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Capítulo 29

Un año antes.

Melissa se despertó. La brisa del mar entraba por la cristalera abierta de la habitación en la que se encontraba. Se giró y besó dulcemente a Roberto en los labios sin que este se despertara. A continuación, decidió levantarse y ponerse una bata de seda. Fuera estaba teniendo lugar el crepúsculo. Salió al porche de la casa. Inspiró profundamente inundando sus pulmones con aire marino. Miró nuevamente hacía la habitación, Roberto seguía durmiendo así que decidió bajar a la arena. El tacto suave de la arena en contacto con la piel de sus pies le agradaba. La arena estaba fría y eso la reconfortaba. Tras jugar un poco con los dedos de sus pies con la arena, comenzó a caminar en dirección al agua. El sonido del agua la relajaba profundamente. Ojalá pudiera quedarse allí con Roberto a vivir para siempre, pero sabía que eso solamente era una ilusión. Aquello era una especie de espejismo en su vida real y estaba decidida a exprimir cada segundo de él.

El amanecer cada vez estaba más cerca. La mujer llegó por fin a la arena mojada. En aquellos momentos la marea estaba bajando así que le quedaban tres metros para que sus pies pudieran tocar el agua. Por fin sus pies se mojaron y ella sonrió por la sensación. El agua se iba y rápidamente era sustituida por otra. Así estuvo unos minutos inmersa en sus pensamientos hasta que alguien la abrazó por la cintura desde atrás. Se sobresaltó pero al notar el aliento de Roberto en su oreja se relajó de nuevo.

—¿Te pille por sorpresa? —le preguntó Roberto mientras la besaba tiernamente en el cuello.

Melissa cerró sus ojos, no podía ser más feliz.

—¿Quién más se atrevería a hacer algo así? —le contestó ella.

Roberto sonrió.

—Tienes toda la razón. Solo un estúpido se atrevería a enfrentarse a una mujer como tú.

Juntos en silencio contemplaron el amanecer. Durante un par de minutos ninguno de los dos habló, ambos temían romper aquel momento mágico.

—¿Cómo fue que te despertaste? —le preguntó Melissa—. Parecías tan dormido...

—El hechizo que me lanzaste se desvaneció sin tu presencia.

—Prométeme que nunca nos distanciaremos.

Roberto la mordió el lóbulo a modo de respuesta.

—No tienes ni idea de cuanto te quiero, Lissa. No podría vivir sin tenerte cerca. Nunca he querido a nadie del modo que te amo a ti y eso será algo imposible de alterar.

Tras un rato en silencio Melissa decidió romper el silencio.

—Me han propuesto una misión.

Por fin se lo pudo revelar. Durante el fin de semana que llevaban de ensueño había pospuesto una y otra vez la revelación de dicha noticia.

—No tenía ni idea. Francisco no me ha informado.

—Ya soy una agente de grado tres. Francisco no tiene porque informarte de mis misiones.

—Para mí siempre serás mi recluta. Mientras pueda siempre haré lo necesario para protegerte. ¿Quieres contarme de qué se trata tu misión? Tal vez pueda ayudarte en su ejecución.

—Lo siento, Roberto pero es secreta —le contestó ella.

—Sé guardar secretos. ¿O a estas alturas todavía no te has enterado? —le susurró sobre el oído de forma melosa.

—Tengo que seducir al hijo del hombre de confianza del presidente. Un niño pijo de Ximar. —Roberto retiró el abrazo que ejercía sobre Melissa. Ella se giró y le miró directamente a los ojos—. Huyamos. —Melissa le cogió las manos—. Sí, eso, huyamos. Vayamos lejos, los dos juntos.

—Huir de la organización es imposible. Nos cazaran. Probablemente ni consigamos salir del país.

—Por eso no has de preocuparte. Mis padres adoptivos me entregaron un salvoconducto para huir. Lo estuvieron diseñando durante años, pero solo puede ser utilizado una vez.

—¿Cómo dices?

—Mis padres adoptivos tenían pensado huir antes de que Francisco me entregara a ellos. Quizás se lo olió y hizo su jugada magistral para retenerlos. Bueno a lo que voy, es un programa capaz de borrarnos de todos los sistemas informáticos. Podemos comenzar una nueva vida allí donde queramos.

