11 | La primera noche
Para: MinYoon28
De: Mimi7
Concepto: No me voy a resignar
Asunto:
Tienes razón. Es cierto que tenemos mucha necesidad de recordar lo que fuimos, en especial yo. No por nada decidí escribirte para desahogarme. Y también es verdad que, mientras descubro cosas de ti, me doy cuenta de que hay aspectos míos que no te he llegado a expresar nunca.
Por ejemplo, dudo si alguna vez te dije que hiciste que mi inseguridad desapareciera de un plumazo de mi vida con tan solo una noche a tu lado. Cierto es que la carrera que nos metimos para huir de aquel conserje que se autoproclamó representante de la ley y de su sombrero de cowboy contribuyó a que me distendiera bastante. Que te echaras a reír conmigo en medio de la calle vacía me infundió comodidad. Y después nuestra larguísima charla mientras comíamos y bebíamos me terminó de afianzar en la idea de que quería ser para ti.
Me atraías muchísimo. Era llamativo que me aportaras tanta seguridad y despertaras en mí unos instintos tan fuertes con tan poco tiempo de conocernos. Jamás me había sentido así pero, con todo y con eso, aún arrastraba miedo.
Por eso bebí casi más que tu. Quería darle una oportunidad a la situación que surgiera, si es que llegaba, pero a la vez me agobiaba pensar en quedarme contigo en la intimidad y que me vieras desnudo. Ay; ¡qué tonta cabeza! Una vez dentro de tu casa en lo último que pensé fue en la vergüenza, quizás porque tu hiciste que todo fuera sencillo.
—Bienvenido a mi mansión. —Recuerdo que al entrar abriste los brazos con la intención de abarcar el pequeño espacio que habías alquilado apenas unos meses atrás—. Es un cuatro por uno.
Me reí cuando señalaste la cocina integrada en la misma habitación en donde estaban la cama, una mesa y un sofá con televisión que hacía la función de salón y terminaste con el dedo sobre la única puerta de separación, la del baño.
—¿Te apetece un postre? —Te dirigiste a la nevera—. Acabo de recordar que esta mañana, compré pastel por si ganaba el combate. Para celebrarlo.
—¿Y cómo tenías pensado festejarlo? —Te seguí hasta el electrodoméstico, inquieto—. ¿Ibas a invitar a tu familia o algo? Espero no haber estropeado tus planes con mi aparición.
—En realidad iba a comérmelo solo. —Rebuscaste en la balda de arriba —. Mi familia no está en Corea.
—¿Y dónde están?
—En USA —respondiste—. Manejan empresas a nivel internacional así que viajan mucho. Apenas lo veo.
Me hubiera gustado preguntarte más. Me dio la impresión de que te sentías tan solo como yo. Sin embargo, no pude porque desviaste mi atención sobre el enorme bizcocho de crema decorado con una capa de chocolate blanco y motivos florales comestibles.
—¡Mira esto! —exclamaste, orgulloso—. ¿Qué te parece?
—Que se ve deliciosa pero que seguro vas a enfermar si te comes entera.
—Menos mal entonces que te tengo a ti.
La pusiste sobre la encimera para partirla. Ahí descubrí que no se te daba nada bien racionar repostería sin desmoronarla y dejar gran parte de la ración en el recipiente. De hecho, me reí bastante cuando se te rompió la flor y te dio por maldecir al de la tienda por no haberle puesto un tallo. Fue ahí cuando me silenciaste metiéndome primero una cucharada en la boca y después ofreciéndome un trocito del merengue caído con la mano.
—Es de tu trozo —susurraste—. ¿Lo quieres?
Me da reparo admitir que aquello me excitó. Jamás había imaginado que lamer nata me fuera a producir una quemazón tan grande en las entrañas y aún menos que, lejos de sonrojarme, me atreviera a hacerte lo mismo a ti.
Noté tus labios sobre la piel al succionar. Después me besaste la mano y me atrajiste hacia ti. No titubeé en morder un segundo pedazo de pastel. Tu tampoco a la hora de limpiar los restos de mi boca con la tuya.
—Es momento de que me digas si quieres irte a casa —me advertiste—. De lo contrario, ya no te voy dejar marchar.
—No. —Mi respuesta fue echarte los brazos al cuello—. Me quedo.
Me estremecí con el vaivén de tu lengua entre mis labios. Te respondí. Noté el fuego abrasador en las entrañas al besarte y sentir tus expertas manos desabrocharme el pantalón. Te quité la camiseta. Tu me despojaste la mía. Nos movimos por el piso, devorando nuestras esencias sin importar nada. Chocamos contra la puerta del baño, que se abrió y terminamos en el lavabo.
No me importó. Estaba perdido en tus besos, en tus caricias y en el roce erecto de tu deseo, y ya no tenía ni vergüenza ni juicio alguno. Solo era capaz sentirte a ti.
A ti cuando exploraste mi cuerpo. A ti al lamerme por todas partes, darme la vuelta y hacer que gimiera ante la introducción de tus dedos en mi cavidad. A ti al pegarte a mí, con el preservativo ya puesto, y penetrarme. A ti al moverte. Al suspirar. Y a mí mismo al apretar los bordes del lavabo, jadear ante el creciente éxtasis y contemplar mi imagen, ardiente, en el espejo mientras me embestías por detrás y murmurabas lo mucho que te gustaba.
Me sentí especial. Importante. Deseado. Me sentí vivo por primera vez desde hacía años.
—Te quiero, Jimin. —Que me dijeras eso al terminar, mientras me abrazabas por la espalda como si fuera tu tesoro me terminó de alzar al pedestal—. Es raro, lo sé, porque no nos hemos visto mucho pero te quiero. —Me dejaste caer un beso en la mejilla—. Independiente de lo que pueda pasar en un futuro, no lo olvides.
Y no, no lo he olvidado. De hecho, mientras escribo estas líneas me acabo de dar cuenta de que justo ahora estamos en ese "independiente de lo que pueda pasar te quiero".
Lo haces.
Por eso no voy a resignarme a dejarlo así. Está bien que no me cuentes nada. Está bien lo que sea que haya pasado. No importa; lo voy a descubrir por mi cuenta así que me despido por ahora, Yoon Gi.
La próxima vez que hablemos será en persona.
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