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Capítulo 26

Vanessa se dedicó a contarle todo a Maya con lujos de detalles, hasta que la futura duquesa se quedó presa del shock y tuvo que darle un golpecito en la mejilla para volver en sí.

—Tú le dijiste a Adam que te gusta.

—Podría decirse.

—Y le dijiste a Kiera que dejara de buscarlo porque ya no está disponible.

—Con otras palabras.

—¡¿Cómo diablos lograste hacer eso?!

—¡No tengo idea!

Las dos se dejaron caer de espaldas sobre la cama.

—Realmente lo hiciste, superaste tu pánico.

—Cuando vi a Kiera tan cerca y decidida me asusté, fue como un ultimátum, es ahora o nunca, ¿sabes?

—Es correcto, si hubieras dicho que no una vez más habrías dejado el camino libre para Kiera, que claramente no es buen material para reina siendo tan indecisa y ambiciosa.

—Regresó porque vio en las noticias que Adam estaba en una relación contigo, pretendía recuperarlo.

—Debes tener cuidado.

—¿Por qué?

—Porque ella no ama a Adam, ama la corona que puede poner sobre su cabeza, y ese no es un anhelo que se deje ir tan rápido.

—Adam no me haría eso.

—No dije que él lo haría, pero sí que ella puede intentar hacerte algo.

—¿Venganza?

—Ella tiene poder por su familia, pero tú no tienes nada y eso no cambiará a menos que te cases con Adam y te conviertas en reina de Isla Azul.

—Y ya la provoqué, la dejé con la palabra en la boca y me llevé a Adam.

—Una loca te cortó el cabello y ni siquiera lo conoce, esto puede ser más grave.

—Dios, Maya, no me asustes.

—No pretendo hacerlo, pero tampoco quiero que te tomen con la guardia baja.

—Esto se vuelve peor cuando pienso que tendré que volver al apartamento en cualquier momento, no hay razones para que me quede aquí ni para que me den seguridad.

—¿Por qué dices eso?

—Tú eres la futura duquesa, yo solo soy tu mejor amiga.

Maya soltó una risita.

—¿Qué?

—Aún no te haz dado cuenta de lo que hiciste, ¿verdad?

—¿Qué fue lo que hice?

—Aceptaste a Adam, ahora eres la novia del heredero al trono de Isla Azul, la futura reina si todo sale bien.

Vanessa no había podido pegar el ojo en toda la noche y no podía abrir la boca para decir palabra, no después de que Maya la volvió consciente de su situación, de toda la responsabilidad que ahora pesaba sobre sus hombros.

Era un asunto por demás complicado, porque estaba segura de que quería a Adam, pero no quería todo lo que venía con él, le gustaría poder separarlos y quedarse solo con el chico que le había robado el aliento y no con una isla entera que esperaba que la reinara perfectamente. Nunca se había imaginado a sí misma como una princesa, ni siquiera cuando era niña y su madre le compraba tiaras de plástico para jugar, y ahora estaba en una relación con un chico que podía darle una real y era aterrador, porque por más que lo intentaba no lograba verse a sí misma sentada en un trono a su lado.

Maya dormía tan plácidamente desde que había aceptado a Evan, cosa que no le había costado porque aunque tímida, solía ser un poco más clara y arriesgada con sus sentimientos; no siempre le iba bien por ese aspecto, pero al menos esa vez le había resultado más sencillo quedarse con su príncipe azul. La observó un par de segundos e hizo una mueca, se encontraba envidiando a su mejor amiga y su serenidad, si tan solo ella pudiera considerarse capaz de llevar a cabo algo tan grande.

Sacudió la cabeza y salió de la cama con cuidado de no despertarla, necesitaba salir de ahí pronto o se volvería loca.

—Un poco de realidad, necesito un poco de realidad.

Para su mala suerte, los majestuosos pasillos del castillo Wilson daban la impresión de estar metida en un cuento de hadas, y no encontró lo que tanto deseaba, terminó doblemente asfixiada. Se recostó sobre una pared y la delgada tela de su camisón blanco le hizo traspasar el frío a la piel, pero hasta eso se sintió como un alivio con todo eso encima.

—¿Vane?

Abrió los ojos de golpe y se quedó quieta, sin reconocer la voz al principio, pero relajándose luego de analizarla y darse cuenta que no se trataba del fantasma del castillo que la gente tanto mencionaba ver pasar por las ventanas.

—Hola Harry.

—¿Qué haces despierta a esta hora?

—No podía dormir, ¿cuál es tu excusa?

—Soy padre de una niña de tres años demasiado inquieta, dormir no es una opción para mí.

Caminó hacia ella e igual se recostó sobre la pared.

