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Capítulo 4. Tutéame

BIANCA

Me despierto enredada entre las sábanas y con unas ganas enormes de mear. Me levanto lo más rápido que puedo sin calcular la distancia entre la cama y el suelo.

—Mierda —gruño desde el suelo después del tortazo que acabo de pegarme.

Corro hacia el baño y cuando termino de hacer mis necesidades me lavo la cara y me miro al espejo.

Suspiro al ver las ojeras debajo de mis ojos y me doy por vencida.

Vuelvo a mi habitación arrastrando los pies por el suelo. Mis ganas de vivir ahora mismo están bajo mínimos. Hacía tiempo que no bailaba tanto como anoche y una ya no es la que era antes... miro la hora en el teléfono.

—Mierda —murmuro saliendo a toda prisa de mi cuarto hacia el salón.

Cuando llego a la puerta veo a Eva en el sofá con Lía durmiendo entre sus brazos.

—Lo siento —susurro acercándome a ella.

Niega con la cabeza.

—No seas estúpida, me encanta pasar tiempo con ella —dice restándole importancia al asunto.

Suspiro.

—Ya pero no es justo que dejes de hacer cosas que a ti te gustan por estar cuidando de mi hija —la miro con culpa.

—No empieces Bianca —me reprocha—. Estoy aquí porque quiero, porque eres mi mejor amiga y porque que trabajas mucho para darle a tu hija todo lo que necesite y quiera. Me encanta formar parte de esta pequeña familia y no cambiaría el estar aquí por nada en el mundo —dice apuntándome con el dedo.

Sonrío.

—Eres una de las pocas personas que de verdad ha valido la pena tener en mi vida —digo agradeciendo sus palabras.

—Anda, siéntate y cuéntame cómo fue ayer —dice subiendo y bajando sus cejas con picardía.

Me río y hago lo que me pide.

—Pues fue bien, muy bien en realidad... Hasta que Marcos Román se presentó allí y me reconoció —le digo haciendo una mueca.

—¿Quién? —pregunta confundida.

Suspiro dejando caer mi cabeza sobre el respaldo del sofá.

—Marcos Román, mi nuevo cliente del bufete, jefe de Pandora Cybersecurity Systems y hombre que me follé hace dos años —murmuro como si diciéndolo en voz baja fuese menos real.

La cara de Eva se transforma en una mezcla de asombro, burla y preocupación que me irrita demasiado.

—Vaya, me parece que tienes un problema amiga —dice sin salir del asombro.

—No me digas —gruño—. Cuando salí del club me pidió que fuese a su despacho mañana por la mañana —le digo.

Ella sube las cejas sorprendida y una sonrisa pícara decora su rostro.

—Una de dos, o te despide por stripper o te pide un show privado —se burla.

Le pego en el brazo.

—Idiota, no me ayudas —me quejo.

Se encoje de hombros.

—Sabes que esas son las únicas opciones ahora mismo —insiste en el tema.

Suspiro y no digo nada más.

—¿Sabes algo más de tu madre? —pregunta al cabo de un rato.

Niego.

—Que va, Valentina no creo que vuelva a decirme nada más después de lo de ayer. Y no he escuchado la voz del resto de mis hermanos en cinco años, dudo que se molesten en hablarme ahora —le digo—. No sé cómo pude crecer en esa familia —le confieso.

Me mira con pena.

—También tuvisteis buenos momentos —me recuerda.

Suelto una carcajada amarga recordando mi infancia.

—Claro, ser adoptada y criada por una familia adinerada de Madrid fue mucho mejor que quedarme tirada en un orfanato en Italia —digo—. Por lo menos hasta que se cansaron de la niña pelirroja y quisieron un par de gemelos rubios —digo recordando el día en que mis hermanos llegaron a casa.

—Está bien, lo siento —se disculpa.

Me encojo de hombros.

