención del presidente—, te presento a mi maravillosa novia y dueña de esta magnífica casa, Melissa Talso.

—Encantado. —Sergio la cogió la mano y se la besó—. Es un placer, por fin, ponerle cara, señorita Talso. No sabe cuanto habla mi ahijado de usted: Melissa por aquí, Melissa por allá... Créame cuando le digo que tenía muchas ganas de conocerla cara a cara, no solo a través de las fotos de las revistas.

Todos retornaron a los sitios que antes de entrar la anfitriona ocupaban. Melissa, por su parte, ocupó un plaza en el sofá al lado de Germán.

—El placer es mío también, Sergio. El que una persona tan importante como usted venga a mi casa, es un gran honor.

—Si te parece bien, preferiría que nos tuteáramos. A fin de cuentas, ya eres una más de esta gran familia.

—Si a usted le parece bien...¡Ups! Lo siento, es la costumbre, ya sabes. Si a ti te parece bien, a mi también me lo parecerá.

Sergio la sonrió de forma cómplice, dándola a entender que la comprendía perfectamente.

—Antes de nada, me parece correcto felicitarte por la maravillosa decoración de tu casa —señaló el salón en su conjunto—. Es verdaderamente exquisita.

—Melissa es decoradora de interiores —contestó Elisabeth rápidamente— y con cierta fama a pesar de su juventud.

—Y bien reconocida, por lo que veo. Pero no solo por eso quiero y debo felicitarte, sino que además quería darte las gracias por acoger en tu casa, tanto a Germán como a Elisabeth. La policía, como bien sabes, tiene precintado su hogar y todavía no sabemos por cuanto tiempo seguirá siendo así.

—Para mí es un placer que ambos se alojen aquí —contestó Melissa mirando a sus invitados—. Como puede ver, para mí no es un inconveniente que estén aquí. Solo deseo, por su puesto para ellos, que todo se aclare en el menor tiempo posible y puedan retomar sus vidas normales cuanto antes.

—En eso estamos todos de acuerdo. Yo intentaré agilizar todos los trámites que pueda y me sean posibles. Confió en la inocencia de mi buen amigo Borja. Esperemos que todo sea una equivocación y esto termine cuanto antes. Esto no solo ha sido un duro golpe para vosotros —dijo dirigiéndose a Elisabeth y su hijo—, a mí también me ha pillado por sorpresa. Borja siempre ha destacado por su conducta intachable. Este golpe contra él indirectamente también ha sido contra mí y contra todo el gobierno de la nación. Confío en su inocencia. Elisabeth —dijo cogiéndola la mano para ofrecerla su apoyo incondicional— por ello quiero que sepas que si hay algo que quieras y está en mi mano, haré todo lo posible por llevarlo a cabo.

—Tanto a mi hijo como a mi nos gustaría hablar con Borja, si fuera posible, claro.

—Comprendo —respondió escuetamente Sergio—. De momento, ni siquiera a mí me han dejado verlo. —Germán apretó de forma cómplice la mano de su madre—. Por lo que sé, están analizando las pruebas e interrogándolo. Lo tendrán incomunicado por un cierto tiempo. Lamentablemente, ese tiempo solo lo decide la justicia. Pero en cuanto me sea posible, haré todo lo que esté en mi mano para que vosotros seáis los primeros en visitarlo y hablar con él.

—Gracias por tu apoyo, Sergio —Elisabeth le lanzó una pequeña sonrisa.

—No tienes por que dármelas. Para mí Borja es como un hermano, como el hermano que perdí hace ya tanto años. Por hacer una apología, es el bastón en el que me apoyo cuando me cuesta caminar. Por ello haré todo lo posible para que salga libre de todo y surja la autentica verdad. Si necesitáis cualquier cosa, lo que sea, no dudéis en pedírmela. Ya sabéis que os considero como de mi propia familia.

—Lo sabemos, Sergio, lo sabemos. Por ello, tanto Germán como yo, estamos muy agradecidos de contar con tu apoyo incondicional, es muy importante para nosotros.

—Bueno —Sergio soltó la mano de Elisabeth y reposó sus manos sobre sus rodillas—, ahora debo dejaros. El trabajo me reclama. Para cualquier cosa nada más tenéis que llamarme. —Los cuatro se levantaron de sus asientos. Sergio se acercó a Elisabeth la dio dos besos y a continuación abrazó a Germán—. Ha sido un placer conocerte, Melissa. —A ella también le dio dos besos.

—Para mí también ha sido un placer —le contestó ella.

—Seguiremos en contacto —dijo Sergio dirigiéndose a Germán y a su madre.

—De acuerdo —contestó Germán.

A continuación el presidente abandonó la casa junto con sus guardaespaldas y los tres ocuparon de nuevo sus asientos. La casa tras su marcha quedó aparentemente vacía, sumida en un sepulcral silencio.

