61 - 'Para Nunca Volver'
— Les agradezco mucho por haberme ayudado — murmuró con la voz algo apagada.
— No hay de qué, hijo — dijo la mujer calmadamente — Nos fue imposible no ayudarte luego de verte tan mal herido.
— Por un momento creímos que no sobrevivirías, estuviste todo un mes en coma por la magnitud de los golpes.
— Dios santo — bufó echando la cabeza hacía atrás — Un mes... ¿qué no habrá pasado en todo ese tiempo?
— ¿Tienes el número de algún familiar al que podamos llamar para que vengan por ti? — preguntó la mujer, pero el pelirrojo rápidamente miró a otro lado con pesar.
— No tengo familia — admitió, tomando una gran bocanada de aire mientras se rascaba la nuca — No se preocupen, en cuanto mejore me iré, no quiero ocasionarles molestias.
— ¿No tienes familia? — dijo el hombre apenado — Oh cielos, qué pena hijo.
— Descuide, no pasa nada — susurró sutilmente — Sé cuidarme solo, ya veré qué hacer, lo primero que debo hacer es mudarme a otra ciudad, empezar de cero me será útil.
— Pues... si necesitas conseguir trabajo — murmuró el hombre algo indeciso, mirando a su mujer para que ella le diera el visto bueno de revelar dicha información, y al verla asentir con la cabeza, se sintió en confianza para decirlo — Tengo un hermano en Tennessee que tiene una tienda departamental, siempre necesita empleados, puedo hablar con él para que te dé un trabajo, así sea pequeño.
— ¿Tennessee? — murmuró sutilmente, mirando de reojo la ropa que estaba en el rincón de la habitación, maldiciendo entre dientes el sentimiento de estar abandonando a su pareja, pero sabía que si intentaba algo más, el único afectado acabaría siendo Haze.
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Algunos días después, cuando ya su salud había mejorado, Jessie se dispuso a irse de aquella casa en la que se quedó por varias semanas, cuyos dueños fueron muy amables con él, aún cuando ni siquiera lo conocían.
— Gracias por su ayuda — murmuró mientras se despedía de ellos.
— Fue un placer, hijo — dijo la mujer, el pelirrojo le sonrió de lado mientras se metía la mano en el bolsillo y sacaba de este mismo un arrugado trozo de papel, cuya cantidad monetaria él ni siquiera quería revisar, le parecía enfermizo siquiera considerarlo.
— Tengan, por las molestias que les causé — dijo entregándoles el cheque, logrando que ambos señores jadearan abrumados y lo miraran sin saber qué decir.
— O-Oh por Dios, Jessie, e-esto es— trató de hablar, pero el pelirrojo se lo impidió.
— No es nada — murmuró sonriendo de lado — Sonará contradictorio, pero ustedes se sentirán más cómodos con ese dinero que yo, yo no puedo tenerlo.
Dicho esto, se dio media vuelta y se alejó de aquel hogar, dejando muy consternados al par de ancianos que cuidaban de él, pero luego de un rato, empezaron a saltar y a abrazarse con alegría, como si ese dinero les hubiera caído justo en el momento adecuado.
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11:37 marcaba el reloj de la sala, él bajaba las escaleras con fatiga y desgane, todo el cuerpo le dolía de manera espantosa, era lo que más odiaba de pasar las noches junto a ese hombre que no lograba causarle ni una sola pizca de placer íntimo.
— Buenos días — canturreó al ver llegar al pelinegro a la sala — O bueno, buenas tardes, mejor dicho.
— Buenas — murmuró mientras se acercaba al sofá para sentarse junto al castaño, quien rápidamente le tomó del cuello y le obligó a que juntaran sus labios, el pelinegro no opuso resistencia, más por cansancio que por gusto.
— Adivina, hoy iremos a la universidad para presentarte a la encargada del departamento de artes, quiere ver tu trabajo, dice que pueden adelantar tu ingreso.
— Suena bien — murmuró débilmente. El castaño sonrió de lado para dejar el periódico que estaba leyendo, sacar unas fotos de su saco, y ponerlas en la mesa frente a Haze, quien al principio no les tomó importancia, pero al ver que las fotos mostraban a un sujeto pelirrojo de apariencia sospechosa subiéndose a un autobús con varias maletas encima, no pudo evitar sentir un fuerte dolor en su pecho, y que sus ojos se cristalizaran de golpe.
— Son fotos de esta mañana — aclaró mientras palmeaba el hombro de Haze, quien tomó una de esas fotos para verla con más atención, sintiendo un terrible nudo formándose en su garganta — Lamento que te hayan desencantado de esta forma, Haze.