—Tranquila —digo restándole importancia-. La verdad es que no entiendo cómo alguien puede adoptar a cuatro niños sin ser capaz de cuidar del suyo propio —La miro buscando una respuesta.

—Por desgracia el dinero lo puede todo, por encima del bienestar de esos niños y de muchas otras cosas más —dice negando con la cabeza.

—Ya... menuda mierda —me quejo.

Mi pequeña se remueve entre los brazos de Eva y abre sus ojitos azules.

—Hola princesa —susurro cuando me ve.

—Mama —dice con una sonrisa estirando sus brazos hacia mí.

La cojo y la siento en mi regazo.

—¿Vamos al parque? —le pregunto.

Ella mueve su cabeza frenéticamente a la vez que da pequeñas palmadas con sus manitas.

—Me lo tomaré como un sí —digo riendo—. ¿Te vienes? —le pregunto a Eva.

—La duda ofende —dice con una gran sonrisa.

Nos cambiamos todas de ropa y cojo la bicicleta sin pedales de Lía. Le pongo el casco y sus rodilleras y salimos hacia el parque.

Pasamos el resto de la tarde jugando en los columpios, el tobogán y el arenero. Cuando empieza a oscurecer volvemos a casa.

—Nos vemos —me despido de Eva con Lía durmiendo entre mis brazos.

Cierro la puerta y dejo las cosas en su sitio antes de bañar a Lía. Cuando termino le doy su cena y la acuesto. En cuestión de segundos vuelve a estar profundamente dormida.

Pico algo rápido, repaso el caso de PCS y me acuesto quedándome dormida en segundos.

Me despierto a media noche con unas ganas horribles de vomitar así que salgo corriendo al baño. Cuando termino de vomitar la poca comida que he comido en todo el día me lavo los dientes y vuelvo a mi habitación aún con dolor de estómago. Me acuesto de nuevo e intento dormir pero los escalofríos y retortijones que tengo no me lo ponen demasiado fácil.

Cuando suena la alarma por la mañana apenas he podido dormir un par de horas así que con toda mi fuerza de voluntad lucho contra las ganas de quedarme en la cama echa un ovillo retorciéndome en mi desgracia y me levanto.

Me ducho y hago mis necesidades para después mirarme al espejo.

—Joder —susurro al ver mi piel más pálida de lo normal y mis ojeras multiplicadas por diez.

Hago lo que puedo con el maquillaje y, por suerte, logro disimular bastante las ojeras. Me pongo un poco de colorete para no verme tan pálida y dejo que mi pelo se seque al natural.

Mientras me preparo una torrada con aguacate y tomate para desayunar llamo a Rosa y le pregunto si puede venir más temprano hoy, me dice que no hay problema y en media hora ya está en mi casa.

—Vaya, señorita Bianca, no tiene muy buena cara hoy —dice tan solo verme.

Suspiro. Mis esfuerzos por disimular mi aspecto de moribunda no han tenido resultado al parecer, pero ya no tengo tiempo para hacer nada más.

—Lo sé, no he pasado muy buena noche —le explico terminándome el desayuno.

A los cinco minutos salgo de casa y conduzco hasta PCS. Llego allí sobre las nueve menos diez así que me tomo mi trayecto hasta el interior con calma. Me arreglo la falda del traje sutilmente y entro al edificio.

—Buenos días señorita Martinelli —saluda el mismo chico rubio del otro día desde detrás del mostrador—. El señor Román la espera en su despacho, está en el último piso, podrá acceder con la tarjeta pero le aconsejo que llame a la puerta antes de entrar —explica dándome la tarjeta.

Le agradezco y me dirijo al ascensor, una vez dentro pulso el botón del último piso y espero.

No sé a qué viene lo de citarme en su despacho tan temprano si el viernes acordamos vernos en la sala de reuniones con el resto de implicados en el caso. Aunque tal vez tenga algo que ver con el hecho de que su abogada es una stripper a la que se tiró hace un par de años.

