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Cap. 11: Él... (Parte 3)

Mi desesperación era imparable, ni podía sostener bien la llave con la que abría la puerta de mi casa y mucho menos abrir esta con la necesidad que tenía de hacerlo.

—Abre, abre...

Finalmente lo logré y sin esperar más pasé rápido, aproximándome con urgencia hasta la nevera por un vaso de agua mientras llamaba a mi hermana por lo alto, importándome un chorizo si mis padres estaban. Esto era más importante que mi secreto ahora.

—¡Mayriol! ¿Dónde estás?

—En el cuarto, mija, ¿dónde más? —respondió ella desde el marco de la puerta de nuestra habitación.

—Mayriol —Dejé el vaso sobre la mesa y corrí, jalándola a ella conmigo de regreso al interior del cuarto para hablar de lo que sucedió esa tarde con el que creí por un segundo ser el chico sin nombre.

Sé que había dicho que las visiones de mi cabeza habían dejado de surgir y que el dolor de recordar era menos, pero ¿saben? Me gustaría soportarlo otro rato más solo con el propósito de encontrar una pista que me indique si voy por el camino correcto. Al llegar aquí mis sueños eran mi mapa, mi guía hacia el chico sin nombre, al que parecían brindarle todo el crédito, culpa o mérito de mis fantasías aparecidas sin invitación con anticipación.

Pero ahora que ya no hacían acto de presencia, me habían sumido en un sendero inundado de niebla densa, que no desaparecerían sin ese rayito estelar que vi en mi taza de café en aquella noche fugaz. Necesitaba ese rayito, necesitaba esa señal indicándome a dónde mirar, añoraba ver esa brillante luz circular rodeada de miles de destellos finos, deseaba... averiguar a donde debería ir ahora.

"Y si... ¿contamos estrellas?". Se oyó fuertemente en mi cabeza, sacándome de pronto de mis confusos pensamientos que tenían rato sumergiéndome en lo profundo de un poso sin muchas posibilidades de retorno; o eso parecía hasta que reaccioné y me vi por breves segundos frente de mi casa sobre el capó de esa camioneta abandonada, mirando hacia una sombra en mi derecha.

Agité mi cabeza buscando la realidad y de ver de nuevo, encontré con Alexis caminando hasta unos cuadros bastante llamativos entre el extenso pasillo blanco del P.C.A (Parque Costa Azul) otro centro comercial en donde el chico de lente no dejaba de recalcarme que me tenía una sorpresa; ahora veía porque...

—Wou... —manifesté mi impresión con poca sutileza, la boca se me caía al suelo y los ojos eran saltones, semejantes a los de un pez, literal, me parecía a uno.

¿Era la misma pintura que vi en el castillo? No podría ser. Comparado con el que veía hoy, el de ayer parecía hecho por un niño de kínder, pero era así. La misma escena de mis sueños, las mismas siluetas, el mismo cielo, todo encajaba a la perfección con el original, solo que el realismo era más detallado, más minúsculo, ni se notaba la pintura, singularmente era una obra de arte, de dicha firma y autoría apostaba que era del joven chico de lentes que inspeccionaba mi reacción al costado de mi rostro.

Y, sin embargo, algo desasosegaba mi admiración por el arte en presencia.

—Y... ¿Qué piensas? —preguntó al cabo de unos minutos de solido silencio.

—Que, ¿qué digo? —El aire acumulado se escapó de mis pulmones—. Estoy impresionada... No parece el mismo dibujo a acuarelas que vi ayer, Alexis, tienes un gran talento —Su risa trazó una línea de aire de su aliento hasta mi oreja, parecía contento con mi respuesta.

—Me alegra saber que te gusta el trabajo... dudó un segundo en continuar— que me inspiraste con tu historia.

—Espera... ¿Qué...?

Mis ojos pasaron de saltones a salidos de órbita, ¿qué había dicho? ¿Trabajo inspirado en mi historia? ¿De qué está hablando? Al menos que Alexis lea la mente no creo recordar que le haya nombrado siquiera ese día del que está pintada en el cuadro principal de la exposición.

—Alexis... ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo podría yo inspirarte a hacer esta obra? Si apenas me conociste ayer...

—Entonces... ¿No recuerdas nada de mí? —Tragué saliva, tuve miedo de responder, pero era inevitable meter la pata más al fondo.

—¿Debería...?

Alexis quedó mudo, como desistiendo de hablarme para después de un rato, en que se deshizo de sus lentes, guiarme hasta otra parte de la exposición y tomar mi mano para colocarla en el centro donde figuraban las mismas medidas de mi palma. Si era posible abrí más los ojos, estaba asustada, y la acusativa mirada de mi acompañante no ayudaba mucho, ¿qué estaba pasando...?