—No lo veo tan claro. —Roberto soltó sus manos de las de Melissa.

—Pedro diseño la red original de la organización. Dejó una puerta trasera por lo que pudiera ocurrir. Él me entrego esa llave. Me dijo que si en alguna ocasión quería dejar todo esto atrás, nada más tenía que utilizarla pero que recordara que era de un solo uso.

Roberto sopesó las palabras de ella en silencio.

—Nunca había barajado la posibilidad de abandonar la organización. Es todo lo que conozco. ¿De qué vamos a vivir?

—Tengo dinero ahorrado. Con él podremos instalarnos en cualquier sitio y después ya se verá. Buscaremos algún trabajo. Sé que mi nueva misión nos terminará separando tarde o temprano y no quiero. Yo te quiero a ti. No quiero seducir a otro hombre aunque sea una misión.

—La misión no nos separará. Ambos sabemos lo que sentimos.

—¿No te dolerá que bese a otro hombre? —Roberto no contestó—. ¿Qué pasará cuando la relación vaya a un nivel superior? ¿No te sentirás entonces celoso?

—Confío en ti, Lissa. Sé lo que sientes por mí y eso no se rompe porque tengas que seducir a otro.

—Eres insufrible. —Melissa se enfadó y comenzó a andar en dirección a la casa.

—Melissa —la llamó él—. Melissa no te enfades, por favor.

Al ver que ella no le contestaba decidió correr para interceptarla. Consiguió llegar a ella y abrazarla antes de que entrara en la casa.

—Déjame en paz, Roberto. Ya veo que tú no apuestas por esta relación de la misma manera que lo hago yo. —Melissa intentó quitar las manos de Roberto de su cintura sin mucho éxito.

—No digas tonterías. Es solo que no me lo esperaba. Pero vale, si es lo que quieres, huyamos. Dejemos Ximar atrás. Yo solo te necesito a ti para ser feliz. Todo lo demás me da igual.

Melissa se giró y puso sus manos alrededor del cuello de Roberto.

—¿Estás seguro de dejarlo todo atrás? —le preguntó nuevamente ella.

—Sí —le contestó él mientras asentía con su cabeza—. Estoy completamente seguro. Nuestras vidas perderán en intensidad, pero ganaremos tranquilidad y todo ello teniéndonos el uno al otro, ¿qué más podría querer?

Melissa no pudo contenerse al oír aquellas palabras, se puso de puntillas y lo beso apasionadamente.

—Gracias, Roberto. No me sentía preparada para llevar a cabo esa misión. Te quiero tanto que no podría fingir esos sentimientos por otro hombre.

—Para serte sincero yo tampoco podría verte en los brazos de otro. Los celos estoy seguro que acabarían matándome.

Melissa se rió al escuchar ese comentario.

—¿No me dijiste antes que confiabas en mí y que nuestro...

Roberto la cayó con un beso.

—Intentaba disimular. —Roberto poso su frente sobre al de Melissa—. ¿Cómo vamos a preparar nuestra huida? No será una tarea sencilla sin que la organización se entere.

—El último miércoles del mes, a las cinco, tendría que coger un tren para ir a Orjal para comenzar mi misión. A esa misma hora sale un tren a Barña. Desde allí no nos será difícil salir del país bien por barco o avión. Juntos podremos capear cualquier situación.

—Lo sé, Melissa. Los dos somos uno.

—Los dos somos uno —repitió ella.





Roberto se encontraba en su loft cuando el timbre comenzó a sonar.

—¿Quién puede ser a estas horas? —se preguntó Roberto en voz alta.

Eran las tres y medía de la tarde del día en el que comenzaría su nueva vida con la mujer que amaba. Le daba pena dejar su vida en Ximar: su loft, su galería de arte, los amigos de la organización... Pero si quería continuar teniendo un futuro con Melissa, debía de dejar todo aquello atrás; a fin de cuentas su nueva vida se vislumbraba maravillosa.

Tras guardar su cazadora favorita en su bolsa de viaje decidió descubrir quien era la persona que insistía con el timbre de su hogar. Cuando abrió la puerta una corriente eléctrica le recorrió la espalda, Francisco y Yolanda se encontraban al otro lado del umbral de la puerta.

