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El viaje

Finalmente, había llegado el día de la mudanza. Cada quién iría en su respectivo auto, con sus pertenencias y sus mascotas.

Lo no pudo dormir muy bien que digamos y yo le acompañé despierto toda la noche, no porque quisiese, la verdad es que por algún motivo yo tampoco pude dormir.

Caminaba por el cuarto, bostezaba, daba vueltas sobre mi cama, volvía a bostezar. Miré a Lorenz esa madrugada, en la cornisa de su ventana, mientras escribía en un montón de hojas que terminaron en bolas de papel a sus pies. Así hasta que el sol salió.

La despedida fue difícil para los padres de Lorenz. Sin miedo a equivocarme, creo que esa era la primera vez que se iban a separar de su hijo, aunque la ciudad no quedaba muy lejos de donde vivíamos en aquel momento.

Aileen lloraba de una manera que me preocupó. Recuerdo la sensación de cuando mi colita bajó al igual que mis orejas. Mi primera vez estando así, realmente triste.

Ese día descubrí que no me gustaba ver a alguien llorar.

—No estés triste, yo lo voy a proteger —dije sin tener idea de cuán literal se convertiría esa promesa que hice.

Aunque el que hablara hizo que ella me viera y llorara aún más—. Ay Eros, no escapes en esa ciudad, es muy grande. Por favor, cuídate.

Eso sí, no podía prometerlo. No dependía de mí... bueno, sí, pero es algo que no puedo controlar.

—Cuida a Lorenz por nosotros, dale amor siempre que lo necesite. Ayúdalo a ser feliz —susurró esto último como si fuese un secreto entre ambos.

—Ese es mi trabajo —dije antes de lamerle la cara, la única forma que tuve de darle mi amor a ella. Poco tiempo después comenzó a rascarse y un montón de ronchas aparecieron en su piel, pero al parecer no quería alejarse de mí.

Francesco me tomó en sus brazos y me abrazó cual peluche antes de darme un beso en la frente—. Eres un buen chico.

Eso me emocionó.

Luego ambos abrazaron al mismo tiempo a su hijo mientras este suspiraba y les devolvía el abrazo.

—En unos días iré por el auto, trata de no romperlo —añadió una vez su hijo se separó y entró al auto. Lorenz lo miró con cara de pocos amigos—. Non voglio vedere neanche un graffio.

Aileen miró a su esposo con mucha confusión hasta que poco a poco comenzó a asentir—. Eso, ni un rasguño. Ni en el auto, ni en ti.

Ella no entiende mucho de ese idioma, por decisión propia. Pero al menos lo intenta. Tal vez debería intentar aprender el mío. Solo digo.

Una vez terminadas las despedidas Francesco me dejó en los asientos de atrás y me ató a algo. Lorenz, en el asiento de adelante, me miraba lleno de nerviosismo mientras acomodaba un par de cajas a mi lado.

Ese día vi por primera vez a tres personas tristes, al igual que vi por primera vez a mi Lo llorar mientras conducía.

—¿Quieres escuchar algo de música, amigo?

—Sí.

—Eso creí. —Sonrió viéndome por un espejo pequeño frente a él. Cuando paró en un semáforo se volteó para acariciar mi cabeza.

Lorenz escucha todo tipo de música. Para él todas las canciones tienen un valor y significado, así sea la peor del mundo. Según lo que me dijo una vez, él aprecia el trabajo que hay detrás de cada composición.

Yo no le entendí por completo hasta que vi el trabajo que hay detrás de una canción. Después de todo él tuvo que hacer muchas cosas durante su carrera y yo estuve a su lado cada que pude.

Aunque siempre he dicho que hay canciones muy malas, pero eso es algo en lo que no estamos de acuerdo.

Tiempo después, la música y mis ladridos consiguieron animar el ambiente triste que vivía dentro del auto. Él golpeaba sus dedos en el volante mientras cantaba o tarareaba las canciones.

Para ese momento nuestra lista de reproducción ya existía, y ella fue la acompañante perfecta durante las horas de viaje.

Esta lista que hizo Lorenz, en aquel entonces, tenía canciones específicas a las cuales yo había reaccionado de buena forma. La mayoría de ellas me transmitían una sensación plena de felicidad. Había algunas que me recordaban a las flores del jardín de la casa, a las mariposas volando, el césped bajo mis patas, el aire que refrescaba esos días de verano...

