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Poco sabe él

Poco sabía Lorenz sobre cómo cuidarme. De hecho, tampoco es que sea un profesional a día de hoy.

—Oh no —dijo su madre al verme en sus brazos cuando llegué a su casa el día que nos consiguieron a mí y a mis hermanos. Según Lo, la señora Aileen es superalérgica a la mayoría de los animales.

Al parecer las alergias se quitan, porque cada que me ve me trata como a un peluche el cual puede abrazar a su antojo.

—No se preocupen, tengo todo calculado. —Lorenz siempre ha sido meticuloso en cada movimiento que hace. Constantemente planea lo que va a realizar, pues, aunque suene extraño, le da seguridad. Por la forma en que me contó esto, sé que ideó un plan para que yo me quedara en su vida mucho tiempo.

—¡Me quieres matar! —Aileen es un tanto dramática. También lo era hace años.

—Pero si es una mota bebé, la única forma de que mueras es si no te tomas los antialérgicos. —Si mal no recuerdo fue Francesco, el padre de Lorenz, quien comentó eso cuando me vio en los brazos de su hijo al entrar a la sala.

Pocas veces he estado sobre un mueble, ese fue mi primer día. Claro, tengo que recordar lo que me contó Lorenz porque no recuerdo la primera vez que estuve sobre el sofá. Pero sé que, si lo intento, puedo llegar a sentir la acolchada superficie debajo de mí, tan solo debo enfocarme en ello.

También podría pensar en qué ardillas hay dentro de los sofás que los hacen tan esponjosos, pero una vez rompí el mueble de Lorenz y lo descubrí por mi cuenta. Ese día me castigaron con el cono de la vergüenza, así le llama Lorenz luego de haber visto un vídeo largo de lo que llamó Disney.

La cosa es que el padre de mi dueño estaba feliz de ver que su hijo no estaría solo en una ciudad distinta a la que vivían en aquel tiempo.

—Sé que vivirás con Jaden y tendrás a Liah cerca, pero algo de amor incondicional no te vendría mal —comentó Francesco.

De nuevo diré, no recuerdo mucho de esos días. Sin embargo, sí recuerdo olores desagradables y otros muy apetecibles.

Uno que se me quedó grabado en la cabeza fue el olor del cuarto de Lorenz, completamente distinto al olor que hay en la casa de Jaden o en la de Liah.

No recuerdo su habitación, pero sí el olor de su esencia al momento en que nos encerramos en aquel sitio. Según Lo, ese primer día en su casa lloré toda la noche.

Poco sabía él de cuidar a un cachorro recién nacido. Y al parecer lo poco que aprendió en aquel tiempo no le sirvió de nada a día de hoy.

Lorenz grabó los sonidos que yo hacía en su pequeña caja de colores donde jugaba todo el tiempo a crear canciones. Claramente, yo estaba pidiendo comida, calor, quería a mi madre, pero él no lo entendió.

¿Tan difícil era comprender lo que decía... lo que digo?

—Busqué en internet. Una botella de agua tibia les hace pensar que el calor proviene de su madre. —Esa fue la solución a los llantos nocturnos. Al parecer Liah y Jaden estuvieron pasando por lo mismo por parte de Cronos y Aura.

—Eros duerme conmigo, me da miedo aplastarlo, pero si no lo hace llora mucho. Mi padre se ríe cuando sucede aunque después de un tiempo es molesto. ¿Saben? No quieres interrumpir tu sueño a media madrugada. —Esos al parecer fueron los comentarios de mi dueño.

Siempre quise responderle que no fue mi culpa ser un cachorro a merced de alguien ignorante sobre cómo tratar a los cachorros. Pero de nuevo, él no me entiende, entonces sería una pérdida de tiempo reclamarle por algo que jamás podrá entender.

¿Qué tan difícil puede ser? Aprenden varios idiomas y no saben nada del mío. Que falta de respeto.

Tú deberías aprender. ¿Sabes? Sería bueno que al fin alguien me entienda. Es aburrido que, el único que lo hace, esté en una ventana viendo el mundo exterior sin siquiera prestar un poco de atención a lo que estoy haciendo.

Juro que algún día abriré la ventana y lo lanzaré afuera a ver qué hace. Pero, volviendo al tema. ¿Tú jugarías conmigo? Apuesto que sí, no puedo esperar a que llegue ese día.

Tal vez, si prestas suficiente atención, podrías comprender cuando le digo a Lorenz lo ridículo que se ve con el delantal blanco que usa sobre su ropa cada que va a cocinar la comida que me niega con tanta frecuencia.

¿Tú me darías comida buena?

Normalmente, me gusta esa perrarina que sabe a hamburguesas, pero Lorenz no ha vuelto a comprar esa. Ahora me da una que tiene un sabor extraño. Según él es buena para mi salud... ¿No podría comprar la otra? Después se queja de que mi comida es costosa, sea lo que sea que eso signifique.

