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Capítulo 12

Maya sacó de sus ahorros para llevar a Vanessa por unas extensiones, que fueron pocas porque solo las colocaron en los mechones que habían quedado mal cortados, y con un poco de esfuerzo extra y la promesa de que lo llevaría al menos medio recogido no se notaba la diferencia.

Después de haber superado el mal momento Vanessa estaba volviendo a su estado de ánimo normal, pero con un poco de furia agregada.

—Ya no quiero terapia, quiero venganza.

Caminaba de un lado a otro por el apartamento mientras Maya comía palomitas.

—No debiste alejarte de Augusto.

—Maldigo el día en que el príncipe Evan se acercó a ayudarnos, habría preferido una gripe a esto.

—No se te nota, tranquila.

—No, no estoy tranquila, ¡quiero dejarla pelona!

Maya soltó una risa.

—Me temo que vas a tener que esperar a que se calmen las aguas antes de hacer algo.

—Ya sé—. Bufó y se tiró a la cama.

—¿Y si la funamos en redes? Con todos esos seguidores está garantizado.

—No, la quiero pelona.

—Bueno, déjala pelona entonces.

Vanessa se enderezó en la cama.

—Ó tal vez haga algo mejor.

—¿Qué cosa?

—Pegarle donde más le duele.

—Explícate mejor.

—Dale un besito a Adam frente a la gente, después de eso va a necesitar pomada para el ardor.

—¡¿Quieres que bese a Adam?!

—¿Qué tiene de malo? Se van a casar.

—No nos vamos a casar, ni siquiera somos novios—. Volteó a verla—. Mejor bésalo tú.

—¿Y yo por qué?

—Porque la venganza es tuya y ahí sí que le va doler.

—Y después me van a funar a mí por bajarle el novio a mi amiga.

—Entonces nos quedamos quietas las dos que así nos vemos más bonitas.

Tocaron la puerta varias veces, parecía que la persona al otro lado estaba tan desesperada que Vanessa solo pudo tomar su bate para abrir la puerta con más seguridad.

—Señorita Vanessa, ¿siempre va a recibirme con un bate en su mano?

—He decidido que lo que más me conviene es llevarlo a todos lados a partir de ahora.

Maya echó un vistazo y fácilmente ubicó a Evan en el pasillo, que le hizo señas con la cabeza para que saliera un rato.

—Los dejo tórtolos.

Se apresuró a escapar para no convertirse en víctima de Vanessa y su bate, ya bastante nerviosa estaba; salió usando la pijama que tenía desde hace tres años y que ya estaba toda descolorida, pero con todo y eso Evan le sonrió con tanta admiración que la hizo sonrojar.

Adam terminó de entrar y cerró la puerta.

—Yo... —. Se aclaró la garganta—. Esos dos se traen algo.

—Alteza, ¿hasta ahora se da cuenta?

Vanessa no bajaba el bate y eso ya lo estaba asustando.

—Lo siento.

—¿Por qué se disculpa?

—Lo que sucedió hoy...

—No fue su culpa—. Lo interrumpió—. Ya basta de pedir disculpas por las malas acciones de otras personas, que lo hagan bajo su obsesión no lo convierte en responsable.

—Pero ellas lo hacen por mí...

—¿A usted le gustan estas cosas?

—¿Qué?

—Conteste, ¿a usted le gustan estas cosas? ¿Lo hace feliz que lastimen a otros pensando en usted?

—¡No! ¡nunca!

—Entonces no lo hacen por usted, son solo malas personas actuando como malas personas, y siento que cada vez que se disculpa por lo que hacen las está liberando de su responsabilidad y no voy a permitir que eso pase, así que no se atreva a disculparse de nuevo.

Vanessa tiró el bate a un lado.

—Si lo hace no puedo vengarme a gusto.

—¿Vengarse?

Adam pasó de una expresión atónita a una divertida en un segundo.

—Pues sí, me las tienen que pagar.

—¿Puedo ayudar?

—¿La agarra mientras la dejo pelona?

Adam retrocedió un par de pasos.

—Estaba pensando en algo más discreto.

Vanessa hizo un puchero de decepción.

—¿Entonces?

—No tengo nada que hacer mañana, podría recogerla en la universidad.

Casi podía imaginar el coraje de las chicas, pero había prometido que ya no actuaría con imprudencia.

—Eso sería contraproducente.

—¿Por qué?

—Porque ante los ojos del mundo tiene una relación con mi mejor amiga, no quiero quedar como la traidora que se roba al novio.

—¿Que la recoja crearía un escándalo tan grande?

—Su hermano nos subió a un taxi y ahora estamos aquí, soy consiente del poder que tienen las noticias amarillistas y no las retaré.

—Presiento que este malentendido va a arreglarse pronto.

—¿Cómo se arreglaría? La popularidad de Maya crece más cada día, mejor prepárese para el altar.

—No quiero casarme con su mejor amiga.

—Ella tampoco con usted, pero no se lo están preguntando.

Adam suspiró y se pasó las manos por la cara.

—Usted me gusta.

—Ya lo había dicho antes.

—Lo repetiré las veces que sea necesario.

—¿Con qué objetivo? No voy a cambiar de opinión.

—Pretendo sacar a la luz todos mis sentimientos hasta que algún día estén listos para escapar y tal vez me liberen, aunque me haría más feliz ser correspondido—. Avanzó un poco pero Vanessa se alejó la misma distancia—. El frío del desprecio podría causarme tanto dolor que finalmente mi corazón explotaría y dejaría de sentir, así que haré que me rechace tanto que no tenga más opción que retirarme a contemplar mi derrota e intentar olvidarla.

