Capítulo 14
Vanessa intentó dormir con todas sus fuerzas pero mientras más intentaba ignorar el ruido más fuerte se hacía, entonces se sentó de golpe muy enojada.
—¡¿Por qué me despiertas así?!
A Maya se le cayó el suéter de las manos del susto que llevó.
—¡¿Por qué me gritas?!
—¡Porque no respetas mi sueño!
Lo siguiente que Maya vio fue la almohada yendo hacia su cara y después solo sintió como se estrelló.
—No estaba intentando despertarte.
—Pero lo hiciste.
—Sí, me di cuenta.
Rodó los ojos y levantó el suéter.
—¿Por qué te levantaste tan temprano? Es sábado.
—La obra comienza a medio día y quiero estar lista.
—Faltan como cinco horas.
—Cuatro horas y media—. Corrigió—. Y tengo que ponerme la peluca, y no tengo idea de como voy a hacerlo.
—Si vuelves a despertarme de esa manera vas a necesitar una para cubrirte la calva que te voy a dejar a puros jalones de pelo.
Maya se llevó las manos a la cabeza con horror.
—Eres muy violenta en las mañanas.
—Solo cuando me despiertan a la fuerza.
La ignoró y volvió a lo suyo con su ropa grandota y peluca, se sentó frente al tocador y recogió su cabello.
—No puede ser tan difícil, ¿verdad?
Los ronquidos de Vanessa le pusieron los pelos de punta.
—Calladita me veo más bonita—. Susurró.
La peluca que Robert le había conseguido era azul real y rizada, preciosa a su forma de ver. Si todo salía como estaba planeado Evan debía aparecer en su puerta una hora antes para poder aplicarle el tinte y tener tiempo de irse con calma.
Para sorpresa de Maya, colocarse la peluca no le fue tan difícil porque siguió al pie de la letra las indicaciones que la hija de Robert le había escrito en una hoja de su cuaderno.
—Me queda el azul—. Asintió complacida.
Lo siguiente era el maquillaje, que tenía que ser todo lo opuesto a los colores neutros y clásicos que las nobles solían llevar para mantener su imagen sencilla y elegante, así que optó por hacerse un delineado azul con sombra y un par de corazones alrededor de sus ojos con delineador negro, agregó unas pestañas enormes y lo complementó con labial negro y mucho rubor rosa.
—Ahora solo falta la ropa...
Tocaron la puerta y se fijó en la hora, en todo lo que se había puesto la peluca y maquillado habían pasado tres horas y media.
—Tal vez me tardé un poco más de lo esperado.
Pero su imagen en el espejo la hacía sentir tan complacida que poco le importaba el tiempo extra que le había tomado.
—Tu príncipe ya llegó.
—Tengo que cambiarme—. Miró la hora en su celular—. Y solo queda media hora para que tengamos que irnos, ¿podrías ponerle el tinte?
Sacó el aerosol rosa de una bolsa de supermercado y se lo pasó.
—¿Y por qué yo?
—Porque la oportunidad de teñirle el cabello de rosa a un príncipe no se presenta dos veces en la vida.
Vanessa lo analizó unos segundos antes de tomar la lata.
—No respondo si queda feo.
—No te preocupes, eso es imposible.
Vanessa regresó a la salita y Maya se dedicó a cambiarse.
—Bueno alteza, Maya aún no está lista así que yo seré su estilista este día.
Evan le sonrió un poco asustado; Vanessa tenía que hacer mucho esfuerzo para no reírse de su aspecto cero principesco.
—De acuerdo, haga su magia señorita Vanessa.
La sonrisa que puso fue más psicópata de lo que ella misma esperaba y el pobre príncipe solo pudo encogerse en su asiento mientras ella le amarraba una toalla al cuello para no mancharle la ropa. El apartamento se quedó en silencio unos segundos que fueron realmente pesados para él hasta que la rubia destapó el aerosol y el sonido lo hizo dar un sobresalto.
—Tranquilo alteza, no soy tan mala con esto.
Lo cierto es que Vanessa solo tenía como experiencia la vez que había pintado su bicicleta de negro con pintura justo de aerosol, pero pensó que no debía ser muy diferente.