Suspiro sutilmente cuando las puertas del ascensor se abren dejándome ver unas grandes puertas de cristal opaco que dibujan la silueta de los objetos al otro lado y de Marcos.

Camino a través del corto pasillo haciendo repiquetear mis tacones en el suelo, cuando estoy frente a la puerta toco con mis nudillos anunciando mi llegada.

—Adelante —escucho la voz de Marcos al otro lado.

Paso la tarjeta por el identificador y cuando escucho el pitido de verificación abro la puerta.

Frente a mi se deja ver un despacho enorme con un par de sofás de cuero negro a cada lado de la puerta, una estantería que ocupa toda la pared de enfrente, un ventanal que ocupa otra de las paredes, una puerta y un escritorio bastante amplio en el centro con dos sillones a un lado y una silla de cuero al otro.

Marcos está apoyado en el escritorio mirando por el ventanal. Lleva unos pantalones negros ligeramente ajustados y una camisa del mismo color con los primeros botones desabrochados dejando ver los tatuajes que cubren su pecho.

—Buenos días señorita Martinelli —saluda dirigiendo su mirada a mi. Cuando me ve frunce ligeramente el ceño—. Vaya, no parecen tan buenos para usted —dice refiriéndose a mi aspecto.

No puedo evitar soltar un pequeño gruñido ante su broma.

—Buenos días, señor Román. Y no, no son tan buenos —le digo lo más educada posible aún sin poder evitar cierto tono de reproche.

—Ya le dije que podía tutearme —dice caminando hasta la silla de detrás del escritorio.

—Entonces hágalo usted también —le reto.

En su rostro aparece una sonrisa ladina que se mantiene por unos segundos, suficientes para apreciar el hoyuelo que se dibuja en su mejilla.

—Está bien, Bianca —dice sentándose.

Mi nombre en sus labios suena demasiado seductor, demasiado tentativo.

—Siéntate —me pide señalando uno de los sillones frente a él.

Hago lo que me pide y me dispongo a sacar los papeles del caso de mi cartera pero su voz me detiene.

—Deja eso para la reunión de luego —dice haciendo un gesto despreocupado.

Suspiro dejando la cartera en el suelo.

—Bien, entonces tú dirás —le digo mirándolo de nuevo.

Cruza sus manos sobre la mesa y me mira con cierta curiosidad.

—¿Te gusta lo que haces? —pregunta.

Alzo una ceja sin entender a qué viene la pregunta.

—Siempre he querido ser abogada —respondo con franqueza—. Y sí, me gusta.

Niega con la cabeza.

—No me refería a eso y lo sabes —dice.

Suspiro.

—¿A qué viene esto? ¿Por qué estoy aquí? —pregunto.

—Me gusta saber con qué clase de gente trabajo —dice restándole importancia.

Jadeo sorprendida.

—¿Es que acaso el que sea stripper afecta de alguna manera a mi rendimiento como abogada? —pregunto mosqueada.

Me analiza por unos segundos antes de responder.

—No lo creo para nada así, pero estoy seguro de que muchos otros sí lo harían si se enteraran —dice recostándose en el respaldo de la silla—. No creo que tu jefe sepa sobre el tema... Y, desde luego si alguien de esta empresa o de Delta Pro se enterase yo perdería toda la credibilidad y buena reputación que tengo —expone.

Suelto una carcajada.

—Supongo que eso no es una amenaza, ya que en todo caso quién más perdería serias tú. Así que no entiendo a dónde quieres ir a parar con esto —le digo.

Suspira.

—Quiero pedirte un favor —dice por fin.

Frunzo el ceño.

—¿Qué clase de favor? —pregunto con cierta cautela.

—Uno que no te va a gustar —dice y al ver que no digo nada más prosigue—. Quiero pedirte que dejes de actuar durante el tiempo que estés trabajando conmigo.

Lo miro entre sorprendida y cabreada.

