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65 - 'La Posibilidad Del Perdón'

La noche abrazaba la ciudad con su cruel manto de frialdad y oscuridad, oscuridad que a él nunca le pareció tan molesta, pero ahora que volvía a sus raíces, con el corazón lleno de amargura y arrepentimiento, sentía aquellas frías calles de Denver más oscuras que nunca.


Arrastraba los pies mientras miraba curioso los alrededores, aún no estaba seguro de dónde se quedaría, ya que era riesgoso quedarse en casa de Trevor por lo cerca que esta estaba del centro (y de Haze); tampoco podía recurrir a su familia, mucho menos al deducir que ellos sabían de sobra todo lo que Dick Jenkins le había hecho a él para quedarse con Haze, y eso a ellos les dió totalmente igual, un claro mensaje de "no queremos volver a verte" que Jessie iba a cumplir por completo.


Caminó hasta que llegó a una casa que él recordaba muy bien, a pesar de que fueron pocos los momentos en los que estuvo en ella. "¿Será correcto si quiera presentarme?" pensaba al pararse frente a la puerta del jardín, dudando mientras apretaba sus puños y suspiraba pesadamente, dejando que su aliento se reflejara en el aire gracias al clima frío que octubre traía consigo por las noches.


— ¡Cariño vuelvo en un rato! — habló alguien que estaba saliendo de esa casa, cosa que alertó totalmente al pelirrojo, pero más alerta se sintió el dueño de aquel hogar, sobre todo al ver a un hombre jóven parado frente a su puerta, con cara de pérdido y abrumado, una expresión que conocía de sobra, al igual que conocía de sobra al sujeto que la portaba.


Caminó hacía él mientras le miraba muy abrumado, le costaba creer que realmente era él, pero notar la pena en aquel par de apagados ojos verdes, le hacían sentir muy seguro de quién era el chico frente a él.


— ¿Jessie? — murmuró parándose frente a él, y abriendo la puerta del jardín — Hi-Hijo... ¿r-realmente eres tú?


— Hola, entrenador — murmuró con vergüenza, agachando la mirada mientras su voz se quebraba un poco — Debe creer que estoy loco por haber venido aquí, después de lo ingrato que fuí con la oportunidad que me dió, y los favores que me hizo aún cuando yo— trataba de hablar y de desnudar finalmente su arrepentimiento, pero un abrazo del mayor, junto con un tosco jadeo de dolor, le hicieron quedarse helado de golpe.


— Ay muchacho — jadeó mientras lo abrazaba con fuerza — No sabes el gusto que me da ver que estás bien.


Aquellas palabras lograron que un ligero sentimiento extraño palpara su pecho con sutileza, nunca nadie le había recibido de tal manera, se notaba que lo había extrañado, y que, a pesar de todos sus errores, al entrenador le importaba mucho, más que las personas que debían velar por su bienestar, pero que fueron las primeras en darle la espalda apenas tuvieron la oportunidad.


Correspondió al abrazo del entrenador mientras miraba a la nada con pesar, sus ojos se cristalizaron en seco mientras oía los sutiles jadeos de aquel hombre, quien lloraba como si fuera a un hijo a quien acababa de darle la bienvenida, después de mucho tiempo sin verse o saber el uno del otro.


— Estaba tan angustiado — admitió mientras se apartaba para verle a los ojos, aunque Jessie rápidamente agachó la mirada con vergüenza — ¿Porqué bajas la cabeza hijo?


— Cometí un error, entrenador... muchos, en realidad. He actuado como un cobarde toda mi vida, siempre creí que podría hacerle frente a todo, enfrentar con fuerza todo lo que se me viniera enfrente, y acabé huyendo como una maldita rata idiota.


— No comprendo tus palabras, hijo.


— ¿No sabe dónde está Haze? — preguntó con frialdad y dolor, el entrenador no supo qué decir, solo negó con la cabeza mientras palmeaba el hombro de Jessie.


