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8 | El combate


Para: Mimi7
De: MinYoon28
Concepto: Perdón por todo
Asunto:

Lo siento, Mimi.

Perdóname por haberte dicho que te amaba mientras preparaba las maletas y tu me hablabas, ajeno a lo que yo estaba haciendo, de los nervios de tu entrevista de trabajo. No debí despedirme de esa forma. Di lugar a que te sintieras peor después, es cierto, y no me di cuenta.

En cuanto a lo de que no valoré que podía contar contigo, que estabas ahí no solo para reír o follar, te equivocas. Sí lo hice. Pero como te he dicho al principio, de entre mis pocas opciones, marcharme fue la menos mala. Es casi imposible que lo entiendas, lo sé, pero, por favor, deja de darle vueltas y quédate solo con que me he portado como un indeseable. Ya está. No hay más: te abandoné.

Por mi salud no te preocupes. Me han puesto un entrenador personal que monitorea mis actividades físicas, un nutricionista que se ha dado a la tarea de obligarme a comer y un médico propio. Incluso tengo reservada la habitación de un hospital para ingresarme de vez en cuando a fin de administrarme sueros y relajantes que me hagan dormir las horas que normalmente no duermo. Como ves, no hay riesgo alguno. Los lujos me rodean las veinticuatro horas aunque, si te soy sincero, me sentía más yo cuando no los tenía y luchaba por mi primera victoria en el boxeo profesional.

Sé que Hoseok y Tae Hyung influyeron bastante en que acudieras a ese combate. Lo que igual desconoces es que, aunque no hubieras ido, yo te hubiera llamado después. Era el trato que había hecho con mi amigo de entrenamientos, Jeon Jung Kook.

—¿Aún no has llamado a tu Adonis rubito de sonrisa adorable?

Al segundo día de que me hubiera recuperado de la gripe, se me acercó, se abrazó al saco que había empezado a golpear y me obligó a detenerme.

—¿Es que el oxígeno se te ha quedado pegado a los músculos o la infección respiratoria te ha anulado la capacidad de razonar?

Por supuesto, ya te imaginarás que en ese momento me arrepentí horrores de haberle hablado de ti. Nunca me ha gustado que me invadan y Jung Kook no entiende lo que significa la palabra intimidad. Se mete en todo. Siempre. Le afecte o no. Y lo peor es que no hay forma de que te deje en paz si no le das respuestas.

—Es precisamente porque razono que no le llamo. —Tiré del saco, a fin de apartarle y retomar mi práctica—. Tiene cuestiones demasiado importantes que resolver como para que aparezca yo a complicárselo.

—Y, si tienes tan claro que le vas a apartar, ¿por qué abres su chat?

Lo dicho; se mete en todo.

—Ojo, que no te espío ni nada por el estilo, ¿eh? —Ante la cara de malas pulgas que le dediqué, se apresuró a explicarse—. Es difícil sentarse en el banco de las taquillas junto a ti y no darse cuenta de que mientras te atas las zapatillas miras mil veces la mensajería.

—Yo no me hubiera fijado —repliqué—. Pero, claro, no soy tan chismoso como tu.

—No soy chismoso —negó—. Solo me preocupo como el buen amigo que soy.

En ese momento llegó el profesor. Nos regañó por habernos puesto a conversar, ya que en breve tendríamos que enfrentar nuestros primeros combates y decía que, si perdíamos el tiempo con charloteos, nos terminarían dando la paliza de nuestra vida en el ring. Después nos mandó hacer sombras y un montón ejercicios para el juego de pies que nos dejaron a los dos tirados, literalmente, en el suelo.

—Yoon Gi... —Pese a estar sin aliento, Jung Kook insistió en hablarme—. Se me acaba de ocurrir... —Luchó por coger aire—. Si ganas el combate, llamas a ese chico y... Se lo cuentas... Es una buena excusa... Para retomar contacto.

—Ah, Jung Kook, de verdad tu no entiendes. —Mis ojos analizaron los plafones del techo, meditabundos, aún con el corazón acelerado por el esfuerzo físico—. Pero sí. Es cierto que lo es. Lo haré.

No me imaginaba que aparecerías. Desconocía que Tae Hyung, el vecino de puerta al que me encontraba a diario, fuera tu compañero de trabajo y aún menos que te invitara al combate.

No te vi, ¿sabes?

El ring exige máxima concentración y las luces que se proyectan en el centro hacen que los espectadores luzcan desde lo alto como una masa oscura que aplaude. Y, tras la campana que anuncia el asalto, ya es del todo imposible fijarse en algo que no sea el movimiento de tu ponente o la conciencia de tu guardia y de tu posición. Especialmente aquella vez.

Mi adversario no era un boxeador limpio, lo supe en cuanto trató de meterme un gancho de derechas sin preámbulos. El árbitro tampoco lo era pues lo dio por bueno. Por suerte, reaccioné a tiempo y, al final, tras dos asaltos, se lo terminé dando yo a él.

Me sentí casi un héroe cuando el tipo cayó y me levantaron el puño. Fue emocionante que tanto mi entrenador como Jung Kook corrieran hacia mí y me alzaran como si hubiera logrado algo grande. Sin embargo, esa euforia fue insignificante al lado de la que me invadió cuando bajé de la lona, con la toalla al cuello, y, entre medias de las felicitaciones, te detecté.

—¡Eo! —Fue Tae Hyung el que, con sus voces, te hizo visible—. ¡Yoon Gi, he venido con mis amigos! ¡Ven!

Insistes en que mi compañía te hizo mucho bien. Yo no lo sé. Pero a mí la tuya ese día me empujó, ya definitivamente y sin ningún freno, hacia ti.

N/A: Yo me imagino que a estas alturas ya estarán tratando de hacerse teorías sobre lo que le pasa a Yoon Gi. ¿Me las comparten? Amaría leer sus opiniones. 🌹😉

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