Capítulo 24
Melissa cruzó el vestíbulo del edificio Plaza a las dos en punto. El coche de Borja ya estaba esperándola. Cuando salió por la puerta, el chofer salió del automóvil y le abrió la puerta. La mujer entró en el vehículo sin pensárselo.
—Hola Melissa —le saludó Borja al entrar en el coche.
—Hola. La verdad es que no esperaba que me invitaras a comer con tan poca antelación.
—He tenido que concertar esta cita con tan poca antelación por una poderosa razón —le contestó él.
—¿Qué razón es esa si se puede saber?
—El presidente quiere que hagas este trabajo en el menor tiempo posible.
El chofer arrancó el coche y se incorporaron a la circulación de la ciudad de Ximar.
—¿Tiene el presidente la necesidad de decorar alguno de los salones de su casa presidencial con tanta premura? —le contestó Melissa sarcásticamente mientras miraba a través de la ventanilla del vehículo.
A las dos de la tarde Ximar estaba en plena ebullición. Todo el mundo a esa hora salía de sus oficinas para comer por lo que verles sentada desde un confortable coche era una experiencia única.
—Disculpa Borja —prosiguió Melissa al comprobar que su interlocutor no contestaba—, pero sabes perfectamente como funciona el proceso de presentación de trabajos a la organización y este, desde luego, no es el protocolo a seguir.
—Ya sé cual es el protocolo pero, ¿qué más da? A fin de cuentas, ¿no vas a ser tú la encargada de recoger el encargo de todos modos? Creí que lo mejor sería reducir el tiempo del trámite.
Melissa finalmente cogió el sobre que el hombre le tendía sin apartar la vista del espectáculo que ocurría fuera del coche. Lo abrió, estudió su contenido y se lo devolvió rápidamente como si el sobre le quemara las manos.
—Es un encargo complejo. Nos llevará tiempo ejecutarlo. El tiempo estimado calculo que será aproximadamente de un mes.
—¿Un mes? —contestó Borja sorprendido y a la vez con cierto tono de amenaza tiñendo su voz—. El presidente os concede solo una semana.
—Que lo podamos hacer o no en una semana, eso no lo determino yo. Tendré que consultarlo. No te prometo nada.
—Así me gusta, querida —Borja miró a través de la ventanilla del vehículo—. Ya queda menos para llegar al restaurante al que nos dirigimos.
El coche al cabo de unos minutos más estacionó enfrente de la entrada de uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad. No podía ser de otra forma, un político no podía comer en un simple bar como el resto de los mortales. Melissa caminó al lado de su anfitrión y juntos entraron en el edificio. Una vez en él, la llevó directamente al restaurante.
La comida discurrió sin apenas conversación entre ambos, la situación era muy tensa.
—¿Por qué me has invitado a comer, Borja? Nunca me imaginaría que lo hicieras sin que tu mujer y hijo estuvieran presentes.
—¿Mi mujer y hijo? Mi vástago se encuentra en el hospital y me temo que por tu culpa.
—¿Por mi culpa? No veo que relación podría yo tener con ese hecho.
—No te hagas la ingenua —Borja bebió un trago de su copa de vino—. Tanto tú como yo sabemos que estás detrás de lo que le pasó.
—Es una acusación muy grave la que estás haciendo.
—Si tuviera las pruebas de tu implicación ahora mismo no estarías comiendo aquí conmigo, estarías en la cárcel que es donde te mereces estar.
—¿Qué es lo que le he hecho suegro para que tengas tan mala opinión de mí?
—¿Que qué me has hecho? ¿Y tú me lo preguntas? Esto es inaudito.
—¿No ve a su hijo radiante y feliz?
—Mi hijo esta viviendo una mentira y cuando ya no lo necesites para tus artimañas lo destruirás sin dudarlo.
—¿En tan poca estima tiene a su hijo? Le recuerdo que no le estoy haciendo nada que no haya hecho él antes, jugar con los sentimientos de otras jóvenes.
—Tú solo estás con él para tenerme cerca a mí, para controlarme de alguna manera que todavía no llego a comprender
Melissa lo miró fijamente antes de contestar.
—El presidente y tú os creéis intocables. Os dijimos que no intentarais atentar contra el vicepresidente y hicisteis oídos sordos. ¿Creías que no intervendríamos de alguna forma? Nuestra acción ha sido un mero aviso.
—¿Un mero aviso? Casi matas a mi hijo, a mi único hijo.
—¿Es qué la vida de tu hijo es más valiosa que la de cualquiera otra persona? Tu hijo es un individuo más.
