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Cap. 13: La pata entre la marea

Capitulo dedicado a: FamiliaCactus

El día pasó con altos rayos calurosos solares en el rostro, y no solo porque la pepa de sol nos pegaba encima y quemaba hasta las uñas, de costado y frente; también porque dada a nuestro pacto en la mañana la convivencia entre Asim y yo se hizo más amena, más tranquila, más simpática, ahora hasta reía conmigo, avivando las llamas en mis mejillas y, si soy sincera, eso me estaba asustando.

No me miren mal, no soy paranoica —al menos no demasiado como May—, sino que de un momento para otro dejamos de vernos mal y compartimos la mañana, el almuerzo —que ayudó a hacer y quedó divinamente delicioso—, la tarde y lo que está restando del día que creí que pasaría viendo la pantalla de mi celular esperando respuestas de Alexis.

Pero no, señores, ¡no fue así! Mucho menos que menos revisé mi teléfono en todo el día, en vez de eso me la pasé charlando, riendo, haciéndole guerrilla a los chicos en una pelea con la arena, en la que quedamos cubiertos de ella hasta dentro del traje de baño y Mayriol nos regañó al meterla también, la comida no quedó atrás y ahora pues... Nos lanzamos de las piedras.

Y no, no estoy jugando.

—¡Tu turno, Mili!

—¡Están locos, no lo haré!

Temblé, la percusión de las olas chocando contra el camino de gigantes piedras provocaba que mis piernas olvidaran su suspensión de huesos y quisieran transformarse en gelatina, la brisa fresca acompañada, desajustaba mis cabellos flameándolos por los aires y me empujaba hacia atrás, reprimiendo toda posibilidad que pudiera aceptar tirarme desde ahí y arriesgarme al que el mar me chocara contra los magnos minerales.

—¡Tiene Razón! —intervino mi hermana, expulsándome de mis pensamientos—. ¡Las piedras son de niños! ¡Vamos al muelle, muchachos!

"¿¡Qué dijo!?".Grité en mi interior, viendo como Ricardo y Asim gritaban de vuelta, aceptando la idea de May y nadaban de regreso a las piedras para subir al camino de arena que nos llevaría al muelle. Al que, a propósito, fui arrastrada.

—No esperaran que salte desde aquí, ¿o sí?

—¡Ay, vamos, Mili! ¡Es divertido!

Miré abajo, las olas venían del final del muelle de nuestra derecha y chocaban al final con las piedras a la izquierda, tal como lo hacían desde abajo solo que desde una altura mayor sobre una construcción de concreto, y aun así daba miedo de saltar y encontrarse con una de ellas y llegar a las piedras.

Lo más increíble era que unos carajitos de unos trece/catorce años estaban saltando como si nada, una y otra vez, sin miedo o arrepentimiento y luego se iban con las olas y subían por las piedras para volver a saltar el muelle. Con niños así, yo daba pena ajena.

—Vamos, Mili, tu primero.

Tas loca, yo me vuelvo al restaurante.

Ricardo desistió de convérsenme y saltó luego de empujar a May al agua, la cual lejos de reírse empezó a insultarlo y golpearle para que la soltara y se fueran para las piedras. Negué viéndolos, sí que se llevaban bien, seguro harían linda pareja si May dejara de rechazarlo y se daban una oportunidad, aunque conociendo las razones de mi hermana sería mejor que ni se lo mencionara y me olvidara del asunto viendo la puesta de sol.

—Bonito, ¿no? —Susurraron cerca de mí. Ni hizo viento y los vellos de mis brazos se erizaron de oír hablar al ahora simpático Asim a mi costado.

—Si... —Tragué con dificultad y di un paso hacia el lado opuesto a él para mirarle de reojo—. ¿No te lanzaras?

—Estoy esperando que tú lo hagas —confesó con tranquilidad. Eso me hubiera hecho reír si no fuera que me sorprendió más de lo debido y lo peor, sonó hasta tierno.

—Te-Te quedarás esperando.

—Me lanzaré yo.

—Ok —respiré aliviada, creyendo que se había rendido.

—Y luego tú, y te atrapo —Terminó la oración, destapando sus intenciones.

—Eso no ok —Me dispuse a escapar.

—Mili —Detuvo mi escapada, sosteniéndome del brazo—. Te espero abajo.

—Te dije que... —No escuchó, ya se había lanzado sin ni siquiera oír mi protesta.

Vi hacia abajo de nuevo, el cuerpo de mi vecino salía a la superficie al cabo de unos segundos de su chapuzón, echando su castaño y bonito cabello hacia atrás, y quitando el agua de su rosada cara por el sol, miró hacia arriba encontrándome, que no estaba ni un poquito ansiosa de lanzarme desde esa altura a la densidad marítima.

Ya iba a negarme de nuevo y uno de los brazos de Asim se alzó diciendo un "vamos, tú puedes", o al menos eso lograba interpretar con los rayos del sol pegándome de nuevo en la cara. Negué, no podía hacerlo. Entonces oí un «Ups» como una sentencia a los costados y de la nada unas manos zumbaron mi cuerpo al mar salado.