—¡Hola! —intervino Yolanda—. ¿Podemos pasar?

— Sí, sí por supuesto —respondió finalmente Roberto tras sobreponerse al shock inicial de verlos en el rellano—. Sentiros como en vuestra casa.

Francisco y Yolanda le tomaron la palabra y entraron en el loft de Roberto. Ambos estudiaron meticulosamente el lugar.

—¿Te hemos pillado en mal momento? —preguntó Francisco tras un sepulcral silencio por ambas partes.

—No, no, para nada. Me estaba preparando para ir a la galería de arte. Por la tarde mi ayudante no puede ir, así que tengo que encargarme de abrir y atender a los clientes.

—¿Es qué te vas a algún sitio, Roberto? —le preguntó Yolanda al ver la bolsa de viaje de Roberto cerrada encima de la cama.

—¿Lo dices por la bolsa de viaje? —Yolanda asintió a la pregunta de Roberto—. Después de cerrar la galería iré al gimnasio, eso es todo.

El loft estaba desordenado cosa extremadamente extraña en una persona como Roberto, una persona tan amante del orden y la pulcritud. Había cajas esparcidas por todo el loft y un montón de cuadros recién pintados estaban apoyados en las paredes.

—Parece que has pintado muchos cuadros últimamente —sentenció Francisco al ver las obras del artista.

—Ya sabes lo caprichosa que es la inspiración del artista, unas veces brota a raudales y de repente se esfuma. Hay que aprovechar la inspiración.

Francisco sonrió a su agente. Antes de proseguir con la conversación el hombre se dirigió a uno de los nuevos cuadros y lo observó detenidamente. En él Roberto había pintado a una mujer descalza en la playa contemplando el crepúsculo. La amalgama de colores era extasiante, te embriagaba nada más posar tu vista sobre él.

—Un cuadro magnífico, Roberto —sentenció el hombre—. Diría que el mejor que has hecho hasta la fecha. Es realmente increíble.

—Gracias, señor —contestó Roberto.

—No tienes porque dármelas. Única y exclusivamente digo la realidad. — Francisco se giró y lo miró a los ojos—. Sé que pretendes huir con Melissa. Te aconsejo que desistas.

—¿Disculpe, señor? —Roberto no daba crédito al cambio radical de conversación que había llevado a cabo el jefe de la organización Águila.

—No nos tomes por estúpidos, Roberto —intervino en esta ocasión Yolanda—. Sabemos que pretendéis abandonar juntos el país y por ende la organización. Solo esperamos que no nos obligues a eliminar a la musa de tu obra, sería una gran perdida.

—Perdonen pero no sé a que se refieren.

—Espero que no acudas a esa estación de tren porque sino habrá consecuencias. Yo personalmente me encargaré de ello. —Roberto no contestó, simplemente le devolvió la mirada a su jefe—. Sé que amas a Melissa. Entre vosotros siempre hubo una química especial. Incluso ya en aquel orfanato cuando erais más pequeños se podía palpar. Quiero a Melissa como a una hija pero si tengo que elegir entre ella o tú, siempre te preferiré a ti, Roberto. Tú eres imprescindible para mis futuros planes para la organización. Así que si para conservarte debo prescindir de ella, no dudaré en eliminarla. Si intentas escapar con ella, no dudes que os daré caza a los dos y tú y solo tú, serás entonces el responsable de su muerte y dejaré que vivas el resto de tus días con ese remordimiento. Con el arrepentimiento de haber tenido en tus manos la posibilidad de salvarla y haber elegido la opción más egoísta. ¿Me has entendido?

—Si decides desobedecernos y seguir adelante con vuestros planes, créeme que os arrepentiréis. —Yolanda se puso delante del cuadro del que anteriormente habían estado hablando Francisco y Roberto—. Seremos implacables. Una vez que os hayamos dado caza, os traeremos a la organización. Una vez allí, torturaremos a Melissa delante de tus ojos. —Roberto escuchaba las palabras que le dedicaba Yolanda impasible, como si lo que aquella mujer le estuviera relatando no le influyera lo más mínimo—. Cuando esté tan débil que ya no pueda respirar, en ese momento, te haremos entrega de un arma y te obligaremos a eliminarla. Tus manos estarán siempre teñidas con su sangre. Tu penitencia será vivir sabiendo que estuvo en tus manos poder salvarla.

