Amor, soy una botella tirada al mar. Una tormenta encerrada en un cilindro de cristal que amenaza con explotar. Un grito de auxilio lanzado al aire rogando encontrar alguien que le escuche.

Amor, soy una hecatombe lanzada al mar, un caos que se aferra a las olas que le hunden a un infinito de oscuridad, una montaña rusa rota que te lleva a tu final, a esa muerte que pareces rogar por saborear y que, cariño, no quiero que tú lo hagas.

Y aquí me tienes, debatiéndome entre huir de ti y tu calma o cargarme a tu tranquilidad y aventarla a este infierno que no deja de repetirse. Debatiendo entre luchar por un día más o dejarme caer a este pequeña grieta encontrada entre el ataúd y la tumba, a este último final del que no quiero saber si volveré.

Pero entonces estás tú y tus labios de melón.

Pero entonces estás tú y tus manos de algodón...

Y no quiero escapar...

Y no puedo escapar...