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62 - 'Poner En Orden'

— ¡Carajo! — gruñía mientras corría hacía la entrada de aquella tienda departamental en la que trabajaba, normalmente no llegaba tarde, pero esa mañana había tenido una reunión importante con un reclutador de renombre que le ofrecía un puesto en su equipo de fútbol americano, y él moría por un lugar en dicho puesto.


— ¡Oye, cuidado! — gritó una mujer al verle pasar tan de prisa.


— ¡Perdone, voy tarde! — clamó mientras iba a la puerta de entrada de los empleados y al llegar al lugar en cuestión, dejó caer su mochila al suelo y empezó a quitarse la camiseta negra que solía usar para practicar.


— ¡¿Dalton qué crees que haces?! — clamaba un sujeto calvo que llegaba con él para verle con seriedad.


— Perdón señor Michaels, tuve una emergencia hoy y apenas pude llegar — explicaba mientras se ponía la camisa blanca que usaba para trabajar, arreglando su cabello para que no se viera tan desordenado, afortunadamente había tomado la decisión de cortárselo un poco, ahora le llegaba un poco más arriba de los hombros, una altura adecuada para que no le molestara al trabajar y al entrenar.


— Sí claro, seguro estabas perdiendo el tiempo con eso del futbol otra vez — dijo entre risas incrédulas — Quién habrá sido el pobre diablo que te hizo creer que tenías talento para el fútbol, ojalá que lo atropelle un auto un día de estos.


Miró al sujeto calvo con odio absoluto, deseando darle un duro golpe en el rostro para callar sus ácidas palabras, aunque hacer eso iba a dejarlo en la calle, y él no podía darse el lujo de quedar en la calle, tenía muchas cosas que pagar, la matrícula escolar era lo principal, y lo que más preocupado le tenía.


-


— ¡Y es así como el día de hoy, inauguramos nuestra nueva galería de arte, la más grande y preciosa de todo el estado! — hablaba aquel sujeto pelinegro con algo de soberbia y orgullo al hablar, nadie amaba más el sonido de su voz que él mismo, por eso aprovechaba cada oportunidad que tenía para extenderse al hablar, algo que mucha gente detestaba, siendo su hijo el primero en dicha lista.


— Me aburro — dijo de mala gana mientras aplaudía con desgane.


— Es tu padre, trata de disimular — advirtió el sujeto junto a él, cuyo look no había cambiado tanto los últimos años, la única diferencia significativa era que ya no usaba tantas perforaciones como antes, y que había dejado de lado los lentes de contacto para dejar al descubierto el tono castaño oscuro de sus ojos.


— Que sea mi padre no lo hace menos aburrido, Shun — dijo con desdén.


— Anímate, lo bueno es que al fin te dan algo de crédito por tu arte — dijo el chico rubio, quien al igual que Haze, había dejado crecer un poco su cabello.


— Pff, ¿mi arte? Dick compró esas piezas y las puso en la galería diciendo que eran invención mía.


— ¿Qué? — dijo el rubio con asombro — ¿Y qué pasó con las pinturas en las que llevas semanas trabajando?


— No están listas — murmuró con algo de recelo, logrando que el gótico y el rubio se miraran el uno al otro con curiosidad absoluta.


— ¿Al menos podríamos echarles un vistazo? — dijo Shun.


— No, las odio — aclaró con una sonrisa tranquila, que erizó por completo la piel de sus amigos — Descuiden, cuando haga algo bueno, serán los primeros en saberlo.


— En tres años no hemos visto una sola pintura — dijo Shun con molestia.


— ¿Tal vez será porque en tres años no he hecho nada bueno, Shun? — preguntó de manera pasivo-agresiva, logrando que su amigo rodara sus ojos con fastidio.


— No creo que todo tu arte haya sido tan malo hasta ahora, Haze — dijo Quincy.


— Creeme, Quin, es... mejor que ni siquiera se los muestre — admitió entre pesados suspiros de molestia, que dejaron aún más perturbados a sus compañeros.


— ¡y sin más preámbulos, damos pie a la primera de muchas exhibiciones de esta nueva galería, y para inaugurarla, invito a mi hijo a que corte el listón junto al curador de la galería, Dickson Jenkins!


En cuanto escuchó esto, el chico de ojos azules chasqueó sutilmente la lengua para caminar hacía la entrada de aquel edificio, sonriéndole de lado al sujeto castaño que sujetaba unas tijeras enormes y le sonreía con soberbia, una soberbia que revolvía como nunca el estómago de Haze.