Actualmente, hay muchas que ni siquiera están ahí por mí, sino por ella. Pero tiene buen gusto musical, entonces no me quejo.

Las canciones pasaban mientras el auto avanzaba. Si subía la mirada podía ver el cielo por la ventanilla cerrada. Aún seguía siendo pequeño, entonces no estaba a la altura del cristal para ver los autos pasar a nuestro lado.

'Cause I remember every sunset. I remember every word you said, and we were never gonna say goodbye —cantó de forma distraída mientras yo le veía mover su cabeza al ritmo de la pegajosa canción—. Singing la-da-da-da-da.

El auto se detuvo y Lorenz volteó con una gran sonrisa que me hizo feliz al instante. Comencé a mover mi cola haciéndole saber mi emoción del momento.

Me señaló y después cerró su mano en un puño para llevarlo cerca de su boca haciendo como si fuese un micrófono—. Tell me how to get back to... Back to summer paradise with you, and I'll be there in a heartbeat.

Volteó de nuevo hacia el volante, apagó la música, abrió la puerta y salió dejándome ahí. Me acerqué a la puerta que estaba al lado de la que usó y comencé a preocuparme.

¿Lo? ¿Lorenz? ¿Lorenzo? ¿Lorenzo Vitali? —Mi desesperación era tal que no me di cuenta cómo alguien había abierto la puerta del lado opuesto hasta que sentí que me alzaron.

—Aquí estoy, no te voy a dejar nunca.

Momentos así me recuerdan cómo mi amor hacia él fue creciendo.

—Vamos a comprar cosas para el camino. Además, tengo que ir al baño y tú también, no queremos que ocurra un accidente que tenga que limpiar después. —Me dejó en el suelo y me puso algo que envolvía mi pecho. Cuando comenzó a caminar esa cosa que me tenía atado a él me jaló hacia su ridículo cuerpo.

—¿Qué es esto? —comencé a pelear con aquello.

—Sé que te puede resultar incómodo por ahora, amigo. Tenemos que entrenar un par de cosas, pero, a partir de este momento, cuando salgamos a la calle llevarás eso. Así no te alejas mucho de mí.

En ese momento me molesté. ¿Qué pasa con eso de que todo el mundo tiene derecho a la libertad?

—No, no quiero —resoplé y me senté en el asfalto, pero la fuerza de Lorenz era tanta que me arrastró por el suelo sin darse cuenta.

Cuando volteó me vio echado con las patas desparramadas a los lados. Eso era una injusticia, y yo claramente protesté por eso.

—Vamos, amigo. —Jaló la cuerda que nos mantenía unidos, pero no le hice caso. Se agachó, unió sus labios e hizo un sonido que me llamó la atención. Sonaba muy agudo. Me acerqué donde estaba para ver qué hacía, pero cuando estuve enfrente dejó de hacerlo y me alzó en sus brazos.

Eso fue una trampa, claramente.

A día de hoy me sigue engañando con lo mismo, pero nunca descubro cómo lo hace.

Entramos a la tienda donde compró algunas cosas. Después de hacer nuestras necesidades regresamos a nuestro viaje por carretera. Aún quedaba mucho tiempo para llegar a la ciudad que sería nuestro lugar hasta el día de hoy.

La voz de Lorenz cantando, el sonido del auto y su movimiento, junto al sueño por no haber dormido la noche anterior me atacó de un momento a otro. Simplemente, caí rendido y no supe qué más sucedió.

—Eros, mira el puente. —Cuando me nombró desperté al instante pensando que me daría algo de comer, pero estaba equivocado.

Se detuvo a un lado del camino y comenzó a cambiar las canciones hasta conseguir una en específico. Volteó a mirarme con una sonrisa extraña plasmada en su rostro. Si me acercaba a él podía olerlo, definitivamente estaba nervioso.

—Esto es un cliché, pero tengo que hacerlo. —Rio al momento que comenzó a sonar una canción. Esa fue la primera vez que la escuché, para ser honesto.

Volvió a poner el auto en marcha y como si hubiese sido sincronizado de forma perfecta "New York" sonó una vez estuvimos sobre el puente.

Aunque de la estructura lo único que fui capaz de ver fueron unas cuerdas largas que obstaculizaron la vista completa del cielo azul.

