Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13. No debo

—Buenos días. —Josef pasa por mi lado y va directo a la cafetera. Mis ojos lo siguen, pocas veces lo he visto con joggers, camiseta y zapatillas. Tengo que admitir que le quedan bastante bien.

¿Por qué lo estoy mirando?

Me aclaro la garganta.

—Buenos días, ¿vas al gimnasio? —Oculto mis mejillas coloradas tras el vaso de jugo. Nuestro beso fue hace tan solo unos días, pero no lo había vuelto a ver, así que no puedo evitar ponerme nerviosa.

—Ya fui—dice secamente, mientras responde mensajes en su celular. De repente lo deja en la mesa y se saca el polo que lleva puesto. Nunca le había visto los brazos desnudos y hay algo que me genera curiosidad —lo que no es muy bueno para mí— y es que tiene un tatuaje que le cubre un brazo por completo.

Se da un par de vueltas en la cocina y luego se sienta frente a mí, da un largo suspiro y nos quedamos mirando.

—A ti te pasa algo. —Entorna los ojos. Doy un respingo como si me hubiese pillado con los ojos de fuego sobre su cuerpo, lo que por cierto no he hecho porque me he contenido.

Arrugo la frente.

—¿Cómo? Nada, todo bien —respondo algo torpe—, ¿cómo es que fuiste al gimnasio tan temprano? Yo con suerte me levanté.

Quizás demasiada información.

Sus labios forman una sonrisa.

—Mientes. —Bebe un sorbo de su café y una fina línea de espuma le queda sobre el labio superior—. ¿Te puedo ayudar?

Me dan ganas de decirle: ¡No me ayudes! adiós, aléjate, aléjate.

Es que... ¿Por qué me dio ese beso? Lo peor de todo es que fue de lo más normal  y no apasionado, hasta podríamos decir aburrido, pero, oh... ese estúpido beso ha aparecido en mi mente más veces de lo quisiera.

Me sorprende la facilidad con la que notó que algo sucedía, aunque no puedo decirle la verdad por completo, así que decido decirle otra cosa porque no lo dejará ir.

—¿Cómo supiste?

—Porque no te has soltado la pulsera que llevas, ¿no sabías que la coges cada vez que algo te preocupa?

Meneo la cabeza, ¿cómo se ha dado cuenta de algo así? Le doy una sonrisa y resoplo. Josef me observa divertido.

—Que observador, estoy impactada —bromeo.

—Aprender a leer a los demás es algo que he aprendido con el tiempo.

—Es extraño porque me la regaló mi madre y es como un lugar seguro. ¿Te suena muy loco?

—¿Tu madre es un lugar seguro para ti?

—Para nada. —La amargura de mi voz es inevitable—. Digamos que no tiene mucho el gen de madre, pero cuando me regaló esta pulsera, yo estaba muy pequeña y aún no me daba cuenta de que ella me quería a su propia manera.

—Tenemos algo en común, mi madre tampoco tiene el gen de madre.

—Pero Sara se ve que te quiere.

Josef se encoge de hombros.

—¿Tienes algún problema con tus padres ahora?

—No, no. Me llegó un correo del arrendatario de las cafeterías, quiere ponerme en aprietos. Don Harry se ha portado muy bien conmigo este tiempo, no sé por qué ahora se ha puesto así, pero no te preocupes.

No me apetece darle muchos detalles.

—Vania, ¿qué aprietos?

—Mmm... nada que no pueda resol...

—Dime —ordena, sigue dándole sorbos a su café, y no despega sus ojos de mí—. ¿Tienes para pagarle? —pregunta, ignorando mis señales para no seguir con el tema. Frente a mi silencio de no más de un segundo, agrega—: lo averiguaré de todas formas.

Sacudo la cabeza.

—Solo quiere que le pague por adelantado algunos meses.

—¿Solo eso?

—Sí.

—Quiero su número —dice con amargura.

—No, ¿para qué?

—Quiero hablar con él.

—No, Josef. Esto lo puedo resolver yo. A fin de mes, con el sueldo del hotel, supongo... que podré pagarle.

—¿No me vas a dejar hablar con él? —pregunta, con una ceja alzada.

—No.

Suelta una risa y con la expresión divertida se termina el café.

—¿De qué te ríes?