—No puedes pedirme eso. A nadie debería importarle lo que haga fuera de mi horas de trabajo en Zetta —le digo con dureza.

Él suspira y se levanta caminando hacia el ventanal.

—Mira, no es nada personal, respeto tus dos trabajos y me importa bien poco lo que hagas en ellos. Pero no puedo permitirme que alguien del sector se entere de que mi abogada es una stripper, podrían usarlo en mi contra y, con la fusión de empresas de por medio, acabarían con dos de los mayores competidores del mercado —explica mirando por la ventana.

Gruño y me muerdo el labio analizando mis opciones. Si accedo estoy renunciando temporalmente a mi mayor pasión, a lo que me salvó la vida en más de una ocasión y a lo que me ha dado a las mejores personas que tengo. Si me niego posiblemente perderé el puesto y estaré renunciando a la mejor oportunidad que tengo para ascender en el bufete.

—Te vas a hacer daño —susurra a unos metros de mí.

Inconscientemente entreabro mi boca y siento mi labio dolorido por la presión que ejercían mis dientes sobre él. ¿En qué momento se me ha acercado tanto?

—Sé que te estoy poniendo entre la espada y la pared así que para compensarte te pagaré las horas que no trabajes en el club —dice intentando convencerme.

—¿Qué? —pregunto confundida.

—No quiero que por mantener mi reputación en pie dejes de tener esos ingresos —explica.

—No trabajo en el club por el dinero —le digo indignada—. Trabajo porque me gusta y porque es algo que siempre ha estado para mí. No necesito tu dinero, no lo quiero.

—Creía que trabajabas ahí por dinero fácil, como en el otro club —dice un tanto desubicado.

Abro los ojos como platos cuando entiendo de lo que habla. Cuando nos conocimos hace dos años yo trabajaba en el otro club y por aquel entonces no estaba en mi mejor estado, tanto físico como mental. Físicamente aún tenía moretones de la última paliza que me había dado el malnacido de mi novio y mentalmente estaba echa puré así que normalmente me mantenía ocupada con clientes después de los shows para evitar volver a casa con ese hijo de puta.

Niego con la cabeza.

—Pues creías mal —le digo levantándome de la silla para quedar delante suyo, retándolo—. Mira, Marcos, puede que seas un tipo con mucho dinero y seguro que estás acostumbrado a tener todo lo que pides, pero eres un cabrón si crees que después de tratarme como una fulana barata voy a aceptar tus condiciones —digo esto último en un gruñido.

Me mira con los ojos entrecerrados, creo que intenta averiguar qué queda en mí de aquella chica magullada y destrozada con la que se acostó, para saber por dónde puede hacerme caer en su trato. Lo que no sabe es que ya no queda nada de ella en mí, todo está enterrado y olvidado en algún lugar de mi subconsciente, guardado bajo llave y sin camino de vuelta.

—Lo siento —se disculpa dejándome desconcertada.

—¿Qué? —pregunto sin entender su repentino arrebato de humanidad.

—Lamento haber insinuado eso, entiendo que no quieras revivir esa época de tu vida y he hecho mal en mencionarlo —admite.

Lo estudio tratando de averiguar si lo que dice es verdad o no, pero su rostro relajado y sus ojos verdes reflejan un pequeño atisbo de arrepentimiento.

—Está bien, disculpas aceptadas —digo bajando la guardia.

Una sonrisa aparece en su rostro dejándome ver sus perfectos dientes blancos.

—Entonces, tenemos un trato —afirma acercándose aún más a mí.

Mi respiración se acelera al oler su perfume y sentirlo tan cerca de mí y mi mente parece perder la poca cordura que le queda cuando una de sus manos se posa firmemente en mi cintura.

—Por ahora, tenemos trato —digo incapaz de articular alguna palabra más.

Su mirada se pasea por mi rostro y luego baja indiscretamente por el escote pronunciado de mi blusa roja. Sus ojos me miran con deseo y sus manos sujetan con fuerza mi cintura.