Me hundí, casi llegué a pisar la arena del hondo y subí de nuevo, siendo recibida por unos brazos ajenos, que cuyas manos pasaron por mi cara suavemente y echó mi cabello hacia atrás para devolverme la visibilidad entre chorros de agua, mientras tocía y me encontraba con una brillante sonrisa.

—¿Ves? No fue tan malo.

Rió. Si así es, Asim sonrió y se carcajeó por lo bajo de su mal chiste cuando estaba segura que él podía sentir como mi cuerpo temblaba rodeado contra el suyo bajo las frías aguas de la tarde.

—Eres horrible.

Volvió a sonreír, forzosamente esta vez, soltando un poco el agarre de mi cintura sin quitarme los ojos de encima.

—Gracias, ya lo he oído —Su tono se oyó apagado.

Sonreí también apenada. Ya había quebrado el bonito día de paz, debía aprender a guardar silencio.

—Lo siento, no quise ser grosera.

Volví a sumergirme con la intención de escapar del incomodo momento, pero en vez de eso fui jalada por el mismo chico, adorador de los momentos inesperados, hasta las piedras donde nos sentamos a un lado por donde no pasaban los carajitos de hace un rato y vimos como volvían a subir para lanzarse.

—¿Te cansaste tan rápido?

—No.

—¿Entonces?

Como yo en el muelle, Asim suspiró desviando sus ojos a nuestra pareja de parientes que habían quebrado el pacto de la mañana y volvían a discutir sobre ya no entendía que mientras luchaban para que el otro no lo hundiera. Me mordí el labio evitando reírme de ese par sin consulta ni remedio, esperando que se alejaran por el muelle de nuevo para ver al distraído de Asim mirar como el sol se metía al final del horizonte.

Sus ojos eran una cosa seria, eran demasiado brillantes para no destacar, reflejados con las luces del atardecer en restrictivos colores rebotados sobre el mar, verdes amarillentos, alucinantes a una tormenta de estrellas vista desde una pradera de flores cristalinas. Admito, me encantaban esos ojos y más cuando eran acompañados de esa traviesa sonrisita que quería esconderse de quien la atrapase, esa misma que llevaba en esa tarde de playa.

—¿Mili? —Me llamaron y reaccioné con una salpicadura de agua en mi cara por el choque de una ola con las piedras.

—¿Que-que? —Lo miré nerviosa, quitándome las salpicaduras saladas con la mano. Estaba rojamente expectante, seguro se había dado cuenta que me lo quede viendo, otra vez.

—¿En qué andas pensando? Estas muy callada.

—Pensé que... —Me detuve—. ¿No te gustaba el silencio?

—Supongo que me acostumbre a tu ruidosa forma de convivir —Sonrió de medio lado estirando sus piernas sobre las piedras.

—¿Eso es un cumplido?

—Bingo —Pinchó mi nariz con un toquecito de dedo.

Arrugué la nariz después del contacto y lo vi desconcertada a ese raro intento de sonrisa que llevaba en su cabizbaja cabeza. Estaba incómodo.

—Ok, ya basta.

—¿Qué dices? —Ahora era él era el desconcertado.

—No tienes que ser bueno conmigo si no lo deseas, ya sé que no te caigo bien así que aparta la hipocresía y deja de fingir —Su expresión se apagó, sus ojos perdieron brillo y su sonrisa desapareció.

—Mili yo solo...

—Pensé que te lo había dejado claro ayer...

Gruñí acabando y me levanté de las piedras para irme, ya estaba desesperada con ese pacto. Ninguno de los dos estaba cómodo con el llevarnos bien a la fuerza y me molestaba que lo que sus ojos decían ni se asemejaban por lo que salía de su boca.

"Wou... soné igual a Mayriol". Alargué una mini sonrisa chueca por mi mal chiste y me encaminé de nuevo al Kiosko a sentarme a hablar con Juan —Que resultó ser muy simpático—, a tomar un refresco mientras este terminaba de recoger los toldos y respondía tranquilamente mi charla.

Hasta que la calma fue cortada por la travesía de una cabellera conocida alejarse por las escaleras con prisa y al rato unas pisadas rápidas y un jalón de oreja casi tiraron el vaso plástico de refresco al piso por su turbulento agarre.

—¿Rompiste el pacto?

—Ustedes fueron primero, no reclamen —Miré mal a mi hermana, quitando su mano de mi oreja.

—Es diferente, lo nuestro es humor negro. En cambio, lo de ustedes va a terminar desatando la tercera guerra mundial, ¿¡por qué son así!? O, mejor dicho, ¿por qué eres así?

—¿Así cómo? —Bufaron al mismo tiempo.

—Mili, ¿acaso no escuchaste lo que te dije en el bote? —preguntó Ricardo.

—Perdóóóón... pero era irritante ver que solo fingía agradarle cuando no es así.

—¿Él te lo dijo?