—He escuchado pocas veces que no puedo hacer algo... me parece gracioso oírlo de ti. —Le saco la lengua—, y además eres como una niña.

—Que pesado —gruño.

—Bueno, ya que no me dejas tener una conversación amigable con este señor, ¿qué te parece si recibes el sueldo de este mes por adelantado?

Siento cómo los ojos se me iluminan.

—¿Lo dices en serio?

—Claro. Dame un segundo. —Va a su oficina y vuelve al minuto, me extiende una tarjeta—. Se me había olvidado entregártela, es una extensión de la mía.

—No, pero...

Chasquea la lengua y la deja encima.

—A menos que te dé por comprarte aviones, no habrá problemas.

—¿Me estás jodiendo? —Sabía que había dinero, sin embargo, nunca tanto—. No, solo quiero mi sueldo. Nada más.

—Que orgullosa que eres. —Menea la cabeza—. Le pondré límite de gasto, ¿ahí sí? Puedes hacer transferencias a otros países, así que no tendrás problemas para pagar.

—Ahí sí —murmuro, algo emocionada. Es una de las pocas veces que he sentido que alguien se ha preocupado por mí. Para Josef puede que esto no signifique nada porque tiene un árbol de dinero, pero para mí... es casi demasiado.

—Perfecto. —Empuja la tarjeta en mi dirección—, ¿quieres que te ayude a organizarte con tu negocio?

—¿Cómo?

—He armado y desarmado negocios. También ayudé a algún amigo a abrir cafeterías hace un par de años. Sé cómo es el modelo y si quieres te puedo traspasar todos mis conocimientos. —No suena para nada arrogante, y la verdad es que su idea me parece increíble. Si bien he podido mantenerme con una cafetería, todo lo he ido aprendiendo sobre la marcha. Que el miembro tan importante de un imperio me quiera enseñar, es conocimiento que no voy a rechazar.

—¿De verdad harías eso? Tú... nunca tienes tiempo.

Mira su reloj.

—¿Lo vemos mañana temprano?

—Me parece perfecto. —digo emocionada.

Josef se pone de pie, enjuaga su taza y se va a su oficina.

***

La voz de Josef comienza a acercarse, viene hablando desde el pasillo y recién caigo en cuenta que llevo toda la tarde sentada en el mismo lugar, revisando asuntos de las cafeterías, y también, eliminando cada uno de los correos que Lily y Daniel me han enviado.

Borrar sin leer.

Borrar sin leer.

—Marco, ¿puedes hacerlo o no? —dice al teléfono. Comienza a hacerse otro café.

Lidia justo aparece con dos platos llenos de fruta para nosotros y al mismo tiempo la puerta del ascensor se abre. Josef deja de hablar y rueda los ojos antes de ver a Alan.

Y yo ya tengo la mente en otro mundo llamado salón 16.

De puro nervio, cojo un trozo de sandia.

—¡Hola! ¿Cenando ya? ¿tan pronto? Yo venía a...

Una pepa se va por el lado equivocado y de un momento a otro estoy con la cara roja y tosiendo a punto de ahogarme. Me debato seriamente en si morir o expulsar la pepa entre Josef y Alan.

De repente tengo a los dos tratando de salvarme la vida.

Mi cuerpo se decide por llevarse la pepa al estómago. Josef me tiene rodeada por la espalda y Alan dejó de gritar que levantara los brazos.

Vuelvo a la silla con las piernas temblando y los ojos llorosos.

—¡Puta madre! ¿Si te morías aquí en la mitad del departamento, cómo lo íbamos a explicar? —Alan tiene los dedos en el puente de la nariz.

—¿Te sientes bien? Te voy a traer algo para la garganta —Josef sale corriendo.

—¿De verdad te preocupa cómo ibas a esconder mi cuerpo? —pregunto apenas. Sinceramente, me gustaría desaparecer en este momento.

Alan arruga la nariz y se rasca la nuca.

—Perdón, los nervios. ¿Todo esto lo provocó mi llegada? —inquiere, alzando las cejas.

No sé qué le sucede a mi cerebro que me traiciona, porque un collage de imágenes de lo sucedido en ese maldito salón, se instala como pensamiento en mi mente, junto con el beso de Josef.

Es simple, mis neuronas sexuales se han apoderado de mí.

No tengo otra explicación.