—Me alegra que nos entendamos, señorita Martinelli —susurra a unos centímetros de mi oreja erizándome la piel.

—Como su abogada, señor Román, debería recomendarle que se alejara —susurro rodeando sus muñecas con mis manos pero sin incitarlo a moverlas.

Gruñe mirándome a los ojos.

—Aún no estás en horario de trabajo así que voy a tener que pasar esa recomendación por alto —dice a escasos centímetros de mi boca.

Me mira estudiando mis reacciones a sus movimientos y, sin siquiera dudarlo, me besa.

Sus labios envuelven los míos a la perfección y su lengua se abre camino buscando la mía. Ambos nos sincronizamos manteniendo un ritmo frenético y ansioso.

Sus manos se deslizan a mi trasero y me empuja aún más contra su cuerpo mientras las mías viajan a su nuca para profundizar nuestro beso.

Nos separamos a regañadientes cuando se nos acaba el aire.

—Mierda —maldecimos los dos al mismo tiempo apoyando nuestras frentes y aún con los ojos cerrados.

—Eso ha sido...

—Muy intenso —me interrumpe.

Abro los ojos encontrándome de lleno con el verde de los suyos.

—Bianca Martinelli, vas a ser un problema —dice.

Suelto una carcajada.

—Podría decir lo mismo de ti —admito sintiendo como mi corazón golpea frenéticamente contra mi pecho.

—No podía quitarte de mi cabeza desde que entraste a mi despacho el viernes contoneando tus caderas y mordiendo el tapón del rotulador —gruñe apretando mi trasero—. Y en el club ya ni te digo...

Jadeo al sentir su erección contra mí y decido que es momento de separarnos antes de cometer una locura aún mayor.

Pongo mis manos contra su firme pecho y me separo de su cuerpo dejando que el aire frío de la habitación me envuelva.

Marcos me mira y una sonrisa pícara aparece en su rostro.

—¿Qué? —pregunto confundida.

—Nada —dice restándole importancia—. Hace dos años no tenías esos piercings -dice apuntando a mi pecho.

No necesito mirar para saber que se refiere a los de mis pezones y que después de nuestro beso y sin sujetador la blusa no deja mucho a la imaginación.

Ruedo los ojos.

Aprovechamos el rato que nos queda hasta la hora de la reunión y lo pasamos, entre miraditas y comentarios subidos de tono, repasando los últimos detalles del acuerdo puesto que hoy vienen los altos cargos de Delta Pro a exponer sus condiciones.

Cuando llega la hora nos dirigimos a la sala de reuniones y unos minutos más tarde llegan el resto de interesados.

—Buenos días —saludan al entrar.

—Buenas, soy el abogado de Delta Pro, un gusto conocerla señorita Martinelli —se presenta un hombre rubio que parece de mi edad dejando un par de besos en mis mejillas.

Siento una mirada que me quema desde el otro lado de la habitación y no me hace falta mirar para saber quién es.

Intercambio un par de palabras con el hombre, que se llama Daniel, y sus jefes.

—Por cierto, podríamos salir esta noche a tomar algo —dice cuando sus jefes se alejan—. Ya sabes, para conocernos y compartir nuestros métodos de trabajo —le quita hierro al asunto.

Lo miro un tanto incómoda sin saber bien que decir ante su precipitada invitación.

—Veras...

—Lo lamento señor García, pero me temo que mi abogada ya tiene planes para esta noche —me interrumpe Marcos apareciendo a mi lado—. He organizado una pequeña cena de empresa para celebrar nuestros futuros avances —se excusa.

Lo miro levantando una ceja sin saber si lo que dice es verdad o solo es una mentira para ayudarme a salir de esta situación.

—Oh, vaya. Pues entonces otro día será —dice mirándome con un poco de decepción y yéndose con sus jefes.

—¿A qué ha venido eso? —le susurro confundida a Marcos.