Ambos tomaron las tijeras y se encargaron de cortar el listón, permitiendo a las personas entrar tranquilamente a aquel sitio, acción que Haze trató de replicar, aunque un agarre en su brazo le detuvo en seco.


— ¡Un solo inconveniente, y me encargaré de que todo este sitio se venga abajo! — advirtió en voz ronca y amenazante, logrando que Haze le sonriera de lado con una tranquilidad ficticia.


— Seré bueno, lo prometo — dicho esto, se apartó del agarre ajeno para caminar hacía el interior de aquel edificio, aunque su sonrisa tranquila pasó a ser una expresión de molestia y desdén en cuestión de segundos.


-


Miraba con fatiga cómo dos personas examinaban detenidamente una parillera de jardín último modelo, la cual él ya había alabado hasta el hartazgo, pero aún la jóven pareja no se decidía si llevarla o no.


— No lo sé — decía el esposo — ¿Cuánto tiempo tiene de garantía?


— Un año — dijo el pelirrojo — Le devolvemos todo su dinero si no le llega a gustar.


— No creo que necesitemos una parrillera tan grande — decía la esposa, cuyas palabras solo hicieron que el pelirrojo tomara una gran bocanada de aire y pusiera la mejor sonrisa falsa que podía.


— ¡Oye Dalton! — escuchó a alguien llegar con él, se trataba de su supervisor; gruñó al creer que se trataba de algún reclamo, pero fue todo lo contrario — Hay alguien afuera buscándote.


— ¿A mí? — cuestionó intrigado, pero rápidamente dejó de lado la odiosa venta que estaba haciendo, y se fue casi corriendo a la entrada de la tienda para ver quién era la persona que le estaba buscando.


Al salir de la tienda, y ver a cierto sujeto rubio de gran estatura que usaba una chaqueta de fútbol americano, su sangre se heló por completo.


— ¿Jessie Dalton? — preguntó el hombre.


— E-El mismo — dijo mientras se acercaba a él para estrechar su mano.


— Damon Straten, soy el entrenador de los Rangers de Denver, me llegó tu solicitud de ingreso esta mañana.


— E-Es un placer conocerlo en persona, señor, us-usted es una leyenda.


— Tus números son impresionantes — dijo el hombre — Además recuerdo haber oído hablar de ti con el entrenador Peters, un amigo que me perjuraba que eras un prodigio del deporte.


— Ahh, m-me halaga, señor — murmuró con nerviosismo.


— Escucha Jessie, realmente me impresionas, y estoy dispuesto a ofrecerte un lugar en mi equipo.


— ¡D-Dios santo señor, e-estoy— trató de hablar, pero la voz ajena lo interrumpió enseguida.


— Solo hay un detalle, no me sirve que estés estudiando en la estatal de aquí — explicó el sujeto mientras se cruzaba de brazos — La temporada está por empezar, necesito movilizar todo el equipo a un campo más grande, a un lugar más céntrico, y Tennessee no es el lugar apropiado para eso.


— E-Entiendo — murmuró algo abrumado — Entonces... ¿q-quiere que deje la escuela?


— No Jessie, quiero que solicites el cambio para la universidad estatal de Denver, tengo un conocido allá, moverá los hilos con facilidad, tus notas no se verán afectadas en absoluto.


Dichas palabras lograron que un sudor frío bajara por la frente de Jessie, él planeaba volver a Denver, él sabía que debía volver, la cuestión era, que no esperaba que eso sucediera tan pronto.


— Sé que es un cambio difícil, por eso te daré unos días para que lo pienses mejor y— hablaba tranquilamente, hasta que el pelirrojo le interrumpió en seco.


— Lo haré — dijo con firmeza — A-Acepto su propuesta, señor, y-y le prometo que no lo voy a defraudar, daré lo mejor de mí, para ser un miembro permanente en su equipo.


Dichas palabras hicieron que el entrenador sonriera de lado con cinismo, mientras se acercaba a Jessie y le extendía su mano para estrecharla con fuerza.


— Me gusta tu actitud, hijo — dijo aquel hombre para darse vuelta y caminar lejos de él — Ten todo listo para el fin de semana, nos vamos el sábado.


— ¡D-De acuerdo! — clamó mientras daba una gran bocanada de aire y miraba a los lados con nerviosismo, tenía mucho que organizar hasta entonces, pero definitivamente lo que más le preocupaba era darle la cara a cierta persona de ojos azules con la que había soñado cada día de los últimos tres años, pero que sabía de sobra, que no le perdonaría nunca por haberlo dejado de esa manera tan cruel.