—Siento que encuentro la manera de complicar hasta lo más sencillo.

—Todos nos hemos ahogado en un vaso de agua al menos una vez.

—Pero yo lo hago tan seguido que me sorprende que sigo viva.

—Es esa actitud la que te convierte en una víctima de ti misma.

—¿Qué debo hacer?

—Enfrentar lo que sea que hayas hecho, no puede ser tan malo.

—Solo afecta por completo mi futuro.

El inocente Harry, la aconsejó creyendo que hablaba sobre la universidad, no imaginó que esa conversación podría costarle cualquier oportunidad que haya tenido.

—A veces las cosas no salen como las planeamos, pero los cambios que se vienen pueden terminar en un mejor resultado.

—¿Y si es algo que nunca imaginaste?

—Es la gracia de la vida, da vueltas y nunca sabes donde estarás el siguiente día. Hace poco yo estaba dando clases en la escuela de nuestro pueblo y ahora tengo una habitación en el castillo Wilson porque mi hermana será la duquesa, divertido.

—Lo mío es aún más importante que lo de Maya, y no sé si estoy lista para asumirlo.

—Vanessa, tú eres una chica brillante y amable, todo lo que hagas con el corazón resultará bien, ten un poco de confianza en ti misma.

—Es fácil decirlo.

—Sería fácil hacerlo si te dedicaras un día entero a ponerte atención, te habrías dado cuenta hace mucho que eres maravillosa.

—¿Tanto como para ser una reina?

—Tú siempre haz sido una reina.

Cerró los ojos un momento. Todos decían que era buen material para reina, que era capaz de hacer todo y que sería excelente, pero el miedo permanecía ahí cada vez que algo fuera de su control sucedía.

—Estoy asustada.

—Las mejores cosas se hacen teniendo miedo, si no estuvieras asustada no serías humana.

—Tal vez soy demasiado humana.

—Eso es lo que te vuelve tan especial.

Vanessa sonrió.

—Si continúas hablando así voy a terminar con el ego hasta las nubes.

—Quizás ese es mi objetivo.

Todo se quedó en silencio un par de segundos, hasta que el llanto de Mónica saliendo de la habitación hizo que el padre se llevara las manos a la sien.

—Bueno, mi princesa llama.

—Mónica llora mucho, ¿no estará enferma?

—La verdad es que lo he estado considerando, será mejor que la lleve a una revisión, solo por salir de dudas.

—¿Puedo acompañarte?

—Si quieres, no me molestaría tener tu apoyo.

—Lo tienes, cuenta con ello.

Harry asintió y se despidió deseando buenas noches, su hija lo esperaba para recibir consuelo y no iba a hacerla esperar.

—Hacen que todo parezca tan sencillo, que llego a pensar que puede serlo.

Giró la cabeza hacia el otro lado del pasillo, llenándose de una extraña curiosidad, y un presentimiento inquietante se instaló en su pecho.

—¿Y si... ?

Comenzó a caminar. La alfombra estaba fría por culpa del ambiente y se sentía rasposa en sus pies descalzos, pero no era un detalle que no pudiese manejar, así que siguió adelante. Si la oscuridad y su memoria no le fallaban, le tomaría un par de minutos llegar al área de empleados.

Era tonto caminar por un lugar extraño en el que ni siquiera tenía permiso de hacerlo solo por un sueño, pero en ese momento perseguir algo que no existía sonaba más entretenido que dedicarse a pensar. No sabía que estaba buscando, ya tenía muy pocos recuerdos sobre el sueño, apenas iba más allá del tapiz y dudaba que durara más que unos días en su cabeza.

El ambiente en el castillo era normalmente frío y solitario, pero todo eso empeoraba de noche, cuando se daba la orden de apagar todas las luces y solo quedaban los rayos de luna que apenas alumbraban el camino de quien decidiera salir de su habitación. Su piel se veía más pálida de lo normal con esa iluminación, y su vestimenta seguro haría que cualquiera que pasara por la calle se llevara un susto al verla asomarse en algún balcón. Era curioso, había crecido escuchando la historia del fantasma del castillo, y ahora ella se estaba convirtiendo en uno, cruzando sigilosamente los pasillos en la noche y vagando sin rumbo durante el día, penando porque tenía muchos asuntos sin resolver.

<<Si fuera un fantasma de verdad, este sería el lugar perfecto para embrujar>>

La reina estaba en su sueño, pero sabía que podía deberse a que últimamente estaba muy presente en su vida, y todo eso pudo haber tenido influencia para que acabara soñando cosas horribles sobre ese lugar, y probablemente nunca acabaría entendiendo ni la cuarta parte de lo que había visto.

