Te he buscado en otro mar, y el sabor a traición floreció en mi boca, como una foresta llena de espinos que dolió.

Amor, es por eso que he decidido dejarte en la arena y no sentarme nunca más junto a esa marca tuya, esperando que la espuma suba y acaricie mi piel como lo hicieron tus dedos alguna vez. Y no es que ya no destroces mis nervios, cariño, pero es momento de dejarte ir.

Cariño, te dije mil veces que volvieras, y en 1001 me demostraste que no lo harías. Estupidez mía, por creer que las olas saben escuchar.

Me he sentado en esta roca, y he llorado como sirena al cantarte aquella canción que denominaste "nuestra", ahora solo queda una estrofa de unas notas ajenas a lo nuestro, que con una dolorosa elegancia recitan "la espuma de esta herida es lo que sobra de tu mar".

Esta es la última vez que te voy a dejar. No planeo buscar tus recuerdos ni siquiera en la espuma de mi cerveza, ni quiero mirar a la del cielo tratando de encontrar un guiño del universo que me haga creer que volverás.

Creo que por fin tengo el coraje de arrancar la costumbre, que fuiste tú, de mi corazón para dejar que otras costumbres florezcan. 

Creo que este es el momento -no perfecto, pero sí necesario- de desterrar tus raíces.

Y, ¿vida?, No me hagas volver a este mar con la esperanza de que él vuelva. Y cobra a mi cuenta el dolor que me harás sentir después.