Capítulo 18
Melissa no estaba de muy buen humor al llegar ese día a su oficina. Su mejor trabajadora había cogido unos días libres tras el incidente y a ella le dolía el brazo aún tomando analgésicos para tumbar a un elefante. Pero de cara a la galería, tenía que poner su mejor cara. No debía exteriorizar, por nada del mundo, la mala noche que había pasado.
—Bueno chicos, ¿alguna idea para la decoración del proyecto 20? —preguntó Melissa mientras entraba en la sala de reuniones donde ya le estaba esperando su equipo.
—Deberíamos dar más luz al salón —expuso Tomás.
—Me gusta esa idea. ¿Qué propones para ello? —le animó Melissa.
—Convertir esta pared en un gran ventanal —le contestó él mientras señalaba en el plano la pared a sustituir.
—Bien, ¿y qué me decís de esta escalera? —les preguntó Melissa—. Podría darnos mucho juego, ¿no creéis?
—Yo había pensado en una escalera de cristal sin pasamanos —intervino Teresa.
—¿Sin pasamanos? —contestó Melissa alarmada—. La familia tiene un niño de dos años, ¿quieres que se descalabre y que nos arrepintamos de ello más tarde? No, gracias. La nueva decoración tiene que tener un estilo moderno, pero a la vez cuidando los detalles al máximo en cuanto de seguridad hablamos.
En ese momento, la puerta de la sala de reuniones se abrió precipitadamente.
—Melissa, Melissa, un señor... —intervino atropelladamente Marlene.
—¿Qué formas son estas de irrumpir una reunión de trabajo, Marlene? —la cortó tajantemente Melissa.
—Lo siento mucho, pero hay un señor que quiere hablar con usted y...
—¿Ese señor tenía cita concertada conmigo hoy a estas horas? —le inquirió de forma brusca Melissa.
—No, señora.
—Pues dale una cita y san se a cabo. ¡Ah!, por cierto. La próxima vez, llama antes de entrar, ¿de acuerdo?
—No, no me ha entendido bien, señora. El hombre ha entrado en su despacho, yo no he....
—¿Qué ese hombre se encuentra en estos momentos en mi despacho? Esto no puede ser verdad. Lo que me faltaba. —Melissa estaba fuera de si—. ¿No te dije el primer día cuando comenzaste a trabajar aquí, que nadie puede entrar en él sin estar yo presente? —Melissa, se levantó de su silla y se dirigió a la salida de la sala—. Espero, por tu bien, que este sea el único fallo de estas características que comentas porque sino ya te puedes ir despidiendo de mi carta de recomendación. ¡Ah!, y los demás —dijo girándose para mirar al resto de sus empleados—. Quiero que cada uno me entregue una propuesta decente para este proyecto hoy por la tarde. A más tardar las quiero en mi mesa a las seis. Y tú y yo —dijo esta vez dirigiéndose a Marlene—, hablaremos de esto luego.
Melissa salió de la estancia rápidamente para descubrir quien era el descarado que había entrado en su despacho como si de su propia casa se tratara. Tenía una sospecha pero esperaba que no se cumplieran sus peores pronósticos. Cuando abrió la puerta y vio a su descarada visita, su sospecha quedó totalmente confirmada.
—Puedes retirarte —le dijo el descarado invitado a su guardaespaldas.
El hombre salió por la puerta por la que acababa de entrar Melissa cerrándola tras él.
—Buenos días, Borja. Parece que tiene a sus mascotas bien amaestradas ¿Qué hace por aquí? ¿Necesita que le decore alguna estancia de su flamante hogar? —le preguntó Melissa mientras se dirigía a ocupar su sillón.
—Así que esta es tu tapadera. Dueña de un prestigioso estudio de decoración y renovación de hogares. He investigado. Tienes buenas referencias y has ganado prestigiosos premios por tus increíbles trabajos. Disculpa por no tratarte de usted, pero creo que es ridículo teniendo en cuenta que prácticamente perteneces a mi familia —le contesto él de forma relajada mientras se desabrochaba la chaqueta de su traje.