— Cuando te fuiste, no logré averiguar mucho sobre lo que había pasado, nadie estaba seguro de dónde estabas o porqué te marcharse, una sola vez intenté preguntarle a Haze, y no se molestó en responderme, solo se apartó y se fue.


— No lo culpo por hacerlo, yo tampoco habría sabido qué responder — admitió con voz apagada, recordando con dolor esa última noche en la que estuvieron juntos en pareja, sentados en el jardín de esa misma casa, sin imaginar que estaban a punto de separarse, de la manera más cruel y dramática posible.


-


— Desde luego, suena genial — hablaba por teléfono mientras se miraba frente al espejo de aquella habitación, mirando de reojo al sujeto pelinegro que terminaba de vestirse al igual que él, con ese típico semblante serio y apagado que le caracterizaba, sobre todo después de los "instantes" que pasaban a solas, solo que, a aquel sujeto le daba igual que su presa se sintiera cómodo o no, solo veía por su propio disfrute, por su propio bienestar, lo demás le daba bastante igual.


Terminaba de colocarse aquel saco negro mientras miraba su propio reflejo con asco y molestia, odiaba vestirse de esa forma, odiaba tener que asistir a esas cenas tediosas, odiaba tener que estar encerrado en una vida que le hacía sentir infeliz cada segundo del día, odiaba cada aspecto de su vida, hasta el más mínimo le causaba fastidio abolsuto, y le daba ganas de salir huyendo.


Miró a otro lado al notar que el castaño se acercaba a él para abrazarle de las caderas y empezar a olfatear su cuello de manera poco sutil, haciéndole apretar sus dientes y sonreír de manera notoriamente forzada.


— ¿Listo para irnos, bizcochito?


— Claro — respondió rápidamente para intentar caminar a la puerta, pero un brusco agarre le hizo voltear a ver al mayor con seriedad y algo de preocupación, sobre todo al notar su semblante serio y de desdén.


— Hoy habrán ejecutivos importantes en la cena, quiero que te comportes como se debe.


— Yo sé comportarme — murmuró, pero un brusco agarre en sus mejillas le hizo jadear de repente.


— Tampoco quiero ver tu maldita cara de amargura que sólo incomoda a todo el mundo, ¡vas a sonreír, así deba sacarte las sonrisas a golpes! ¡¿te quedó claro?!


— S-Sí Dick — murmuró mirándole con pesar, aunque sus palabras solo lograron que el castaño lo obligara a ponerse de rodillas frente a él.


— Recuerda quién es el que manda aquí, Sasha; aún cuando tu papito es el alcalde, soy yo quien tiene la última palabra en todo momento, no te atrevas a desobedecerme de nuevo, o te juro que me encargaré de hacerte pagar todo lo que me has hecho.


— Seré obediente, lo prometo — murmuró débilmente mientras hacía un gesto de pena y sumisión, pero en vez de recibir una respuesta "acorde" a sus acciones, solo recibió una brusca bofetada de parte de Dick, quien se sacudió las manos para apartarse de él y caminar hacía la puerta de aquella habitación.


— Muévete, Sasha; no quiero llegar tarde por tu culpa — dijo sin siquiera voltear la mirada, solo se marchó y dejó a Haze tendido en el suelo, con un amargo dolor en el pecho y un mar de lágrimas muriendo por escapar, pero no podía dejarlas ir, no podía actuar miserable, siempre que lo hacía, le iba mucho peor, por lo que solo se levantó del suelo, sacudió su ropa, pasó su mano por su rostro para tratar de regular las ganas de llorar, y sin más, caminó hacía la puerta de aquella habitación, como si de un zombie sin alma se tratase, aunque él en el fondo, sí sentía que se había quedado sin alma hace mucho tiempo atrás.


-


— Dios santo, Jessie; es terrible lo que me estás diciendo — dijo mientras miraba aterrado al sujeto pelirrojo sentado junto a él en el pórtico de su hogar, con una taza de té entre sus manos, y una expresión muy melancólica en el rostro.