—¿Cómo puede decirle esas palabras tan fuertes a alguien que apenas conoce?

—Cuando era niño mi padre me decía que cuando conoces a la persona que tu alma desea lo sientes en el calor de la piel y el dolor de la lejanía, como una angustia que no desaparece hasta que la vuelves a ver y todo está en paz hasta que se vuelven a separar y comienza una nueva tormenta; no necesito mil años para saber lo que siento y le pido disculpas si la asusta mi sinceridad, pero estaría dispuesto a esperarlos por usted y solo quiero que entienda que si actúo así es porque después de encontrarla no quiero perder más tiempo—. Volvió a acercarse pero esta vez ella no pudo alejarse—. No tiene sentido para mí volver a navegar solo si he encontrado a alguien en el mar que puede acompañarme en el barco.

—¿Sabía que hay más peces nadando por ahí?

—Y aún así usted parece un pez rosa en medio de un montón de grises, será imposible para mí dejar de verla por más que se esfuerce en esconderse en medio de los demás.

Vanessa odiaba admitirlo, pero sí que estaba amando demasiado esas palabras y la facilidad con la que la miraba a los ojos mientras las decía.

—Yo no soy lo que usted necesita, jamás sería una buena reina.

—Vanessa usted ya es mi reina.

—Puede ir a decirle eso a su madre que insiste en emparejarlo con mi mejor amiga.

Adam se inclinó un poco y ella cerró los ojos por instinto, pero él solo dejó un suave y corto beso en su mejilla.

—No permitiré que vuelvan a lastimarla, jamás.

Se retiró dejando esa promesa vagando en el aire, y ella no supo si creerle ó hacerse a la idea de que si alguien iba a poder lastimarla sería él.

Evan le extendió a Maya una bolsa de gomitas y ella tomó un par de una vez.

—¿Está listo para conseguir su disfraz?

—No estoy muy seguro, pero tampoco tengo mucha opción.

—Que bueno que lo entienda—. Le puso los lentes oscuros y él sonrió.

Resultó que Evan había ido al apartamento para que pudieran ir juntos a comprar lo que usarían para disfrazarse y estaban entrando a la tienda; cuando Maya quiso regresar a cambiar el pijama por una ropa más presentable se topó con que Adam le estaba declarando sus sentimientos a Vanessa y decidió que no podía interrumpir tan bello momento, así que llevaba su pijama vieja con una enorme chaqueta de Evan encima y el pelo oculto debajo de un gorro de lana rosa que él había llevado especialmente como un obsequio para ella, hecho por él mismo.

Al entrar a la tienda de ropa hicieron una pequeña prueba con una de las vendedoras pero ella no pareció reconocerlos, así que celebraron un poco y se dedicaron a buscar ropa enorme y holgada para los dos.

—Ese suéter se le vería bonito—. Evan señaló un suéter negro lleno de corazones azules—. Y el azul es mi color favorito.

Maya lo analizó unos segundos y después lo tomó.

—A simple vista puedo notar que me queda enorme, ¡es perfecto!

Evan sonrió.

—¿Escoge uno para mí?

Maya tomó eso más como un reto que una petición, y se la pasó por todos los percheros de ropa de hombre buscando el abrigo perfecto hasta que lo encontró.

—Me gusta como le queda el negro—. Se lo entregó—. Es sutil y elegante sin salir de lo normal, lo suficientemente simple para quitarle todo el glamour a un príncipe.

Evan se lo colocó por encima de la ropa y Maya se retractó de sus palabras.

—Tal vez tiene más que ver con la actitud.

Fueron a pagar, cuidando de hacerlo en efectivo porque las tarjetas de Evan podían delatarlo, y entonces salieron de la tienda.

Maya no podía creer que acababa de hacer que un príncipe comprara ropa de segunda mano y aparte le gustaba, una sorpresa más que Evan Wilson le daba.

—En el supermercado podemos comprar el tinte en aerosol y yo voy a conseguir una peluca azul.

—¿Robert la conseguirá para usted?

—¿Cómo lo sabe?

—A su hija le encanta usar de diferentes colores, le conseguí un permiso para que la dejaran hacerlo en el colegio.

Evan abrió la puerta del establecimiento para ella y los dos fueron directo al área de productos para el cabello.

—¿Qué color debería ponerle?

Le quitó el gorro un momento para revelar su cabello negro brillante.

—Creo que va a estar difícil encontrar uno que funcione en su cabello.

—¿Por qué?

—Suelen ser más efectivos en cabello claro—. Explicó—. Pero nada perdemos intentando.

Maya volvió a ponerle el gorro porque una señora se acercaba; Evan estaba agradecido por el pequeño contacto que le aceleraba el corazón.

Los siguientes minutos se la pasaron comparando colores intentando buscar el indicado, pero simplemente no lo conseguían y era porque ella siempre tenía un pero para cualquiera, ninguno le parecía lo bastante bueno.

—Es que el negro es su color—. Justificó—. Sus ojos no podrían verse más perfectos con esa combinación, es lo que yo llamo ser el favorito de Dios.

Evan soltó una risita y miró para otro lado para evitar que ella viera que lo había sonrojado un poco, y también por la vergüenza de que ella lo escaneara de esa manera sin pizca de nervios.

—Entonces hay que escoger uno al azar.

—Está bien.

Los dos cerraron los ojos y Maya estiró la mano para tomar cualquier aerosol, y al final resultó ser un rosa pastel que ella ya había descartado.

—Parece que el destino quiere que sea ese.

—El destino solo tiene ganas de llevarme la contraria—. Bufó y lo echó en el carrito—. Eso es suficiente, ya completamos nuestro disfraz, alteza.

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