¿Y si no quiero?
Hola, bueno, una cosita rápida para las argentinas residentes de Bs As. Algunas personas de wattpad están organizando una pequeña reunión para este febrero, va a ser en capital aunque todavía no se dijo bien el lugar. La cuestión es que si hay interesados, mándenme un msj privado y los agrego al evento de FB donde están discutiendo el asunto. Yo pienso ir, sería lindo que alguien que me conozca o más o menos sepan quién soy también vaya, porque me voy a sentir rara xDDD
En fin eso, disfruten el cap :D
Capítulo XX:
¿Y si no quiero?
¿Alguna vez intentaron pasar todo un día repitiendo la misma frase? Ya saben, como una especie de juego. Supongamos por ejemplo en responder “sí” a todas las preguntas que le hagan en un día; o quizá un “bueno” o un simple y rotundo “no”. Es bastante fácil, sólo tienen que escoger una frase o palabra y luego utilizarla según los parámetros que ustedes mismos establezcan.
No es que repentinamente haya enloquecido (¿más?) para decirles esto, sólo que el tema me vino a la mente tras pasar nuestros primeros dos días en Venezuela, y decidí que sin duda debía hacerle un pequeño espacio. Pero antes de ir allí, aclaremos el punto. Yo solía jugar el juego de una frase por día con mi madre—aunque ella no estuviese enterada de las reglas o de su participación, para el caso—, era mi modo infantil y aún no del todo desarrollado, de exasperarla. Ella en verdad se fastidiaba mucho cuando le respondía lo mismo, independientemente de lo que me estuviese preguntando. Era divertido, lo admito, pero dejé de hacerlo conforme fui creciendo. Puede que piensen que es un juego estúpido, pero lo crean o no ayuda mucho a descubrir la verdadera mierda que habita en la gente. Porque cuando todo se termina, sabes a ciencia cierta el nivel de tolerancia que la otra persona maneja contigo, y también terminas por saber qué tanta presión puedes ejercer sobre alguien que supuestamente “te quiere”. Siempre lo consideré un juego de fe y confianza; fe en que la otra persona va a saber interpretarte y confianza en la medida que serás capaz de soportar las consecuencias de jugar.
Es muy probable que se estén preguntando, ¿y adónde intentas llegar esta vez, querida Marín? No es por nada, pero imagino que en su imaginación me tienen el afecto suficiente como para llamarme “querida Marín” y no “la loca ésta”. El punto se los voy a explicar al final, porque he preparado un tour por Caracas que no van a querer perderse. ¡Abrochen sus cinturones! Es hora de hacer turismo a la Marín, algo que no se come pero que sacará fuego de sus traseros.
***
El primer viernes fiel a su palabra de bombero (no sé si valdrá más que la palabra de la gente normal, pero suena más potente ¿no?), Cam me llevó de paseo por el centro histórico. Casualmente cuando pasábamos por el Teatro municipal, comenzaba un espectáculo gratuito al cual no pudimos negarnos. Es decir, ¿quién se niega a algo gratuito? Allí escuchamos un poema criollo tradicional venezolano, interpretado por un coro, orquesta y dos solistas. Fue algo nuevo, completamente nuevo para nosotros; pero lo escuchamos con la atención propia del turista que no termina de comprender la belleza sutil que encarnan los regionales. Después de eso nos encontramos con un guía que tenía alguna especie de conexión con el tío de Claudia, ya saben, ese tío que nos dejó quedarnos en Caguas por un precio razonable. Yo no sabía si Claudia se inventaba parientes o si en verdad la cosa era así, pero sus contactos hacían que nuestros gastos fuesen más sutiles y eso no se discute, ¿verdad?
Don Ernesto, así se llamaba nuestro guía, era un hombre ya entrado en años el cual toda su vida había sido arquitecto, pero de un momento a otro decidió dejarlo todo y recorrer el mundo. ¿Cómo no envidiar a este tipo de personas? Esos que no temen correr detrás de lo que desean de corazón. Era padre, abuelo, tío, primo y padrino de varios niños, tenía tantos amigos que era difícil poder contarlos y conocía tal vez a una persona de cada continente. Pero siempre voy a querer volver a mi hermosa Venezuela, nos dijo en un momento cuando nos relataba sus aventuras por Europa.
Nos llevó a Colonia Tovar, un pueblo fundado por inmigrantes alemanes que está situado en medio de las colinas que rodean a Caracas. Es decir, las casas estaban sobre las laderas, ¿pueden imaginarse eso? Era como una escalera de casitas. Fue asombroso, ese día comimos como cerdos y nos dedicamos a disfrutar la tranquilidad de no hacer nada.