—Está bien, confiaré.
—Tampoco me ponga tanta presión.
Presionó el aerosol y el producto salió como un chorro sin nada de color que lo único que hizo fue mojarle un mechón sin más gracia.
—No entiendo, ¿no sirve?
—¿Lo agitó?
—¿Había que agitarlo?
Solo sus modales de noble fueron los que evitaron que el príncipe se golpeara la frente con la palma ante semejante pregunta.
—Sí, señorita Vanessa.
Aprovechó que no podía verla para hacerle muecas y ponerse a sacudirse junto con el aerosol para hacerle más burla, entonces volvió a intentarlo.
—El color no se ve muy bien, va a parecer un tinte mal aplicado.
—¿Eso es un problema?
Lo pensó un poco.
—No lo creo, lo hará ver más ordinario porque eso jamás podría pasarle a un príncipe—. Siguió en lo suyo—. Además se cae con agua, no se preocupe.
A Evan le gustó el olor del tinte.
Maya se puso el suéter y las botas para acabar con su transformación, y se puso de pie justo a tiempo para escuchar el grito de Evan.
—¡AAAAAAAAAAH!
Corrió a la sala y lo encontró mirándose en un espejo de mano que Vanessa le había prestado.
—¡No fue mi culpa!—. Se defendió—. Es que se movió.
—¡No me moví ni un centímetro!
Evan no se había movido, a Vanessa se le había ido la mano y ahora tenía un manchota rosa que le cubría la mitad de la cara, el príncipe había tenido suerte de cerrar los ojos porque lo relajaba que le tocaran el pelo, sino estaría ciego.
Maya torció la boca, y solo pudo decir:
—Uy.
Evan dejó a un lado el espejo para ya no tener que verse y respiró profundo.
—Se quitará cuando me duche, ¿verdad?
—Sí.
Esperaba que sí se le quitara porque si no sería la responsable de arruinar una de las caras más amadas por la población femenina de Isla Azul.
—Bien.
Evan no quería que Vanessa se sintiera mal, después de todo solo estaba intentando ayudar y no creía que fuera justo darle una reprimenda por un accidente que cualquiera podría haber causado.
Dirigió su atención a Maya y se quedó con la boca abierta.
—Se ve hermosa...
El ruido de la puerta principal cayendo al suelo lo interrumpió; las dos amigas se abrazaron en medio de un grito y él recogió el bate que estaba a un lado para defenderlas.
—¡¿Se encuentran bien?!
Fausto entró al apartamento con espada en mano, y ahora sí que a Evan le tembló el ojo.
—¿Acaba de tirar la puerta?
—Es que escuché a una de las señoritas gritar asustada—. Se apresuró a defenderse y guardar la espada.
Evan se sintió aún más ofendido porque sabía que el grito que había escuchado era el de él. Vanessa se acercó y le quitó el bate con cuidado antes de que descubriera como usarlo.
—¿Escuchó el grito hace rato y recién aparece?
Fausto comenzó a intimidarse. Maya le dio una patadita a la puerta.
—El casero va a hacer que paguemos por esto.
—¿Cómo tiró la puerta? No escuchamos ningún golpe antes.
Fausto sacó de atrás de la pared una almágana.
—El casero me la prestó.
Vanessa soltó una carcajada inesperada.
—Ese hombre no tiene ni llaves del edificio pero tiene una almágana—. Se le salió un ruido de cerdito, pero fue más impresionante como se quedó callada de golpe—. Un momento...
—¿Cuál es su nombre, guardia?
—F-Fausto, alteza.
—Regrese al palacio y que envíen a alguien que sí tenga capacidad para responder rápidamente a las emergencias, de nada me sirve alguien que llegue tarde solo a encontrarse la escena.
Fausto ya podía verse siendo despedido, pero Vanessa no estaba dispuesta a dejar que los gemelos jugaran así con su seguridad mientras ella se quedaba de brazos cruzados.