— Es peor de lo que suena, entrenador Peters — admitió mientras daba un ligero sorbo a la taza entre sus manos — Haze vivía aterrado por culpa de ese sujeto en vez de con él, su padre lo golpeó de manera espantosa por salir conmigo, por eso lo saqué de casa, le prometí que lo protegería... pero eso fue exactamente lo que no hice.


— No te eches la culpa, hijo, no tenías manera de evitar algo así.


— Pude quedarme, y no huir como un cobarde.


— De haberte quedado te habrían hecho daño, Jessie; muy seguramente estarías muerto... como pensé que estabas hace tiempo — admitió con pesar, logrando que Jessie le mirara con asombro absoluto — Un amigo me dijo que encontraron a un chico pelirrojo en las afueras de la ciudad, muy golpeado, casi muerto, me fue inevitable pensar que se trataba de ti, sobre todo porque pasó en los días en que desapareciste, y recordé de inmediato que tu padre tenía problemas con unos pandilleros por dinero... no te imaginas lo horrible que fue para mí escuchar eso, y el alivio que sentí cuando supe que estabas en Tennessee.


Jessie miró con asombro absoluto al entrenador, quien le sonrió de lado mientras sus ojos se cristalizaban de golpe, al mismo tiempo que pasaba su mano por el hombro ajeno.


— Fuí muy severo contigo, Jessie; te culpaba por tus nulas ganas de progresar, cuando en realidad nunca te di una razón valedera para esforzarte.


— No se disculpe, entrenador, siempre fui un holgazán bueno para nada, me daba igual mi vida, por eso hice añicos mi suerte como todo un imbécil.


— No digas eso, hijo; solo te faltaba motivación, y no te culpo, con la solitaria y pesada vida que te tocó llevar, nadie en tu lugar querría hacer algo más que no fuera simplemente sobrevivir — suspiró sutilmente para ver con atención la luna frente a sus ojos — Por eso me alegró mucho ese cambio en ti.


— ¿Qué cambio? — preguntó curioso.


— El cambio que Haze provocó en ti — admitió sin más — Por primera vez en tu vida, te ví luchando por algo, esforzarte para lograr algo, Haze te dió la motivación que necesitabas para luchar por tu futuro, o bueno, el futuro de ambos.


— Mgh — bufó con pesar agachando la mirada — Sí pues, ¿de qué sirvió? lo abandoné sin más, entrenador; arruiné mi futuro y el suyo, todo por no saber defender a mi novio de un maldito degenerado con dinero.


— Aún estás a tiempo de enmendar las cosas.


— Vamos entrenador, lo abandoné por tres años a manos de ese sucio cerdo, ¿realmente cree que Haze vaya a perdonarme por algo así?


— Él te adoraba, Jessie — dijo mirándole de reojo con tranquilidad, logrando que Jessie agachara la mirada con pesar, mientras un leve sonrojo inundaba sus mejillas — Es difícil olvidar un amor como el que Haze sentía por ti, con ver la manera en que brillaban sus ojos al verte, eso se notaba de sobra. Además, sé que si le explicas el porqué te fuiste, él sabrá perdonarte.


— Lo dudo — murmuró con pesar, con la voz quebradiza y el corazón aturdido, quería creer en la posibilidad del perdón, pero sabía que eso era bastante incierto, y casi imposible.


-


— ¿Porqué lloras? — escuchó una suave y cálida voz cerca suyo, voz que le hizo alzar de golpe la mirada, observando curioso que estaba acostado en medio de un enorme jardín lleno de flores moradas, de aroma dulce y agradable, pero que extrañamente le causaban un amargo sentimiento de pesar y melancolía a medida que las iba oliendo.


Alzó la mirada con curiosidad, observando abrumado a cierto sujeto de cabello negro y ojos oscuros que le miraba con frialdad absoluta, una frialdad que le quebró el corazón en cuestión de segundos.