Lorenz cantaba emocionado la canción, o mejor dicho, gritaba la pobre canción mientras se retorcía y golpeaba el volante. Sí, estaba feliz. Según me dijo, su sueño de toda la vida fue vivir en la gran ciudad y ese día comenzó a vivir su deseo más grande para el momento.

Luego de un montón de ruidos de carros, personas y otras cosas que no logré identificar, el auto se detuvo.

—¡Bienvenido! —gritó una voz que reconocí al instante. Liah se escuchaba igual de emocionada. Él subió el volumen de la canción, haciéndola sonar nuevamente, y pude ver a Liah saltando del otro lado de la ventana.

Esa semana escuché la canción a diario, sin exagerar. Ahora la escucho al menos cinco veces a la semana cuando vamos cerca de los sitios turísticos de la ciudad, o en el metro, pero eso no es lo importante.

Lorenz se zarandeó en su asiento en un pésimo intento de bailar. Apagó todo, se volteó y me tomó en sus manos sin antes volver a ponerme la cosa incómoda que le permitía controlarme.

Cuando salimos me dejó en el suelo. Inmediatamente, pude ver un montón de cosas. Los edificios enormes que había alrededor, la cantidad de niños y personas caminando de un lado al otro, los árboles... las ardillas.

Salí corriendo, pero la tonta cuerda que me privaba de la libertad me impidió ir en contra de ellas.

—Ya sabía que era buena idea comprar la pechera —dijo Lorenz regañándome con la mirada.

Unas risas molestas invadieron mi audición y cuando voltee a ver hacia la entrada de un edificio ahí estaban mis dos hermanos riendo.

—Miren quien no puede escapar ahora —dijo Cronos mientras Aura se rascaba la oreja con su pata trasera.

—Jaden está recibiendo las llaves del departamento —comentó Liah sentándose al lado de mis hermanos que estaban amarrados a la barandilla de las escaleras.

—¿Y tú ya te instalaste? —preguntó Lorenz mientras hacía lo mismo que ella.

—Sí, llegué hace dos horas para dejar las cosas de Cronos con mi padre en su departamento. —Los padres de Liah no vivían juntos, ella vivía con su madre antes de graduarse de la secundaria—. Dios, está ciudad es más de lo que soñé. Una locura total, pero es genial que estamos cumpliendo nuestra promesa.

—Una de las mejores que he hecho hasta ahora —dijo Lo. Sus ojos brillaban, su sonrisa delataba la felicidad reinante dentro de él—. ¿Qué tal el edificio y el cuarto?

—El campus de la universidad es genial y la fachada... puff creo que me derretí al ver la entrada del edificio. —Mi dueño comenzó a reír al verla tan extasiada por la estructura de un lugar—. La hermandad es enorme, parece una mansión y mi habitación tiene una vista espectacular. Conocí a varias chicas agradables. En definitiva fue buena idea llegar temprano para el reconocimiento de la facultad. Por una vez agradezco tu impulso de controlar todo, imbécil.

—Les dije que era buena idea. Además, podemos adaptarnos a la ciudad sin tanto ajetreo. Calculo que de aquí a un mes, para cuando comiencen las clases, ya tendremos al menos un poco de sentido de orientación —dijo Lo. Ese día estaba ansioso, emocionado y algo asustado.

Liah dejó caer su cabeza en el hombro de él y ambos cerraron los ojos quedando en silencio, aunque no duró mucho, pues, el bullicio de la ciudad era bastante, las cornetas de los autos sonaban junto al montón de voces.

Un auto con un helado enorme pasó frente a nosotros con una música espantosa que me dañó los oídos al instante. Y después Lorenz dice que hay que valorar toda la música...

Ambos rieron al mismo tiempo—. Idealice vivir en esta ciudad por tanto tiempo que ahora me parece una mierda ruidosa, pero me encanta —terminó por decir Lo en medio del bullicio.

—¡Es nuestro! —gritó Jaden sobre el ruido de la ciudad. Comencé a ver en todas las direcciones intentando encontrarle hasta que miré hacia la entrada del edificio y ahí estaba con las llaves en su mano.

—Es que no me lo puedo creer —dijo mi dueño con la vista pérdida en algún lugar.

