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Lo que el hielo ocultó: invita.


Capítulo 6

Lo que el hielo ocultó: invita.

El día antes de navidad había amanecido helado. Ni siquiera podía conciliar el sueño porque la calefacción no funcionaba del todo bien en mi habitación.

En la tarde Rosemary había ido en mi búsqueda y mi mamá preguntó su dirección y el número de sus padres, incluso los llamó para confirmar si eran verdaderos. Después de media hora de rigurosa investigación por parte de mi madre, nos fuimos en el auto de la vez pasada con el mismo conductor castaño que no se preocupó en saludarme o si quiera devolverme el saludo.

Pronto descubrí que era el novio de Rosemary. A la vez me sorprendí porque no pensé que alguien como ella pudiera si quiera tener novio. Lo cual me hizo reprenderme, porque estaba prejuzgando a Rosemary.

Warren estaba allí, y el hermano de Rosemary, Vid. El papá de Rosemary era quien cocinaba mientras nosotros estábamos en la sala del departamento socializando. O al menos ellos hablaban y yo escuchaba, porque no encontraba que hablar. Yo no tenía nada muy importante que decir sobre mí que no involucrara mi vida en Friburgo.

Mucho antes de la hora de la cena, mi estómago estaba haciendo sonidos y se revoloteaba como si estuviera haciendo malabares. Tenía tanta hambre y el olor era tan rico.

Traté de distraer a mi subconsciente del hambre que azotaba mi estómago mirando las decoraciones en todo el lugar; todo muy cálido y hogareño, todo muy cariñoso: angelitos de papel, un árbol de navidad con esferas rojas y verdes, estrellas doradas y plateadas de papel entre otros adornos para la época.

Dios mío, tenía dieciocho años de edad y nunca en mi vida había pasado la noche buena así, me sentía alegre y el espíritu navideño tocaba la puerta de mi vida.

Vale, eso suena un poco exagerado, pero el impacto fue exagerado.

La hora de la cena había llegado y la mesa estaba puesta. Era una mesa larga y espaciosa pero con solo seis sillas de espaldar ancho, y nosotros, casualmente, éramos seis. Después de haber cenado pavo relleno de especias y puré de papas, nos sentamos en la sala a reposar y fui sorprendida con un plato de dulces navideños.

—Y este regalo —dijo Rosemary con el último regalo en su mano—, es para usted Lauren, de verdad que le amo mucho y en tan poco tiempo se ha convertido en una amiga. Lo mejor ha sido que haya venido aquí a Múnich.

Me sentía alagada y solo pude sonreír. También tenía un poco de culpabilidad porque no había comprado nada para ellos; solo había ido con las manos vacías. Pero al menos, solo estábamos nosotros cuatro porque los padres de ellos se habían ido a su habitación.

Me senté junto a ella en el suelo y le di un abrazo después de coger el regalo de sus manos.

—Pero ábrelo. —Warren pidió.

Vid aplaudió ruidosamente.

—¡Sí! ahí está el regalo de nosotros tres.

—Shh. —Rosemary pidió que hiciera silencio colocándose un dedo en la boca, también estaba riendo por lo bajo—. Tus padres están durmiendo cavernícola, no los querrás despertar.

Ladeé la cabeza y rompí el envoltorio, luego abrí la caja, lo primero que vi fue una bufanda de lana azul.

—Oh, muy linda, gracias. —Alcé la vista esperando saber quién había sido el autor del regalo, pero ellos no me dijeron. Después saqué un brazalete con una « que colgaba de él—. Hermoso —susurré sorprendida.

Al fondo de la caja de regalo había un sobre blanco, y lo abrí, era un boleto para un pequeño paseo por el rio Isar, además de una boleta para entrar al Museo de historia y ciencias alemana—. ¿Para Deutsches Museum?, ¿yo sola?

Rosemary sacó un sobre de debajo de sus piernas y le dio uno a Warren, y a su hermano.

—¡Los cuatro! —exclamó entusiasmada—. No invite a Albert, saben lo celosa que es la novia, ¿pero qué importa? —Hablaba del otro rubio.

—¿Qué hay de tu novio? —pregunté.

—Ah no le gusta estar con desconocidos.

Me quedé mirándola sorprendida, claro, yo era una desconocida, quizás por eso se había ido.

—No se fue por ti, tenía que cenar en familia.

Yo miré al pelirrojo, pensando: ¿tú no tienes familia?, pero me acordé de mí, yo también estaba allí en esa casa.

—¿Y Warren? —pregunté.

—Warren es nuestro primo.

Asentí mirando las boletas.

—¡Es una belleza, te juro! Hay un puente magistral, y miles de cosas en exhibición. —Warren me prometió.

Vid se levantó. —Oh, al Deutsches Museum von Meisterwerken der Naturwissenschaft und Technik.

Rosemary rodó los ojos. —No te preocupes, el solo quiere impresionarte porque se sabe el nombre completo. Bah.

Sonreía a ellos con mis tres regalos sobre las piernas.

Esa noche llegué a casa faltando cinco minutos para navidad, y seguía estando igual del frío que en la mañana. Mamá me esperaba despierta, y como había sido la misma mamá de Rosemary que me llevó a casa, ella no me reprochó nada.

En el día de navidad quería ver a Roger Bernard, pero su camioneta negra no estaba en casa. Creí no haberla visto desde el veintidós de diciembre, y aunque me quise preocupar mucho, no sucedió, solo estaba muy curiosa por saber cómo se sentía al saber que yo lo había plantado.