Lo miro como si estuviese diciendo lo más estúpido posible y luego sonrío porque no lo puedo evitar.

—Te crees mucho —gruño.

Josef aparece con el celular en el oído y una botellita en la mano.

—Es un spray de miel para que te eches en la garganta, te va a ayudar mucho. ¿Necesitas algo más?

Meneo la cabeza.

—Gracias, no ha pasado nada.

Alan resopla.

—Parecías la chica del exorcista.

Ay dios.

—¿Desde cuándo andas tan gracioso? —pregunto.

Alza las manos en son de paz.

—Lo siento, ¿qué comen?

—Nada, Lidia nos acaba de traer fruta —murmuro.

Josef despega de nuevo la oreja del celular.

—Tengo un problema con un proveedor. Alan —dice, mirando a su hermano—. ¿Venias a hablar conmigo?

—Nop.

—Ok. —Se gira—. Sí, Marco. Espera, ya vuelvo a la oficina.

Vuelvo la vista a Alan, quien me observa con mirada analítica, como si me quisiese absorber. Un poco más descuidada y podría hacerlo.

Sé que quiere hablar de lo que sucedió entre nosotros en el salón 16. ¿Pretende hacerlo en la casa de su hermano? Se oye la puerta de la oficina de Josef cerrarse.

—Estoy impresionado —murmura Alan, con la vista pegada en el pasillo por donde desapareció Josef.

—¿Por qué?

—No pareció sorprenderse de que viniera.

—¿Por qué lo dices? Es tu hermano después de todo... no se pueden llevar tan mal —digo como broma, aunque la forma en como la mirada de Alan vuelve a mí, me indica que lo que dije no es broma. Claramente, me había dado cuente que entre ellos hay tensión, sin embargo, siempre he tenido la idea que los hermanos tienen una unión inquebrantable.

—Vania, con Josef no tenemos una relación de hermanos como la que tú te imaginas.

—Bueno, él es bastante serio y frío, pero obvio que él te quiere.

Alan suelta una carcajada.

—¿Qué me quiere? Josef ha tratado de apartarme de la familia toda su vida —responde, haciendo una mueca.

—¿Por qué dices eso? —pregunto, algo consternada.

Se rasca la nunca y luego menea la cabeza.

—Olvídalo.

—No me digas que lo olvide, ¿por qué él haría algo así? ¿No será para protegerte?

—Nunca he pedido protección, Vania. Al contrario, he luchado siempre por ser parte de los negocios de mi padre, o al menos estar en su mente cuando necesita algo. En cambio, Josef es el que ha estado en cada uno de los negocios de papá. Me aleja a mí excusándose de que es por mi bien, sin embargo, eso no es así.

—Pero... eres parte del hotel. Esos son negocios de tu padre. No entiendo.

—Eso es de ahora, hace poco. —Suspira profundamente y se sacude el cabello—. Algunos meses antes de que tú llegaras, yo estaba tan alejado de todo como Josef lo quería. Él habla de lo peligroso que es papá... y ha estado a su lado resolviendo cada tema que ha tenido con los negocios. —Mira hacia el pasillo y respira profundamente—: si estuviese tan desacuerdo con papá, ¿por qué sigue siendo su fiel servidor? —Las últimas dos palabras se escuchan amargas de su boca.

—¿Para mantenerlos a ti y a tu hermana fuera?

—Claro, pero no por lo motivos que él dice decir. Si fuese así... no habría impedido que yo tuviese mi bar.

—¿Qué? —¿Está diciendo lo que yo creo? ¿Josef impidió su sueño?

—El año pasado por fin lo logré, Vania... duró unos meses hasta que Josef se encargó de destruirlo.

Arrugué la nariz. No creo que Josef haya hecho algo así.

—¿Por qué lo hizo?

Se encoge de hombros.

—No te he contado —dice y luego hace silencio. Carraspea antes de continuar—, que todo el tiempo he sido corredor de propiedades de lujo. Uno muy bueno por cierto. Es un trabajo que me gusta, pero no me encanta. Siempre he sabido que puedo más, por eso, apenas papá me ofreció la administración del hotel, acepté de inmediato.

Hace una sonrisa preciosa.

Sonrío. No sé por qué en este instante lo siento como un niño pequeño. Tengo ganas de abrazarlo, no en sentido amoroso.

