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Capítulo 30

Había pasado más o menos una hora desde que Maya comenzó a caminar, y ya no estaba segura de si conocía el castillo entero debido a su exploración o se encontraba totalmente perdida. Hace tiempo escuchó decir a alguien que perderse en el castillo de Wilson era la cosa más fácil que podías hacer en tu vida, y lo comprobó al darse cuenta que todo estaba hecho como si se tratase de un laberinto y no un lugar de cuento de hadas, incluso, si usaba su imaginación, fácilmente podía imaginar paredes de piedra con enredaderas en lugar de tapices de colores y flores.

Vanessa le contó un poco sobre su experiencia caminando sin rumbo varias veces mientras ella estaba ocupada en sus clases, y por el aire que adoptó supuso que sería divertido o al menos interesante, no algo realmente espeluznante.

<<Debí suponerlo también, a Vanessa le gustan las cosas raras>>

Si le buscaba el lado bueno, podía sacarle provecho observando las antigüedades, sobretodo porque mientras más caminaba más viejo se veía todo. Tenía cierto encanto, pero debía confesar que no era así como le gustaba, su gracia estaba en la decadencia y ver las mansiones de los adinerados al borde del colapso tenía un efecto hechizante que le resultaba extraño pero genuino, aún más cuando no conocía la historia del lugar y ella misma podía crearse una.

Una vez había conseguido entrar a la vieja mansión abandonada de el pueblo de BlueWood, mismo que curiosamente sería el ducado de Evan, y, tal vez el suyo también. Sus padres y los de Vanessa tenían una granja ahí y sumándole a la pradera en serio no había lugar en el mundo donde ella deseara vivir más que ese, ni siquiera el castillo; la mansión databa del siglo diecinueve y había sido de la familia Shelley, unos ingleses adinerados que llegaban solo en verano para pasar el rato y después se iban, por lo que estaba llena de cosas viejas y maravillosas, y hasta había encontrado una carta de amor que no tardó en traducir. Fantaseó todo el rato mientras exploró y descubrió toda clase de tesoros, fotos y recuerdos que dejaron atrás, pero por respeto no se llevó nada por más que le gustara.

<<Desearía que esto fuera así, o quedar estancada en ese momento para siempre>>

Hasta esperaba encontrarse con algún fantasma de una bella dama vestida de negro cruzando el pasillo, con expresión de melancolía y romántico aire de tragedia, pero eso fue otra cosa de su imaginación. Las personas inventaban historias de fantasmas todo el tiempo, algunas tan bien hechas que llegaban a ser creídas hasta por el más escéptico. En el castillo estaba la historia del fantasma del rey Finley, que se aparecía por las noches de luna llena clamando por justicia por su misteriosa muerte, y varios afirmaban haberlo visto y escuchado.

<<¿Cómo podría ser eso real? Sus hijos no lo han escuchado jamás, las personas solo están sujestionadas por los cuentos, y si no dejo de pensar en ello yo también acabaré engañada por mi mente>>

Se detuvo un segundo, consciente de que ahora sí no sabía donde estaba.

—Nunca había venido a esta parte, todo se ve tan descuidado y triste que no parece que sea el mismo lugar.

Decidió quedarse con lo más probable: esa era el área para los empleados. Una ventaja de saber tanto sobre las mansiones de época y aprenderse ciertos datos curiosos, era que sabía que los castillos y hogares de adinerados tenían esas zonas para que los dueños no se mezclaran con su servidumbre, y hasta pasillos escondidos para que sus visitas no tuvieran que verlos, quizás eso era lo que los príncipe usaban para escuchar cuando ellas hablaban con la reina.

De pronto se sintió un poco insegura, no había pensado con seriedad en esos pasillos, y supuso que era por eso que Vanessa no quería hablar sobre nada, porque siempre podía haber alguien escuchando tras una pared o una puerta escondida en el tapiz.

<<Hasta podrían seguirme y yo no lo notaría>>

¿Fantasmas en el castillo? Eso no asustaba, pero espías o personas malintencionadas sabiendo todo sobre ella sí, eso sí que daba miedo. No tenía idea de cuantos pasadizos secretos había ni donde estaban, podría ser vigilada incluso mientras tomaba una ducha y ella jamás se daría cuenta.

<<Tengo que reconocer el terreno o salir huyendo de aquí>>

Lo más preocupante era que se encontraba totalmente desorientada, y tenía que ver a sus padres en menos de treinta minutos. Si algo tenían los señores Thomas eran sus inmensos deseos de grandeza, no les importaba pasar por encima de quien sea para obtenerla, aunque fuera su hija, por ello no debía darles motivos para abrir la boca y dejarlos vivir como los orgullosos padres de la duquesa de BlueWood.

Se dio cuenta de que no tenía más opción que continuar caminando y esperar a encontrarse con alguien que la llevara de regreso, porque por sí misma estaba atrapada en una condición de inútil molesta y dolorosa, pero realista. Jamás volvería a intentar seguir los pasatiempos extraños de su mejor amiga, estaba claro que eran diferentes como dos copos de nieve y las mismas cosas no funcionaban con las dos.