Pero entonces, el treinta de diciembre, cuando volvía de caminar, porque me gustaba darle vueltas a la cuadra para mantenerme en forma, ya que ya no me estaba sometiendo a los ejercicios en la escuela de patinaje y mi cuerpo se empezaba a oxidar, me lo encontré recostado de su camioneta negra. Igual que siempre, un abrigo grueso de lana forrado con cuero, un gorro cubriendo su brillante cabello rubio y las manos en los bolsillos, mirando al frente, la casa que nos quedaba al lado.

Mientras me acercaba, solo me quedé mirándolo, cayendo en cuenta que había durado más de una semana fuera de casa, entonces miró hacia donde mí y yo no aparté la mirada por unos segundos, después seguí dirigiéndome a casa sin mirarlo.

—Lauren —me llamó. Volteé a verlo, la calle en medio de nosotros dos—. Ven aquí, por favor.

Crucé la calle y me paré en frente de él con los brazos cruzados.

—Feliz navidad, linda bufanda.

—Gracias —respondí entre dientes—. Feliz navidad para ti también.

—Pero a menos de que no te la envuelvas... —Tomó la bufanda que descansaba abierta en mi cuello con delicadeza y me la puso de nuevo, colocando la punta dentro de mi abrigo.

No era la gran cosa, cada quien utilizaba las fundas como quería.

—¿Sí?

—No la uses sin amarrar, no sabes lo peligroso que es una bufanda suelta. —Puso las manos en mis hombros. Lo miré atenta.

—Claro.

Soltó aire y miró a su derecha, donde estaba mi casa. —Quería pedirte disculpas por no haberme presentado en el cine, sé que me esperabas.

No me tomó nada de tiempo saber que me había dejado plantada, pero no en realidad, porque yo lo había dejado plantado a él primero. Ni siquiera me presenté. En ese momento me dije en la mente: bien, ¡bien, Lauren! Evitaste hacer el ridículo, que bueno que no te presentaste tampoco.

Pero en vez de sacarlo de apuros, me alcé de hombros haciendo una mueca de desinterés con los labios.

—No me importa.

—Mañana en la plaza harán la cuenta regresiva para el próximo año, ¿te gustaría ir conmigo? —Lo observé. Sus ojos casi amarillos en ese instante.

—Voy a pensarlo Roger Bernard. —Me di la vuelta y caminé a casa.

—Espera. —Me llamó y entonces caminó hacia mí dejando una tarjeta de presentación—. Me llamas, para saber tu decisión.

Yo no iba a ir, pero entonces, mi mamá se estaba arreglando, un treinta y uno de diciembre, y yo estaba sorprendida.

—Tengo una cita. ¿No ibas hoy a ir con tus amigos también?

Me quedé en silencio. ¿Una cita, mi mamá? Yo no estaba lista para aquello. Digo, yo nunca estuve lista para ver a mi mamá saliendo con otros hombres. Desde pequeña, como a los siete, recordaba que mi madre me dejaba tres horas donde una nana mientras ella salía a citas con un nuevo interés amoroso y al cabo de unos meses tan solo eran un intento fallido. No eran tan a menudo, quizá el hecho de que tuviera una hija hacía que sus relaciones terminaran, porque no le gustaba dejarme con la nana ni pasar de las nueve de la noche en ninguna de esas citas.

Nunca conocí a mi papá, bueno, por fotos, prometo contar esa historia. Pero ahora no, no es el tiempo.

—Lauren, mi amor, ¿vas a salir con tus amigos hoy también? —Me preguntó colocándose unos pendientes de perla.

Tenía las manos en los bolsillos y me alcé de hombros con desinterés.

—¿Para qué quieres saber?

—Porque si no tienes con quien pasar año nuevo me quedaré contigo, como todos los años.

No me daría el lujo de arruinar su cita como lo hacía antes, porque cosas, como el video, me hicieron recapacitar en muchas cosas, como el hecho de que mi mamá vivía por mí y tomaba decisiones peligrosas por mí, y el hecho de que yo solo pensaba en mi bienestar casi siempre (porque yo creía que mi bienestar también era el de ella). Algo así como arruinando sus posibilidades de que tuviera un novio. Como la vez que le mentí diciéndole que una de sus parejas me pidió, mientras ella no estaba cerca, que me sentara en sus piernas. Ella lo dejó sin darle una explicación.

«Porque somos tu y yo, mi amor, contra este mundo, y siempre debemos estar unidas.» me decía cada vez que le rompían el corazón, ya sea por mi culpa, o por algo que estuviera fuera de mis manos. Me decía que no necesitaba a hombres porque me tenía a mí, y con esa declaración yo me sentía muy feliz. Yo tenía doce años, demasiado joven con demasiada maldad y egoísmo acumulados (sin saberlo, porque recién me empezaba a dar cuenta a los dieciocho años de edad).

Así que le dije:

—Claro que sí, no te molestes en llamar a los padres de Rosemary, ellos están en unas cortas vacaciones.

Entrecerró los ojos. —Claro.

Salió de la casa en plena tarde vestida de gala, hermosísima. Muy alegre. Quizás este era muy importante, era el primero después de más de siete meses, no pude evitar sentirme ansiosa con ella, aunque eso no era lo que quería.

Yo no tenía teléfono celular para llamar a Roger, y su camioneta no estaba allí. Así que caminé con un par de monedas en el bolsillo hasta una cabina telefónica a unas cuantas cuadras de mi vecindad y lo llamé.

—Buenas fiestas, le habla Roger Bernard.

Un pequeño revoltijo en mi pecho, y mis manos frías otra vez.

—¿Hola? —preguntó él, porque yo no respondía.

—¿Roger? Sí, claro, lo dijiste hace un momento... eh, soy Lauren. Lo pensé, y bueno, si quiero pasar año nuevo contigo.

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