—Ya me lo agradecerás más tarde —asegura guiñándome un ojo con sutileza—. Bien, caballeros, si no les importa, iremos empezando ya con la reunión —anuncia sentándose.

El resto lo imitamos y damos comienzo a la reunión.

Durante la reunión no puedo evitar notar las miradas de Daniel, que aprovecha para coquetear conmigo sutilmente, por mi parte me limito a responder las dudas de los presentes y aclarar la disposición de los términos que pide PCS.

Marcos, que está sentado a mi lado, lleva un buen rato sin hablar más de tres palabras seguidas y cuando lo hace es para darme la razón como a los tontos y volver a centrarse en la pantalla apagada de su teléfono.

Decido pasar del hombre tenso y enfurruñado que tengo al lado y centrarme en el resto de personas de la sala. Intervengo en lo que creo importante y escucho sus condiciones. Finalmente llegamos a un acuerdo que favorece a ambas empresas y les asegura cierta estabilidad si, por el motivo que sea, la fusión no funciona o no da los resultados que se esperan.

Cuatro horas más tarde ya están todos los puntos sobre las íes y ambos directores están firmando los papeles y compartiendo alguna que otra anécdota. Decido quedarme al margen y esperar a que terminen de hablar para despedirme y hablar con Marcos sobre si me necesita en la empresa como abogada interna o si ya he cumplido mis funciones aquí.

Daniel se acerca a mí con una sonrisa en los labios que no puedo evitar devolverle.

—Vaya, ha sido una reunión bastante intensa —dice tratando de romper el hielo.

Si lo dice por todas las miraditas que le ha echado a mi escote en la última media hora, sí, ha sido bastante intensa.

—Sí, la verdad, pero teniendo en cuenta la magnitud de ambas empresas me ha parecido de estricta necesidad dejar todos los cabos bien atados —le digo sin darle mayor importancia al asunto.

Asiente con la cabeza y se queda a mi lado. Unos segundos más tarde vuelve a hablar.

—Oye, no me malinterpretes, pero me gustaría invitarte a comer —dice sin rodeos pillándome por sorpresa—. Ya sabes, ha sido una mañana larga y justo es hora de comer... —añade tratando de convencerme.

Sonrío incomoda. No es que no me parezca un buen tipo, pero... no sé, no es mi tipo y al parecer, por todo el coqueteo yo si debo ser el suyo así que tampoco quiero crearle falsas esperanzas...

—Vaya, eres muy amable Daniel, pero no creo que sea apropiado... ya sabes, por lo de que ahora empezaremos a trabajar juntos y tal... —me excuso y, sin querer, me encuentro buscando la mirada de Marcos que está centrada en mi.

Un atisbo de decepción cruza por su cara pero lo disimula con una sonrisa forzada.

—Claro, tienes razón, ha sido una tontería —dice rascándose la nuca—. Bueno, supongo que de ahora en adelante nos veremos bastante así que si algún día te apetece tomar un café o criticar a los jefes me avisas —añade guiñándome un ojo a modo de despedida.

—Nos vemos, Daniel —digo entre risas.

El rubio sale de la sala junto con sus jefes de manera que quedamos Marco, yo y otros tres socios de PCS.

Marcos me mira desde el otro lado de la habitación con un gesto serio.

—Bien, señores, ha sido todo un éxito, les veré en la próxima reunión semanal, espero que pasen una buena semana —se despide de sus socios.

—Hasta pronto —dice uno de ellos al salir.

—Nos vemos —dice otro despidiéndose de mí con un asentimiento.

—Un gusto señorita Martinelli. Marcos —dice el último.

Recojo mis cosas y me dispongo a irme cuando la voz de Marcos me detiene.

—¿Te has divertido? —pregunta dejándome confundida.

¿Se supone que una reunión de negocios es divertida? Menudo concepto de diversión tiene este hombre entonces.

—¿Disculpa? —pregunto sin entender.

