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𓏲 Reencuentro Adolescente

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La cansada castaña se dirigió a su salón, desvelada pero siempre puntual. Tenía una inexplicable sensación en su corazón desde ayer, domingo. Eso la tuvo inquieta toda la noche y casi no pudo dormir.

— ¡Minari! — escuchó a su mejor amiga Momo — ¡Mitang!

Ella, ahora pelirroja, llegó casi derrapando al lado de la castaña. Eran amigas desde los 10, gracias a Momo no estuvo tan triste.

— ¿Qué pasa, Momoring? — preguntó con calma, viendo a su amiga que era todo lo contrario a ella, dando pequeños saltitos de pie en pie.

— ¡Hay una chica nueva uniéndose a la clase!

El corazón de Mina dió un vuelco. ¿Sería posible...?

— ¿E-En serio? — dijo, ignorando su pulso haciéndose más rápido.

— ¡Sííí, yo la vi en la sala de profesores!

Y antes de que pudieran seguir con su emoción, el profesor hizo presencia.

— Buenos días, alumnos — fisgoneó apenas una cabellera pelinegra detrás del adulto — Tenemos una nueva compañera. Preséntate.

La chica finalmente se dejó ver, y...

— Buenos días — hizo una reverencia — , mi nombre es Minatozaki Sana.

... no era la persona que esperaba.

— Bueno... — prosiguió el profe, al ver que la chica no tenía muchas ganas de presentarse — Bienvenida. Sean amables con ella, muchachos.

— ¡Qué guapa es! — le susurró su amiga, apretando su brazo.

— Sí, supongo... — dijo sin mirarla. ¿Por qué su corazón dolía por algo que sabía que era imposible?

Sus manos picaron por enviarle un mensaje a Chaeyoung, pero llevaba un buen tiempo sin siquiera responder a sus viejos mensajes.

— ¿Crees que tenga una oportunidad?

— ¿Mhm? — salió de sus pensamientos — ¡Momo!

Al final, la pelirroja se las arregló para que la chica nueva se juntara con ellas, a Mina no le importaba mucho, ella simplemente observaba de reojo a su amiga y sus pupilas de corazón cada que miraba a Sana.

Momo era muy enamoradiza, sin embargo, nunca la correspondían. Esperaba que no se deprimiera pronto, no podría consolarla si estaba igual de triste.

Con su mirada perdida -no estaba perdida en realidad, miraba el hangul en el pizarrón, fingiendo que no pensaba en alguien específico- escuchaba a las otras dos, más a Momo sinceramente, hablando sobre sus gustos e intereses.

— ¡¿Cómo puedes ver películas de terror en la madrugada?! — la pelinegra alzó los hombros desinteresadamente.

— No tiene sentido ver algo de miedo durante el día, pierde todo el propósito.

— Waoo, realmente eres una temeraria, ¿eh? — Sana sonrió con burla. Mina casi que podía ver el corazón de su amiga brincoteando por todas partes por la emoción de hacer sonreír a aquella misteriosa chica.

Finalmente se hizo la hora de almorzar, el trío no perdió tiempo y enseguida se fugó del salón al escuchar la campana. Como de costumbre, fueron hacia el patio. Era mucho más agradable traer su propia comida y comer al aire libre sin tanto ruido y amontonamiento.

— ¿No van a la cafetería? — las seguía un poco desubicada la nueva integrante.

— Nah, es mucho mejor comer acá — vio las manos vacías de la azabache — . ¡No te preocupes, yo te comparto de mi comida!

Mina sonrió de lado, ay su amiga, su tan obvia amiga. Las iba observando de reojo, quizás y funcionarían. Eran tan diferentes que eran complementos perfectos.

Se adelantó un poco para ir ganando su lugar de siempre

— ¿Eh? — se detuvo.

— ¿Minari? — Momo se detuvo a su lado, viendo a su inmóvil amiga. Parecía perturbada... no, más bien incrédula — . ¿Estás bien?

— ¿Qué sucede? — La curiosidad también le ganó a Sana

La castaña no lo podía creer. Se frotó los ojos, olvidando por completo que en ellas sostenía su comida que ahora permanecía revuelta en el piso. No podía ser cierto. Su corazón comenzó a acelerarse, iba tan rápido que sentía su pecho doler y calentarse.

Dió un paso dudoso, lento, un poco tambaleante. Los preocupados ojos de la pelirroja cuidando que no se fuera a caer. Avanzó otro paso más, no era consciente de nada más a su alrededor, ni la fría brisa que sonrojaba su nariz, ni sus brazos dormidos, ni su cerebro en shock. Solo sentía su corazón latir, tan fuerte, casi sentía que se le iba a perforar el pecho.