Frunció el ceño para tomar dicha fotografía y romperla en varios trozos, y al terminar, se levantó del sofá para caminar hacía las escaleras principales, todo mientras el sujeto castaño le miraba desde atrás con cinismo y algo de burla.
— ¡Iremos al club en la tarde, asegúrate de estar listo para entonces! — clamó mientras lo veía marcharse, para tomar una de estas fotos y verla con detenimiento y algo de incredulidad — Más te vale cumplir con tu palabra, bastardo.
Azotó la puerta detrás de él, y al encerrarse en su habitación, se dejó caer al suelo para empezar a jadear y sollozar con frustración, al mismo tiempo que todo su cuerpo temblaba bruscamente.— Me abandonaste — susurraba débilmente abrazándose a sí mismo — Me dejaste solo, ¿porqué? te rogué que no me abandonaras; Jessie, ¿entonces porqué lo hiciste?
Hundió su rostro entre sus brazos mientras seguía sollozando y susurrando débilmente el nombre del chico que le traicionó, aquel que le ilusionó, y de la manera más cruel, se olvidó por completo de él, no podía creer que la persona que tantas noches le había jurado amor eterno, ahora simplemente se iba de su vida, para nunca volver.
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— Entrarás a trabajar a las siete de la mañana y saldrás a las ocho de la noche — explicaba un sujeto que caminaba por aquel almacén, siendo seguido por un chico pelirrojo que miraba todo con atención y mucha curiosidad — Tendrás libres los domingos y se te pagará la mitad del sueldo si te falta mercancía.
— De acuerdo — dijo mientras caminaba detrás de él — ¿Sabe de alguna escuela donde den clases nocturnas?
— ¿Clases nocturnas? — dijo incrédulamente mientras volteaba a verlo — Pues, la academia Harrison, no queda muy lejos de aquí, te anotaré la dirección después.
— Se lo agradezco — murmuró para seguir caminando detrás de ese sujeto, trataba de prestarle atención al camino por el que avanzaba, los pasillos de aquel almacén eran muy estrechos y largos, fácilmente podría perderse si no prestaba atención.
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— ¡Increíble que hayas conseguido una beca para la universidad de artes, Haze! — decía el chico rubio mientras caminaba con él y con el chico gótico por aquella concurrida calle, parecían estar buscando ropa para el baile de graduación, aunque Haze parecía simplemente estar caminando sin un rumbo fijo — Digo, ¿te sientes bien con eso, no?
— Supongo — murmuró llevando uno de sus mechones tras su oreja.
— ¿Qué ocurre, cariño? — preguntó el rubio mientras le palmeaba el hombro.
— La profesora alabó mi arte, pero dijo que debo cambiar mi estilo.
— ¿Tu estilo? — preguntó Shun — ¿Qué tiene tu estilo?
— Dice que no doy la impresión de ser estudiante de arte, que soy muy... aburrido — murmuró agachando la mirada con vergüenza — No miente, eso lo sé, pero, no estoy seguro sobre cómo debería cambiar ese rasgo en mí.
— Tú no tienes nada de malo, Haze — dijo Quincy — No eres aburrido, y eso no refleja tu talento en absoluto.
— Aceptémoslo, Quincy ¿parece que soy estudiante de arte? — renegó mientras chasqueaba la lengua, aunque se detuvo en seco frente a un pequeño puesto de la calle donde vendían ciertas cosas comestibles, pero lo que llamó más su atención, fue una caja de cigarrillos sin empezar.
— ¿Puedo ayudarle, jóven? — preguntó el hombre.
— ¿Cuánto cuestan? — preguntó señalando la caja, y en cuanto el hombre le dijo el precio, sacó un billete de su bolsillo para pagar por la caja cancerígena y el encendedor que venía incluído — Se lo agradezco.
Se dió media vuelta para intentar abrir la caja, aunque se detuvo al sentir cómo le arrancaban de golpe la caja para dedicarle una mirada severa que no le agradó en absoluto.
— ¡¿Te has vuelto loco?! — clamó Shun bruscamente.
— No sabía que tenía niñera — renegó, asombrando totalmente a sus amigos por esa manera de actuar tan atípica en él.
— Haze, el humo del cigarrillo te hace daño — dijo Quincy — No puedes fumar, lo sabes.
— Es mi problema, no el suyo — renegó para arrancarle la caja al gótico y empezar a caminar a paso acelerado, dejando muy consternados a sus amigos, sobre todo a Shun, quien miraba preocupado cómo el pelinegro se disponía a abrir la caja y a sacar uno de esos cilindros cancerígenos para ponérselo en la boca.