El niño y la taza de té eran cosas confusas, escenas que pasaron tan rápido que casi no las ve, e intentar buscarle un sentido era como querer encontrar una aguja en un pajar, acabaría con dolor de cabeza y no llegaría a ningún lado.

Finalmente, el pasillo se vio desde lejos, perfectamente dibujado y como lo recordaba, solo que la voz que se quejaba dentro de la cocina la hizo dudar si realmente estaba ahí o era otro sueño.

—¡Esto es increíble!—. Unas ollas cayeron al suelo—. ¡No puedo hacer esto por mí misma!

Asomó la cabeza por la puerta, y la visión de Charlotte en camisón y con una olla en la mano casi la hace irse de espaldas. Estaba a punto de retirarse, pero la reina se giró y la descubrió en el acto, por lo que no pudo hacer más que dar un paso al frente y realizar su reverencia.

—Buenas noches, su majestad.

La reina la observó con extrañeza.

—¿Podrías encender la luz?

Obedeció sin tardar, y la claridad le permitió ver un charco de leche en el piso.

—Recuerdo tu rostro, pero no tu nombre.

—Vanessa, su majestad.

—Oh, sí, modales impecables y tan bonita como una rosa, pero, ¿qué haces aquí?

La reina Charlotte tenía la habilidad de acorralar sin siquiera saber que lo estaba haciendo.

—No podía dormir.

—Agh, yo tampoco—. Se quejó—. Dicen que la leche caliente ayuda a conciliar el sueño, pero se me ha caído toda.

Vanessa pasó su mirada de la reina, la olla y el charco en el piso.

—Puedo hacerlo, si me permite.

La cocina combinaba perfectamente la modernidad con la antigüedad, al punto que parecía sacada de alguna obra surrealista.

—Me avergüenza no saber hacerlo, tendré que aceptar tu ofrecimiento, disculpa la molestia.

—No es nada majestad, estoy encantada de ayudar.

Extendió su mano y la reina tardó un momento en entender que le estaba pidiendo la olla, pero cuando lo hizo no tardó en entregársela. Vanessa prendió el fuego y sacó más leche de la refrigeradora, la puso en la olla y la dejó estar.

—¿Se hizo daño con la leche caliente?

—No, ni siquiera alcancé a servirla en la olla.

—Es un alivio.

Se quedaron en silencio, y comenzó a contar los segundos para que la leche estuviera lista y pudiera irse.

—Tienes un cabello muy bonito—. Halagó—. Recuerdo cuando el mío era así, largo y trenzado, me encantaba.

—Gracias por el cumplido, majestad.

—Esto es tedioso, ¿sabes? Me he convertido en una inútil, me siento avergonzada.

—Usted es todo menos inútil, ha reinado en Isla Azul como nadie, no importa si no sabe calentar un poco de leche, es una líder que siempre he admirado.

—Tienes un don para decir lo que las personas necesitan escuchar, gracias.

Sintió que no debía decir nada más, así que se limitó a sonreír y esperar a que la leche estuviera lista. Cuando la reina creyó que era suficiente, apagó el fuego y buscó una taza.

—Déjame hacer esto muchacha—. La apartó con delicadeza y sacó dos tazas ella misma—. Vamos a compartir, las dos necesitamos descansar.

Vanessa observó con pánico como la reina servía la leche para las dos, no quería que se lastimara, pero acabó haciéndolo con éxito y sonrió satisfecha cuando se la entregó.

—Vamos querida, mientras más pronto podamos volver a la cama mejor.

Vanessa asintió, no podía estar más de acuerdo. Las dos la acabaron bastante rápido, y Charlotte se encargó de lavarlas y devolverlas a su lugar.

Le echó un vistazo al lugar porque le parecía fascinante, pero entre todo acabó observando una taza sobre una repisa, una que ya había visto antes. La reina acabó su tarea y notó donde estaba puesta su atención.

—Era la taza favorita de mi esposo, tomaba café en ella todas las mañanas—. Contó—. No quería que los niños se sintieran mal al verla, así que la conservé en un lugar que ellos nunca visitan.

—Lo lamento.

—No te disculpes niña, es normal sentir curiosidad, pero ahora tenemos que irnos, hay que dormir un poco.

Vanessa sintió que la reina la estaba sacando a empujones de esa cocina, a pesar de que las dos caminaron tranquilamente por los pasillos hasta que tuvieron que tomar rumbos separados hacia sus habitaciones, y que todo había sido completamente tranquilo y un poco extraño, parecía que le agradaba.

Pero esa taza, era la misma taza que el niño llevaba en su sueño, esa que no quería entregar y la reina lo había obligado a llevar.

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