El sábado fuimos al teleférico de Caracas, el que asciende al Monte Ávila que es el más alto de los que rodean la ciudad. Las vistas allí son impresionantes, y adornadas por las explicaciones de Don Ernesto fueron simplemente sublimes; cuando llegó el último día de nuestra estadía en Caracas no queríamos marcharnos. Por supuesto que habíamos recibido la parte más técnica de la visita también, nuestro guía nos advirtió que fuéramos con cuidado y que no nos distrajéramos mucho con los paisajes.
—Es un hermoso lugar aquí, pero a veces nuestra propia gente no sabe cuidar esa belleza.
Y no era el primero que nos dejaba caer la advertencia. Aunque para nuestra buena fortuna, veníamos haciendo un despliegue bastante limpio en lo que refería a incidentes de ese tipo.
Para el final de ese día, Mic y Claudia terminaron por convencer a Oli de que nos convenciera a nosotros para ir a un lugar a bailar salsa. Tanto Cameron como yo hacíamos aguas en lo que refiere a bailes de cualquier tipo, creo que nunca surgió la necesidad de traer este tema a colación, pero quizá ahora merezcan saber que bailar no se nos daba en lo absoluto. Era, quizá, una de las pocas cosas que realmente teníamos en común. Eso, y que ninguno de los dos nos bañamos los domingos, no al menos que fuese cosa de vida o muerte por putrefacción de algún miembro.
Así que por supuesto que hicimos todo lo que estuvo en nuestro poder para escaparnos, pero cuando enviaron a Oli como mediador supimos que estábamos perdidos. Oli era… vaya, es difícil describirlo de una sola manera. A diferencia de Mic era mucho más introvertido, callado y observador, pero cuando hablaba tendía a ser tajante. No grosero, sólo era esa clase de persona a la que no sabes decir que no, incluso cuando sabes que debes decirle que no. Porque decirle que sí acabaría con tu culo siendo sacudido en un corto vestido por una pista de baile de salsa. Como, precisamente, ocurrió.
Pero no nos adelantemos.
—No quiero ir a bailar —protesté por enésima vez, mientras Cameron se cambiaba de camisa con la puerta del baño abierta para oírme.
—Ya dijimos que sí.
—¡Eso porque no tienes pelotas!—le espeté apuntándolo acusatoriamente con mi dedo—. Sólo debías mirar a Oli a los ojos y decirle: no, amigo, voy a quedarme aquí a joder a mi chica toda la noche. ¿Qué tan difícil era decir eso?
Cameron rompió en una carcajada, asomándose al marco de la puerta con tres de sus botones aún sueltos. Yo subí los pies a la cama, colocándome en una posición de india que no debería ser adecuada en una dama con vestido de cóctel.
—No creo que él necesite saber tantos detalles de mi vida. —Se acercó lentamente a la cama, para luego hundir una rodilla en el colchón e inclinarse de forma sutil sobre mí—. Y necesitamos salir de noche, Blue, temo que no voy a poder continuar con este ritmo mucho tiempo si sigues abusando de mí.
Rodé los ojos, posando mi índice en la apertura de la camisa para acariciar ese pequeño tramo de piel que había dejado al descubierto.
—No fue mi idea lo del teleférico —señalé con sencillez—. Ni tampoco eso de “confundirte” de baño cuando estábamos en la cafetería y…
Su mano pesada cubrió mi boca en ese momento, pero la sonrisa que tiraba de sus labios contradecía por completo su intento por verse duro. Ustedes saben a qué tipo de dureza me refiero, no sean tan básicos por amor de Dios. Intento mantener lo vulgar lejos de este relato… dije que lo intento, no que estoy teniendo éxito en ello.
Cameron me empujó hacia atrás sobre la cama aún con una de sus manos sobre mi boca, mientras que con la otra buscaba el dobladillo de mi vestido para subirlo sin cuidados hasta mi cintura. Observó mis bragas colocando la cabeza ligeramente de lado y luego negó con suavidad, deslizándose fuera de la cama.
—¿Qué demonios, Cameron? —Me incorporé dándole un jalón brusco a la falda de mi vestido.
—Vamos a ir, Blue, deja de querer tentarme.
Enarqué una ceja, cruzándome de brazos tozudamente.
—¿Y si no quiero?
—Ya dijimos que sí.
—¿Y qué? —Lo seguí al cuarto de baño, para que no me diera la espalda—. Podemos retractarnos, no hay una regla que nos obligue y no somos siameses que debemos estar juntos todo el tiempo.
Él se detuvo con la mano a medio camino del grifo del agua y alzó la mirada en mi dirección con un gesto que no supe interpretar del todo.
—¿Lo dices por ellos o lo dices por nosotros?
