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Parte VIII


—Sí estoy enfermo. Necesitaba aire fresco.

—¡Patrañas! Le vi a usted y al chico Park besarse en el invernadero. ¡Nada menos!

Jungkook se contuvo de suspirar.

Los besos con Jimin le habían hecho perder la noción del tiempo a tal punto que cuando se habían separado para respirar, estaban frente a una audiencia considerable que consistía en sus compañeros de clase y la maestra parada en primera fila fulminándolos con la mirada.

A Jimin le habían comido la lengua los ratones desde entonces.

Fueron arrastrados a la oficina del director, sentados frente a su escritorio y aguantado los gritos histéricos de la maestra, bajo la mirada atenta e indescifrable del rector de la escuela.

Jimin se mantenía mirando el piso, sin haber vuelto a mirar a Kook y este último estaba fatigado. Solo quería salir pronto de ahí.

—Srta. Collins, entiendo su enojo. Ha manifestado usted muy bien lo que ha sucedido, puede dejarme a los chicos ahora.

La voz del director fue suave y concisa, sin dejar cabida para otro reclamo. Obviamente la maestra no quería dejarlos sin saber qué castigo recibirían, pero no le quedó de otra más que retirarse, cerrando la puerta a su espalda.

—No tiene caso que les castigue. Están en sus finales y solo perderían clases. —El director se estiró en su silla, ante la mirada atónita de los chicos. —No quiero tener que verlos de nuevo por aquí. En cuanto a los besos... resuelvan eso en otro lugar. Preferiblemente privado. Eso es todo, pueden retirarse.

Jungkook pestañeó. Jimin ya se había puesto de pie.

—¿Así como así? —cuestionó.

—Así como así —afirmó el director y le señaló la puerta.

Jimin esperó hasta que Jungkook estuvo fuera de la oficina para ponerse a su lado y caminar hacia el salón donde habían dejado sus cosas. Ambos en silencio, claro que, por motivos por completo diferentes, esquivaron las sonrisillas de sus compañeros a su paso. Para sorpresa de Kook, estos eran de todos los cursos.

—A veces olvido lo rápido que corren los rumores en la escuela —comentó para nadie en particular.

Jimin estaba apurado metiendo libros en su mochila. Cuando Kook puso una mano en su hombro, su amigo saltó hacia atrás.

—¿Qué tienes? —Jimin ni siquiera lo miró. —No puedo creerlo, ¿te vas a poner raro ahora? ¿Solo porque nos han visto besarnos en el pasillo? —Algo de rabia picaba en el interior del más alto. Algo de resentimiento y por qué no, pavor. —Es un poco ilógico, ¿no crees? Después de todo lo que me buscaste tras el primer beso, quiero decir.

Todo el cuerpo del chico se tensó.

—Eso fue diferente. Nadie lo sabía.

—Bueno, pues tú me besaste en primer lugar. Tú fuiste quien dijo que le gustaba cuando nos besábamos... —La voz de Jungkook se perdió a la vez que notaba que ya no estaban solos. Namjoon había entrado y los miraba desde una silla. Una sonrisa burlona colgando de sus labios mientras paseaba su mirada de uno al otro. Al final se detuvo en Jimin, para decir:

—Tú estabas todo sobre Kook, gimiendo como un condenado. Eres toda una perra —Y se rio.

Los puños de Jungkook se cerraron con fuerza, clavándose las uñas para no arremeter contra su compañero de equipo. Sintiendo también, los colores subiendo por su rostro.

—Eres un idiota —exclamó. Namjoon lo miró sin interés. —Déjalo en paz, no es de tu incumbencia... a menos que estés celoso.

Algo cambió en el rostro del chico, lo suficiente para que Jimin lo notara.

—¿Es eso? ¿Estás celoso? Jungkook no es nada para ti, así que mantente lejos.

Estupefacto ante la rabia pura detrás de las palabras, Kook miró a su amigo con ambas cejas alzadas, pero este no le estaba prestando atención alguna. Él de hecho dio un paso al frente, listo para dar batalla y Kook se preguntó dónde habría ido a parar aquel chico que él conocía tan bien que no le gustaba las peleas, ni ninguna muestra de fuerza física.

El mayor intentó detener a Jimin, pero sus manos se cerraron en el aire, mientras que él seguía avanzando. El agarre en su mochila volviendo sus nudillos blancos, su rostro contorsionado en una fea mueca.

—Él es mío. —dijo en voz muy baja, que en la habitación se escuchó perfectamente.

