Capítulo 12
Una vez que Melissa escuchó como el coche de su novio abandonaba su finca, se descalzó y se dirigió corriendo a su habitación para cambiarse de ropa.
Una vez en ella, se bajó la cremallera de su vestido y se lo quitó. A continuación, se metió en su vestidor y se puso unos pantalones vaqueros y una camiseta ajustada negra. Para finalizar el conjunto, se puso una cazadora negra y se calzó unos playeros.
Melissa salió de su habitación y bajó corriendo las escaleras. Cuando llegó al hall se dirigió al garaje. Una vez en él se dirigió a su moto favorita. Se puso el casco y se subió a ella. Arrancó el motor y salió de su propiedad dirección a la autopista. Una vez en ella se alejó de la ciudad. Al cabo de veinte minutos tomó la salida numero doce para continuar conduciendo, en esta ocasión, por una carretera comarcal. Llegó a un pequeño pueblo, tras cruzarlo tomó una entrada que se internaba en un frondoso bosque.
El camino era de tierra por lo que tuvo que reducir la velocidad. Tras unos minutos llegó al final del camino, había una cabaña de piedra y madera construida en un claro.
Melissa estacionó la moto delante de la puerta de la cabaña y se bajó de ella. La mujer tras quitarse el casco, se dirigió a la puerta y llamó tres veces. Alejandro abrió la puerta despacio, pero al ver a Melissa al otro lado la terminó de abrir más rápido.
—¿Qué narices haces a estas horas aquí, Melissa? —Alejandro se restregó la mano por los ojos. Estaba claro que el hombre estaba durmiendo y ella lo había despertado.
—¿Estabas durmiendo? —le preguntó la mujer.
—¿No es obvio? Son las tres de la madrugada, Melissa. La gente normal duerme a estas horas, ¿sabes? —Alejandro la invitó a pasar al interior de su cabaña con un movimiento de mano—. Por cierto, ¿a estas horas no deberías estar en una fiesta?
—La fiesta estaba quemada y no pintaba nada más allí. Fui a presentarme delante de Borja como novia de su hijo. Hice mi mejor papel y decidí irme en el momento álgido.
—¿Y dónde está tu vestido de princesa? Porque dudo que fueras así vestida, ¿no? —el hombre enfatizó sus palabras señalando la ropa de la mujer.
—¿Estás loco? Fui preciosa a la fiesta pero como comprenderás, no pintaba nada con ese vestido subida en una moto —Melissa sonrió a Alejandro antes de sentarse en un sofá.
—Tampoco pintas mucho subida en una moto con ese peinado y ese maquillaje y mira por dónde, lo has hecho. Por cierto, siéntate, querida. Estás en tu casa. —Alejandro la hizo una reverencia muy teatral mientras sonreía.
—Ya se que estoy en mi casa, Alejandro. No tienes porque recordármelo una y otra vez cada vez que vengo a hacerte una visita —Melissa le sonrió mientras se recostaba en el sofá de forma relajada.
—¿Cómo se te ocurre venir aquí a estas horas? ¿Y si llego a estar con una mujer? Tienes que acostumbrarte a llamar antes de venir. Quizás algún día te encuentres con una escena poco agradable para tus ojos. Ya sabes que tengo unos gustos muy especiales.
—Mis ojos están acostumbrados a escenas realmente surrealistas. No me asombraría de nada de lo que pudieras hacer. Además, por lo que tengo entendido, ahora no estas saliendo con nadie.
Alejandro cogió una silla y se sentó enfrente de su amiga, en lugar de hacerlo en el mismo sofá que ella ocupaba.
—No se necesita estar con nadie para tener una noche loca. —Alejandro apoyó sus codos sobre sus rodillas y miró fijamente a su invitada.
—Tú no eres de esos, Alex —sentenció Melissa.
—Tienes razón. Ese tiempo para mi ya pasó. —Alejandro se movió en la silla y apoyó su espalda en el respaldo—. ¿Para qué has venido hasta aquí realmente, Melissa? No sueles venir mucho, pero cuando lo haces, tienes una explicación convincente para ello.
—Necesitaba hablar con alguien —respondió escuetamente la mujer—. Necesito desahogarme con alguien o voy a explotar.
—¿Necesitabas hablar con alguien a las tres de la madrugada? Por Dios, Melissa. ¿No podías hacerlo mañana por la mañana de una forma más relajada?
—Pues para serte sincera, no, no podía. Hoy, en esa fiesta, me he acordado de una época pasada muy feliz en su momento para mí, pero que ahora me hace daño recordarla. Si me quedaba sola en mi casa, me volvería loca. Tú eres el único con el que puedo hablar de ello.
—Ya me puedo imaginar de qué se trata. ¿Una época en la que estaba en tu vida...