¿Quizás como amigos?

Que cogen.

—No dudo que lo haces y lo seguirás haciendo excelente en el hotel —murmuro, aunque no puedo quitarme de la cabeza que Josef haya hecho algo así.

—Y hago excelente otra cosas también.

Es un acto repentino, sus ojos, su expresión y su postura cambian. Ya no es el niño pequeño, sino el hombre que me desarma mientras me toca. Llevo la mano a mi cuello, como si así pudiese darme más aire.

Es el momento de resolver algunas dudas que tengo.

—¿Quiénes son toda esa gente que va a ese lugar?

Alan se encoge de hombros.

—No tengo idea, si le preguntas el nombre a alguien te dará toda una identidad que no es la verdad.

—Ellos tienen mucho poder... me imagino que son de los mismos círculos de amistad o negocios, ¿cómo es que no se reconocen?

—El algoritmo trata de que no te juntes con las mismas personas cada vez; y vas cambiando atuendos, máscaras, y un sin fin de cosas. Los dos sabemos nuestra identidad porque yo, que fui quien te recomendó, así lo quise. Nadie te reconocerá. No tienes ninguna marca o tatuaje. No te preocupes por eso. ¿Cómo te sentiste?

Un escalofrío me recorre.

—Fue fascinante, pero no se siente correcto.

—¿Lo dices por Josef?

Trago grueso.

—No, acordamos tener cuidado. Incluso Dana se ha quedado aquí. Es solo que no... parece prohibido.

—A veces cumplir deseos sexuales no parece correcto, porque las personas no están muy acostumbradas a satisfacerlos, ni tampoco a liberarse. Es extraño, porque quienes estaban allí tienen mucho dinero y pueden tener lo que quieran, sin embargo, han perdido la emoción por muchas cosas. Ser tan libres y disfrutar el cuerpo, sin tener ningún tipo de amarre, se ha convertido para algunos en el deseo máximo.

—Y nadie está haciendo algo malo —digo, como si me estuviese convenciendo a mí misma—, ¿cierto?

Niega con la cabeza.

—Tampoco nadie está obligado. ¿Vas a volver? Quiero que vuelvas. Tengo cosas en mente que quiero compartir contigo, o quizás...

—¿Quizás qué?

—O quizás solo quiero follarte mientras alguien nos mira —dice, en voz alta. Me imagino a Lidia teniendo un ataque en la cocina. Cierro los ojos como si eso me hiciese desaparecer—. Tu blusa es un poco transparente. —Estira la mano y toca mi pecho por sobre la tela. Lo acaricia suavemente y me dejo, porque de inmediato, la sensación de placer recorre mis piernas—. ¿Te gusta?

—Un poco —miento. Me encanta.

Baja la camisa y saca mi pecho, ahora es su índice y pulgar acariciando mi pezón erguido. Se lame los dedos y vuelve a tocarme. Desde ahí, la sensación se expande hasta mis piernas.

¿Cómo es posible que tan solo haciendo esto me desarme?

Sus movimientos me encienden y hacen hervir mi sangre.

—Yo diría que te encanta. —Con su otra mano coge mi cuello y me tira hacia él gentilmente, mueve la silla y me siento sobre él.

Siento su miembro sobre mis bragas y me acomoda fuerte, para que me frote contra él. No puedo dejar de mirarlo porque sus ojos son hipnotizantes.

Me mira y es increíblemente sexy, todo en su aspecto es perfección y no puedo negar que la hermosura me pone como nunca. Sus dedos juegan por debajo del vestido suelto que llevo, y rápidamente van más allá de mis bragas.

—¿Quieres que te lo meta? —pregunta, directamente. Sé que se refiere a su dedo que presiona la entrada de mi sexo.

—Sí —susurro.

—Quiero que lo digas. —Tira de mi pezón.

—Quiero que lo hagas.

—¿Quieres sentirme dentro? ¿Así? —Su dedo entra y sale.

Entra y sale.

Estoy jadeando.

Hasta que se detiene.

—¿Por qué te detienes? —pregunto. Y sin decirme nada, comienza a pararse, obligándome a mí a hacerlo también. No sé qué ha sucedido.

Sonríe y se desabrocha el pantalón. Se lo baja solo hasta que puede sacar su miembro duro y caliente.

