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𓏲 El último juego

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Ah, ¿cuánto tiempo llevaban ya con su juego favorito? casi un mes entero. Realmente era su favorito.

Pero como era de esperarse, el juego no duraría para siempre.

y lamentablemente no terminaba cómo ellas quisieran.

La pequeña Chaeyoung lloraba desconsolada, su mamá había cambiado de trabajo, y eso implicaba cambiar de casa también. No quería separarse de la castañita.

— Mi bebé, veremos a Minari, solo que ya no tan seguido.

Chaeyoung no escuchaba, solo seguía llorando.

— Iremos en su cumple, y en el tuyo si quieres, y cada vez que necesitemos volver a este lugar.

— ¡Quiero verla siempre! — reclamó.

Pobre pequeña, 10 horas de camino en auto las separaría ahora. Tiffany no sabía cómo calmar a su entristecida hija

— Hoy Minari vendrá a verte, van a ayudarnos a empacar — mal, cada palabra relacionada con irse hacía llorar más fuerte a la pequeña.

Por el otro lado, los angustiados padres no sabían cómo darle la mala noticia a su preciada castañita.

— ¿Cómo podemos decirle esto? — susurró con preocupación Doyoung, con un brazo cruzado y mordiendo la uña de su pulgar.

— Tendrá que entenderlo, amor — Doyoung suspiró en desaprobación por la seca contestación

— No podemos simplemente decirle que ya no verá a su mejor amiga así como nada.

— Precioso, no te atormentes. Yo le diré.

— ¡¿Cómo vas a decirle tú?! — empujó su brazo —. Conociéndote solamente vas a soltar un "Minari, ya no vas a poder ver-..."

Unos pequeños ojos miraban directamente a ellos.

— ¿Qué pasa, papis? — la pequeña estaba muy preocupada, sus papás nunca hablaban tan seriamente.

Los adultos se miraron, Jungwoo resignado le dejó todo a su esposo.

— Minari — se arrodilló frente suyo —, esto no es fácil de decir, pero...

— ¿Qué pasa? — sentía las lágrimas formarse, apunto de deslizarse por sus chapeadas mejillas.

— La mamá de Chaeyoung consiguió un trabajo mejor, lo que es muy bueno para su familia, pero lamentablemente tendrán que mudarse.

— ¿Eh? — su corazoncito se apretó.

— Ya no podremos visitar a Chaeyoung tan seguido como antes, solamente en vacaciones, pequeña.

Inevitablemente las lágrimas se hicieron presentes, pero para sorpresa de los padres, más para Jungwoo, la chiquita no gritó, no berreó ni se puso a pelear la injusticia.

Lloraba en silencio aceptando ese desafortunado giro del destino.

—¿H-Hoy iremos a d-despedir a C-Chaeyoung? — preguntó con su vocecita rota. Sus padres la envolvieron en un cálido abrazo.

— Claro que sí, mi amor — Doyoung besó su frente a la par que limpiaba sus lágrimas.

Al final no fue tan malo como pensaron.

Después de limpiarse las lágrimas, la pequeña corrió a su cuarto. Tenía poco tiempo para hacer una carta y buscar algo valioso que darle a la pelinegra.

— ¡Mina, es hora de irse! — el sonido del motor del auto hizo correr a la castaña

—¿Qué tienes ahí, taetae? — Jungwoo ayudó a su hija a subir y abrocharse el cinturón.

— Es para Chaengie, para que me recuerde siempre y no esté tan triste al irse... — a este paso Jungwoo también iba a llorar.

No tardaron en llegar a la casa de las madres.
La última vez en la que llegarían en menos de 20 minutos.

La puerta se abrió, y lo primero que Mina vió fue a su pobre esposita con sus ojos rojos e hinchados al igual que su naricita y mejillas.

—¡Chaeyoungie! — sin poder evitarlo comenzó a llorar al saber que sería la última vez que vería a su amada en mucho tiempo.

—¡No me quiero ir! — abrazó con fuerza a Mina —, ¡no quiero dejarte! — sollozaron con fuerza.

Con pequeñas lágrimas los adultos se ayudaban con lo que quedaba por empacar y llevar al camión de mudanza, dejando que las pequeñas se despidieran. Era muy doloroso escuchar el llanto extremadamente sentimental de las niñas.

— Chaeng... — con todas sus fuerzas se compuso, limpiando las lágrimas de la otra. Si Chaeyoung no podía ser fuerte, ella sería fuerte por las dos.

Con un fuerte abrazo Chaeyoung comprendió que nada podía hacer para detener todo esto. pero su corazón seguía doliendo.

Parecía que el tiempo pasaba en cámara rápida, los adultos pasando como ráfagas a su alrededor, llevando muebles, cajas y maletas, mientras ellas seguían sobre sus rodillas unidas con un abrazo.

Horas pasaron sin siquiera notarlo. No fue hasta que las llamaron para irse, ya que todas sus cosas ya estaban empacadas y listas para transportarse.

— Niñas... — habló con suavidad la adulta, más su pequeño hija se tensó al saber lo que vendría — ya está todo listo para irnos.

— No... — dijo con su lastimada garganta por tanto llanto y berrinche.

Con una fuerza de voluntad increíble, Mina soltó a Chaeyoung. Tomando sus mejillas en su lugar.

— Ya debes irte, Chaeyoungie — trató de sonreír, aunque la verdad lo que más quería hacer era llorar.

— ¿No quieres estar conmigo, Minari? — el dolor en su voz desgarraba a la japonesa.

— Por supuesto, tú eres mi linda esposita — limpió una lágrima —. pero no puedo hacer nada para que te quedes...

Finalmente su terco corazón comenzaba a ceder.
Sorbió sus moquitos y alzó la mirada.

—¿Vendrás a verme a mi nueva casa? — Mina besó la mejilla de la otra

— Sí, mis papás me llevarán cada que sea posible.

Un último abrazo y las menores se levantaron, saliendo de una casa a la que nunca volverían.

Chaeyoung subió al carro.

—¡Oh, Chaeng! — la castaña corrió — toma, hice esto para ti — le entregó una pequeña caja roja.

—¿Uh? — admiró la caja.

— Es para que siempre recuerdes que te quiero mucho — sonrió cálidamente —. tú ya me dejaste el peluche azul de un pingüinito, este es mi regalo para ti.

— Gracias Minari — el último pico que se darían en mucho tiempo —. Te quiero mucho. Te amo.

Y en pocos minutos, la familia Son observaba como los Myoui se alejaban. Sabiendo que en mucho tiempo no serían capaces de verse.

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