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Lo que el hielo ocultó: embosca.


Capítulo 15

Lo que el hielo ocultó: embosca.

—Lauren, quiero que vengas conmigo a mi casa de retiro en el bosque.

—¿Tú casa del bosque? —pregunté un poco confundida.

—Me voy de licencia en verano, aunque constantemente vuelvo a la ciudad, son mis vacaciones.

—¿Cuándo será?

—Pronto.

—¿Por cuánto tiempo?

—Solo un mes.

Le sonreí.

—Me suena maravilloso. ¿Qué haríamos? —pregunté emocionada, sentándome en la cama.

—Tener mucho tiempo a solas, alejarnos un poco de la ciudad, paz, tranquilidad.

Fantaseé la idea.

—¡Claro!

Planté un beso en sus labios.

—Iría donde sea contigo Roger. —Lo miré a los ojos—. ¿Me crees?

Me besó.

—Te creo.

—Oiga Lauren, ¿entendió el repaso del examen? Yo la verdad no entendí ni pio.

Tania se nos paró al frente con la cara amarrada.

—¡Maldita sea!

—¿Qué te ocurre Tania? —Le pregunté.

—¿Ya escucharon? No nos darán el mes completo de vacaciones este año, y además tendremos que hacer un año de intercambio obligatorio, todo por la broma de la bomba de gas de las chicas eslovenas.

Me mordí el labio dentro de la boca.

—¿No les afecta?

—No mucho.

—Yo no sabía de esto, en mi antigua escuela solo nos daban una semana en abril. —Yo me excusé alzándome de hombros.

—Ah—, alzó el brazo para pasarse la mano por la trenza de lado que tenía—, el próximo lunes es la foto para el mural de la escuela. Tienen que venir, ya saben, como los lunes.

Seguimos caminando y ella se metió entre nosotras dos.

—Y Lauren, tienes que cubrir estas. —Me tocó el seno izquierdo.

Rodé los ojos.

—Lo que sea, ugh, ¿ni siquiera se nota?

—Si se nota Lauren, —Rosemary confesó—, pero usted es libre de hacer lo que quiera.

—Sí, pero la supervisora ya me ha visto y me llamó la atención —susurré. Después miré la mano de Tania aun en mi seno—. Ya puedes quitar tu mano.

Tania la quitó, y Rosemary y ella rieron.

—¿Qué? —pregunté con una sonrisa también.

—Nada, nada, es solo que, la expresión que usted hizo...

—Sí, fue como de...

Alguien me tocó el hombro y me volteé, al frente de mi estaba Herman, más atrás de él su automóvil blanco.

—Herman.

Herman. —Repitió Tania interesada—, ¿me lo presentaras? —Lo miró a él y después a mí.

—Además de que no quiero que Warren me aniquile, Herman es mi probable padrastro.

Él se limpió la garganta.

—Hola señoritas. —Les dio la mano a ambas, después a mí—. Hola Lauren.

Nos quedamos en silencio, esperando, él reaccionó.

—Tú mamá me pidió que te recogiera.

—Gracias pero sé llegar a casa, no te lo tomes personal... —Yo miraba a Rosemary mientras hablaba.

—No, de eso voy a hablarte, deja que te lleve.

Me alcé de hombros y miré a Tania y a Rosemary mirarlo.

—Chicas adiós —me despedí.

Mientras Herman conducía, la radio se escuchaba con interferencia, finalmente bajó el volumen a cero y se limpió la garganta de nuevo.

—Tú mamá movió tus cosas a la nueva casa, ya no hay nada allá.

Abrí los ojos y asentí.

—Vaya —exhalé. Pensé que los reclamos los reservaría para mi mamá, no para él.

—Quiero que te sientas como en casa.

—Bueno, no me había acostumbrado bien a la anterior de todas formas.

Sus dedos bailaron por el volante.

—Tú mamá estaba ocupada en la oficina y yo tenía tiempo libre así que me ofrecí ayudarla.

—Sí, creo que me lo dijiste. —Miré por la ventana y luego volví a mirar hacia delante—. Herman, ¿no cree que todo sea muy rápido? Digo, conoce a mi mamá y ya se la quiere llevar a vivir a la casa, sin saber cómo serán las cosas.

