Capítulo 50
Me marcho de aquella terraza. Todo se está volviendo demasiado sentimental para mi gusto. Voy a mi armario. Llevo toda la vida preparada para una gran batalla. Es el día de usar aquella espada romántica con una hoja gran afilada que me regalaron cuando tan sólo tenía 7 años en Navidad. Siempre he pedido unos grandes regalos.
Al fin podré combatir con ella, destruir con ella. Es realmente satisfactorio que haya llegado este día. Saco la espada de su funda para disfrutar de su belleza. Es realmente alucinante. Me pongo mi traje de esgrima negro, obviamente. Pongo mi espada a la espalda con su funda y me dirijo al aula de esgrima. Debo practicar. Debo estar preparada para el gran momento.
Llego al aula y cuál es mi sorpresa al descubrir que ya está ocupada. Alguien más está practicando. De hecho, está practicando con dos espadas, haciendo movimientos que sólo he podido disfrutar en visiones. Tiene una mirada fría, determinada y calculadora. Sin embargo, en vez de su madre, Marco usa espadas hechas de diamante, con empuñadura de roca maciza. Deben pesar mucho, pero él las lleva como si pesaran tan poco como el hielo. Lleva un mono ajustado, elástico, de marrón claro. Aquella escena que transmitía poder, llega incluso a estremecerme. Miércoles, céntrate, debes prepararte para la batalla.
-¿Te vas a quedar ahí mirando?-dice Marco al terminar. Lo dice de forma seca, incluso borde. Algo muy extraño para el encantador y risueño Marcos. Es como si le hubiesen quitado la felicidad de un plumazo.
-¿Quieres que haga algo más?-pregunto
-Entrenar, vamos a una batalla y hay un enemigo que vencer
Comenta esto mirando la espada con firmeza y también, triste. También le duele, al igual que le dolía a Marina. Cada uno lo expresa a su manera. He de reconocer, que la manera de Marco es mucho más atrayente.
-A tu madre-respondo con sequedad
Marco levanta la mirada a mí, con rabia y melancolía al mismo tiempo. Respira hondo y lo suelta antes de volver a hablar.
-Sí, a mi madre
Tras decir eso, práctica un nuevo ataque con ambas espadas. Es realmente alucinante. Me quedo observándolo, nunca lo había visto luchar con espadas.
-¿Vas a luchar con espadas? ¿No sueles luchar distinto?
-Creo que, debida la ocasión, lo mejor es luchar con espadas. Después de todo, lo que sé es gracias a Amelia. Me ha enseñado prácticamente todo lo que sabe sobre el combate. Me parece un gran giro de guion usarlo en su contra. ¿No crees? Así, el alumno vencerá al profesor, habiendo creado así su gran derrota.
Ya no está triste o alterado como en la cala. Está en un estado frío, con un aura triste y deprimente. Es realmente estimulante verlo.
Practica un nuevo ataque y acaba lanzando la espada a la pared, la cual queda altamente clavada. Se acerca y la saca como si nada. Pone su mano en la pared y la arregla rápidamente. Es realmente una obra de arte.
-Estás... distinto
-¿Cómo esperabas que estuviese? ¿Feliz? ¿Entusiasmado? Al menos al fin sé que debo hacer para ayudar a mi familia. Después de todo, lo que nos envenenaba formaba parte de ella. Tener que destruir a una figura materna es algo que no le deseo a nadie, pero lo haré con gusto si así salvo a los míos. Es lo mejor para todos, incluyendo, irónicamente, a Amelia. Esto debe terminar de una vez por todas.
-¿Y para ti?-le pregunto
Él se gira y me mira con cara de pocos amigos. Después de eso respira hondo y coloca sus espadas a la espalda mientras resopla y aparta la vista.
-¿Acaso importa?
-A mí me importa-respondo de forma involuntaria
Me sorprendo y abro los ojos de par en par. ¿Qué acabo de decir? ¿Cómo he dicho eso? ¿Qué me pasa? ¿Cómo que a mí me importa? Le miro intentando buscar la manera de salir de esa, en cambio, no lo hago. Marco tiene media sonrisa y su mirada está algo iluminada. Al fin un poco del verdadero Marco. Este es estimulante, pero este me gusta más.
Se acerca a mí con esa media sonrisa y me besa, no con lujuria como en la cala, si no con ternura. Algo se mueve en mi pecho que no sé qué es cuando lo hace. ¿Esto son sentimientos? No sé si quiero volver a tenerlos. Es agotador.
-Bien, entonces, tienes que entrenar. No quiero tener que protegerte en medio de la batalla-bromea y ríe mientras lo dice. Me gusta verle así.
-Por favor, sé luchar. ¿Cómo osas a decir que tendrás que protegerme?-respondo con frialdad y él empieza a reír
-Eso habrá que verlo
Él sonríe tras decir esto y no puedo evitar media sonrisa. ¿Acabo de sonreír? ¿Qué me pasa?
Él se dirige a la pista de esgrima y aparta sus dos espadas de esta. Me indica con la cabeza que me acerque. No soy de aceptar órdenes, pero tengo curiosidad de qué va ha pasar a continuación. Se acerca a mi espalda y saca mi espada de la funda. Se queda mirándola, estudiándola. No está muy convencido mientras lo hace.