—No lo nombres, Alex. No digas su nombre en voz alta —le cortó Melissa antes de que pudiera terminar la frase—. Ya sabes que no quiero oír su nombre.
—¿No quieres o no puedes oírlo? Melissa, ya ha pasado un año desde que lo vuestro se trunco. Es hora de que comiences a pasar página. Él ya lo ha hecho. ¿No es hora de que lo hagas tú también?
—¿Tú podrías? —le preguntó Melissa a su amigo mientras lo miraba directamente a los ojos. Este no la contestó—. Es imposible que pase página cuando lo veo casi a diario y encima con otra. Todavía a día de hoy, cada vez que lo veo, mi corazón da un vuelco para a continuación, romperse en mil pedazos. Le añoro todavía tanto... No sé si algún día podré sentir lo mismo por otro hombre como lo que sentí por él.
—Melissa —Alejandro le cogió las manos entre las suyas—, sé que es duro. Sé que te rompió el corazón en mil pedazos pero tienes que intentar pasar página. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero tú eres fuerte y si te lo propones, puedes conseguirlo. Es por tú bien, cielo. Vivir inmersa en el pasado no te hace ningún bien, en absoluto.
Melissa miró sus manos cogidas por las de Alejandro.
—Le propuse que nos fuéramos lejos de aquí, que huyéramos de las redes de la organización y él aceptó sin dudar. Preparamos nuestra huida durante semanas. Lo teníamos todo preparado, Alejandro, todo. Ni siquiera te puse al corriente de nuestros planes, y no tienes idea de lo mal que me sentía por tenerte al margen de todo, pero era por tu seguridad. Espero que lo entiendas —Melissa miró de soslayo a Alejandro y este asintió a modo de respuesta—. La cuestión es que fui a la estación de tren como acordamos. El próximo viernes hará un año de aquello. Lo esperé en el banco acordado, pero él nunca llegó. Me dejó colgada, Alejandro. Ni siquiera tuvo la decencia de llamarme y decirme que había cambiado de opinión. Me dejó allí sola en la estación, esperándole como una idiota. ¿Qué podía hacer yo? Pensé en irme de Ximar y proseguir con lo que teníamos planeado. Pero cuando fui a subirme a ese tren, cambié de opinión y decidí realizar la misión que tenía encomendada. Huir de la organización sin él, sola, no tenía sentido para mí y lo más seguro es que me cazaran en pocas semanas con el fatal desenlace para mí. Así que ese día en el que comenzaría una nueva vida al lado del hombre al que amaba, bueno mejor dicho al que aún amo, me embarque en el enredo que ahora estoy viviendo. No me digas que mi historia no es surrealista —Melissa sonrió de forma nerviosa y embelesada en su historia.
—¿Nunca le preguntaste por qué no apareció? —Alejandro la sacó de su embelesamiento y la devolvió a la realidad.
—¿Cómo dices? —Melissa retiró sus manos de las de Alejandro como si de repente su contacto la quemara.
—¿Vosotros dos nunca hablasteis de lo ocurrido? Tal vez él tenga una explicación que ofrecerte.
—¿Lo estás defendiendo, Alex? No me lo puedo creer. Yo fui la que esperé como una idiota su llegada en aquel anden, y todavía he de preguntarle, ¿por qué?
—Me has malinterpretado, Melissa. Yo no quería decir exactamente eso. Pero a veces las cosas no son lo que parecen. ¿Nunca has pensado que tal vez algo o alguien le impidiera ir a vuestro encuentro?
—Lo único que he pensado durante todos estos meses es que él nunca me amó. Para él lo nuestro fue solo una misión como lo es ahora para mí la relación con Germán.
—¿Crees que él nunca te amó? Cuando os veía juntos, percibía una química especial entre ambos. Cuando él te miraba las chispas surgían en sus ojos. Eso no se puede fingir, o surge, o no lo hace. En esa relación los dos estabais enamorados el uno del otro, era recíproco.
—¿Cuándo me ves con Germán no percibes la misma química? —Alejandro no contestó. Por un breve espacio de tiempo abrió mucho los ojos pero rápidamente controló su reacción—. Los sentimientos se pueden fingir como yo lo hago ahora. Es muy sencillo si te lo propones y él, en su día, fue lo que hizo conmigo.
—¿En qué te basas? ¿Por qué haría él eso?