—Intento superarme cada día en mi trabajo. Pero no creo que hayas venido hasta aquí para elogiarme, ¿me temo?
Melissa se sentó y apretó varios botones bajo su escritorio activando de ese modo un inhibidor de frecuencia por si su visita traía un micrófono o una cámara con él.
—No, por supuesto que no. He venido a sonsacarte cual es el precio para que dejes a mi hijo fuera de nuestras cuitas.
—Vaya, vaya. Estas obsesionado con eso, ¿verdad? ¿Es qué no deseas que tu hijo sea feliz? —Melissa apoyó sus codos sobre la mesa.
Borja se rió de forma sarcástica.
—No me hagas reír, querida. Dime lo que quieres y desaparece de la vida de Germán. Así de fácil y sencillo. Piensa que soy tu genio de la lampara. Puedo conseguirte lo que quieras.
—No hay nada que puedas darme que no pueda conseguir yo solita por mi misma.
—Puedo perdonarte la vida. ¿Te parece suficiente pago? —le contestó muy serio Borja.
—No me haga reír ahora tú a mi, Borja. ¿Perdonarme la vida? Creo que has visto demasiadas películas. —La joven se recostó en el sillón mientras miraba a Borja a los ojos.
—Si le digo al presidente que tú eres una de...
—Ya veo por dónde vas —le cortó ella—. Cuénteselo, adelante —le animó ella—. No voy a impedir que lo hagas. ¿Pero qué pensará el presidente de ti tras conocer dicha noticia? A fin de cuentas, soy la novia de tu hijo. Es una información de opinión pública —añadió enseñándole la revista en la que salía la foto de ella y Germán juntos—. No podrás negarlo, me temo. Igual después de compartir con él esa información tan valiosa que crees tener, puede que tú también dejes de ser su hombre de confianza e intente eliminarte igual que pretende hacer con su vicepresidente. —Borja se quedó pensando en las palabras que acaba de decirle la joven—. ¿Cómo crees que le sentará saber que su mano derecha confraterniza con una integrante de un grupo armado que no acata literalmente sus ordenes? Probablemente te meta a ti también en mi pack. ¿No crees, suegro? Escúchame bien, Borja —agregó mientras se levantaba de su sillón y se acercaba a él—. Es la última amenaza que te consiento sin repercusiones por mi parte. ¿Me has entendido? —le preguntó mientras le tocaba con su indice en la zona del cuerpo donde se aloja el corazón—. Último aviso Borja. En la próxima ocasión, habrá consecuencias. Luego no digas que no te lo advertí —la mujer se apoyó contra su escritorio sin quitar los ojos de encima de su invitado—. Por cierto, ¿tiene algo más que decirme? Porque tengo mucho trabajo todavía por hacer y no dispongo de más tiempo para confraternizar contigo.
—Sí, tengo algo más que decirte. Mi mujer quiere que nos acompañes hoy a comer en el Restaurante Miramar. ¿Crees qué podrás estar allí entorno a las dos y media? —le preguntó cambiando de tema radicalmente mientras se levantaba de la silla.
—Por supuesto, será un placer. —Melissa decidió ocupar de nuevo su cómodo sillón de oficina—. Dile a tu mujer que será un placer para mi comer con vosotros. Qué tengas una buena mañana, Borja.
—Lo mismo te deseo, Melissa —el hombre salió del despacho de la joven sin mirar atrás.
Melissa debía informar a su superior respecto a dicha conversación. Tras lo que consideró un tiempo prudencial, salió de su despacho en dirección a la base de la organización.
—Marlene, voy a estar fuera el resto de mañana. Si llama alguien para reunirse conmigo, dale cita para mañana, ¿de acuerdo?
—Sí, señora.
Melissa fue directa al ascensor, no había tiempo que perder.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro