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5 | Me gusta estar contigo


Para: MinYoon28
De: Mimi7
Concepto: ¿Vas a huir otra vez?
Asunto:

Por fin estoy de acuerdo con algo de lo que dices: no debiste responderme si tenías pensado volver a huir.

¿Que te mande a un rincón? ¿Que sea feliz? ¿Que me lo merezco?

Yoon Gi, eres lo peor.

Ni es mis peores pesadillas me hubiera imaginado que aparecerías solo para recordarme la manera en la que nos conocimos, como si eso hubiera sido algo importante para ti, y que después te largarías otra vez sin más.

No te reconozco. Tu no eres así. Ya sé que he prometido no indagar en tus motivos, sean los que sean, pero mi buena intención se volatiliza bajo el desconcierto. ¿Qué te ha pasado?

Siempre te has mostrado seguro de lo que querías. Directo. Firme. No hace falta más que ver el episodio de la puerta que tu mismo has relatado para ejemplificarlo.

Que te acercaras a mí de esa forma me mantuvo nervioso el resto del día. En primera porque nadie jamás se me había aproximado así, con tanta confianza pero al mismo tiempo con ese cuidado que reflejaron tus ojos oscuros al alinearse con los míos. En segunda porque percibir tu aliento sobre la boca me disparó el corazón a un ritmo que desconocía que podía llegar a tener. Y en tercera porque mi tía te invitó a pasar, a fin de agradecerte de forma adecuada la ayuda que me habías brindado, y las atenciones que me dedicaste después me dejaron flotando en una nube de algodón.

Nos sentamos a comer y me colocaste en el plato las mejores piezas de la carne que tenías tu. Eso me hizo enrojecer. Intenté servirte caldo pero te adelantaste y me pusiste el bol. Incluso me llenaste el vaso de agua antes de que me diera tiempo a echar mano de la jarra.

—Se supone que estás aquí para recibir nuestra hospitalidad. —Me animé a decírtelo mientras luchaba por quitarle la tapadera al envase del helado—. Me has ayudado ya en dos ocasiones. Lo mínimo que puedo hacer es agradecértelo sirviéndote comida y bebida.

—Prefiero que sea al revés. —Me arrebataste el bote y, en un solo movimiento, lo abriste y me lo tendiste, con una sonrisa—. Me gusta hacer cosas y, además, así quizás consiga puntos.

—¿Puntos? —repetí, confundido—. ¿Puntos para qué?

—Para te fijes en mí.

En aquel momento estuve a punto de dejar caer el helado y de caerme yo también de la impresión. Me dejaste sin respiración y con un nudo de mariposas en el estómago del tamaño de una pelota de baloncesto y, a partir de ahí, la sensación no paró de crecer.

—¿Te ayudo? —La guinda del pastel llegó cuando comencé a meter los platos en la pila del agua, ya en la cocina, y apareciste por el lateral—. Como me salté el entrenamiento, no tengo prisa ni nada que hacer.

—No es necesario. —Por supuesto, me negué—. Ponte cómodo en el salón.

—No puedo sabiendo que tienes tanta tarea. —Te pusiste unos guantes y, sin pensártelo, metiste las manos dentro del fregadero—. Entre los dos terminaremos más rápido.

No contesté. Tampoco me moví. Te sentía demasiado cerca y, para colmo, me habías rozado al coger el plato.

—¿Te incomodo? —Percibiste mi vergüenza—. Si es así, discúlpame.

—No, no, ¡qué va! —La cara me ardió así que la dirigí hacia la espuma del jabón—. Me gusta... —Los nervios me comieron—. Estar contigo.

—¿De verdad?

—S- s- sí.

Soltaste el vaso que habías empezado a enjabonar y entonces me pringaste con jabón la punta de la nariz. Ese gesto me relajó. Lo suficiente como para atreverme a mirarte, sonreír y devolvértelo.

—¿Qué es esto? —Te hiciste el ofendido—. ¿Una guerra?

—Es la batalla de la espuma.

Debido lo de mis padres, que seguían sin cogerme el teléfono, mis días se había tornado grises, densos, asfixiantes. Sin embargo, en ese momento se me olvidaron todas las desdichas. Me divertí como nunca persiguiéndote por la cocina para mojarte y después huyendo cuando trataste de hacer lo mismo. Ni me di cuenta de cómo terminé arrinconado contra la nevera.

—A mí también me gusta estar contigo. —Tu mirada se tornó ardiente como las brasas del fuego—. Mucho.

Esas palabras me calaron profundo. Independientemente de mis inseguridades, que no eran pocas. Aún a pesar de mis miedos. Por encima de la incertidumbre y, en general, de todo.

Por eso me cuesta tanto creer que ahora te estés comportando así. Dios; para mí es inevitable recordar lo de aquella cocina aunque supongo que lo que sucede es que soy un sentimental y que en verdad no importa tanto.

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