—Mis inicios en la organización, como los de todos, fueron muy duros. Mi primera misión fue una de las más complicadas a las que me he enfrentado hasta la fecha. Me interné en el complejo organigrama de la desaparecida organización terrorista OTIR. Mi misión era escalar dentro del grupo para finalmente destruirla desde dentro. Nadie conocía la identidad de la cúpula de OTIR y ese era mi objetivo principal. Para conseguirlo tuve que hacer cosas de las que no estoy nada orgullosa, cosas que nunca revelaré a nadie por miedo a que me odien. Hice cosas horribles, Alejandro. Cosas que durante las noches se convierten en mis peores pesadillas y sé que me acompañarán toda mi vida. Durante mi infiltración, tras ejecutar cosas horribles, mi determinación se debilitó hasta tal punto que estuve a punto de abandonar. En ese momento, el innombrable, como mi instructor que era, apareció para motivarme. Me hizo ver que yo estaba más que preparada para llevar a cabo mi labor y yo, tonta de mí, le hice caso. Durante semanas me apoyó en mi misión. Durante mis recaídas emocionales, él aparecía como mi salvador, hasta que caí enamorada de él como una autentica idiota. Él supo jugar muy bien sus cartas y yo no me percaté de ello hasta que me echo el órdago.
—Tras terminar tu infiltración en OTIR vuestra relación no terminó sino que continuó. Si ese hubiera sido su propósito habría terminado ahí, no se habría dilatado en el tiempo.
—Sí pero escasamente dos meses y terminó de la forma más irreal. ¿Sabes qué me duele más?
—¿Qué, Melissa? —le animó Alejandro a proseguir.
—Que tras el regreso del viaje con el que comencé la misión en la que ahora estoy inmersa, se acercó a mí como si entre él y yo nunca hubiera existido nada, como si no hubiéramos planeado nunca fugarnos. Fue una situación de lo más quimérica. Me di cuenta de que ese hombre me hizo vivir una mentira y me sentí como la mujer más estúpida del planeta. Ese sentimiento se acrecentó aún más cuando le vi que estaba saliendo con Tania. Yo volví de aquel viaje creyendo que me daría una explicación de su plantazo, pero en lugar de eso, me hizo sentir como si lo que hubo entre él y yo solo hubiera estado en mi imaginación. En nuestro primer encuentro me habló como si fuera un agente más, de una forma fría y distante, como antes le había visto hablar con otros. Y a pesar de que creía que le odiaba, cuando lo vi, me di cuenta de que nunca podría hacerlo porque lo amaba. ¿Alguna vez has estado en una tesitura similar a la mía? ¿Alguna vez has estado enamorado de una persona que no te ama y nunca lo hará?
—Sí, una vez me encontré en una situación parecida a la tuya.
—¿Cómo conseguiste sobrellevarlo? ¿Cómo conseguiste olvidarte de esa persona que tanto daño te hizo?
—No se si mi contestación te gustará mucho; pero por mi experiencia, nunca consigues borrar a esa persona de tu mente totalmente, siempre está ahí como latente. Yo, a día de hoy, todavía no he logrado suprimirla y creo, sinceramente, que nunca lo conseguiré. He aprendido a vivir con su existencia continua en mi vida.
—Pero yo quiero olvidarlo, borrarlo de mi vida —Melissa hablaba con desesperación.
—Lo siento muchísimo, Melissa. Yo en esa labor no sé como ayudarte, que más quisiera que poder hacerlo. Solo puedo decirte que el tiempo va borrando poco a poco esos sentimientos enfermizos y con los años serás capaz de verlo sin esa desesperación que sientes ahora cuando lo haces.
—No sé si podré, Alex.
Alejandro volvió a coger entre sus manos las de su amiga.
—Ahora estás inmersa en una relación que puede ayudarte en ese trance. Toma el tren que la vida te ha brindado, aférrate a él para conseguir olvidar cuanto antes a Ro...
—Shhhh —le cortó Melissa antes de que terminará de decir el nombre—. Recuerda que no quiero oír su nombre. No puedo afianzarme a una relación nacida de la mentira. ¿No te das cuenta de ello? Tarde o temprano me ordenarán que termine esa unión.
—Germán es uno de los solteros más deseado de este país. Es guapo, listo, con posibles... Cualquier chica soñaría por encontrarse ahora mismo en tu lugar. Ese hombre bebe los vientos por ti, aprovéchalo. Que luego te ordenan terminar esa relación, ya encontrarás otra cosa a la aferrarte. Vive el día a día, cielo. Confía en mí, ¿vale? Ahora Germán es tu mejor opción para tirar adelante, no seas tonta. Mañana es sábado, cuando te levantes, llámalo y quedad para comer y pasar el resto del día juntos. Disfruta de los momentos que pases con él sin pensar que él es una misión para ti.
Melissa se levantó del sofá y abrazó fuerte a su amigo.
—Muchísimas gracias, Alejandro. Sabía que venir aquí para hablar contigo me haría mucho bien. No sé que haría sin ti. —Melissa lo besó sonoramente en la mejilla—. Te aprecio muchísimo.
—Lo sé, Melissa, lo sé. Yo también lo hago y quiero que sepas que yo siempre estaré aquí para ayudarte. Eres mi pequeñina y siempre te protegeré si está en mi mano.
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