Miraba con melancolía aquellos objetos de olor inconfundible, sabía de sobra que le hacían daño, pero, una parte de él moría por sentir el aroma de la nicotina cerca suyo, era un olor fuerte, que a la mayoría le desagradaba, pero que él adoraba, tal y como adoraba a aquella persona que se alejó de su vida, a quien echaba muchísimo de menos a pesar de haberle fallado, y era esa añoranza por tenerlo cerca de él, la que le hacía querer fumar al menos un cigarrillo, ya que de esa forma, el olor le haría sentir que tenía cerca suyo a ese tipo que moría por odiar, pero al que seguía amando tanto como el día en el que se marchó, y al dar la primera calada de su cigarrillo, sus ojos se cristalizaron de golpe, más por el dolor que sintió en el corazón, que por la abrumadora sensación del químico quemarle la garganta.
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Entró lentamente a aquella habitación oscura y muy pequeña en la que iba a vivir a partir de ese día, y al encender la luz y ver lo reducido que era ese espacio, no pudo evitar suspirar con fastidio y dejar caer su mochila al suelo.
— Bien, no es vip, pero al menos es habitable — murmuró mientras caminaba al colchón viejo que fungía como cama, para dejarse caer sobre este mismo y ver fijamente el deteriorado techo de dicha habitación, era la primera vez en todo ese ajetreado día que tenía unos minutos de descanso, y lo primero que cruzó por su mente en ese instante, fue la dulce mirada azul de su novio, cosa que le hizo suspirar con pesar y usar su brazo para cubrir sus ojos.
Suspiró nuevamente mientras sentía sus ojos humedecerse casi al instante, tan solo de recordar las circunstancias en las que se fue, le provocaba un pesado sentimiento de arrepentimiento que le hacía querer colgarse por haber sido tan cobarde y no luchar por el chico al que amaba, aunque una parte de su ser sentía que lo mejor era actuar con la mente fría, porque si se dejaba llevar por sus impulsos, Haze saldría herido, y él no se perdonaría eso jamás en la vida.
— Perdóname Cherry — susurró débilmente mientras su voz comenzaba a quebrarse — Sé que te estoy fallando, pero justo ahora no tengo opciones; te prometo que mejoraré, haré lo mejor que pueda por nosotros, y en cuanto mi vida no sea tan gris, iré a salvarte... ojalá me sigas amando para aquel entonces — culminó para limpiarse las lágrimas que empezaban a correr por su rostro, y sin darse cuenta, acabó quedándose profundamente dormido sobre aquel maltratado colchón.
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Daba una calada al objeto cancerígeno entre sus dedos mientras garabateaba algunas cosas en un lienzo mediano, eran ya las 02:27 de la mañana, pero él no lograba dormir, de por sí sus hábitos nocturnos eran algo peculiares, pero estaba empezando a descuidar mucho sus horarios de sueño, aunque a él le daba todo eso muy igual.
— Y aquí en radio Mail, somos fanáticos de las bandas en ascenso, ¿qué les parece si escuchamos algo de Nickelback para animar a los que siguen trabajando a estas horas de la noche?
Dicho esto, el sujeto de la radio dejó sonar una canción del grupo ya mencionado, "Savin me" específicamente, canción que al princípio dió muy igual a Haze, pero a medida que iba escuchando su letra, un agudo dolor se iba acentuando en su pecho, y la silueta de cierto sujeto de cabellera rojiza se hacía presente en su mente, atormentándole y haciéndole derramar pesadas lágrimas sobre el pálido lienzo en el que pretendía trabajar, pero que no lograba concretar nada en absoluto.
Apoyó ambos brazos en la mesa y siguió derramando lágrimas a medida que iba oyendo la letra, ni las lamidas a sus piernas de parte del enorme perro que le acompañaba le ayudaban a sentir confort, lo único que sentía era frío y soledad, las mismas emociones que le acompañaban a diario cuando conoció a Jessie, pero que, durante su breve vida juntos, no sintió ni un solo minuto del día, ni siquiera cuando discutían por alguna idiotez.
Miró de reojo al animal que le observaba con melancolía, dedicándole una sonrisa penosa mientras le acariciaba sutilmente el cráneo.
— Ay Boby, al menos te tengo a ti para hacerme compañía — murmuró mientras dejaba atrás el lápiz y seguía acariciando a su acompañante — Estás triste porque Jessie se fue ¿verdad? pues, te diré un secretito... yo también.