-


Miraba detenidamente aquella pieza de arte en la que llevaba toda la madrugada trabajando, al mismo tiempo que el humo del cigarrillo se escapaba por sus fosas nasales y por las comisuras de sus labios; a sus ojos era una obra bella, preciosa, digna de estar colgada en esa nueva galería que su padre abrió para "tenerle contento" por así decirlo, pero había algo, un enorme impedimento que le hacía tener sentimientos encontrados con esa pintura, y ese era principalmente, la persona que la protagonizaba.


— Maldición — gruñó entre suspiros para tomar una enorme manta y cubrir la pintura nuevamente, todas las pinturas en aquel estudio eran cubiertas por mantas blancas, aparentemente él estaba demasiado avergonzado para dejarlas expuestas y que cualquiera las viera, aunque en realidad, solo le preocupaba que una persona en particular las viera.


— ¿Haze? — escuchó una voz llegar de repente, se trataba de su amigo gótico, quien entró a aquel estudio como si nada, aunque hacerlo le valió que el de ojos azules volteara a verle con seriedad.


— ¡¿Shun qué estás haciendo aquí?!


— Vine con Quincy a buscarte — explicó mientras caminaba hacía él — Dick organizó una fiesta por la inauguración de la galería, y quiere que te llevemos temprano.


El de ojos azules frunció el ceño y se dió media vuelta para tomar la obra que acababa de revisar y llevarla a un rincón de aquel espacioso lugar, ignorando totalmente que su amigo gótico avanzaba detrás de él mirando dichas pinturas con curiosidad.


— ¿Es esa la pintura que te tiene como mapache? — murmuró cínicamente, gruñendo por debajo al ver las nulas ganas del contrario por contestarle — Oye, ¿podrías al menos responderme?


— Yo no me meto en tus asuntos, Shun, por favor no te metas en los míos — dijo con algo de frialdad, que dejó totalmente helado a Shun.


— Eres un cretino infeliz — renegó — No entiendo porqué carajo te tienes que desquitar conmigo, ¡Quincy y yo solo tratamos de apoyarte en tu mierda!


— Apóyame dándome espacio — dijo mientras volteaba a verle con incredulidad — Actúan como si yo fuera capaz de colgarme por Jessie Dalton.


— ¿Y no es así? — preguntó con firmeza, preocupándose al ver cómo su amigo miraba a otro lado con desdén — ¡Mírate nada más, Haze! ¡desde que él se fue solo te has dedicado a autodestruirte! ¡¿crees que a él le gustaría verte así?!


— ¡¡Lo que él opina o no ya no tiene valor aquí, dejó de tenerlo el día que tomó un autobús y me abandonó para nunca volver!! — gritó bruscamente, logrando que Shun le observara con algo de seriedad — ¡¡Quisiera que por un minuto dejaran de creer que cada decisión que tomo es en base a lo que él pensaría de mí!! ¡¡¿qué no lo entienden?!! ¡¡quiero olvidarme de él, que ya no exista para mí, quiero que Jessie Dalton deje de rondar por mi mente cada maldito segundo del maldito día de mi maldita vida!!


Ambos voltearon de golpe al oír cómo la pintura que él llevó a la esquina se cayó de repente, por lo que el gótico se acercó para levantarla con cuidado, y al retirarle la manta, pudo revelar finalmente su contenido, abriendo los ojos de golpe al ver que se trataba de un retrato de cierto sujeto pelirrojo, totalmente desnudo, acostado en un jardín de rosas, con varias flores alrededor de su cuerpo, solo que su mirada verde era tachada por un brochazo con color negro, pero no le restaba belleza y magía a la obra en absoluto.


— Haze... — murmuró asombrado sin dejar de ver aquella pintura — Es... Esta pintura es preciosa.


— Por supuesto que lo es — murmuró entre gruñidos de odio, para ir hacía la pintura y volver a cubrirla con la manta — ¡Son mis malditos sentimientos saliendo a flote, el amor y la lujuria que todavía siento en carne viva por él! ¡es por eso que la odio tanto!


— No puedo creerlo Haze, ¡s-si muestras esa obra— trató de hablar, pero la mirada de ira de su amigo le hizo callar en seco.


— ¡¿Mostrarla?! ¡¿has perdido la razón?! — gritó — ¡¿Demostrarle al mundo que sigo amando al sujeto que me abandonó?! ¡¿dejar que Dick sepa que aún pienso en Jessie?! ¡¡me cortará las manos y me sacará los ojos!!


— P-Podrías editarla... hacer parecer que no es Jessie el que la protagoniza.


— No puedo — murmuró con desgane — Ya lo intenté, todo mi arte se vuelve porquería cuando intento hacer algo que no sea protagonizado por Jessie, y-y ni siquiera logro entender el porqué.