—¿Me estás amenazando?
—¿Yo? Por el amor de Dios, nada más lejos de la realidad. Solo estamos teniendo una conversación nuera suegro de lo más entretenida.
—Los investigadores no han encontrado ningún indicio de manipulación, ni atentado.
—¿Crees que estás tratando con principiantes? Parece mentira para ti, Borja. Sabes perfectamente que somos increíbles tapando nuestras huellas. Ni el mejor investigador encontrará nada que nos incrimine. Deja de buscar fantasma si no quieres que tus colaboradores te tomen por un loco. Lo digo por tu bien.
—Te crees muy lista, ¿verdad? Todo el mundo acaba cometiendo un error y cuando lo hagas, yo estaré ahí para atraparte y desenmascararte.
—Me encantará ver como desistes en tu empeño.
—¿Querrás tomar postre?
—No, gracias. He de mantener mi linea —respondió Melissa.
Borja ante la respuesta decidió encargarse de pagar la cuenta. Tras entregar el dinero, ambos se levantaron de la mesa y salieron del comedor. A la hora de salir por la puerta del hotel, el hombre no la siguió por lo que la mujer paró y se giró en busca de su acompañante.
—Mi chofer te llevará de vuelta a tu oficina —le dijo Borja.
—¿Tú no vienes? —le preguntó ella extrañada.
—No. He quedado con unos colegas de profesión para una reunión importante. Ya sabes, ser la mano derecha del presidente requiere mucho esfuerzo y yo estoy cien por cien entregado a mi trabajo.
—Por supuesto, lo comprendo perfectamente. Por cierto, gracias por la comida.
—De nada. Hasta luego, Melissa.
—Hasta luego —le respondió ella.
Borja y Melissa se despidieron y ella se encaminó en busca del coche que le llevaría de vuelta a su oficina.
—Señorita —le llamó un joven apuesto vestido con un traje impecable—. Yo seré el chofer encargado de llevarle de vuelta a su oficina.
—Perfecto —le contestó ella sin apenas posar su mirada sobre él.
El joven no era el chofer habitual de Borja, el mismo que los había llevado hasta allí. Melissa subió al coche sin que se notara la desconfianza que le provocaba aquella situación. El joven chofer ocupó su puesto tras el volante y rápidamente comenzó a conducir, al menos, lo hacía bien, si no fuera de ese modo, dudaba que pudiera optar a ocupar aquel puesto, aunque únicamente fuera el chofer suplente.
—Señorita —el chofer se dirigió de nuevo a Melissa sacándola de sus pensamientos.
—¿Sí? —le contestó ella.
—Algo no va bien, señorita. Nos están siguiendo dos coches.
—¿Desde cuándo? —Melissa se giró en su asiento y miró a través de la luna tintada trasera.
—Diría que desde que salimos del hotel —contestó él.
—Solo veo un todoterreno.
—El otro coche que nos seguía hace un momento que se ha desviado. ¡Oh Dios mío! —agregó el chofer con asombro en su voz—. Señorita, sujétese bien. Ve ese coche —dijo señalándolo—. Es el que se desvió. Parece que pretende estrellarse frontalmente contra nosotros. Intentaré esquivarlo.
Pum.
El chofer desafortunadamente no consiguió esquivar el todoterreno kamikaze y ambos coches colisionaron frontalmente.
Melissa quedó aturdida por el choque. Le dolía terriblemente la cabeza y todo el cuerpo. Se llevó la mano derecha a la cabeza y a continuación se la miró, afortunadamente no sangraba, al menos era una buena señal.
Poco a poco, la mujer fue tomando consciencia de la situación en la que se encontraba. Oyó como alguien se aproximaba al vehículo. Llamó al chofer, pero este no contestó. Se quitó a duras penas el cinturón de seguridad para comprobar su estado pero antes de que pudiera conseguirlo alguien la sacó bruscamente del vehículo. Ella ni siquiera intentó ofrecer resistencia, era ridículo. En aquellos instantes no disponía de fuerzas ni siquiera para intentarlo. Y aunque lo hubiera tanteado no hubiera llegado muy lejos, rápidamente la hubieran neutralizado.
A continuación, el desconocido la introdujo en un coche bajo la atenta mirada de los que comenzaban a congregarse en las inmediaciones. Sin mediar palabra, otro hombre que se encontraba en el interior del vehículo la puso un pañuelo en la nariz que la adormeció al instante. El todoterreno abandonó el lugar antes de que las ambulancias y la policía llegaran.
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