—Por esto —susurra, girándome e inclinándome sobre la mesa. No saca mis bragas si no que las corre, y sin aviso, entra.

Siento ruido en la cocina y eso hace que mis neuronas de la razón vuelvan a activarse.

—Lidia —murmuro agitada, lo separo de mí y con mi cara de espanto se sube el pantalón. ¿Sabrá Lidia que todo con Josef es falso? ¿Y si Josef nos pilla?

El corazón se me detiene un momento al pensar en esa idea.

¿Por qué me importaría que nos atrapara si ya sabe de nosotros?

Con señas le digo que vaya al baño, y yo vuelvo a sentarme con todo el cabello pegado de sudor. Lidia aparece con una bandeja y tres copas.

—Oh, pensé que estabas con Josef y Alan.

—Alan está en el baño y Josef respondiendo una llamada.

—¿Estás bien? Te ves agitada, ¿quieres que encienda el aire?

—No, no...gracias.

Deja la bandeja con las tres copas, junto con una botella y vuelve a la cocina.

—Ufff...

No sé desde cuándo tengo tantas ansias de otra piel. O sea lo tengo claro, desde que vi a Alan por la ventana en mi matrimonio. Sin embargo... antes no me daban muchas ganas de hacerlo con Daniel, y es que era cero apasionado, más bien como que me acomodé a su forma de ser aburrida. De tanto libro erótico que he leído, claramente quería intentar más cosas, pero si no era de perrito, no le funcionaba.

Así que no me critiquen si cada vez que aparece Alan en mi campo de visión, se me acelera el corazón y me vibran las piernas.

Ahora no es una excepción.

Alan regresa después de beberme una copa y media, y se vuelve a sentar en el mismo lugar.

—¿Así que vino Dana? —Escoge su primera pregunta y debo tragar saliva para que no se me toque que no me agrada.

—Sí, vino hace algunos días. Estaba esperando abajo, cuando llegamos de la cena.

—Es genial Dana —comenta, distraído. Esperen...¿es todo lo que me dirá?

—¿Genial? —pregunto, más impresionada de lo normal. Alan va con el vino a camino a la boca y se detiene de golpe. Me observa por el borde de la copa. Carraspeo—. Quiero decir que no la conozco muy bien.

Deja el vino de nuevo en la mesa con una lentitud impresionante. Le encanta ser dramático.

—¿Por qué me miras así? —pregunto, haciéndome la desentendida.

—¿No te gustó Dana? —Alza las cejas—. Cuéntame más.

—¿Qué dices? Es simpática, solo que no he compartido mucho con ella. Cuéntame tú, ¿la conoces desde hace tiempo?

—Mmm sí, desde que comenzó a salir con Josef. Es como la primera novia que él nos ha presentado. Quiero decir... no es novia, novia, pero llevan saliendo como un año. Creía que le iba a proponer...hasta que...

—¿Llegué yo? —¿Me está insinuando que Josef tenía la opción de casarse con alguien más? Con razón ella me tiene amenazada—. ¿Por qué no se casó con ella entonces?

Alan arruga la frente y casi me parece percibir que se arrepintió de abrir la boca.

—Creo que fue solo idea mía. Josef siempre había dicho que nunca se casaría, al menos por voluntad propia. Con ella creí que sería distinto. —Se encoge de hombros—. Dana es una de las pocas mujeres en el mundo que no tendrán nunca un espacio en la familia Hart.

—No entiendo.

—¡Ah! Uhhhh, ya estoy hablando de más, te contaré solo para que no pienses cosas malas de ella —refunfuñó para sí mismo—. Su padre en una fiesta intentó coquetearle a mamá. —Terminó de hablar y se largó a reír.

—¿En serio?

—Sí. La familia Brown está vetada para todos los negocios con los Hart, y a todas sus generaciones por cierto. Papá sabe que Dana no tuvo nada que ver, por eso la acepta cuando Josef la ha llevado a eventos... aunque más que eso, no.

—Cómo le gusta a tu padre manejar a todos. Quizás Josef habría sido más feliz con Dana —digo, sintiendo una amargura en mi corazón. Literal, estoy celosa de mi esposo de mentira. ¿Por qué me pasa esto exactamente? Creo que es porque Dana se ha convertido en mi enemiga cuando no era necesario.