-No está muy afilada
-¿Cómo qué no? La suelo afilar como pasa tiempo
Marco levanta la mirada hacia mí, confundido, y empieza a hacer una ligera risa.
-¿Cómo que la afilas como pasa tiempo? ¿Te relaja afilar espadas?
-Obviamente-respondo seria y segura de mí misma. ¿A quién no le relajaría eso?
-Pues siento decirte, que hay partes que casi no has afilado. Puedo arreglarlo si quieres.
-No, así está bien. Así debo rebanar de nuevo. Me gusta.
Marco parpadea varias veces, algo confundido por mi respuesta. Finalmente, elige no contestar y decide acercarme la espada. Se aparta de mí, con sonrisa picarona y bromista. Se pone recto, con las manos agarradas por atrás.
-Bien, veamos si te funciona. A ver qué sabes. Intenta darme.
-¿No vas a usar tus espadas?-le pregunto
-No las necesito. Si me haces una herida, ganas tú.
Tanta seguridad me ofende incluso. ¿A qué juega? En fin, supongo que es mi momento de vengarme por hacerme sentir cosas cuando me repelen las emociones.
Me pongo en posición y me dispongo a lanzarme hacia él, como buen esgrimista. Él lo esquiva a la perfección. Frustrante. Debo esforzarme más. Sigo sin darle. Empiezo a usar mis grandes técnicas para alcanzarle. Lo único que consigo es sacarlo de la pista. Empiezo a perseguirlo por el aula. Uso técnicas variadas, las más complicadas que conozco, las que sé que nadie podría esquivar sin espada. Él lo hace a la perfección, sin usar en ningún momento su control sobre la tierra. Maldito Marco. Sigo luchando, sigo, sigo hasta que encuentro que su mano está en mi hombro. Me da un ligero golpe y pierdo el control del brazo y se cae mi espada. Él la coge al vuelo y la extiende hacia mi brazo. He acabado de pie, con una espada en mi cuello sin poder casi moverme. Es excitante, he de reconocer. Marco me mira con mirada asesina, con frialdad de combate. Es aún más estimulante.
Me quedo mirándole un buen rato, con la mirada alta, digna de aquella situación. Finalmente, Marco respira hondo y tira la espada al suelo. Estoy a punto de quejarme por tratar así mi espada cuando veo que se lanza hacia a mí y me besa. Esta vez no con ternura, si no con lujuria como en la cala. Me agarra directamente del trasero y me lo sube hasta su vientre, haciendo que besarnos sea natural y estimulante. Lo agarra con fuerza y con pasión, no me molesta en absoluto. De hecho, es todo lo contrario. Le abrazo con mis piernas y abrazo su cuello, de forma inconsciente. Él empieza a andar conmigo así, no sé a dónde me lleva, pero tampoco me importa. Finalmente, noto la fría pared en mi espalda. Empieza a moverse con un ligero vaivén que se acerca y se separa. Yo me estremezco mientras lo hace. Volvemos a la situación de la cala, pero esta vez, no hay nadie que nos interrumpa. Me dejo llevar por la rabia del combate y la lujuria del momento. Le muerdo el labio y noto como su sangre brota. Saboreo su sangre, haciendo que así se encienda todo mi cuerpo. Noto todo mi cuerpo ardiendo y aún más mi vagina al hacerlo. Él suelta una de sus manos y me agarra de la mandíbula. Estampa mi cráneo contra la pared con lujuria, sin quitar los ojos de mi boca. Yo empiezo a reír, mientras saboreo aún más la sangre. Observo como un hilo de agua recorre su labio y cura su herida. Esto va a ser muy divertido.
En ese momento, noto algo duro justamente debajo de mí, algo que no estaba ahí antes. ¿Él también está estimulado? Sus ojos son completamente dorados. Resopla mientras me observa fijamente. Finalmente, sacude su cabeza y me suelta. Yo me quedo confundida. ¿Por qué me suelta?
Se aleja de vi y vuelve a la pista de esgrima. Carraspea y se ajusta la parte inferior del torso. Está rojo como un tomate. Intenta guardar la compostura.
-Bien, me has hecho una herida. Has ganado. Ahora, vamos a seguir preparando para la batalla y nada de distracciones hay mucho en juego.
-Puedo seguir ganando, si quieres-le contesto mientras le observo con firmeza
Él, como respuesta, mira cómo está en ese momento su mono de lucha y vuelve a ajustársela, con una sonrisa vergonzosa y carraspeando varias veces. Ahora le queda distinto. Espera un momento, la parte de la cadera está distinta a antes. ¿Acaso está...?
-No, gracias. Vamos a centrarnos y seguir preparándonos para la batalla. Tenemos poco tiempo para asegurarnos que lo harás bien. Nada de distracciones.
-¿Hacemos lo mismo que antes?-le pregunto refiriéndome a intentar darle con la espada y que él lo esquive
-¡Nada de distracciones, he dicho!-grita nervioso y totalmente colorado
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