PEQUEÑAS SECUELAS
Hace apenas un año que me fui a vivir a otra ciudad por los estudios. Mi familia se ha quedado en Lorca, esa preciosa y soleada ciudad en la que nací y crecí.
Cuando me vine aquí pensé en que estaría lejos de mis seres queridos, obvio que lo pensé. Era 13 de diciembre, ya llevaba tres meses en la universidad cuando me avisaron de que había habido un temblor en mi ciudad natal. Asustada llamé a mi hermana, que estaba en el instituto, y le pregunté si estaba bien mientras me sostenía el corazón en el puño. No descansé hasta saber que todos estaban a salvo.
Es jodidamente difícil proteger a los que más te importan estando a más de doscientos kilómetros de ellos. Aún más difícil es soportar la idea de que ocurra uno más fuerte, tanto que acabe como el de aquel once de mayo.
Este verano cenaba en uno de los más frecuentados merenderos de Lorca cuando noté el suelo temblar a mis pies. Creí que fue un movimiento involuntario que había hecho yo sobre la silla, pero no. Fue un pequeño terremoto apenas notado por la gente. No me inquieté demasiado porque pensé que sería mejor pequeños y muchos que grandes y pocos.
Hoy día, aún me pongo en alerta cuando escucho un ruido demasiado fuerte. El otro día se escuchó lo que me pareció un edificio derrumbarse. Fue horrible esperar que no se escuchara ninguna sirena ni nada que me constatara que algo no andaba bien. Vivo con un constante temor de que algo malo sucede cuando se oyen sonidos similares a los de aquel terrorífico día.
Pronto, me digo, pronto aquello no será más que un espantoso día; pero ya te corroboro que mientras que un solo ser querido viva en la faz de la tierra de esa ciudad jamás podré vivir totalmente tranquila sin que una llamada inesperada se me antoje con la mala noticia de que ha sucedido una nueva tragedia natural.
Es aterrador recordar que un día viví aquella catástrofe, no obstante, intento mantener a raya todos los monstruos que desde ese día me persiguen.
Algún día, todo esto no será más que un bonito texto que escribí con la inspiración de un hecho real y vivido bajo mi propia piel. Algún día, respiraré en paz.
Marina Plasencia.
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