Alan hizo una mueca de desinterés. No quiere seguir con el tema y yo tampoco.

—¿Qué es eso que tienes ahí? —pregunta apuntando la tarjeta.

—Es una tarjeta con mi primer sueldo. —Mi sonrisa va de oreja a oreja—. Josef me dijo que no le dijera a nadie porque no llevo un mes trabajando aún, pero... mis cafeterías están peligrando con todo lo que debo. Así que me transfirió antes mi pago.

La cara de Alan se va transformando a medida que voy hablando. Cuando ya termino, su expresión es dura e inexpresiva. Se pone de pie de golpe.

—¿Josef te transfirió? —inquiere con aspereza. Toma aire profundamente y se lleva los dedos al puente de la nariz—. Soy un imbécil.

—¿Qué tiene que ver esto contigo? ¿Te enojas porque... me pagó? —Estoy cabreada, ¿acaso cree que todas las horas que he estado en práctica y aprendiendo a la velocidad de la luz como ser supervisora no valen nada?

—Igual me podrías haber pedido ayuda a mí —dice, cogiendo su chaqueta.

Me pongo de pie.

—Dime qué es lo que pasa.

Mira hacia el pasillo y va rápido a la oficina de Josef. Yo lo sigo asustada.

Mierda. Josef me dijo que no dijera nada.

¿Y qué hice?

Contarlo.

Ay, Vania. ¿Si comienzan a pelear me tengo que lanzar al medio?

¿Cómo miro a Josef después de que me ayudó y yo cagué todo?

¿Pero cuál es el...

Abre la puerta de golpe. Josef alza la cabeza. Se ve cansado. Al verme a mí, parece comprender todo lo que sucede.

—Déjala afuera de esto —ordena a Alan.

—Vania, sal.

—No quiero. Te enojaste por algo que dije yo, así que es mi culpa.

—¿De qué hablas? —pregunta Josef—. Esto no tiene nada que ver contigo. —La amargura en su voz me da escalofrío. Retrocedo unos pasos, y Alan cierra la puerta. En mi cara.

Trato de oír algo y lo único que alcanzo a escuchar son murmullos, así que me devuelvo a la mesa a la espera de que alguien salga. Necesito saber cuál es el problema de que Josef me haya pasado dinero por mi trabajo. Estoy tan feliz de poder cumplir a tiempo con mis empleados que no logro ver el error.

A los minutos, aparece Alan a toda velocidad. No me mira y se dirige al ascensor.

—¿Qué sucede? —pregunto en voz bajita. Me acerco a él y toco su brazo.

Cierra los ojos y noto como le tiembla la barbilla.

—Vania, no puedo contigo ahora. Por favor, déjame solo.

—Me preocupa verte así.

—Lo ha comprado.

—¿Qué cosa?

—Ha comprado la mayoría de las acciones del hotel.

—¿Qué quiere decir eso?

—Que es como el dueño. La primera vez que he sentido que soy parte de los negocios de mi padre, en verdad no es eso, es Josef riéndose de mí y haciéndome manager de su hotel. —Suelta una risa irónica. Las puertas del ascensor se abren y se sube.

—¿Quieres que te acompañe?

Menea la cabeza.

—Necesito estar solo —murmura. Lo veo deshecho. Nunca voy a entender ni las ganas de participar en negocios, ni tampoco la obsesión de querer agradar a su padre que es una mierda—. Vania, no le subas el ego solo porque te pagó por adelantado tu trabajo.

Voy a la oficina de Josef, parece que nada hubiese pasado y conversa alegre con otra persona. Me hace señas de que está ocupado, pero me siento en la silla frente a su escritorio, esperando que termine.

—¿Te llamo en unos minutos? Ok, bye.

Me queda mirando serio.

—¿La cagué?

—Un poco.

—¿Por qué lo hiciste?

Arruga la frente.

—¿Hacer qué?

—Hacerle eso a Alan.

—Porque puedo —responde seco. Eso me deja boquiabierta—. Y me tengo que ir a cambiar porque Dana llegará en cualquier momento. —Se pone de pie—. Vania, lo que yo haga con mis negocios no es de tu incumbencia.

—¿Por qué eres tan idiota a veces? No te entiendo, a veces actúas como una persona normal y otras...