Él suspira acercándose a mí como un depredador acechando a su presa.

—Que si te has divertido coqueteando con el rubio teñido ese durante toda la reunión —dice medio gruñendo.

Suelto una carcajada.

—Primero de todo, yo no estaba coqueteando con él, era él quien no paraba de mirarme —digo—. Segundo, si así hubiera sido... ¿qué más te da? —añado avanzando hacia él—. Y tercero, no tengo que dar explicaciones a nadie —digo cuando ya estoy enfrente suyo.

Me mira enarcando una ceja.

—¿Te ha gustado? —pregunta— El rubio teñido —aclara la pregunta.

Resoplo y ruedo los ojos. Aun así decido picarlo un poco.

—Es mono —digo mordiéndome el labio—. Y, sin duda, parece que sabe cómo usar la lengua —agrego mirándolo a los ojos.

—Suerte que eres abogada y no ladrona porque como mentirosa no tienes ningún futuro —se burla.

Me río.

—¿Qué me ha delatado? —pregunto.

Creía que me había quedado muy realista.

—Mmm... lo de toquetearte el pelo ha sido demasiado —dice—. Y no creo que los niños pijos con pinta de haber salido de la facultad sean tu tipo —se burla.

Abro la boca sorprendida.

—¿Y cuál es mi tipo? —Me hago la sueca.

Él se acerca un poco más a mí y no duda en agarrarme de la cintura.

—No sé por qué, pero creo que los tipos fuertes, tatuados y un tanto descarados son tu punto débil —susurra en mi oreja erizándome la piel—. ¿Me equivoco? —dice dejando un pequeño beso debajo de mi oreja robándome un jadeo traicionero—. Ya veo que no —Sonríe y se separa de mi lentamente dejándome con ganas de volver a probar sus labios.

—Eres un capullo —le digo.

Asiente con la cabeza.

—Sí, bueno, suelen decírmelo —Me guiña un ojo y quita sus manos de mi cintura—. Pasaré a buscarte por tu casa a las nueve —dice pillándome por sorpresa.

¿Qué me he perdido?

—¿Qué? —pregunto sin entender una mierda.

—Oh, lo de que esta noche estás ocupada es verdad, solo que no es una cena de empresa —dice recogiendo sus cosas.

Lo miro alzando las cejas.

—¿Y cuándo pensabas decírmelo? —le pregunto cruzándome de brazos.

Me mira sin entender a qué me refiero.

—Te lo he dicho antes —dice como si nada.

Frunzo el ceño.

—¡Pensaba que era una excusa para ayudarme con Daniel! —le digo exasperada.

—Pues ya ves que no —Se encoje de hombros una vez ya tiene todas sus pertenencias.

Ruedo los ojos y decido dejar estar el tema. Tampoco voy a decir que me desagrada la idea de salir a cenar con mi jefe calenturiento así que no protesto más no vaya a ser que cambie de opinión.

Cuando ve que no digo nada más vuelve a hablar.

—Bien, entonces a las nueve en tu casa —dice y se va sin más.

Me quedo pasmada en la sala sin entender muy bien qué coño ha pasado y cuando no consigo encontrar ninguna explicación racional decido irme.

N/A:

¡Hola a todos!

¡Aquí termina el cuarto capítulo!

¡No sé vosotros pero yo me moría de ganas de que hubiera beso entre Bianca y Marcos! *gritito de pava reprimida*

Pobre Daniel... le han dado calabazas incluso antes de empezar... ¿tendrá alguna oportunidad con Bianca en el futuro?

Si quieres saber qué pasará te invito a que añadas la novela a tu lista de lectura y dejes tu estrellita y comentarios por aquí.

Como ya dije, esta novela estaba participando en el ONC2022, por desgracia no logré llegar a tiempo para cumplir la meta del mínimo de palabras para la última ronda. Aun así he decidido seguir publicándola y ver que acogida tiene.

¡Nos leemos más pronto que tarde!

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