Poco sabe Lorenz sobre lo que yo quiero, mucho menos los primeros días que me tuvo a su lado.

Según él, tampoco sabía con qué alimentarme. En aquel entonces yo no tenía los dientes que tengo hoy, por lo tanto, no podía comer lo que como actualmente.

Su madre tomaba esas pepitas que impedían que estornudara a mi lado. Entonces, por lo que me contó Lo, ella me cargaba cuál cachorro humano por toda la casa pensando en qué podrían darme para comer.

—¿Y si le das un poco de la leche que hay en la nevera? Calienta un poco, no creo que le haga daño. Deberías comprar un biberón, porque no puedes darle la leche en una taza —aseguró ella, muy firme con sus palabras.

Si llegas a tener un cachorro recién nacido espero que no hagas eso, por favor, entiende lo que te digo ahora y guárdalo en tu cabeza de humano.

Obvio que no recuerdo nada de eso. Lorenz fue tan amable de darme una imagen visual sobre cómo estuve, la primera semana de vida junto a él, con la panza inflada por la leche que ustedes los humanos toman.

Sí, no fue la mejor idea.

—Mamá, no le des más leche, mira cómo está. —Según mi Lo, eso era lo que repetía cada momento que llegaba a la casa luego de hacer no sé qué en la calle. Su mamá estaría alimentándome, pues aparentemente me veía adorablemente rellenito.

A día de hoy sigue intentando que tome leche de, lo que ahora sé, es de vaca.

—Hijo, creo que deberías ir a un veterinario. Y esto, por si no lo habías pensado hasta ahora, sale de tus ahorros. Eros es tuyo —comentó su padre a modo de burla.

Para ese momento Lorenz no tenía trabajo. El poco dinero que tendría, al momento, era gracias a las clases de música que les daba a algunos niños del vecindario donde vivía para aquel entonces. Pero, ya que estaba tan decidido a tenerme en su vida, debía hacer un sacrificio con sus ahorros para curarme de la panza inflada.

Evidentemente, hay leche materna que venden en veterinarias, ese lugar sombrío al que me obligan a ir un par de veces al año, pero... como ya te he dicho en varias ocasiones, poco sabía Lorenz de cuidar a un cachorro.

Esa visita al doctor perruno le ayudó a entender un par de cosas sobre mí, o bueno, la versión pequeña de mí.

—Un día llegué a aplastarte cuando estábamos durmiendo —comentó riendo. La vez que me lo dijo estaba tan aburrido, sin nada que hacer en casa más que componer canciones, que comenzó a hablarme sobre las primeras semanas de mi vida.

Al parecer el día que nos consiguieron tendríamos apenas unas semanas de nacidos. Cuando me aplastó ya tenía una semana a su lado, en total tres semanas de vida.

—Comenzaste a chillar. Yo caí al suelo asustado al sentir algo suave aplastarse bajo mi espalda. Mi padre entró corriendo al cuarto con mi madre detrás de él. Obviamente, me regañó por no tener cuidado. —Volvió a reír mientras seguía tocando su guitarra de forma distraída—. Tú seguiste llorando hasta que me acosté y te puse en mi pecho. Eras muy pequeño, casi del tamaño de mi mano.

Recuerdo cómo sonrió al recordarlo. Cuando Lorenz habla de mí, suele hablar con sentimiento. Parece que le duele que yo ya no soy tan pequeño como el día que me encontró.

—Te quedaste dormido sobre mí al sentir mi respiración, luego yo caí rendido. Estoy feliz de decir que no te caíste o saliste herido ese día, amigo.

Linda imagen, ¿No? De seguro te causaría más ternura si fueses capaz de imaginarlo, pero no puedes, no por los momentos.

O eso es lo que todo el mundo cree.

—Debes ser más cuidadoso —dijeron sus padres antes de irse a dormir de nuevo.

Y así fue una de las pocas veces que dormí en la cama con Lorenz. Ahora ya no puedo ni considerar la opción de saltar en ella sin que me vea. ¿Sabías que pusieron cámaras de vigilancia por todo el departamento?

El otro día corrí rápido y salté sobre el colchón. Pobre de mí, se enteraron por el vídeo. Dormí en la horrenda casa que hay afuera, esa que hicieron para mí, lo peor de todo es el calor que hacía. Ojalá que a ti no te pase lo mismo.

Intenta no hacer travesuras, como ellos le llaman, dormir con calor no debe ser bueno para la salud.

—Mi abuela le hizo un suéter de lana —dijo con emoción Liah mostrando a Cronos, mi hermano, con un suéter tejido. Para ese día ya tendríamos tres semanas de vida recién cumplidas.

No es que lo recuerde, pero sé por experiencia a qué tipo de suéter se refirió. Por lo que tengo entendido aprendió a tejer los suéteres que hacía su abuela. Ahora, todos los años, nos hace uno para Navidad. Sí, dije nos, me incluyo en eso.