— Tal vez solo te sugestionas.


— ¿Sugestionarme? ¿tú te sugestionaste cuando Trevor te dejó y no pudiste leer nada relacionado con romanticismo y vampirismo desde entonces? — escupió de mala gana, alertando totalmente a Shun y logrando que este le mirara de frente con desdén absoluto.


— ¿Nos pusimos personales, eh? — renegó.


— Entiende mi punto, Shun; no puedo simplemente fingir que no pienso en él, y mostrar mis obras al mundo como si nada, ¡e-es demasiado obvio que todavía lo añoro! q-que todavía lo deseo... q-que todavía espero a que llegue un día y me salve de este circo — murmuró con dolor mientras miraba las pinturas a su alrededor, todas cubiertas por mantas viejas, para que el destello rojizo del cabello de Jessie no le terminara por desquiciar.


— Solo necesitas tiempo, Haze — murmuró palmeándole el hombro.


— Han pasado tres años, Shun; ¿exactamente cuánto más tiempo necesito? — preguntó mientras una lágrima rodaba por su mejilla, abrumando muchísimo al sujeto gótico — Aún siento como si hubiera sido ayer, la última vez que nos vimos, el último abrazo que me dió, el último beso que nos dimos, tan lleno de amor y cariño como siempre.


— Haze— trató de tomarle del hombro, pero el de ojos azules se lo impidió.


— Tan solo pensar que no volveré a sentir calor en otros brazos, n-ni ese dulce cosquilleo recorrer mi cuerpo cuando alguien me toque, m-me siento tan frustrado — admitió con molestia — Dick me asquea como nunca, ni la intimidad diaria me hace sentir lo que sentía con Jessie, y no sé cómo debería sentirme al respecto.


— S-Solo...— murmuró tratando de buscar las palabras correctas para aconsejar a su amigo, pero no tenía idea de qué decir, odiaba que Haze tuviera que dormir con el sujeto castaño, pero no podía decir eso, o acabaría metiéndose en problemas — S-Solo necesitas acostumbrarte.


— ¡¿Acostumbrarme?! — reclamó — ¡He dormido con el tipo por tres malditos años, y lo único que siento es repugnancia y dolor! ¡¿y aún así me pides que me acostumbre?!


— N-No Haze, s-solo digo que... — suspiró pesadamente con algo de decepción — Tú ganas, no tengo idea de qué recetarte.


— Oigan chicos — escucharon una voz llegar de repente, se trataba de Quincy, quien al llegar los miró a ambos con algo de preocupación — ¿Está todo bien?


— De maravilla — aclaró mientras sonreía tranquilamente, para acercarse al rubio y darle un fuerte abrazo, cosa que abrumó mucho a Quincy, y le hizo mirar de reojo a Shun en busca de alguna respuesta, pero el gótico no logró darle ninguna — ¿Nos vamos ya?


— S-Sí, j-justo venía a decirles eso — aclaró mientras sonreía algo inquieto.



— Perfecto, vámonos entonces — dicho esto, apagó la luz de aquel estudio y salió rápidamente del mismo, mientras sus amigos se miraban el uno al otro sin saber exactamente qué decir.


— ¿Pasó algo? — preguntó por debajo mientras caminaban detrás de Haze.


— Te explico luego — murmuró entre pesados suspiros de molestia, odiaba estar atado de manos y no poder ser franco con su amigo, pero era callar o arriesgarse a que Haze sufriera las consecuencias de sus palabras, y no quería ese destino para su amigo.


-


Daba un trago seco al licor que reposaba en su mano, últimamente era fanático de ir a un bar cercano a su vivienda cada que salía del trabajo, la escuela y su empleo le hacían sentir tenso, además de que, ingerir licor era lo único que le ayudaba a no sentir tan culpable por haber abandonado al chico al que amaba de esa manera tan cruel, casi inhumana.


— Ya casi te acabas la botella, Jessie — decía un sujeto de barba que atendía la barra, ya conocía de sobra al pelirrojo, y tenía la confianza suficiente para decirle ciertas cosas.


— No quiero ir a casa aún — murmuró con desgane, viendo fijamente el fondo de aquel vaso — No es como que alguien me esté esperando allí.


— Te noto más cabizbajo de lo normal, ¿a qué se debe tu pena el día de hoy? ¿Haze otra vez?


— Todas mis penas se deben a él — dijo con pesar — Pero no en el mal sentido, no pienses lo contrario.


— Te he visto llorar ebrio por él los últimos tres años, aclarar eso está de más y lo sabes.


— Se me presentó la oportunidad de volver a Denver, y de jugar profesionalmente en un equipo, por un tiempo de prueba, desde luego.