Como cosa extraña, los pasillos se volvían cada vez más estrechos, o tal vez era ella que ya estaba desesperada por regresar a la parte bonita, entristecida por los pobres empleados que debían pasar en esa zona tan deprimente todo el tiempo. Al fondo se veía una puerta, seguro ahí encontraría a alguien que la ayudara.

—Es raro, siento que ya había estado...

No pudo terminar la frase, porque se quedó helada al toparse de frente con el papel tapiz protagonista en su sueño pesadilla, y que la puerta y todo el pasillo eran el escenario donde se había desarrollado.

<<Yo nunca estuve aquí, es imposible que lo haya visto como un recuerdo>>

No pudo moverse por un momento, más que para apretar los puños y mover su pecho al ritmo de su respiración agitada. No presumía de ser muy sensible, pero ese lugar definitivamente tenía una vibra horrenda que gritaba tragedia por donde se le viera, justo como esa pesadilla que en realidad no mostraba algo tan aterrador pero atacaba en la sensibilidad. Se esforzó por encontrar el valor y recuperar el control de su cuerpo, tenía que saber que había tras esa puerta y tal vez no tendría otra oportunidad como esa.

Cada paso que dio se sintió pesado y retumbar con eco hasta el alto techo, y le tomó mucho más del tiempo normal llegar hasta ahí, pero finalmente lo consiguió. No supo si fue alivio o decepción, pero era solo una cocina.

—Dios mío—. Se llevó la mano al pecho y tragó saliva—. El corazón me va a saltar del pecho, como si hubiera corrido una maratón.

—Bueno querida, eso suele pasar cuando uno mete las narices donde no debe.

Ahora sí hasta le dolió el siguiente latido de su corazón, por escuchar la fría voz de la reina atrás de ella. Su alma volvió al cuerpo, pero a partir de ese momento fue como si se pusiera en piloto automático con todo lo aprendido y no fuera ella misma, la asustada y confundida versión de Maya Thomas que se encontraba bajo el vestido de seda rosa.

—Su majestad—. Ejecutó una perfecta reverencia—. Me disculpo si mis acciones han ocasionado problemas, quise dar un paseo pero me temo que me confundí y terminé perdida.

Permaneció inclinada, su tono de voz fue suave y respetuoso, e incluso cuidó su expresión a pesar de que seguro no podía verla. Charlotte hizo caso omiso a su disculpa, y continuó insistiendo en darle una reprimenda.

—Eres una verdadera impertinente, merodeando con total confianza en una casa que no te pertenece.

<<El castillo tampoco es suyo, es de Isla Azul>>

—Por favor acepte mis disculpas majestad, juro que no volverá a suceder.

—No te atrevas a jurar, no sea que tus palabras se vuelvan en tu contra.

Maya no encontraba que más decir, y fue cuando Charlotte pasó a su lado sin prestarle mayor atención y se dirigió a la cocina, para después cerrar de un portazo.

<<Fue ingenuo pensar en pedirle que me sacara de aquí, claramente no soy su favorita>>

No supo que hacer durante un instante, hasta que cayó en cuenta que había sido echada y por dignidad y orgullo debía irse de inmediato, así que echó a correr por donde había llegado antes de que se viera más lastimada por la dureza de la monarca.

<<Esta no es mi casa, lo ha dejado bastante claro>>

Apenas estaba haciéndose a la idea de la vida que tendría que llevar si elegía quedarse con Evan en el futuro, y resultaba que tenía que agregar a la receta la poca aprobación que conseguía de la persona más importante de Isla Azul, el ingrediente perfecto para el desastre.

Recordó cuando Evan le ofreció sacarla del país y ayudarla a hacer una vida en el extranjero, cuando ni siquiera tenía grandes sentimientos por él ni tampoco algo que la atara de verdad a ese lugar, y se preguntó porque diablos no había aceptado si cualquiera con un poco de sentido común habría visto lo que se le venía encima.

No supo como fue que consiguió regresar a la zona del palacio que se le permitía frecuentar ni se aprendió el camino, le atribuyó todo a la suerte y a la desesperación, pero la pobre no pudo ni recuperar el aliento cuando ya le estaban pasando más cosas.

Una señorita un poco mayor que ella y vestida con el uniforme de las empleadas se acercó a ella, con timidez y un poco de miedo.

—Señorita Maya, sus padres están aquí.

Lorenzo y Virginia esperaban al pie de la escalera con una encantadora sonrisa, que ella sabía que era falsa, y la llamaban a gritos como si la hubieran extrañado demasiado y ya no pudieran pasar ni un minuto más lejos de ella.

La chica se atrevió a decir algo más:

—He pedido té de manzanilla, le ayudará a relajarse y resistir.

—Gracias—. Susurró.

Le tomó un minuto más recomponerse, hasta que los llamados de sus padres fueron demasiado efusivos y no pudo continuar igorándolos. Entonces, se acomodó el vestido y suspiró.

—Que comience la función.

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