Uno para Cronos, otro para Aura y uno para mí. Tal vez en el futuro te haga muchos a ti.

El punto es, ¿años teniéndonos y no saben todavía que el frío nos encanta? Por toda la comida del mundo que no ha sido tocada por las ardillas, ¿tan difícil es saber eso?

Sé que tiempo después entró Jaden y rieron al ver al pobre de mi hermano ataviado en un montón de vestuarios absurdos.

Gracias, oh Dios protector de la comida, tú que apartas a las ardillas de sus malévolos planes de robarla. Gracias por protegerla y gracias por no dejarme en manos de Liah. Gracias por ser el último elegido, el que quedó a manos de un inútil bueno para nada que al menos lo intenta. Oh gracias, señor.

No soy dramático, lo juro.

Yo te protegeré, espero que sí recuerdes esta promesa. Lorenz no sabe muchas cosas, pero yo le he ayudado en el camino, contigo no habrá diferencia.

Hablando de camino, para ese tiempo estábamos a dos semanas de mudarnos a nuestro nuevo hogar. Yo no lo sabía, tampoco es que me importara mucho.

Es que, con los días que yo tenía de vida, poco sabía del mundo. Si al caso vamos, ni podía ver. Todo se resumía en mi olfato y audición.

¿Cómo sé eso sí se supone que no recuerdo? La veterinaria le dijo a Lorenz y, eventualmente, él me lo contó a mí.

Las pocas cosas que Lorenz sabe me las comenta, soy su amigo. Él me dice todos sus secretos, tarde o temprano siempre me entero de ellos. La información llega a mí sin que yo la busque. Es inevitable. Después, soy tan amable como para compartirla contigo.

Como por ejemplo; ¿no te dio curiosidad saber qué hacía él en la calle si no iba a clases? Se supone que el día que nos consiguieron se habían graduado de la secundaria, entonces él tendría el tiempo libre para cuidarme... se supone.

Tiempo después lo supe. Pero no fue por Lorenz, de hecho Aura fue la que me lo dijo. Sí, mi hermana.

Así que en resumidas cuentas, mis primeras semanas de vida fueron aburridas, no recuerdo nada para contarte de ellas.

¿Me perdonas por eso? Todo lo que sé de ellas es por lo que recuerdo que Lorenz me ha dicho y, como te habrás dado cuenta, Lo dice muchas cosas.

Él puede ser un poco peculiar, pero yo lo quiero así.

De seguro tú también lo quieres a pesar de no conocerlo mucho, pocas personas no lo hacen. Sin embargo, tuvo una época en la que merecía una buena mordida en donde se sienta para que reaccionara. Pero eso lo dejaré para otro día.

¿Sabías que para ese momento yo todavía no podía caminar? Lo sé, tengo poco material para entretenerte. Lo que te puedo decir con seguridad es que, durante esas semanas, la madre de Lorenz me daba a escondidas leche no apta para cachorros. Amaba verme rellenito. Creo que Aileen tiene ciertos problemas, pero aún así Lorenz la quiere, entonces yo la quiero.

Si Lorenz quiere a alguien yo también lo hago. Bueno, la mayoría de veces... Esa también es otra historia, y la verdad es que me desagrada contarla, pero necesitarás un poco de contexto, así que en un futuro te diré lo necesario.

Ya te contaré la historia de la persona que yo odié y el quiso ciegamente. Pero ahora no tengo paciencia para amargarme la vida con solo pensarle. Sí, ya te podrás hacer una idea de lo desagradable que fue esa persona.

Entonces, volviendo al tema de aquellos días en mi vida, lo único que te puedo decir es que los olores sí se me quedaron grabados.

Las galletas que hacía Aileen, el olor de Francesco cada vez que salía de bañarse, la colonia que usaba Lorenz.

Liah olía a flores, aún lo sigue haciendo. Jaden olía extraño, ya no lo hace. Eso fue gracias a Liah y Lorenz, aunque no estoy seguro de eso.

El césped recién cortado del jardín de la casa de los padres de Lorenz olía genial, así como cuando llueve y huele a tierra.

Aunque no todos los olores son agradables, así como los que recuerdo de aquel entonces. Una vez al día el baño de Lorenz olía a muerto. Al igual que el de los padres de él.

Cuando Lo salía de fiesta, su olor al llegar no era el más agradable. Al igual que el de sus pies cuando hacía ejercicio.

Pero esos son olores que aún sigo presenciando, y tú también lo sientes de vez en cuando.

La cosa es que en mi cabeza solo se quedaron esos... No volví a la casa de los padres de Lo desde hace bastantes años. No volví a pisar el jardín de Aileen, ni volví a estar en el sofá de Francesco, mucho menos volví a estar en la habitación del Lo adolescente que decidió proteger a un cachorro indefenso.

Algunas veces me pregunto si algún día, cuando les visite, los olores seguirán siendo iguales a los que recuerdo.

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