Cap. 6: ¿Quién o cómo?
—¡Ya volví! —grité a la sombra sobre el capo.
—Tardaste, ¿acaso preguntaron qué hacías?
—Va a ser media noche y su hija menor está en la casa abandonada de en frente con un desconocido —mencioné lo obvio con ironía—. A bolas preguntaron qué hacía y más luego de ver que corté la patilla.
—¿Patilla? —Se levantó del golpe con emoción a flote.
—Sipi, ¿gustas?
—No se diga más —Se sentó extendiendo las manos. Reí y le tendí el pedazo de sandía al chico sin nombre.
—Toma, ojos de gato.
—Gracias, mala apostadora.
Sujetó los trozos de fruta mientras yo me subía de nuevo al capó, luego dándomelo de vuelta para empezar a comer juntos un bocadillo de media noche. Era agradable aquello: sentados, brisa fresca, comiendo y gozando de la compañía del otro; cosas así, hacían ver a la situación más simple, bonita, sin monotonía, ni rutinas estresantes, y pensar: "disfruta de las pequeñas cosas de la vida".
—Estas muy callada, ¿en qué piensas?
—Cosas de la vida.
—¿Cómo qué? —Rió y se interesó.
—Pues eso: cosas de la vida.
—Ya oí, pero ¿en qué sentido? —Volvió a preguntar, dándole un mordisco a su patilla.
—En que... Es increíble como tu forma de ver las cosas puede cambiar de una noche sin luz a...
—Otro mundo... —dijo al unísono conmigo, sorprendiéndome de que descifrara lo que pensaba.
No sé ni como lo había hecho, si ni siquiera me estaba viendo, sino al cielo. Hubiera querido tener telepatía para leer su mente y descubrir que pasaba por su cabeza. Terminé de tragar otra mordida de la fruta y como él, alcé la cabeza hacia arriba, buscando una explicación a su repentino silencio luego de completar mi oración. Entonces vi pasar una estrella fugaz en ese hermoso cielo cósmico, respondiendo el secreto tras sus palabras.
—Si te das la oportunidad de observar de cerca puedes descubrir que existen maravillas en las cosas más pequeñas —susurró una vez me quedé mirando junto a él su otro mundo.
✴ ✴ ✴
El fuerte dolor de cabeza fue mi bienvenida nuevamente a la realidad. Mis párpados pesados pestañearon conforme se adaptaban al cambio de luz y se abrieron por completo despacio. Aun así, veía algo nubloso, por lo que cerré fuertemente los ojos y me removí sobre la superficie dura debajo de mi espalda y blanda en la cabeza, encontrándome cómoda sobre no supe qué, cuando oí una voz susurrarme:
—Despertaste...
Me exalté, sentándome de golpe y girando a mirar al sujeto que me habló, temerosa que fuera peligroso. Entonces fue que la vista se me acomodó por fin y enfoqué al extraño de divertidos ojos y sonrisa ocultando risas ocasionadas por, más que seguro, mi penosa reacción de verlo.
"Es el chico que me sostuvo...". Pensé sin bajar la guardia al desconocido.
—¿Quién eres? ¿Dónde está mi hermana?
—No soy nadie del que tengas que preocuparte, te lo aseguro —dijo con cuidado y pausado—. Y tu hermana está bien, dijo que iba por tu padre y regresaba.
—¿Mi papá? —Quise asegurarme que escuché bien.
—Sí, dijo que te cuidara mientras y se fue con mi primo.
—¿Tu primo? ¿Me ves cara de estúpida?
—Ay, qué desconfiada eres —murmuró por lo bajo para sí mismo—. Soy amigo, no enemigo, Milagros.
Abrí los ojos, ¿no había oído eso antes?
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Tu hermana te llamó así a gritos cuando te desmayaste —Se excusó un tanto nervioso—. A propósito, ¿cómo te encuentras?, ¿te duele algo?, ¿necesitas atención médica?
Me martilló con pregunta tras pregunta, revisándome con la vista algún indicio por si estaba mal. Aun con lo pálida que me puse por el largo tiempo que estuve en rehabilitación, no podía evitar el sonrojo que causaba la cercanía de aquel extraño chico sobre mi piel semi morena.
—Estoy bien, gracias —Corté su inspección, mirándolo con desconfianza—. ¿Y tú? ¿Quién eres? —Sonrió soltando risillas.
—Pues soy un chico que pasaba por ahí, te vio y te salvó de caer contra el piso.
—No me refiero a eso —Gruñí ante su jueguito.
—¿Entonces qué? Específica, Milagros, tampoco soy telépata.
—¿Qué cómo coño te llamas?
—Ah... —Volvió a reír—. Ahora sí, así si, ¿quién eres? Pos un chico no más. ¿Cómo me llamo? No es la misma pregunta y se responden diferente, pero tranquila es un error común... —Rió de nuevo, inconscientemente achicando sus verdosos ojos—. Ah y soy Asim, Asim Boadas, un gusto.
"Imbécil". Fue mi primera impresión del tipo, de quien desistí, me crucé de brazos, blanqueé los ojos y volteé mi atención a otra parte.
—Perdona... —susurró, inclinado su cabeza por el costado de mi cuerpo—. ¿Te molesté?