—Lauren —bajó la voz, sonaba entusiasmado—, yo conozco a tu mamá desde que tenías siete años que tu mamá tenía un tiempo de trabajar para la empresa en Friburgo, eras una pequeña y algunas veces te llevaba a la oficina y tú cantabas y todo el mundo se sentía feliz.

—¿Y por qué dejé de ir? —pregunté para ver si sabía. Yo recordaba perfectamente de que él hablaba. Yo iba a la oficina y cantaba y cantaba canciones en portugués y alemán. Un día mi mamá me apuntó en la academia de patinaje después de clases.

—Ingresaste a la Academia Hielo Azul, incluso eras una de las mejores —sonrió.

Supuse que él sabía del video también. Pero él no lo mencionó.

—Hace unas semanas se cumplió un año de nuestra primera cita, Lauren, tú mamá es lo que yo había estado esperando. Ambos... —Se quedó en silencio, hizo una mueca con la boca—, ambos tuvimos mala suerte en el amor.

—Ajá, claro.

Volteó a mirarme.

—Creo que es nuestro momento de ser felices, y quiero que tú seas parte de esto. Quisiera ser el padre que...

—Wow... —Me eché hacia atrás, pegando mi quijada hasta mi cuello.

Se rió.

—¿Muy rápido?

Muy rápido. —Me acomodé en el asiento—. Mira yo no conocí nunca a mi papá, no tienes ningún estándar para seguir, yo no quiero un papá, pero no es que te esté rechazando, tu puedes ser mi padra...stro.

—Hasta podemos ser amigos.

Rodé los ojos divertida.

—¿No has visto mis amigos? Mi grupo no es el de viejos, lo siento.

—Cierto, esos son tus intereses amorosos.

Abrí la boca sorprendida. Riéndome le dije—: Oh, okay, bueno es cierto.

—El doctor y yo somos amigos.

—No sé qué responderte.

El automóvil se detuvo, el quitó la llave.

—Llegamos.

La casa de Herman era espaciosa pero modesta. Mi habitación estaba en el ático, pero ya no parecía un ático. Había grandes ventanales cubiertos de nieve, y la calefacción al menos servía. Además, tenía mi propio baño. No volví a salir hasta la noche, cuando mi mamá tocó la puerta y después entró.

—Me dijeron que querías hablar conmigo.

Le conté sobre irme con Roger.

—¡De ninguna manera!

Después pasó a decirme las miles de razones de por la cual no debía irme con él por un mes. Pero yo realmente no escuché.

—Me agrada tenerte así en casa. —Roger susurró a mis espaldas, dejó un beso en mi mejilla y siguió a la cocina. Veía su espalda desnuda, solo llevaba puesto ropa interior gris. Yo igual estaba en ropa interior. Estaba encorvada en la silla de la isla mientras miraba a la ventana, pensando.

Me mordí el labio.

—¿Puedes creerte eso? me llevó a vivir en la casa de él. Y no sé qué decirte, Herman me cae bien. Pero no me agrada tanto, tanto. Al menos debieron salir por dos años más. Además, si ellos querían vivir juntos para acostarse todas las noches me podían dejar a mí en la casa fácilmente sin llevarme a la de él.

—¿Y tú mamá pagar un gasto innecesario? —Me preguntó dándose vuelta—. ¿Lauren?

Levanté la vista a sus ojos.

—¿Distraída? —Sonrió con maldad.

—Tú me distraes. Gracias.

Se rió.

Y después me abrazó por detrás.

—¿Qué me dijiste de venirte conmigo?

—Me gustaría, a mami no le agrada mucho la idea.

Dejó de abrazarme para darme el frente.

—¿Y tú que piensas?

—No lo sé.

Me besó. Cerré mis ojos.

—¿Y ahora?

Los abrí lentamente.

—Uhm. No, no lo sé.

—Ven acá. —Me levantó de la silla. Me besó de nuevo, por más tiempo. Mantuve mis ojos cerrados—. ¿Lauren?

—No te detengas —dije después de que parara de besarme.

—¿No volverás a la casa de tu padrastro esta noche?

Negué.

Una semana después nos tomamos la foto para el mural de la escuela, todas perfectamente alineadas con el uniforme de la escuela colgadas en la pared. Días después, el día ocho de abril tomé una decisión, me fui.

Al final, ya, ahí me iba con él.




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