Capítulo 24
Vanessa finalmente pudo reunirse con Maya para tomar el té, bajo la atenta mirada de su maestra que aprovechó para evaluar sus modales, así que tampoco podía contarle nada.
—Esto ha sido agotador.
—No Maya, no puedes quejarte con los invitados—. Reprendió.
—Pero ella es mi mejor amiga.
—Igual no puedes hacerlo.
Maya suspiró y cambió su expresión.
—Pero ha valido totalmente la pena, aprender cosas nuevas me hace sentir complacida.
—¿Esto es una broma?
—¿Broma? Mi tono no fue juguetón—. Miró a la maestra—. ¿O sí?
—No, claramente la joven se ha confundido.
—¡Te están convirtiendo en robot! Apenas te han dejado dormir estos días con sus absurdas clases y ahora ni siquiera puedes demostrar tus emociones, ¿qué diablos les sucede?
—Vanessa cálmate por favor, estás exagerando la situación.
—¿Exagerando? Esta mujer acaba de regañarte porque me dijiste que el proceso ha sido agotador, siendo que yo soy tu mejor amiga y sé cuando estás cansada, ¿acaso cree que eres de piedra o algo así?
—Debo pedirle que se calme señorita, si no me veré en la obligación de solicitar que se le expulse del palacio por ser una mala influencia para la futura duquesa.
La mujer la miró desde arriba con superioridad, y eso fue suficiente para que Vanessa se saliera de sus casillas.
—¿Me estás amenazando? ¿Crees que puedes echarme de aquí?—. Se puso de pie—. Tú no tienes idea de quien soy yo ni del poder que podría tener si lo quisiera, no te atrevas a mirarme de esa manera—. Tomó a Maya de la mano y la obligó a levantarse—. Y tú eres la maleducada aquí, era una conversación privada y viniste a meter tus narices, ¿nadie te enseñó a respetar la privacidad o eres irrespetuosa por gusto?
Maya sujetó su brazo y le dio un apretón.
—Tranquila.
La lucha de miradas entre la maestra y Vanessa estaba reñida, pero la rubia se vio obligada a abandonarla cuando su mejor amiga la sacó a jalones de la habitación.
—¡¿Qué te sucede?!
—Ella te está maltratando.
—Solo me reprendió, no fue para tanto.
—Sí, eso no fue para tanto, ¿crees que no he visto tus brazos Maya?
Los ojos de la pelirroja se abrieron en grande.
—No sé de que estás hablando.
—También vi la regla de madera que se esforzaba en esconder tras su espalda, ¿me toman por tonta?
—No es eso y lo sabes.
—Me pregunto si Evan sabe que esa mujer te pega con la regla cada vez que te equivocas.
—Es algo que hicieron con él también mientras aprendía.
—¿Eso te dijo? ¿De verdad crees que alguien se atrevería a ponerle una mano encima a un príncipe?—. Se cruzó de brazos—. Y aunque fuera cierto, dudo mucho que quiera que lo hagan contigo también.
—No importa porque no va a saberlo.
—No puedo creer que estés dispuesta a soportar esto.
—Es parte de la experiencia.
—¿También te golpearon en la cabeza? Porque no encuentro otra explicación, la Maya que conozco jamás dejaría que le hagan algo como eso.
—La Maya que conoces estaba a mil años luz de ser una buena duquesa, y la Vanessa que yo conozco jamás habría hecho alarde de tener el afecto del príncipe heredero.
—Jamás mencioné a Adam.
—Lo insinuaste, ¿quién tendría más poder que una duquesa? Una reina, lo que podrías ser si quisieras.
—Te aseguro que aunque quiera ya no podría serlo.
El comentario le salió con algo de tristeza, y eso hizo que Maya se enfocara en ella y dejara de lado la discusión.
—¿De qué hablas? Adam estaría encantado de que dijeras que sí.
—No lo creo, ha regresado la chica que escogieron desde el principio.
—¿La que lo rechazó?
—Esa misma.
—Pero si ya lo rechazo, ¿qué cambiaría con su regreso?