—Si tanto la amas, ¿serás capaz de vivir el resto de tu vida con esa culpa? —Francisco intentó darle la estocada final.

Roberto miraba a los dos impasible, o al menos eso es lo que intentaba aparentar.

—No tengo ni idea de lo que me están hablando —respondió Roberto intentando controlar su voz.

—Está en tu mano el desenlace de esta historia, Roberto —le contestó Francisco—. Yolanda, será mejor que nos vayamos. Tenemos todavía mucho trabajo pendiente en la oficina.

—Tienes razón, Francisco —contestó la mujer—. Roberto —se dirigió a él mientas lo miraba directamente a los ojos—, eres una persona inteligente. Espero que la lujuria no enturbié tu entendimiento.

Tras esas palabras, Yolanda y Francisco abandonaron el loft de Roberto dejando a este roto por dentro.





Melissa llegó a la estación de tren temprano. Estaba nerviosa. Si todo salía según lo previsto, pronto saldría de Ximar y pasaría el resto de su vida junto al hombre que amaba fuera de las garras de la organización.

La mujer miró su reloj, las cuatro y cuarto. Todavía quedaban tres cuartos de hora para que el tren saliera. Miró en la estación pero Roberto no se encontraba allí así que se encaminó a la cafetería. Se sentó en una de las mesas y esperó a que el camarero le atendiera.

—Un café, por favor —le pidió Melissa antes de que le preguntara.

El hombre se fue en busca de su mandado.

¿Por qué no estaba allí todavía Roberto? Melissa comenzó a mover su pierna izquierda, era un tic que aparecía cuando se sentía nerviosa y ahora ella lo estaba y mucho.

—Gracias. Quédese con el cambio —le dijo Melissa al camarero cuando le trajo su café.

El hombre miró el dinero que le entregó y se fue sin decir nada.

Tras veinte minutos allí sentada mirando el bullicio de la estación, decidió dirigirse al andén donde ya esperaba el tren. Posó su pequeña maleta sobre un banco y comprobó nuevamente su reloj, las cinco menos cuarto. ¿Por qué Roberto no estaba ya allí? ¿A qué esperaba? ¿Habría encontrado tráfico?

Los minutos transcurrían y Roberto no hacía acto de presencia.

Última llamada para los pasajeros de los trenes dirección Orjal y Barña. Atención última llamada para los trenes dirección Orjal y Barña.

Melissa comprobó de nuevo su reloj, quedaban dos minutos para la salida del tren. Miró su móvil, nadie le había llamado. La mujer recuperó su maleta y se encaminó al tren dirección Barña. Cuando ya había puesto su primer pie en la escalera de este, se arrepintió y corrió en dirección al tren que la llevaría a Orjal. Nada más subir, el tren cerró la puerta tras ella y a los dos segundos después, comenzó su marcha.

Melissa sacó su billete y comprobó el número de su asiento. Cuando llegó a él colocó su maleta en el hueco correspondiente y se sentó en su sillón. Sacó su teléfono y marcó unos números en él. Tenía que desactivar el proceso de borrado que había programado, ya no era necesario. Roberto no había aparecido era inútil malgastar algo tan valioso para nada. Era cierto que podía continuar el plan ella sola, pero el plan de huida había sido ideado para los dos y dudaba que ella sola pudiera llevarlo a termino.

Melissa se puso a mirar a través de la ventana del tren. Estaban abandonando rápidamente la urbe. ¿Por qué no había acudido Roberto? ¿Es qué realmente no la quería? Podía saber el motivo nada más marcando una tecla. Melissa volvió a mirar su móvil. Con solo marcar una tecla podría oír la voz del hombre que le acababa de romper el corazón. Pero en el último momento, guardó el teléfono en su bolso y lo colocó junto a su maleta para no caer en la tentación.

Se negaba a llorar por aquella traición, pero estaba claro que Roberto había jugado con ella y sus sentimientos. Ahora la tocaba recomponerse y fijar todos sus esfuerzos en llevar a cabo su misión de la mejor manera posible. Aquel bache no la hundiría sino que le haría más fuerte. 

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