10 | No nos lo merecíamos
Para: Mimi7
De: MinYoon28
Concepto: Tienes razón
Asunto:
Esto de los emails es curioso. Me pasa lo mismo contigo aunque no creo que tenga que ver con que nuestra comunicación antes no fuera buena. Pienso que más bien se debe a que llevamos meses sin hablar. Ambos arrastramos mucha necesidad de recordar lo que fuimos y, en el transcurso, surgen detalles que quizás antes no nos parecieron importantes comentar.
En realidad estar contigo no dependió de Jung Kook ni de nada por sí solo. Fue un conjunto de factores pero es cierto que tanto mi amigo como los tuyos detonaron el proceso.
Por cierto, el día del combate, después de encontrarte, yo también arrastré un nudo de nervios tremendo en el estómago. Me frustró que el entrenador me llamara, con la intención de presentarme ante sus conocidos, y no me diera opción ni darte las gracias por aparecer. De hecho, me mantuve abstraído sin poder apartar tu imagen de la cabeza todo el tiempo que duraron las felicitaciones, los saludos y las propuestas de nuevos combates, rezando para que no decidieras marcharte entre medias pues ya era tarde.
No te imaginas cómo corrí por los baños cuando me liberé de la gente. Me duché tan rápido que se me cayó medio bote de gel, me vestí sin secarme bien, me limité a pasarme la toalla por el cabello mojado y metí la ropa a presión en la bolsa, sin enrollar la vendas de los puños ni guardar los guantes en su funda. Me preocupaba no encontrarte. No poder disculparme. Decepcionarte.
Muy loco todo, ¿verdad? Al fin y al cabo, había sido yo mismo el que había retrasado el verte. Por eso, al abandonar la zona privada y comprobar que seguías allí, esperando, me faltó tiempo para volar a ti.
Lo demás ya lo has contado casi todo. Matizo el casi porque no te haces una idea de lo mucho que deseé hacerte mío allí mismo, sobre la lona del ring.
—Yoon Gi... —murmuraste mi nombre en medio del movimiento de nuestros labios al enlazarse, en cada aliento compartido y en cada respiración unida en una—. Yoon Gi... Quiero intentarlo...
—No, no lo intentemos. —La excitación me infló en seguridad—. Hagámoslo.
Te empujé contra el cuadrilátero. Quedaste contra la tarima alzada, con la cabeza al borde de la primera de las cuerdas. Mi erección creció. La tuya también lo hizo. Lo noté al pegarla a la mía, bajo el empuje de mi cadera y el desbordamiento de la humedad de los besos que, incesantes, seguíamos compartiendo. Te levanté y te senté sobre el borde de la lona. Tu mirada desprendió el ardor propio del que desea algo con ansiedad al hundir los dedos en mi cabello y dejarte llevar por mi lengua enfocada en tu cuello. Sin embargo, todo quedó ahí.
—¿Quién es? —La voz del portero del local, acompañado por el rechinar de las llaves que colgaban de su cinturón, nos detuvo—. ¡Os estoy escuchando, pervertidos! ¡Voy a llamar a la policía!
—Ay, no... —El rostro se te tornó pálido—. La policía dice...
Te tapé la boca. Aquel tipo tenía un carácter intratable. No atendía a razones y ya estaba en el umbral.
—¡Esto ya está cerrado! ¡Se considera allanamiento! —Buscó el interruptor con la luz de la linterna—. ¡La multa la tenéis asegurada!
Te cogí entre los brazos para ayudarte a descender, en un siligiloso tiento. Nos agachamos. Te tomé la mano. Rodeamos el cuadrilátero, para ocultarnos en la parte de atrás. Los plafones iluminaron el recinto. Nos miramos. Lucías abrumado, con las mejillas enrojecidas, pero al mismo tiempo parecías contener la risa al igual que yo. Es que era una situación tan atípica que hasta resultaba divertida, ¿verdad? Sobretodo cuando nos dio la espalda, con la intención de revisar por entre las sillas de los espectadores vips y echamos a correr como locos hacia la salida.
—¡Deteneos! —El hombre no alcanzó a reaccionar—. ¡Un momento! ¡Represento la ley en este lugar y he dicho que alto! ¡Alto!
Por supuesto, no lo hicimos. Corrimos y corrimos incluso fuera del recinto, por la calle oscura medio desierta, hasta que las carcajadas nos obligaron a detenernos para coger aire. Lo de que representaba la ley fue demasiado chistoso.
—Ah.. No puedo más... —Te recargarte contra la pared de un edificio, con las manos en la tripa, sin parar de reír—. ¡Que llevaba un sombrero de sherif y todo! ¿Lo has visto?
—Te sorprendería ver lo estrafalaria que puede llegar a ser la gente que se mueve en el mundo del boxeo. —Te respondí a carcajadas; tu tono era de contagioso—. No tiene desperdicio.
—¿En serio?
Seguimos charlando hasta las dos de la madrugada, primero dentro en un restaurante de pollo en que nos metimos a cenar y después en un puesto de soyu que encontramos en la misma calle. Me contaste un montón de cosas sobre ti y yo hice lo mismo. Nos reímos mucho. Brindamos por mil tonterías. Y, al final, terminamos medio borrachos en mi apartamento de alquiler.
Ahí te dije por primera vez que te quería. Fue demasiado rápido y aún más precipitado, soy consciente, aunque no por ello mentira.
Joder; Mimi.
¿Qué se supone que voy a hacer ahora que he escrito con todo detalle este recuerdo? Las emociones me bailan como si acabara de ocurrir y me duele mucho. Porque, ¿sabes? Tienes razón: no nos merecíamos terminar.
N/A: ya estamos en el punto de inflexión. Se vienen cositas. Ah!
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