Namjoon se veía indeciso. Buscó por la mirada de Jungkook, pero Jimin iba en serio y se interpuso en su camino. El chico lo retó con la mirada. Era un espectáculo raro de ver. Jimin era siempre aclamado, tímido, retraído. Su carácter jamás desviándose por aquel lado. Namjoon extrañado, dio sabiamente su brazo a torcer. Él resopló poniéndose de pie.

—Como sea —Y salió por donde vino. No sin evitar rozar a Kook.

Jimin prácticamente gruñó.

—No voy a ir ahí contigo. —Jungkook estaba anonadado. Él tuvo que llevarse ambas manos al rostro para caer en cuenta de lo que acababa de ocurrir. —No puedo creerlo. Estaba bromeando cuando dije eso. Siempre lo hago. Namjoon es heterosexual.

—No me parece. —El menor se cruzó de brazos, no contento por cómo se estaba desarrollando esa conversación.

—Tus celos son lo más tonto que he escuchado saliendo de tu boca.

Y decir eso fue como patear a Jimin en la espinilla. Él se vio del todo enfadado. ¿Jungkook quería defender a Namjoon cuando su mejor amigo era él? ¿Cuándo tenían mejores cosas que hablar? ¿Cuándo podían estar centrándose en ellos ahora y en el espectacular beso que habían compartido antes de que todo se saliera de madres?

¡Bien por él!

Jimin no estaba dispuesto a estar más tiempo compartiendo el mismo aire.

—Sí, ese soy yo. Tu amigo, el tonto.

Se dispuso a salir. Jungkook lo retuvo. Alcanzó su playera por el medio del pecho y la tomó en el puño.

—Jiminie, vamos a enfrentar esto. Porque no estoy dispuesto a pasar por otra semana de mierda sin ti. ¿Qué está pasando contigo? ¿Qué quieres de mí?

—¡No lo sé! —El chico se sacudió del agarre. No quería ser tocado por Kook. No en esas circunstancias. No en medio de una pelea, porque no le permitía mantener el punto. —¡Estoy intentando averiguarlo! ¡Pero seguro que no quiero ser llamado la perra de nadie! ¡Y menos por el tipo al que defiendes!

—¡Namjoon es un idiota! Lo ha dicho para sacarte de quicio. Y yo no le defiendo.

—Pues lo consiguió. Y sí le defiendes. Tu amigo, mis pelotas.

Se separaron. Ninguno sabía qué hacer y solo recogieron sus cosas. Como bien se habían perdido el ensayo, no les quedaba más remedio que irse a casa. Jimin estaba enrabiado, echaba chispas cada que miraba a Kook, contrario el temblor de sus manos, mordiendo su labio para que no bajara en el puchero que deseaba hacer.

—Jiminie...

Jimin se volteó y Jungkook aprovechó para apoderarse de su boca. Lo empotró contra la pared, haciendo presión con su pelvis para mantenerlo en el lugar. La respiración del menor se cortó y sentía que se ahogaba. Las emociones conflictivas, la asfixia eran una extraña combinación que comenzó una hoguera en la parte baja de su estómago y se extendió hacia sus extremidades que se volvieron laxas. Colgando ahí, apenas sujetándolo al suelo, sus brazos inútiles, solo recibiendo.

Los labios de Jungkook fueron duros, castigadores; cansado de reacciones que no comprendía, deseoso de solo tomar lo que deseaba. Mordió a Jimin, arrancándole un gemido, provocando que el chico se moviera bajo él, alejándose de la muralla, acción que a Jungkook le sirvió para colar sus ansiosas manos y tomar el abultado trasero de su amigo. Lo apretó, clavándole los dedos en las blandas mejillas.

Jimin jadeó.

—Kookie, espera...

Jungkook le acercó, dejándole sentir su deseo por él. Le besó más insistentemente, más húmedo, su lengua tomando todos los gemidos que pudo y luego, él estaba lejos. Dejando a Jimin a su suerte. Intentando darle sentido a lo que acababa de sentir.

—Vámonos a casa. —La respiración de Jungkook era inestable. Sus ojos más oscuros de lo normal. Pero su voz sonó como una orden concisa. Jimin se puso de pie como pudo, sintiéndose todo cálido por dentro, ávido por obedecer. —Y no quiero hablar más del tema hasta que estés claro.

Luciendo satisfecho consigo mismo, Jungkook salió, pasándose el pulgar por los labios.  

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