— Cherry — jadeó tratando de ir con él, pero el pelinegro dió un paso atrás, mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas.


— ¿"Cherry"? ¿te largas y me abandonas por tres años y es todo lo que puedes decir al verme? — murmuró con desdén.


— ¡Ch-Cherry escúchame, no es lo que tú piensas!


— Estoy harto de ti, Jessie Dalton — dijo con frialdad mientras se cruzaba de brazos — Detesto que me hagas daño y luego quieras hacerte la víctima, ¿te di motivos para largarte y abandonarme?


— ¡N-No, eso no es verdad! ¡y-yo fuí el que hizo mal, Haze, pero por favor escúchame!


— No me interesa oírte — dijo con indiferencia para darse media vuelta y empezar a caminar sin más, ignorando totalmente los gritos que daba el pelirrojo detrás de él.


— ¡¡Haze, espera por favor, Haze aguarda!!


— Supongo que no me amabas tanto como decías.


Aquella última frase le hizo abrir finalmente los ojos, notando de inmediato que aquella cruel visión solo había sido un sueño amargo y muy denso, ni siquiera en sueños descansaba del terrible remordimiento que le provocaba haber abandonado a su ser amado hace tiempo atrás.


Suspiró mientras se sentaba en la cama y pasaba ambas manos por su rostro, sintiendo algo húmedo escurrir de sus ojos de repente, y no era para menos, aquel sueño había logrado tocar fibras muy sensibles en él, que ya de por sí eran muy difíciles de ignorar durante el día, pero durante la noche, con el apoyo de su extraña imaginación, generaban una dulce y muy cruel cámara de tortura, donde ni siquiera ver a Haze era grato, ya que la oscuridad en sus ojos solo servía para recordarle todo lo que su pareja debió sufrir en estos últimos tres años, y de nuevo, todo por su culpa.


-


— Y luego todos en la mesa pidieron el mismo whisky asqueroso que olía a rancio, era tan desagradable — hablaba con aquella voz ronca y gastada que le había quedado luego de tres años de dependencia hacía el tabaco, mientras caminaba junto a sus amigos por los largos pasillos del edificio escolar — Ug, no saben lo tedioso que fue estar ahí sentado sonriendo como idiota toda la noche.


— Me lo imagino, Haze — dijo Quincy mientras le miraba apenado.


— Ojalá cierren pronto ese maldito trato, así podrán dejar de fastidiarme con eso de presentarme a sus reuniones de estirados — decía mientras se sacaba un cigarrillo del bolsillo y se lo metía a la boca, aunque rápidamente se lo arrebató cierto sujeto gótico que estaba junto a él — ¡Shun deja tus idioteces!


— ¡¿Idioteces?! ¡ayer en la casa club no dejabas de toser, esta porquería te está afectando, y tú simplemente te sigues envenando como todo un imbécil!


— Muy mi problema, no tuyo — dijo mientras se ponía otro cigarrillo en la boca, pero esta vez fue Quincy quien se lo quitó, cosa que le hizo gruñir con molestia mientras lo miraba con seriedad.


— Perdóname, Haze; pero Shun tiene razón, te hace daño fumar tanto.


— Qué estupidez — renegó para apartarse de elos y caminar hacía el campus, ignorando totalmente los llamados de Shun y Quincy.


— ¡Haze espera! — clamó, suspirando con pesar al verle irse — Cielos, ¿cómo se supone que vamos a controlarle esa adicción, Shun?


— ¡Al diablo, nos enfocamos en eso después! ¡ahora tenemos algo mucho peor de lo cual preocuparnos!


— ¿Te refieres a Jessie Dalton?


— ¡Exacto! que el maldito haya vuelto no es nada bueno, Quin; ¡le hará mucho daño a Haze, estoy seguro! — clamaba tratando de usar su típico tono de voz "despectivo y ácido", aunque en el fondo, la llegada de Jessie Dalton le generaba muchos más conflictos y preocupaciones de las que podía expresar libremente.