—El hecho de que dejó claro que viene por él, y está decidida a convertirse en la reina de Isla Azul.
—No, Adam no lo aceptaría.
—Cuando eso suceda Adam no tendrá opción, fue escogida por la reina Charlotte para tomar su lugar, desposarla es parte de su deber y no hay nada que él ame más que el servicio a su pueblo.
—Una cosa es servir al pueblo y otra que te obliguen a casarte con alguien que no amas solo porque los demás creen que se vería bonita con una corona.
—Lo dice la persona que deja que la golpeen solo para ser aceptada.
Maya se llevó las manos a la cien y se quejó.
—Escucha Vanessa, esto es tan sencillo como tomar una decisión.
—¿Qué decisión?
—Quedarte con Adam o no.
—¿Crees que puedo competir con ella? Tiene el favor de la reina y el amor del pueblo, y como si todo eso fuera poco también es impresionantemente bella.
—¿No te haz visto en el espejo?
—La chica parece una modelo.
—Por favor Vanessa, tú te ves hermosa hasta recién levantada con todas las mechas en la cara, date cuenta.
—Tú lo dices porque eres mi mejor amiga.
—Sabes que no tengo problemas con la sinceridad.
Vanessa se quedó en silencio un momento.
—Acepto que soy bonita, tal vez hermosa, pero ella es preciosa.
—Serás preciosa cuando mejores esa actitud.
El sonido de unos aplausos las hizo dar un salto, aunque no tardaron en ubicar a Evan saliendo de la esquina del pasillo, aún en pijama y con el pelo alborotado.
—Para que sepas Vanessa, eres tan hermosa como las flores que florecen por primera vez en primavera, no te hagas menos—. Pasó su atención a Maya—. Y en cuanto a ti, me gustaría saber porque no me habías contado que la maestra te golpeaba con una regla cada vez que te equivocas.
Maya tragó saliva.
—¿Cuánto tiempo llevas escuchando?
—Más o menos desde que empezaron a hablar.
—Eso es muy descortés.
—No importa, soy el príncipe rebelde, ¿lo olvidas?
Evan avanzó hacia ellas pero las pasó de largo, iba directo al salón donde habían estado tomando el té.
—¿Qué está haciendo?
—Lo que me temía.
Se acercaron más para ver.
—¿Por qué sigue en pijama? Son las cuatro de la tarde.
—Buenos días miss Caroline, ¿cómo está?
La maestra, que se encontraba haciéndole muecas al asiento donde Vanessa se había sentado, dio un respingo y giró sobre sus talones.
—Su alteza real—. Hizo reverencia—. No esperaba encontrármelo por aquí.
—¿En mi castillo? Sí, suena lógico.
—Supongo que quiere hablar sobre los avances de la señorita Maya, una gran alumna.
—Sí, estoy seguro de que lo es—. Pasó la mano derecha por su cabello y sonrió—. Estoy seguro de que será aún mejor cuando tenga una buena maestra.
—¿D-disculpe?
—Evan—. Maya lo sujetó del brazo—. ¿Qué estás haciendo?
—La quiero fuera del castillo miss Caroline, no es adecuado que un maestro corrija con golpes a sus alumnos, no soporto los abusos de autoridad.
—Eso fue un accidente, dígale señorita Maya—. La miró con súplica—. Usted se golpeó en la pared en una de nuestras clases, ¿lo recuerda?
Ahora la veía diferente, ahora reconocía su poder porque Evan lo había recalcado, y en su memoria estaba bien grabada la imagen de su rostro lleno de burla después del primer golpe. Ahora suplicaba, ahora sí creía que era importante.
Evan puso su mano sobre la suya y ella lo miró directo a los ojos.
—Dime la verdad Maya, no quiero que haya secretos entre nosotros.
La había golpeado al menos siete veces, todas por errores menores que fácilmente podían ser corregidos con una o dos palabras, por errores que solo había cometido una vez y antes de las explicaciones. Tantas veces le repitió que no iba a llegar a ningún lado con esa patética actitud, y que no tenía idea de porque el príncipe Evan la había escogido para ser su duquesa siendo tan corriente y sin gracia.