Jaden llegó corriendo a su lado y le dio un golpe en la mejilla. Por alguna razón eso me puso alerta, como siempre pasa cuando creo que Lo está en peligro. Pero era su mejor amigo, así que en su momento no le tomé importancia—. Reacciona Lo. Estamos cumpliendo nuestro sueño de vivir en Nueva York, hoy es el primer día de muchos.

El grupo de amigos rieron cuando Lorenz los alzó sin ninguna dificultad dándoles un abrazo. Había hecho ejercicio desde que me adoptó, ya no era tan débil como aquel día.

Al entrar lo primero en recibirnos fue un amplio salón blanco. A un lado del lugar, tras un mostrador de madera oscura, había un hombre vestido de forma graciosa que nos saludó a todos alegremente.

Su cabello, incluso para el día que lo conocí, era completamente gris. Su traje oscuro y el gorro le daban un toque de elegancia; sin embargo, me parecía gracioso que una persona se vistiera de esa forma. Pero independientemente de su aspecto, irradiaba un aura de seguridad que me llamó la atención inmediatamente.

Los ánimos de los chicos bajaron un momento cuando quisieron usar algo que se llama ascensor, pero estaba descompuesto.

—El edificio no es muy nuevo —aseguró el señor con algo de pena, pero con una sonrisa contagiosa—. Además, ese ascensor tiene bastantes problemas técnicos. Ustedes son jóvenes, no les hará daño subir un par de escalones.

Los chicos refunfuñaron, pero era el único modo de subir los pisos que nos llevarían hasta la nueva casa.

Lorenz me alzó a mí y Jaden alzó a Aura para comenzar a subir por las escaleras. Mientras, Cronos iba en los brazos de su dueña.

Cada escalón que mi dueño subía saltando podía sentir cómo mis orejas rebotaban, el movimiento era extraño y la emoción de Lorenz junto a los latidos rápidos de su corazón, que se podían escuchar hasta en la entrada del edificio, me tenía mareado.

Estaban sucediendo muchas cosas al mismo tiempo.

—¿Crees que sea bonito el lugar? —me preguntó Aura distrayéndome, pero no le respondí porque justo en ese momento entramos al departamento.

Estaba totalmente vacío. No era la casa más linda que haya visto en toda mi existencia, pero, aun así, los tres chicos parecían extasiados con su nuevo hogar.

—Las paredes son de ladrillo, el piso es de cemento pulido, el estilo industrial del departamento es bellísimo. Unos cuantos retoques y quedaría de revista, solo tienen que apropiarse del vacío que hay —dijo Liah observando todo mientras lucía pensativa.

Lorenz la miró extraño y después comenzó a burlarse de ella. Jaden, por otro lado, la miró con admiración y se acercó a ella para abrazarla por detrás.

Cronos y Aura salieron corriendo por el lugar mientras yo seguía en brazos de Lorenz.

Toda la parte que daba a la calle de la ciudad era totalmente de vidrio y parecía haber algo más allá, solo que no sabía qué era.

—No tenía idea de que el sitio tuviese balcón —dijo el mejor amigo de mi dueño abriendo la ventana y saliendo a eso que yo no sabía su nombre. Ahí supe que se llamaba balcón—, este lugar es genial.

En realidad no era para tanto, pero ellos estaban felices, y eso me hacía feliz a mí.

Salimos al sitio donde estaba el mejor amigo de Lo, era amplio y estaba un poco sucio, como si nadie hubiese usado ese lugar en mucho tiempo. Desde la altura en la que estaba podía ver los edificios que estaban cerca, los árboles y el cielo azul sobre nosotros.

Debe ser agradable tener la altura que los humanos tienen, de cierto modo algo me dice que así pueden apreciar más las cosas que pueden ver. Yo lo haría a diario, espero que tú lo hagas también.

En el momento me conformé con la vista de segundos que tuve de aquel lugar antes de que Lorenz me volteara hacia su rostro.

Sus ojos azules brillaban bastante. Su cabello negro se revolvió con el viento que pasó. Sus cejas, del mismo color de su pelo, se alzaron cuando me sonrió. Y sus dientes blancos me llamaron la atención tanto como las pequeñas manchas imperceptibles que había sobre su nariz.

—Bienvenido a nuestro nuevo hogar, Eros. Bienvenido a Nueva York.

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