"No, que va". Pretendía ignorarlo, cuando torcí la mirada hacia él de nuevo y descubrí su expresión de arrepentimiento, su mirada preocupada de mi reacción y su mano en el aire retrayéndose de tocarme, como si fuera algo prohibido. Las palabras se me quedaron en la boca mientras delineaba con la vista el perfil de su rostro rectangular, su cabello castaño revuelto, la grosura de sus cejas, la tupidles de sus pestañas, su nariz y labios proporcionados, y el rastro de una barba hace poco afeitada, deteniéndome una vez más en sus claros ojos, cual lagunas de mar para preguntarme mentalmente: ¿de dónde carajos había salido tal hombre?
—¡Mili! —gritaron de un lado y al fijarme mi hermana y papá venían acercándose, corriendo hasta nosotros con el chico que había salvado a mi hermana de ser atropellada hace...
No sé... ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?
—May...
Me levanté, pero de nuevo, el dolor de cabeza se acentuó y me desorientó, haciéndome tambalear y otra vez chocar con algo detrás, que me sostuvo por los hombros hasta que me mantuve estable por mí misma y me zafara de su agarre, mirándolo retraída sobre mi hombro. Otra vez el mismo chico.
—Mili, hija, ¿estás bien? —preguntó mi papá tras llegar al frente de mí.
—Sí, papá, lo estoy —aseguré dejando que me inspeccionara tranquilamente.
—Eso es un alivio —Suspiró más calmado y luego miró acusativo a mi hermana—. Entonces Mayriol, me dirás, ¿qué fue lo que pasó?
—Ya te lo dije. Le dio una decaída por el cambio de horario.
"Wow que actriz salió esta". Pensé. Mi padre me miró.
—¿Es cierto, Milagros? ¿Solo eso?
—Correr de aquí para acá, de un lado a otro con esta pepa de sol es fatigoso, pa.
Nuestro padre pasó rato pensándolo, fijándose en nuestros rostros de pinocho y buscando a ver quién delataba la verdad. Unos minutos después se rindió y suspiró asintiendo, creyendo en nuestra mentira.
—Está bien...
"Y así terminamos ganando un óscar por la mejor encubierta improvisada".
—Gracias, Asim, por cuidarla —dijo mi padre hacia el chico detrás de mí.
—No hay problema, señor Rodolfo —Sonrió el imbécil estrechando la mano de mi padre y, aparte, brindarle un saludo.
Al parecer...
—¿Se conocen, papi? —preguntó May a nuestro padre al notar lo mismo que yo.
—La que negrea a mi primo —comentó el salvador un tanto ofendido—, ¿no recuerdas a Asim, Mayriol? —Negó.
—¿Cómo no conocer a estos chicos tan trabajadores? Me ayudan en la pescadería los días de semana.
—¿Qué?
—¿En serio?
Miramos al par y estos asintieron como si nada fuera noticia. Miré a mi hermana que empezó a cuestionar al chico pelinegro que la salvó, comenzando una bonita y graciosa conversación mientras caminábamos y yo ignoraba la presencia del otro sujeto, rumbo con Dianita, nuestra tía que casualmente tiene un puesto en el mercado de nada más y nada menos de chucherías, dulces y chocolates, ¡que rico!
—¡Dianita! —gritamos mi hermana y yo.
—¿¡Eh!? ¿¡Mayriol!? ¿¡Milagros!? Pe-pero ¿¡que hacen aquí!?
A continuación, una ronda de abrazos, saludos y explicaciones de nuestra "visita" con razones guardadas en las medias de mis zapatos. Traté de actuar como Mayriol me había aconsejado, evitando disimuladamente preguntas acerca de mi trabajo, universidad y cosas así que tuvieran que ver con recordar y seguir soportando la migraña con la que cargaba.
Una hora después ya teníamos lo faltante, nos despedimos y nos fuimos de vuelta a casa para preparar nuestra parte y luego reunirnos con los vecinos. Los dos héroes del día se fueron por otra parte a hacer no sé qué, pero prometieron vernos para la sorpresa; aunque por mi parte me daba igual que aparecieran, a primera vista uno parecía un mente pollo y el otro, mm... un mujeriego de cuarta, bien podría estar equivocada o no.
La noche cayó y todo el vecindario se reunió; caminamos hasta un par de casas cerca de la mía y cómo esperábamos, sorprendimos a la parejita feliz, cumpliendo nuestras expectativas. No pasó mucho y la reunión se prendió, por así decirlos. Unos chicos aparecieron de la nada con tambores de todos los tamaños y una samba completa, ¡a bailar se dijo!
Aunque yo tenía la desgracia de dos pies izquierdos y el síndrome de cuerpo tieso, por lo que, sin que nadie me viera, me retiré de la pachanga y caminé un rato hasta llegar a mi antigua casa.
Quedé de costado observándola entre luces artificiales y matas de todo tipo recién cortadas. Entonces sentí la extraña necesidad de mirar al abandonado hogar de al frente, donde yacía el tan soñado camión que ya no le quedaba alma para rodar.
Quieta estuve al principio, mirando sin más, pero de nuevo esa extraña fuerza me dominó y caminé lentamente hasta llegar al dichoso camión. Pasé mi mano sobre el hundido capo que era notable que lo usaron para sentarse mucho, ¿quién? No sabía, aunque era inevitable pensar en el chico sin nombre e imaginarse que como él había dicho en mis sueños, seguía visitando ese lugar.
—Eso es... —murmuré encantada y salí corriendo del lugar a buscar a mi hermana.
Tenía un indicio: esa casa; era la primera pista que me llevaría a la llave de mis recuerdos.
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