Vanessa tenía razón, esa mujer le estaba lavando el cerebro y ella no podía permitir que le pasaran por encima y se salieran con la suya, iba a hacer uso del poder que tendría para defenderse y que todos supieran que era una mujer fuerte y no podían manipularla, no era justo dejarlos cuando incluso tenía el total apoyo de Evan.
Hasta ahí llegaba el abuso.
—¿Crees que un golpe contra la pared se vería así?
—Estoy seguro que no.
—Entonces ya tienes tu respuesta.
—¡Señorita Maya!—. Continuó fingiendo inocencia—. ¡Las mentiras son muy malas!
—¿Miento?—. Caminó hacia ella despacio—. Se la pasa regañando a todos por no actuar de la forma que usted considera correcta, pero nunca había conocido a alguien que personificara tan bien la hipocresía, ¿ya se le olvidó cómo se reía? Se equivocó al subestimarme miss Caroline, y aunque haya tenido éxito un tiempo por mis deseos de encajar, le puedo garantizar que no necesito que nadie venga a defenderme, no ahora que he recordado cual es mi papel—. Se paró justo frente a ella, denotando la diferencia de altura porque Maya era muy alta—. Le tocará verme convertirme en la mejor duquesa que ha tenido Isla Azul, se tragará todas sus palabras.
Al notar que no había salvación, miss Caroline dejó salir su verdadera personalidad.
—Alguien como tú jamás hará bien un trabajo tan importante.
—Nadie podría hacerlo mejor que yo, y le aconsejo que se vaya ya por las buenas, no sea que mi prometido se canse de escucharla hablar sus ridiculeces y la mande a sacar con los guardias, o peor aún, que me canse a mí y yo lo haga.
—Toda Isla Azul se enterará de esto.
—Diga lo que quiera, nada cambiará el hecho de que en un tiempo tendrá que inclinarse ante mí y llamarme su alteza real.
Miss Caroline ardió de cólera y abandonó el salón hecha una furia, no sin antes golpear el hombro de Maya con el suyo, o lo intentó porque no la alcanzaba.
Evan sonrió.
—Dios, ¡eso fue tan sexy!
—No vuelvas a decir tus pensamientos en voz alta.
—Lo siento.
Vanessa se estaba yendo de puntillas, hasta le sorprendió la rapidez con la que Evan se dio cuenta.
—¿A dónde crees que vas, Vanessa?
—Es que creí que querían privacidad—. Sonrió.
—¿Crees que vas a escapar? Maya ya enfrentó esto, ahora tienes que decirle a Adam que Kiera volvió.
—No lo haré.
—Sí lo harás.
Dio un salto y volteó a ver hacia atrás, Theo estaba recostado en la puerta.
—¡¿Y tú a qué hora llegaste?!
—Hace unos cinco segundos.
—¡¿Acaso todos ustedes son ninjas?!
—No, solo tipos atractivos y entrenados en combate cuerpo a cuerpo.
—No cambies el tema Vanessa, tienes que decirle a Adam lo de Kiera antes de que se la encuentre de sorpresa.
—¿Por qué no se lo dices tú? Eres su hermano.
—Porque no le gustará que lo haga yo, pero si lo haces tú estará feliz.
—Creerá que estoy celosa.
Theo alzó una ceja.
—Es que lo estás.
—Totalmente—. Apoyó Maya.
—Eso no es verdad.
—Cuando mientes te tiembla el ojo.
Vanessa sintió el movimiento y se apresuró a cubrirse con la mano.
—A ti también te pasa, y no saben cual de todas las cosas que dije es una mentira.
Evan se acercó.
—¿Estás celosa?
—No tengo porque contestar eso.
—Sí, tienes que.
—N-no lo estoy.
—¡Ja! Tartamudeaste.
—¡Como sea! No estoy obligada a decirle a Adam.
—¿Decirme qué?
Vanessa sintió un escalofrío helado recorrerla mientras se giraba lentamente en dirección a la puerta, donde estaba el príncipe parado a un lado de su amigo.
—¡Maldita sea!
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