—No, pero...

—Mili, te has equivocado —Me regañó May, cruzándose de brazos—. Asim, aunque no lo parezca, le cuesta hablar con las personas, tratarlas, y aun así intentó ser bueno contigo, más porque quería que por el pacto, pero como no está acostumbrado se incomoda con facilidad, más no era intencional.

—¿De pana? —Me sorprendí.

—Sí, mi primo es bastante callado por algo, no sabe expresarse muy bien a veces y se malinterpreta fácilmente, mas no es mal tipo y de verdad quería llevarse bien contigo.

Oír eso fue un balde de agua hirviendo sobre mi bronceada piel. Lo había arruinado en grande, ahora estaba asegurado, por decir sin pensar correctamente y actuar sin motivo alguno.

—¿Sigue en el muelle? —Negaron.

—Se acaba de ir —Tragué saliva.

—Alcancémoslo.

—Se llevó las llaves de la camioneta —informó Riki.

—¿Qué?

—Tendremos que irnos en bus o caminando ahora —completó May—, y es medio lejos y a esta hora es peligrosa en la zona.

—No puede ser... —Me agarré de la frente.

—Tu culpa, ahora aguarda a que pague la cuenta y nos iremos a pie. Guárdate todo de valor dentro de las pantaletas sin reclamar, ya regreso.

Vi algo asqueada la idea de Mayriol de meterme el teléfono, tarjeta y efectivo dentro de mi ropa interior; pero dada a que ya había visto la situación presente en el país en cuanto a la seguridad en las calles —Que mejor por mi buena salud no mencionar—, mejor evitaba que me contara más detalles que seguro le dolerían luego.

Después de una larga caminata y un bus, ya en casa quise ir a ver si podía hablar con Asim; sin embargo, el reservado chico aún no había aparecido por su residencia y no se dio la oportunidad.

Por ahora...

—¡Ay, qué día! —gritó mi hermana entrando a la sala de nuestra casa mientras que yo en un intento de distraerme sacaba el teléfono en busca de señales del joven artista que me había prometido un dibujo y una pista.

Nada.

"¡Buscas un sueño!". Apreté los dientes y cerré los ojos. Otra vez molestaba mi consciencia y, aunque intentara huir, debía escucharla. "Es increíble que te estés matando la cabeza por un sujeto que no encontraras, y que si encontrarás no lo reconocerías, ¡ni, aunque estuvieras de frente!".

Era la pelea que tuve con Asim ayer tarde en la noche. Parecía tan real... Aun podía sentir sus ojos clavándose sobre los míos buscándome entrar en razón y su profunda voz perforando mi adolorido pecho trayendo lágrimas a mi cara, cortando mi respiración y quebrando lo que quedaba de mi espíritu positivo.

—¿Aún nada? —preguntó mi hermana, sentándose a mi lado. Negué resoplando con cansancio.

—May... Creo que lo dejaré ya...

—¿Qué?

—Si... Dejaré esta búsqueda. Creo que será lo mejor.

—¿Segura? —Estaba sorprendida, no hacía falta verla— ¿Lo dices por el tiempo? Si se da podríamos volver.

—No sé... Creo que ya ha sido demasiado...

Mayriol irguió sus delgadas cejas y se sentó a mi lado tomándome del hombro, frotándolo con calma y trayendo paz a mi alma.

—Mili, ¿no aprendes? Ahorita no estás pensando de nuevo, ¿vas a dejar todo por lo que vinimos?

—Es que... —Suspiré—. No puedo continuar buscando algo del que no estoy completamente segura ahora de que exista o pueda conseguir y... Y Asim...

—Asim se equivocó tal como tú lo hiciste hoy, Mili. Fue estúpido por decirte que está mal seguir un sueño y tú bien pendeja al no notar que quería darte una disculpa por haberlo dicho, esta tarde.

Silencio... no me lo creía, ¿había escuchado bien?

—¿Iba a pedirme perdón? —pregunté sorprendida.

—Iba —remarcó con fuerza—. Luego la cagaste y se fue malherido.

—Ay, gracias, ya me siento mejor —Bajé la mirada al suelo.

—No busco animarte, hermanita, si no aclararte las ideas —Rió alzándose del mueble—. Como sea, piensa antes de actuar, Mili, luego puedes arrepentirte.

Y tal como llegamos se fue gritando que iba a bañarse, dejándome a mí y mis problemas tumbados en el sofá con la mirada de mis demás familiares con una débil sonrisita.

—No digan nada.

Iban a contradecir mi petición con bastante gusto, pero entonces sucedió lo que no esperaba a estas horas y mucho menos ese día.

—¡No puede seeer! —gritó mi hermana.

—¡Se fue la luuuuuz en todo el barrioooo! —Gritaron Rafa y Emmanuel.

"Deja vu...". Pensé al adaptarme a la oscuridad y como reflejo mirar a las afueras de la casa por la ventana, escuchando las quejas de los vecinos y en especial las maldiciones del dueño de la casa de al frente.

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