—Ya va, mijita, ¿qué me estas contando tú? —Detuvo Mary mi relato—. ¿Que el artista se inspiró en ti para una exposición de artes a la que casualmente te llevó hoy?

Asentí sin freno queriendo matar a mi hermana por haberme interrumpido en un punto tan fuerte de mi historia.

—A propósito.

—Pe-pero ¿por qué? Y, ¿cómo? Si ese chico apenas te vio ayer y según vimos en el tour cuando pasamos por ahí ya estaba colocada una exposición, y creo que era la misma, ¡si lo era! —Me alzó su teléfono donde claramente se mostraba atrás de nosotros la asimetría de los mismos cuadros hacia una salida del centro comercial.

¿Cómo no lo notamos al pasar?

—Es demasiado raro lo sé, pero su explicación no fue tan descabellada como me lo imaginé. Tuviera más sentido si por lo menos recordara mis últimos años de bachiller.

—¿¡Que!? —Se exaltó, acomodándose sobre la cama para oír mejor lo que decía—. ¡Espera, espera! ¿¡Alexis estudiaba contigo!?

Asentí de nuevo, mostrándole la fotografía casual que me había pasado el chico de lentes, donde entre tantos alumnos, en una esquina estábamos él y yo haciendo morisquetas junto al resto.

—¡Ya va, ya va! ¿¡Es él!? —Volví a asentir—. ¡Con razón no lo reconozco!

—Así que lo conoces, ya va tomando sentido la cosa entonces.

—No puedo creerlo —Se pasó una mano por la cara, procesando la información—, Alexis era el chico friki que estudiaba conmigo, ¿cómo es que no lo reconocí?

—Se cambio los lentes y la dieta de maduro le afectó demasiado, considerando también que ahora empezó a ayudar a su papá en sus negocios, uno de ellos es un gimnasio.

—No joda esto es increíble, en serio —parpadeó dos veces, mirando de nuevo la foto—. Diablos... ¡Es que se puso bueno el tipo!

—Y hay más...

—¿Estudiabas con Mayriol? ¿Por qué no lo dijiste desde un principio ayer cuando nos viste?

—Quería ver si me reconocías al final, pero ni a Katherine reconociste, ella también estaba en el mismo salón que tu hermana y yo, y ella no ha cambiado más que su color de pelo. Eso me hizo extrañar y más cuando casi te desmayas en el Sambil. Estaba... Bueno, estoy confundido.

—Alexis...

Me estaba ahogando en mis propias palabras, esta mentira me estaba matando, sofocando mi sistema respiratorio hasta formarme un nudo en la garganta sin grieta para desamarrarlo."¿Qué puedo decirle?". Me pregunté, desesperada.

—Mili, sin importar nuestro grado o diferente edad, éramos buenos amigos antes, tú me ayudaste a desarrollar mis habilidades con la pintura, y a Kate a encontrar su amor por la fotografía, ¿cómo es que no recuerdas nada de eso? Te fuiste solo un año, pero siempre estuvimos en contacto hasta hace unos meses que desapareciste y ahora vuelves, así como si más —Me informó y sentí que iba a derrumbarme.

—Alexis es que yo...

—¿Sí?

—Yo... No... —Suspiré, rendida—. No recuerdo... prácticamente nada...

—¿Qué...? —preguntó, sin comprender una palabra.

—Eso... No recuerdo nada, ni a ti, ni a Kate, ni mi familia, ni a mí misma... —Empezaron a salirme las lágrimas—. Nada...

—Pero... No entiendo, ¿cómo?

Lo miré bajando aún lado la foto que me había dado. Mis labios temblaban y mis ganas de explotar no se iban. No podía seguir guardado este secreto.

—Tuve un accidente en moto hace unos meses —Su expresión se deformó—, quedé en coma por tres semanas y dos días, y cuando desperté... estaba sin memoria, tengo amnesia.

La cara de Alexis era igual o peor que la de Ricardo y Asim la noche previa al enterarse de este escándalo. No comía mis palabras y puso sus manos a los costados de su cara pasándolas por esta para verme otra vez en las mismas. Un silencio nos azotó de nada escuchándose a penas mis sollozos ahogados entre mis labios aplanados, que se preparaban para seguir moviéndose y hablar un poco más.

—Fue larga la rehabilitación, pero apenas me recuperé por completo empezamos a empacar para venirnos acá.

—¿Para recordar?

—Para encontrarme de nuevo... —susurré mirando la pintura donde estaba la silueta de mi mano, blanca, débilmente manchada y corrida por los bordes.

—Lo pensamos mucho mientras estuve internada en el hospital, llegando a la loca conclusión que la única llave de mis recuerdos estaba aquí... en manos de alguien.

—¿Qué? Aguarda, ¿cómo que de alguien, de quién?