Su expresión me intimidó.

—¿Así que ahora crees que me conoces?

—Llevamos semanas viviendo juntos, te conozco un poco más de lo que tú crees.

—No, no lo haces... y no me interesa seguir discutiendo contigo. Tengo cosas más importantes que hacer que escucharte a ti, defendiendo a Alan solo porque te lo coges. No te metas, ¿entiendes?

—Quiero saber por qué has comprado la mayoría de las acciones del hotel. ¿Fue para molestarlo?

Se rasca la barbilla y se acerca a mí.

—¿Y si te digo que sí? ¿Qué harías? —pregunta, desafiándome.

—Serías un imbécil. ¿Lo has hecho para fastidiarme a mí también? No te aguantaste que algo se saliera de tu control.

—De nuevo la niña de 10 años apareció.

Doy un paso adelante y me doy cuenta de que las murallas se me cambian levemente de lugar. ¿Cuánto bebí hablando con Alan?

—No me digas eso —gruño, olvidando por completo que me ayudó horas antes.

—Vete, Vania —ordena, dando un paso hacia atrás. Se aleja de mí, y eso me molesta más—. Si te desagrado tanto, ¿por qué sigues aquí?

—Ah, ¡verdad que estoy aquí por voluntad propia!

—Lo dices como si te tuviera encerrada con llaves. Pero, ¿solo sales de noche, cierto? —inquiere con aspereza.

Quiero golpearlo, pero ni todo el alcohol del mundo me haría golpear a alguien.

Cojo su barbilla entre mis manos en un acto de valentía.

—No seas un estúpido conmigo, Josef. Ya he tenido demasiados idiotas en mi vida, no seas otro más. Quiero saber quién eres, por eso me interesa si esto lo has hecho solo por fastidiar a tu hermano.

Suelta mi mano, cogiéndola por la muñeca. No sé en qué momento estoy a escasos centímetros de una pared. Josef es tan grande que todo se oscurece a mi vista. Baja su cabeza lentamente y siento mi respiración caliente. Pega mi mano a la pared a mi espalda.

—¿Quién quieres que sea, entonces? —pregunta en un susurro. Baja su cabeza a una distancia peligrosa, y su cara se acerca a la mía, amenazante. No sé qué me pasa, y siento que me voy a derretir y voy a caer al piso. Todos mis pensamientos se mezclan y lo único que viene a mi mente es que quiero besarlo.

Pero no debes.

No debo.

No me he movido ningún centímetro y él tampoco. Su aliento huele a whisky y creo que si no lo beso me moriré de las ganas. ¿Qué me está pasando?, simplemente besar a dos hermanos no es parte de mis planes de vida, sin embargo, lo imponente de Josef me tiene sin habla. Sus enormes ojos, mandíbula cuadrada, labios gruesos.

Es jodidamente sexy.

Sus brazos grandes, su mano haciendo presión sobre mi muñeca, su aliento caliente y delicioso.

Suelta mi mano de golpe y se gira.

Y está bien porque no deberíamos aunque el calor está impregnado entre nosotros. Una hoguera se ha encendido en medio de su oficina.

Me quedo observando su espalda ancha y tomo la decisión de irme. Esto no puede pasar, y tengo que evitarlo a toda costa. Cuando toco la manilla de la puerta me quedo sin moverme, como si no supiese abrirla.

—Lo hice para protegerte a ti. Ahora mi padre no tiene cómo manejarte ni acercarse a ti a través del hotel. No tiene nada que ver con Alan. Lo de él es un efecto colateral.

Los ojos se me llenan de lágrimas porque me siento una estúpida.

¿Quién eres Josef?

Me debo alejar de ti.

El miércoles voy a volver a jugar.

Abro la puerta y la cierro a mi espalda. En ese mismo instante, oigo a Dana saludando a Lidia.

________

¡Mis amores! Vengo con un capítulo largo (jeje) para uds.

Espero que lo disfruten, y por supuestoooo quiero saber sus opiniones

¿Qué les pareció?

¿Ya esperan el siguiente?

#TEAMJOSEF

#TEAMVANIA

#TEAMAQUÍMEHUELEALGORARO

Jijiji Mis Bbys síganme en mi cuenta de instagram: Valesminombre (7 años de buena suerte para mis seguidores)

Besitos besitos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro