Capítulo 54
Como acto reflejo, tomo la mano de Plugsey y nos escondemos detrás de la primera mesa que encontramos. Le ordenado que siga ahí y que no se levante. Si el espíritu está dentro del corpus infinitus, el efecto que se ha planeado no funciona. Lo mejor es esconderlo hasta el momento indicado. Me asomo un poco por encima de la mesa, la cual nos oculta completamente. A la distancia, Amelia nos mira de forma vacilona.
-Sé dónde estáis-ríe mientras me observa
En ese momento, Marco saca sus dos espadas y Alberto crea dos látigos. Ambos miran a Amelia de forma desafiante, en posición de combate.
-Ay, que dramáticos. Al fin tenemos una reunión familia en carne y hueso... y vosotros os ponéis así. ¡Qué ganas de desperdiciar un gran momento como éste!
-Déjalo, mamá-responde Marco con cara de pocos amigos-sabes por qué estamos aquí. Nos estabas esperando. Sabías que era cuestión de tiempo que apareceríamos y por qué.
Amelia mira fijamente a Marco y sonríe con ternura. Se acerca a él y agarra sus mofletes de forma cariñosa. Luego los suelta mientras hace una pedorreta. ¿Qué acabo de presenciar? Miro hacia Alberto, está tan extrañado como yo. Marco no borra la cara de pocos amigos, incluye añade asco a su mirada.
-¡Venga ya!¡Siempre soñamos con que te hiciera pedorretas!¿Ya no te acuerdas de los buenos momentos vividos con tu madre? Este, bueno, comparte genética conmigo, pero nada más. Sin embargo, tú eres mi pequeño, Marco. ¿Cómo puedes portarte así?
-Es lo que tiene haber descubierto que adelantaste mi parto y provocaste que tuviera que estar exiliados seis años. ¡Seis años, madre! ¿Se puede saber por qué?-empieza a gritarle Marco enfadado. Amelia pone cara de víctima mientras Alberto mira con rabia a la madre que le parió.
-Para criarte como es debido, obviamente. Allí nunca hubieras conseguido ser ni la mitad de lo que eres hoy. Lo hice por ti. Deberías darme las gracias. Lo hice por ti, porque esas son las cosas, que hace una madre.
-¿Por ti o por mí?-pregunta Marco mosqueado-¿Para criarme sólo tú o para criarme como es debido? Muchas veces no estabas. Siempre me mentías y me decías que estabas cuidando de mamá y Alberto, ahora veo que no era cierto. ¡Mira todo lo que has creado cuando no estabas! ¿Cuántas mentiras más me has hecho? ¿Cuántas? - grita Marco enfadado mientras su voz tiembla. Está a punto de llorar de la impotencia.
-Era lo mejor, hijo. Era mejor que no lo supieras. Después de todo, la bondad reina en ti y para hacer del mundo uno mejor, la bondad debe quedar al margen. No podrías con todo esto. Estoy intentando construir un mundo mejor, un mundo sin los humanos al poder. Esos seres despreciables, deben ser destruidos. Con eso, conseguiremos ser todos felices y podremos pasar página, hijo.
-No-responde rápidamente-No es verdad. ¿Deben ser destruidos o tú debes mandar sobre ellos y sobre todo el mundo para al fin sentirte poderosa de verdad? ¿Tanto vale la pena el poder? ¿Tanto para llevarse también a tu familia? ¡Míranos! ¿Te parece que somos una familia feliz? Si te hubieses conformado con lo que teníamos, en vez de perseguir constantemente más poder o haberte sentido suficiente con lo que tienes, no estaríamos en esta situación. ¿Ha valido la pena?
Amelia se queda perpleja al mirar a Marco. Está asombrada al verlo, con los ojos llenos de pena. Realmente, creo que es la primera vez que juraría que Amelia sufre de verdad. Después de todo, detrás de ese ser despreciable, hay un corazón que bombea por el hijo que ha criado. Resopla mientras traga saliva. Mira a Alberto, el cual le mira con una gran decepción. Mira al suelo, con tristeza y luego, mira al frente. Respira hondo, de nuevo, y pone su cabeza alta, buscando todo el orgullo que tiene allá donde haya quedado.
-Hubiese valido la pena, pero elegisteis el camino equivocado-responde con superioridad, buscando esconder toda tristeza que podía sufrir-Además, ya es un poco tarde, ¿no crees?
-Es cierto, mamá, ya es tarde-resopla Marco, colocándose para atacar. Alberto lo sigue-Por eso estamos aquí, para liberarte de todo el odio que te corroe y puedas descansar al fin en paz
-¿En paz?-ríe Amelia
En ese momento, Alberto se dispone a atacarla. Ella lo esquiva sin ningún tipo de problema y crea dos espadas de agua con el líquido que acaba de salir de la urna. Ella se coloca en posición de ataque.