Volví a quedar en silencio haciendo un ruido al tragar saliva para deformar el nudo en mi garganta, tomar la mano de Alexis y jalarlo hasta la primera pintura que vi en la exposición.

—Dime... —Aspiré aire—. ¿Como hiciste esta pintura...?

Volvió a quedarse mudo mirando mi costado, luego miró la pintura conmigo y se acomodó los lentes.

—Fue un junio, Kate y May se quedaron la tarde en mi casa para hacer un trabajo, y como se negaron a dejarte sola en casa, te viniste también. Nosotros normal acabamos el trabajo mientras tú te aprovechabas del WiFi y te andabas por Facebook y Youtube. Entonces se fue la luz.

—Y otra vez la pinche luz.

—Patria querida —Rió.

—Ajá, sigue.

—Se fue la luz y aburridos empezamos a jugar cartas. Después de muchas partidas, pues la May no dejaba de disfrutar perder, preguntaste por agua y fuimos por esta. Justo el pasillo a la cocina también iba a mi cuarto y de curiosa —remarcó la palabra—, entraste y viste mis cuadros. Me alagaste demasiado para mi gusto, pregunté que querías y me pediste que te hiciera uno a base de una historia —Señaló la ficha de información de la obra.

Lo que la luz dejó... —Leí el título de la obra que señaló debajo de la pintura.

—Me gustó la idea y justo yo había empezado a hacerla pues... —Mordió su labio—, yo los vi esa noche a ti y al "chico sin nombre" como me lo mencionaste...

—Espera... Es decir que, ¿tú no eres ese chico?

—¿Me parezco a él? —preguntó más que sorprendido. Vi la foto de nuevo y asentí.

—Al menos ahora sí... Mismo ojos, corte de pelo, estructura física... —Suspiré—. Lo que te distingue son los lentes y el perfume que él no usó.

—Lamento desilusionarte... —Hizo una mueca mirando también la foto. Hasta que de pronto se separó y frunció el ceño—. ¿No dijiste que no recordabas nada? —Bajé la cabeza, ocultando mi sonrojo y volví a ver la pintura, trazando con mi dedo índice la silueta masculina que estaba sobre el capó del auto.

—Salvo a él... —confesé, apenada.

—¿Qué...?

—Ese día... El mismo día de esta obra, es el último que mis recuerdos me dan, nada más. Del resto, es todo borroso.

—Wou... ¿Es en serio?

Asentí en silencio y lo miré buscando sus ojos tras el vidrio de los lentes, estaba sorprendido, mucho. La mandíbula la tenía tensada y pestañeaba lentamente, terminando de asimilar la información.

—Él... ¿él es la llave que dices buscar?

—Es mi única pista...

—Chama que intenso... —comentó May, impactada.

—Ni me lo menciones... No sé cómo es que luego terminamos de ver los cuadros en silencio y nos marchamos del centro comercial.

—¿Se marcharon sin más?

—¿Crees que la situación ameritaba un paseo por el parque? Por favor Mayriol, ya no daba risa nada —espeté irónica.

—No digo lo contrario, pero ¿no dijo nada más? Es decir, ¿no preguntó ni dijo su opinión severa o algo?

—Si... —Me acomodé sobre la cama mostrando más energías que las de antes—. Tiene un dibujo.

—¿Y eso qué? Es un artista, debe tener miles.

—No, que tiene un dibujo más detallado de esa noche, en donde dibujó parte de nuestros rostros y cuerpos. De mí y del chico sin nombre.

—¿¡En serio!? Por dios, eso quiere decir que...

—Si lo encuentra tal vez tengamos una pista más amplia de cómo era —chillamos de felicidad.

—Ay, ¡por fin, una buena carajo!

—La verdad, sí. Tal vez podremos encontrarlo antes de irnos.

—Sí y... Y... Oye... —Dejó de sonreír.

—¿Qué?

—¿Qué harás después?

—¿Después? —No entendí.

—Sí, digo, encontramos quien era y la cosa, pero ¿qué le dirás? O, ¿cómo le harás?

—Creo... Creo que eso no lo había pensado...

El ruido de hace un rato había desaparecido y ahora era un aire de dudas lo que nos atosigaba. Me sentía tan tonta, ¿cómo es que olvidé algo tan importante como que hacer cuando lo encuentre? Que estúpida...

—Muy bien se acabó mi paciencia.

Se me paró la respiración al oír aquello. Mi cuerpo se volvió una estatua, volteando y dando cara con Mayriol al cuarteto que no vimos llegar, atravesados por la única vía de escape del cuarto.

—Pueden explicarnos: ¿que está pasando aquí? —preguntó papá, cruzándose de brazos mientras mamá y nuestros hermanos nos miraban seria y curiosamente a nosotras.

Sí, así es, nuestra familia nos había descubierto.

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