Besó el cráneo del animal mientras lo seguía acariciando, sonriendo con pena al oír que el animal chillaba también.
— Perdóname — susurró — Todo es mi culpa, él se enojó conmigo, y por eso nos abandonó; si yo no hubiera sido tan injusto con él, nada de esto nos estaría pasando, y seguiríamos siendo una familia, solo nosotros tres.
Inhaló profundamente para voltear y tomar el cigarrillo que había dejado sobre el lienzo, para darle una gran bocanada, aunque al hacerlo empezó a toser de manera muy brusca, alertando al animal frente a él.
— Estoy bien, no te asustes — susurró dejando de nuevo el cigarrillo para acariciar el hocico ajeno — Sé que no soy suficiente, pero, te prometo que yo no te dejaré solo ¿de acuerdo? lograremos avanzar, a-así no volvamos a ver a Jessie...
Al terminar de decir eso, no pudo evitar dejar caer un par de lágrimas por su rostro, y aunque el perro le lamió las manos para tratar de llamar su atención, él no tuvo fuerzas para responder, solo se quedó mirando a la nada con dolor, y prosiguiendo con aquel llanto que parecía inagotable, tan inagotable como el dolor y la frustración que tenía aprisionados en su pecho, y que en vez de sanar, solo parecían dispuestas a empeorar gravemente.
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El tiempo empezó a transcurrir de manera sumamente lenta para ambos, ya que a pesar de estar en constante movimiento y de querer proseguir con sus vidas, todo a su alrededor parecía moverse a velocidad triple, mientras ellos solo se quedaban congelados viendo el tiempo pasar, sin la fuerza suficiente para seguir avanzando y dejar atrás la vida que perdieron de manera cruel y absurda.
— Mgh — bufó al sentir cómo le lamían la cara de repente, y al abrir los ojos, se topó con la enorme silueta de un animal que le miraba con inocencia e ilusión — ¡Boby!
Se quejó mientras se sentaba para limpiarse la cara con las mangas de su suéter, el cabello ya le llegaba poco más abajo de los hombros, todo gracias a que, desde hace ya tres años (fecha en la que se mudó con su actual "pareja") no se hacía ningún corte de cabello.
— ¡Buenos diaas! — clamaba cierto sujeto de cabellera castaña que entraba a la habitación, y al ver al pelinegro sentarse al borde de la cama, fue rápidamente con él para tomarle de los hombros y darle un rápido beso en los labios.
— Mgh, buenos— murmuró entre besos haciendo algunas caras de incomodidad, recién se habían cumplido tres años conviviendo con ese hombre, y la intimidad cada vez era menos satisfactoria para él, eso empezaba a hartarle — ¿Porqué tan feliz de repente?
— ¿Qué no lo recuerdas, angelito? ¡hoy es la exhibición! ¡tus pinturas quedarán colgadas en los muros de la galería de artes del centro, mucha gente importante las va a ver!
— Ahh, es verdad — dijo riendo por debajo con nerviosismo, mientras el enorme animal se subía a la cama y se sentaba junto a él para olfatearle el rostro.
— Este día será muy importante para ti, tu padre quiere que des la mejor impresión posible durante su rueda de prensa de apertura — decía mientras caminaba hacía un clóset enorme, ignorando totalmente los gestos de desdén y molestia que hacía el pelinegro a sus espaldas.— Ya lo imagino — renegó mientras pasaba su mano por su rostro.
— Te recomiendo arreglarte, hermosura; no querrás llegar tarde a la rueda de prensa, sabes que tu padre odia que su hijo sea el último en llegar siempre.
— Sí sí, ya voy a darme un baño — dijo mientras se colocaba de pie, aunque le alertó ver cómo el castaño se le acercaba y le tomaba de las caderas con firmeza.
— Debería acompañarte, no nos duchamos juntos desde anoche — canturreó con malicia, aunque el tosco ladrido de aquel perro le hizo apartarse abruptamente de Haze, mientras este sonreía nervioso y palmeaba el cráneo del animal en cuestión.
— Perdona, está algo inquieto — murmuró para ir al baño de la habitación — En quince minutos estoy listo.
Gruñó de mala gana al verle entrar solo al baño, trató nuevamente de entrar, pero ver cómo aquel Rottweiler dejaba expuesta su filosa dentadura, le hizo cambiar rápidamente de opinión e irse de la habitación, no sin antes soltar un par de maldiciones al aire hacía aquel endemoniado animal del que no lograba deshacerse todavía.
Continuará
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- Gema
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