—¿Hacía mucho tiempo que Sergio había llegado? —preguntó Melissa para romper el hielo.

—Unos quince minutos. No mucho más —le contestó Germán.

—¿Se sabe algo más sobre la detención de Borja? —Melissa preguntó bajando la voz.

—Nada nuevo —prosiguió Germán—. Al parecer, todo está bajo secreto de sumario y al contrario que en otras ocasiones, no hay filtraciones del caso. Por lo poco que ha podido investigar Sergio, la cosa pinta muy fea. El delito del que se le acusa es tremendamente grave.

—Esperemos que todo quede en una mera anécdota —intentó mitigar Melissa.

—Querida, no seas ingenua —contestó esta vez Elisabeth—. Conozco bien a mi marido y al contrario de lo que dice Sergio, sé que no es ningún santo. Últimamente sospechaba que estaba metido en algo muy turbio, pero desconozco por completo lo que era. Apenas entraba en casa y cuando lo hacía, se comportaba de un modo impropio en él. Ese hombre, el que acaba de irse de tu casa, sabe en que estaba metido mi marido y seguro que él tiene algo que ver en todo ello. Tu padre —miró a su hijo— sospecho que no era el hombre bueno y amable que nos hacía creer. Solo espero que no nos hunda con él en el fango.

—Mamá —le interrumpió Germán.

—Hijo, sé de lo que hablo. —Parecía que a Elisabeth no le había gustado la interrupción de su hijo. La señora se levantó del sofá y se dirigió al ventanal–. Últimamente tu padre tenía un comportamiento extraño, realmente impropio de él. A veces incluso era excesivamente obsesivo en cuanto a la seguridad de la familia, como si pensara que en cualquier momento alguien pudiera venir a por él o a por alguno de nosotros. –Elisabeth cortó su discurso y miró el jardín con nostalgia, recordado su invernadero. Echaba de menos las tardes que pasaba en él, el aroma y la tranquilidad que le proporcionaba sentarse en aquel banco, leer un libro mientras escuchaba el ruido del agua cayendo de la fuente—. Solo él sabe en que cosas estaba metido. Como siempre, a mi nunca me contaba nada y menos cuando según él tenía que ver con asuntos políticos. Solo espero que todo esto se resuelva cuanto antes y nosotros podamos volver a nuestra vida, aquella que teníamos antes de que todo esto ocurriera. Aunque me temo que nada volverá a ser igual.





Días después, el presidente regresó a la casa de Melissa. En aquella ocasión, quiso hablar a solas con Germán y Elisabeth, a lo que ella no se opuso. Tenía mucho trabajo que realizar por lo que aprovechó para ir a su despacho.

Tras esa conversación, Sergio dejó a madre e hijo totalmente abatidos, completamente hundidos. Melissa, al entrar en el salón, no supo muy bien como entrarles. Elisabeth estaba sentada en uno de los sillones individuales y Germán en el sofá. Los dos hundidos cada uno en sus respectivos sitios.

—¿Sergio no ha traído buenas noticias? —Melissa se sentó al lado de Germán, le cogió una de sus manos y la rodeó entre las suyas, estaba helado, algo muy raro en él.

Nadie le contestó, parecía que ninguno disponía de fuerzas para hacerlo.

—Me estáis asustando —agregó de nuevo—. ¿Tan grave es la cosa?

Por fin Germán pareció percibir su presencia y le contestó.

—Sí, Melissa. Es mucho más grave de lo que parecía al principio. No solo está involucrado en un delito de tráfico de influencias y malversación de fondos públicos. Se puede decir que eso es una minucia en comparación con lo que nos acaba de revelar Sergio. El asunto está directamente relacionado contigo y la verdad, no sabemos como contártelo.

—¿Un asunto grave relacionado conmigo? La verdad es que se me escapa la relación que puedo tener yo con tu padre, Germán.

—Tenéis una relación más estrecha de lo que te imaginas. Probablemente, después de revelarte esto, no quieras saber nada mas de mí. Y la verdad, estarías en todo tu derecho e incluso yo mismo, te comprendería perfectamente. Yo en tu situación no sabría muy bien que hacer, si te soy sincero.

—Me estás asustando. No sé que puede ser eso tan grave para que nos separe.

—Si no os importa, os dejaré a solas. —Elisabeth abandonó el salón tremendamente afectada.

—Germán me estáis asustando, de verdad. ¿Qué tiene que ver tu padre conmigo? Explícate, por favor.