—Espera Evan—. Que lo tratara de forma informal lo sorprendió porque hasta ahora había estado siguiendo el protocolo—. No puedes echar a Fausto, ya me han cambiado de guardia en menos de una semana y no dejaré que vuelvan a hacerlo por un malentendido.
—Esto pudo haber sido una emergencia real.
—Pero no lo fue.
Se inició una lucha de miradas que Evan llevaba de ella al bate que tenía en la mano, y la rubia se encargaba de amenazarlo con los ojos.
<<Si me quitas a Fausto le digo que el que gritó fuiste tú>>
Evan terminó cediendo porque encontró que no tenía sentido, pero ella lo tomó como una victoria personal.
—Puede quedarse, pero pagará por las reparaciones.
Fausto se vio tentado a preguntarle que le había pasado en la cara y si necesitaba asistencia médica, pero para como había complicado las cosas prefirió quedarse callado, hacer su reverencia y huir antes de que el príncipe cambiara de opinión.
Maya seguía con la mirada fija en la puerta.
—La tiró de un golpe y sin romperla, eso es tener fuerza y ser perfeccionista.
La alarma en su teléfono sonó, debían irse ya si no querían llegar tarde. Vanessa los empujó a los dos al pasillo con facilidad porque no había puerta.
—Diviértanse tórtolos.
Salió corriendo a la habitación y cerró la puerta antes de que Maya pudiera alcanzarla, se había vengado con las mismas palabras que ella le había dicho cuando estaba con Adam, pero la falta de puerta le había quitado dramatismo.
—Parecen dos vagabundos que fueron vomitados por un unicornio a media noche.
Se sentó en la cama, dándose cuenta que estaría sola el resto del día y que eso no le gustaba.
—¿Y ahora qué hago?
Le alivió que nadie le contestara, era bastante miedosa con las cosas de fantasmas.
Se acostó con los brazos extendidos a los lados y duró así varios minutos, hasta que el silencio terminó por abrumarla y se puso de pie de un salto.
—Me gusta la privacidad de la soledad pero ahorita no.
Pasó sobre la puerta tirada y fue al elevador; no tenía muchos amigos y no sabía si estaban dispuestos a ir a su casa en ese momento, tampoco estaba segura de lo que iba a hacer pero no quería estar sola y había una persona que no le diría que no.
Fausto estaba recto en la entrada haciendo su guardia cuando ella le habló.
—¿Tiene alguna forma de contactar al príncipe Adam en este momento?
La miró como si se hubiera vuelto loca, pero al enfrentarse al príncipe Evan sin gota de miedo se había ganado su respeto.
—Me proporcionó su número personal en caso de emergencias.
—Genial, démelo.
—No puedo hacerlo, no estoy autorizado y podría tener problemas.
—Le aseguro que tendrá más problemas si se entera que no me lo dio y lo hizo perder la oportunidad.
Su expresión seria no cambió, pero estaba dispuesto a ceder un poco después de ver que hablaba en serio.
—De acuerdo, pero debe llamarlo desde mi teléfono.
—Como quiera.
Fausto se apresuró a sacar el aparato y buscar en sus contactos, presionó el botón de llamada y esperó a que atendiera para pasárselo directamente a ella.
—¿Adam?
—¿Vanessa? ¿Sucede algo?
—Sí.
Escuchó el ruido que hacen las camas cuando la gente se levanta bruscamente.
—¿Está bien? ¿Está herida?
El pobre se alteró tan rápido que la hizo sentir culpable por la broma pesada.
—Estoy aburrida.
—Ah, era eso—. Suspiró.
—Sí.
—Este número es solo para emergencias.
—Ni que fuera policía.
—Vanessa...
—Perdón.
La línea se quedó en silencio por varios segundos.
—¿Tiene algo que hacer hoy?
—No, también estoy aburrido.
Ahí estaba su confirmación. Se aclaró la garganta.
—¿Quiere venir y hacer maratón de Harry Potter?
La línea volvió a quedarse en silencio y eso la puso nerviosa, pensó que había sido un error atreverse a invitarlo y justo cuando creyó que iba a decirle que no la interrumpió:
—Estaré ahí, deme cinco minutos.
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