— Minari...— la preocupación de su amiga era cada vez más. ¿Qué tanto miraba? Ni siquiera parpadeaba.

Un segundo, y dos mundos se detuvieron.

Chaeyoung miró con asombro a la castaña que tanto había añorado. Sus ojos se cruzaron y se sostuvieron la mirada. Ninguna de las dos se movió, tampoco respiró.

Mina suspiró casi sin aliento. A la mierda, pensó. Ya no contendría sus impulsos. Ni sus verdaderos sentimientos.

Lo que eran pasos lentos e inseguros se volvieron firmes, rápidos. Corría sin percatarse de las lágrimas bajando por su mejilla. ¿Eran de emoción... frustración... enojo? No lo sabía, solo quería una sola cosa.

— ¡Minari!— Chaeyoung también comenzó a ir hacia ella, rápido pero tambaleante. Sus emociones eran tan fuertes que le provocaban vértigo

Como si fuera cámara lenta, observó a la castaña saltar con los brazos bien abiertos hacia ella, sintió el cálido abrazo, sus piernas rodeando con fuerza su cintura. Tropezó un poco por el fuerte impacto pero milagrosamente pudo sostenerse en pie. Sostenía a la hermosa chica por su pierna y cintura, aunque Minari la apretaba tan desesperadamente con sus extremidades que no necesitaba ningún otro apoyo.

— Minari... — Sintió las piernas deslizarse hasta tocar el piso, los brazos aún en su lugar en un abrazo inquebrantable. Mina no decía nada, estaba bastante conmovida, llorando en el hombro de la contraria. Chaeyoung sumergió su nariz en la suave cabellera, aún tenía ese olor a manzanilla que adoraba.

— ¿Por qué dejaste de hablarme? — Chaeyoung apretó la cintura de Minari, comenzando a acariciarla lentamente mientras se relajaba.

— Perdóname, Mina... — Intentó buscar una explicación que no sonara tan estúpida— . Yo... yo solo...

Sintió a la contraria removerse en sus brazos, viendo sus lindos, ahora hinchados y húmedos, ojos. Y la verdad salió de su boca sin quererlo.

— Era muy doloroso no poder verte... creí que-... — una de sus manos fue a parar a su cabello — creí que si dejaba de hablarte el dolor de la melancolía desaparecería. Pero nunca pude olvidarte, Minari. No quería olvidarte.

Las cálidas manos de la castaña sostuvieron sus mojadas mejillas. ¿Cuándo había comenzado a llorar?

— Perdóname, Minari.

— Pensé que ya no querías saber nada de mí...

— No, Mina, nunca pensé eso — Besó con delicadeza su frente.

Mina alzó la mirada, su nariz rozando la de Chaeyoung, sintiendo su respiración. Su corazón volvió a dar un vuelco, su estómago apretándose, como si una colonia de mariposas hubieran emprendido vuelo hacia el sur.

Se separó cautelosamente, sonriéndo aliviada. Por fin estaba de nuevo con Chaeyoung, por fin su angustia y tristeza se desvanecerían.

— ¿Nos vamos o...?— Escuchó a Sana susurrarle a su amiga.

— ¡No! Aún no sé si debo golpearla o no... — Chaeyoung sintió la filosa mirada de Momo, mirando a Mina por ayuda. Esta rió.

— Estoy bien, Momoring... — Se limpió las lágrimas, volteando a ver a su amiga — . ¿Recuerdas a la chica de la que te hablaba?

— ¡Ah! ¡Con la que te besabas de niña!

— ¡Momo! — Chaeyoung se sonrojó junto con la castaña.

— Ahm, hola, soy Son Chaeyoung— hizo una reverencia.

— Soy Momo, la mejor amiga de Minari — se acercó a la pelinegra, dándole un inesperado golpe en la panza — . ¡¿Sabes cuántas veces Mina lloró por ti?!

— ¡MOMO!

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Chaeyoung iba de regreso a su casa, feliz de haber visto a la castaña. Su corazón aún latía con fuerza al recordar el fuerte abrazo de Mina, sus cuerpos juntos, y su boca rojiza que estuvo tan cerca de sus labios. El solo recuerdo hacía sus labios hormiguear de anticipación.

Aunque no era nada comparado al calor de su mejilla. Mina se había despedido de ella con un fugaz beso en la mejilla. Bueno, ni siquiera había sido intencional, simplemente Mina se acercó para decirle adiós y ella volteó muy rápido y quizás más cerca de lo que debía. Pero aún así su corazón se emocionaba.

Sacó las llaves para entrar a su hogar, quitándose los zapatos con prisa para correr a la cocina.

— ¡¿Por qué no me lo dijeron?! — Sus madres dieron un brinco en su asiento.

— ¿Sorpresa...?

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