—Antes de nada quiero dejarte claro que ni mi madre, ni yo teníamos idea de todo esto, acabamos de enterarnos ahora mismo. Créeme que si hubiera tenido constancia de ello, yo mismo lo hubiera denunciado, a pesar de que es mi padre. Sabes que te quiero y que nunca permitiría que nadie te hiciera daño. ¿Lo sabes verdad? —Melissa asintió mientras lo miraba directamente a los ojos—. Buff, no sé como comenzar, es la situación mas embarazosa a la que me he enfrentado en la vida. —Germán apartó su mirada de ella un instante.

—Confió plenamente en tí, Germán. Sé que me quieres y por supuesto también sé que nunca permitirías, si estuviera en tu mano, que nadie me hiciera ningún daño. Cuéntamelo sin miedo. —Reforzó sus palabras dándole un apretón a las manos que estaban entre las suyas.

Germán no acaba de encontrar el valor suficiente para afrontar la posible reacción que sus palabras provocarían en su amada. La mujer podía reaccionar mal, una reacción tremendamente lógica tras conocer la noticia que iba a darla. Él, por nada del mundo, quería perderla, la quería y por culpa de su padre su relación podía estar muy cerca de estropearse. Pero tarde o temprano, Melissa se enteraría de lo que había hecho su padre y prefería que se enterara antes por él que por terceros, eso complicaría aún más las cosas. Era el momento de revelar la verdad por muy dura y dolorosa que fuera. Tenía que ser valiente.

—Mi padre fue el promotor de tu secuestro, Melissa. Lo siento mucho.

Melissa iba a enfrentarse al mayor papel interpretativo de su vida. Debía ser convincente, así que intentó actuar como si desconociera dicha información. Optó por interpretar a una mujer que se quedaba completamente petrificada, en estado de shock. Debía expresar corporalmente la sensación de que las palabras de Germán le habían caído como un jarrón de agua fría, mejor dicho, como un cubo de hielos. Se quedó muda e incluso perdió el color en la cara. El hombre evaluó la reacción de su novia. Por la cara que este estaba poniendo su nivel interpretativo debía de ser muy bueno.

—No puede ser posible, Germán. No puede ser posible, fueron...

—Sí, unos militares —le cortó Germán—. Militares que cumplían ordenes de mi padre. Al parecer mi progenitor es el promotor de en una red que se dedicaba a eliminar criminales que la justicia dejaba libres.

—¿Criminales? ¿Yo no soy ninguna criminal, Germán? ¿Por qué vino a por mí? —Melissa soltó de repente las manos de Germán como si estas la quemaran la piel.

—Lo sé. La verdad es que no cumples con las características de sus objetivos. Sé que probablemente ahora, después de contarte esto, no quieras que continuemos viviendo en tu casa. Si deseas que nos vayamos, tanto mi madre como yo, lo entenderemos. Nos iremos ahora mismo si es lo que deseas.

Melissa no le contestó, se levantó del sofá y caminó en dirección al ventanal del salón. Pensaba mientras miraba a través de la ventana. Para ella todo esto era un verdadero shock, al menos eso era lo que tenía que aparentar delante de Germán, debía hacer su mejor actuación. Teniendo en cuenta la noticia que Germán le acaba de proporcionar, una cosa se sacaba en claro de ella, la organización quería eliminar a Borja de un plumazo, eso estaba claro, y con su implicación en su secuestro, lo conseguían sin despeinarse.

—¿A dónde irías si abandonarais mi casa? —preguntó finalmente Melissa sin mirar a su pareja.

—Eso es lo de menos, Melissa. Tú de eso no debes preocuparte, encontraremos algún sitio. La cuestión es que no quiero provocarte más daño y si mi presencia, bueno mejor dicho nuestra presencia aquí te lo provoca, nos iremos. Solo tienes que pedírmelo.

Germán esperaba impaciente la respuesta de su novia. Ella seguía mirando el jardín a través de la ventana en silencio. Pero en ese preciso momento se dio la vuelta y lo miró a los ojos.

—No voy a echaros de mi casa. Pero si te pediré un cosa, German. —Melissa se aproximó a él, pero sin llegar a estar tremendamente cerca como en otras ocasiones.

—Lo que tú quieras —contestó él.

—Quiero que te traslades a la habitación libre de la casa de invitados. —Germán no esperaba esa proposición. Pensó erróneamente, al no querer que se fuera, que todo seguiría como hasta hacía a penas unos minutos. Pero tras esa petición, un jarrón de agua fría minó su moral ya maltrecha—. Necesito pensar y ahora mismo, no estoy preparada para compartir mi habitación contigo, ni siquiera el mismo techo. Si no es inconveniente me gustaría pediros otra cosa más. —Germán asintió—. Por el momento no quiero que piséis esta casa. Teresa se encargará de llevar tus pertenencias a tu nueva habitación. Por las comidas, no os preocupéis, alguien os las llevará a la casa de invitados también.

Melissa abandonó el salón antes de dar tiempo a Germán a contestar. Tenía mucho en que pensar respecto a lo acontecido.

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