-En fin, supongo que, si alguien tiene que tomar responsabilidad de vuestras malas decisiones, mejor que sea vuestra propia madre, ¿no?
En ese momento, empieza un gran combate. Una gran obra de arte. Todos esquivan grandes movimientos y crean otros. Después de todo, la habilidad de Amelia es tal, que ni con dos grandes guerreros se puede vencer, así como así. Alberto demuestra una gran habilidad, pudiendo hacer frente a la lucha. Marco demuestra conocer a la perfección las espadas, pero, sobre todo, a su enemigo. Aun así, no es tan fácil de vencer.
Amelia siempre fue una gran espadachina, venciendo a todo aquel contra quién se afrentaba. Era donde destacaba y lo hacía notorio siempre que podía. Era donde se sentía poderosa, donde no tenía que preocuparse si no tenía suficiente poder para llegar al ritmo de la clase. Al menos, eso siempre decía Marina, la cual babeaba cuando Amelia peleaba con la espada. Siempre fuimos enemigos, incluso antes de su relación con Marina, pero es cierto lo que me ha dicho antes Marco. Siempre ha sido un enemigo al que respetar. Volver a verla pelear, me ha recordado que así es. Supongo que, al igual que ella y Marina estaban hechas para quererse a pesar de las diferencias, nosotros estábamos hechos para siempre estar enfrentados, siempre en bandos opuestos e intereses que chocan. Supongo que estamos hechos para destruir al otro. Ella provocó mi muerte, y yo, es momento de hacer todo lo posible para asegurarme la suya.
Alberto recibe un corte de gravedad. Grita de dolor, prácticamente tiene el brazo colgado. Pocos centímetros más y estaría partido en dos. Me centro. Uso mi poder del agua para hacer que el brazo vuelva a su sitio, célula con célula, arteria con arteria, etc. Finalmente, el brazo vuelve a estar como nuevo. En ese momento, Amelia se gira a mí con cara de pocos amigos.
-Mateo... Hijo de puta...-susurra mientras me mira y sigue luchando
Yo le guiño el ojo y sonrío de forma burlona. Ella me fulmina con la mirada y continúa luchando. Finalmente, yo valoro su poder y ella, el mío. Veo que la devoción, es mutua.
En ese momento, recuerdo algo. Algo realmente importante. Ella provocó mi muerte tocando donde duele... ¿y si yo le hago lo mismo? Después de todo, tiene emociones, puedo hacerle daño, ¿no? Es cierto que es una adicta al poder, pero, detrás de todo eso, tiene su corazón. O al menos, eso se supone.
Mientras observo como avanza la batalla y que el brazo de Alberto continúa funcionando perfectamente, medito sobre qué puede hacerle daño. ¡Ah! Ya sé. ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?
Escribo un mensaje con hilos de agua en el aire, al igual que hizo ella con mi muerte. Sin embargo, este sólo puede leerlo ella. Este mensaje pone:
"Estando contigo, Marina sólo podía pensar que con quién realmente quería estar, era con Juan. El que ha sido su gran amor durante los últimos quince años."
Amelia está luchando y ni se percata del mensaje. Después de un rato, su mirada se escapa levente hacia la dirección del mensaje. Abre sus ojos de par en par y vuelve su mirada hacia el mensaje. Se para en seco y se queda mirándolo. Sus ojos sufren y casi no puede mantenerse en pie al leerlo. Tiene un gran sufrimiento en este momento. Se nota a la legua. Es cierto que, incluso me da lástima verla así. Es irónico que, después de todo lo que hemos pasado, llegue a darme pena.
Intenta esquivar a sus hijos, pero es imposible. Está demasiado afectada. En menos de dos segundos, Alberto la lía en uno de sus látigos y Marco aprovecha que está inmóvil para cortarle la cabeza de cuajo. Dejando un cuerpo sin cabeza y una cabeza rebotando, con mirada apenada y triste. Después, convierte su espada en dos dagas y se la lanza a la cabeza rebotando, quedando clavada en la pared, con las dos dagas en los dos ojos. Indicando que se la matado por traición.
Quite el mensaje y observe la cabeza de mi enemiga eterna clavada en la pared. No la he matado yo, pero lo he provocado. Esto va en contra de todos mis principios, pero la guerra, es la guerra, supongo.
-Ha tenido mala leche el mensaje, Mateo-dice Alberto mientras se queda observando la cabeza de su difunta madre con mirada de preocupación y asimilando lo que acaban de hacer
-Pero ha sido útil, gracias-contesta Marco, respirando aliviado, como si se hubiese quitado un peso de encima
Es curioso como ambos hermanos afrontan distinto el haber luchado con su madre hasta la muerte. Acaban de cumplir con su cometido, sin saber exactamente lo que significaba con su cometido. Ahora, mientras observan el cuerpo inmóvil lo saben. Sin embargo, no hay que olvidar una cosa...
Amelia es una gran espadachina... aunque sea en su forma de fantasma.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro