Tengo documentado como me enamoré de ti, por que te escribí una carta cada día que pasó desde que te conocí.
Tengo escrita la calma que te da el piano, la misma calma que a mi me daban tus ojos.
Tengo escrito el día que descubrí que contigo no me incomodaba la cercanía, curioso, odio el contacto físico pero el tuyo lo necesitaba para vivir.
Tu tacto me daba calor en los momentos más fríos, tus ojos me daban luz en la oscuridad y tu risa me daba silencio en el ruido.
No me desnudaste a mi pero conseguiste desnudar mi alma, me viste completamente desnuda con toda la ropa puesta.
Me dijiste tus flores favoritas y se convirtieron en las mías también.
Ahora mis flores favoritas huelen a ti.
Las notas de tu piano fueron mi oxígeno y yo fui tú pentagrama.
Decidiste usar mi cuerpo de lienzo pero tu eras músico no pintor.
Al final dejaste el pentagrama vacío y el lienzo destruido.
Mis flores favoritas empezaron a oler a ti pero ahora las flores están marchitas.
Como las de una tumba de alguien a quien se ha olvidado. Tu llevaste flores a mi tumba y las dejaste marchitarse.
Olvidaste la tumba que tu mismo creaste y me dejaste allí olvidada.