— Wow Jessie, eso es genial, felicidades.


— La parte mala es, que yo no planeaba volver aún — explicó dando un trago seco a su bebida.


— ¿Ah no? ¿y cuándo planeabas hacerlo con exactitud? — preguntó, riendo por debajo al notar el ruidoso silencio que hizo el pelirrojo ante tal pregunta — Amigo, sospecho que solo tienes miedo de ir y darle la cara a Haze.


— Claro que tengo miedo de ir a darle la cara, Ryan; me fuí sin decir ni media palabra, lo abandoné por completo durante tres años, probablemente viviendo con un maldito degenerado que solo quiere jugar con él, ¡¿en su lugar tú me perdonarías?!


— Te sacaría los ojos con un tenedor apenas te viera — dijo tranquilamente.


— ¡¿Lo ves?! — chasqueó la lengua mientras agachaba la mirada — Estoy acabado.


— Tal vez si hubieras ido antes, él no se habría enojado tanto, ¿porqué tardaste tanto en volver por él?


— No sabía qué hacer — admitió — Lo único que pasaba por mi mente era golpear al sujeto, ¿pero qué iba a ganar con eso? es amigo íntimo del alcalde, solo iba a lograr que me llevaran a prisión y que Haze no tuviera escapatoria alguna; necesitaba ser alguien en la vida, así no estaría en tanta desventaja frente a él.


— ¿De qué desventaja hablas?


— El tipo tiene dinero para regalar, mucho poder, alguien como yo no tenía oportunidad contra alguien así.


— Lo dices como si tuvieras que impresionar a Haze para poder salvarlo — dijo cínicamente, logrando que el pelirrojo suspiraba con pesar.


— En parte... creo que sí — admitió — Nuestra discusión final fue porque él estaba harto de vivir como gitanos, y a mí me avergonzaba mucho haberle prometido una buena vida, para tenerlo de casa en casa viviendo de sobras y cupones, creo que una parte de mí pensó que no hacía nada al volver por él, e inevitablemente volver a la misma vida miserable de siempre.


— Así que querías ganar dinero — dijo el sujeto mientras limpiaba un vaso con un pañuelo — Y ahora que lo tienes, ¿crees que Haze quiera volver contigo?


— Lo dudo — murmuró con pesar — Creí que hacía lo correcto, pero me equivoqué, como todo un idiota.


— La moraleja aquí, Jessie, es que deberías dejar de pensar tanto en el dinero — explicó — ¿Qué crees que era más valioso para Haze, ser pobres y tenerte a ti, o tener dinero pero que tú lo abandones?


Dichas palabras hicieron que el pelirrojo sonriera de lado con pesar, para darle un trago seco a su bebida y dejar ir una leve lágrima de frustración.


— ¿Vale la pena que vuelva por él? — preguntó algo perdido.


— ¿Aún lo amas? — devolvió la pregunta el sujeto.


— Lo amo con mi vida, pero no sé si él aún me ama también; nadie en su sano juicio seguiría enamorado de alguien que lo abandonó.


— Eso no lo sabes con certeza — dijo mientras pasaba aquel pañuelo por la barra de madera frente a él — Tu única opción ahora es volver a Denver, darle la cara a Haze, explicarle lo que pasó, y jurarle que vas a luchar por reponer tu error.


— El punto es, que no sé si pueda lograrlo — dijo con frustración — N-No sé si pueda decirle toda la verdad sobre lo que me dijo Dick, él querrá huir en cuanto lo sepa, y el sujeto debe tenerlo más vigilado que nunca.


— Solo estás asumiendo cosas — dijo el cantinero — Hacer suposiciones no te llevará al perdón de Haze, eso sólo lo obtendrás presentándote frente a él, dejando tu punto claro frente a él, ocultándole cosas solo lograrás que te odie más.


— No sé qué haré si Haze no me perdona — murmuró sutilmente — Él es el amor de mi vida, lo ha sido siempre, es lo único que me queda en la vida, lo único por lo que quiero luchar.


— Entonces lucha, Jessie — dijo el sujeto frente a él, aunque rápidamente se apartó al ver cómo llegaban unas personas a su establecimiento.


Dichas palabras le hicieron meditar un poco las cosas, aquel sujeto que dañaba su hígado tenía la razón, debía dejar de actuar con miedo, "Haze se avergonzaría de mí al verme actuar como un cobarde", pensó de inmediato, dando un trago seco al poco licor que le quedaba, para dejar unos billetes en la mesa y levantarse de esta misma, debía poner en orden su vida, y eso era exactamente lo que iba a hacer.



Continuará


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