— Descuida, dudo mucho que Haze quiera si quiera verle la cara luego de que lo abandonó de esa manera tan cruel.


— Igual... d-debemos mantenernos alejados uno del otro, Quincy, ¡a toda costa!


-


— ¿Aula 13-D? ¿qué carajo...? — murmuraba mientras leía confundido la dirección que le había dado Trevor (quien fue a otra clase ya que no estudiaba la misma facultad que Jessie), maldiciendo entre dientes el no tener idea de en dónde quedaba cada cosa en aquel edificio escolar.


Llegó a un aula finalmente, para abrir la puerta del mismo y entrar como si nada, aunque le abrumó entrar y ver que este estaba completamente vacío.


"Carajo, ¿habré llegado tarde?" pensaba con frustración, aunque sus pensamientos se nublaron de golpe al ver a un sujeto sentado en una de las mesas de aquel aula, dándole la espalda a la puerta principal.


— ¡Oye, disculpa! — habló mientras se acercaba a aquel sujeto, observando curioso cómo se quedaba estático con tan solo oírle — ¿Es este el aula de contaduría?


Al no obtener respuestas de parte de aquel sujeto, se aproximó a él para intentar tomarle del hombro, pero antes de hacerlo, aquel chico volteó de golpe la mirada, chocando miradas con él de manera rápida y poco sutil, logrando abrumar, y cautivar por completo a Jessie, quien no podía creer lo que tenía frente a él. De inmediato su pecho empezó a latir con mucha fuerza, y cada fibra de su cuerpo empezó a temblar sin más, había soñado muchas veces con ese instante, pero jamás imaginó que ese par de zafiros luminosos que le robaron el corazón hace mucho tiempo, siguieran tan hermosos como el primer día en que los vió.


Observaba perplejo a la figura pelirroja frente a él, con tan solo oír su voz había creído que se estaba equivocando, "no Haze, estás loco" pensaba para sus adentros, pero al voltear y chocar de inmediato con los jades que se adueñaron de su corazón y su alma, supo de inmediato que no se trataba de un sueño, estaba frente a la agridulce realidad, aunque se le estaba haciendo totalmente imposible creerla.


Se puso de pie para mirarle con detenimiento y algo de seriedad, dejando de lado el cigarrillo a medio fumar que estaba degustando, todo a su alrededor perdió importancia en cuestión de segundos, casi sintió el mundo detenerse a su alrededor.


— ¿Estoy soñando? — preguntó débilmente, mientras su respiración se agitaba y sus manos temblaban un poco.


— Haze... — murmuró sin saber exactamente qué hacer o qué decir, moría por abrazarlo, besarlo y más nunca dejarlo ir, pero la cara de seriedad e incredulidad de su amado, le dejaba muy en claro que Haze no estaba muy contento que digamos con su reencuentro.


Le abrumó ver cómo el pelinegro se daba vuelta para tomar de nuevo su mochila junto con el cigarrillo que estaba fumando, para caminar hacía la puerta de aquel aula, con la mirada fija y la respiración agitada, gestos que alertaron mucho al pelirrojo, y le dolieron como nunca.


— Haze ¿Haze estás bien? — preguntó débilmente, pero al preguntar eso, solo logró que Haze le mirara de reojo con frialdad absoluta, una frialdad que estremeció cada fibra del cuerpo de Jessie, y provocó que sus ojos se cristalizaran en seco.


Miró de arriba a abajo al sujeto frente a él con aquella frialdad que logró perfeccionar en aquellos últimos años, y acto seguido, se marchó de aquel aula sin siquiera pronunciar una sola palabra, dejando un doloroso ardor en el pecho de Jessie; "merezco esto, Cherry, vaya que fuí todo un imbécil" pensaba con dolor, mientras una lágrima rodaba por su mejilla sin más.



Continuará


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- Gema



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