Abrí la boca para responder, pero la replica rápida quedó colgada cuando comprendí el verdadero significado de su pregunta.
—Ay, no seas ridículo. —Sacudí una mano en el aire, regresando a la habitación—. No estoy diciéndolo por nosotros, si me molestara pasar mi tiempo contigo me habría regresado a casa.
Él salió detrás de mí sosteniendo el cepillo de dientes a medio preparar; por un segundo tuve un horrible flashback de esa cosa en mis manos y un cambio de roles en esa escena. Me estremecí de forma involuntaria, pateando ese pensamiento al lado oscuro de mi mente, pero éste no se fue tan tranquilamente como me había esperado. Cameron me miró expectante y al notar donde estaba mi atención, dio un paso hacia atrás regresando al cuarto de baño.
—Podemos al menos estar una hora, si no te gusta nos regresamos.
—Sé que no me va a gustar —musité más para mí que para mi interlocutor.
—Necesitas socializar, Marín, no hay nada de malo en intentar tener algunos amigos.
—Yo tengo amigos, Audrey, Marc, tú —enumeré con mis dedos. Él reapareció en la habitación, esta vez sin cepillo de dientes a la vista.
—Curiosamente no te duele mucho estar apartada de tus amigos, ¿pensaste en nosotros en los ocho años que estuviste lejos del pueblo?—Lo miré con los ojos entornados, sintiendo que esta conversación comenzaba a ponerse estúpida. Cameron suspiró, colocándose delante de mí con los brazos cruzados a modo de imitar mi pose—. ¿Cuántas personas conociste antes de encontrarte conmigo en este viaje?
No respondí, porque aun cuando había hablado con algunos desconocidos, difícilmente podía decir que me había hecho de un grupo como el que Cam había formado. Pero era distinto, él era hombre y para ellos es más fácil confiar en extraños, no deben preocuparse tanto por el secuestro, la violación y la posterior venta de órganos o venta a una organización de prostitución.
—¿Cuántos amigos tienes en St. Louis además de Arthur y algún otro artefacto al que le hayas puesto nombre? —continuó él, quizá notando que aún no terminaba de hundir su dedo por completo en la llaga que le hacía a mi orgullo.
Le di un empujón apartándolo a un lado y luego cogí mi bolso de la mesa, para luego dirigirme a la puerta de salida.
—Vámonos de una jodida vez, Dr. Phil.
***
Si les soy sincera el lugar de salsa no resultó tan mal como me lo había figurado, supongo que cuando medias todo con unas botellas de cerveza incluso entrar en un lugar con la imagen de un maní en su logo se ve genial. Para el momento en que Claudia comenzó a hacer su despliegue de caderas latinas, yo ya me encontraba lo suficientemente achispada como para pararme a su lado y hacer mi mejor imitación de un movimiento de baile. Y me salía del asco, ¿para qué voy a mentirles? Pero no podía evitar reírme tratando de atinar el paso correcto. Mic y Oli no eran mucho mejor que yo, algo que no los había detenido de probar suerte en la pista. Cameron por otro lado, había desistido tras la primera canción y se había parapetado junto a una viga, manteniéndose como un mero observador de la acción.
—¡Tienes que probar esto! —Claudia me pasó un vaso lleno de hielo y algún líquido marrón indeterminado. Parecía agua de cloacas en las rocas.
—¿Qué es?
Ella me hizo un gesto de negación, medio encogimiento de hombros medio “por qué mierda preguntas”, así que no le di largas al asunto y tomé mi vaso de agua cloacal. Para sorpresa de Marín, estaba putamente delicioso. Y fuese lo que fuese lograba que mis caderas tuvieran un poco más de sentido con la música, algo que sin duda le sumaba puntos a mis cloacas en las rocas.
—Coloca tu mano sobre mi hombro. —Ricardo, el venezolano que se nos había acercado en algún momento de la noche, no esperó a que yo lo hiciera por mí misma y sonriéndome me ayudó a tomar la posición adecuada—. Así, no temas recargarte un poco en mí.
Sacudí la cabeza incapaz de no soltar una risilla, y luego sólo me dediqué a dejarlo que me enseñara a bailar. O al menos a que creyera que podía mejorar mi condición de total inútil a ligeramente agraciada.
—No resulta tan difícil cuando tú me mueves —le espeté a modo de regaño, levantando su mano que había pasado de estar en mi espalda a resbalar por mi cadera.
—Sólo te enseño el desplazamiento —se atajó él, esbozando una gran sonrisa que desmentía la inocencia de sus nobles palabras.
—Gracias. —Le palmeé el pecho con intención—. No quiero salir de aquí siendo una profesional.
—¿Qué bebes? Te traigo otro. —Negué, pero esa no parecía ser la seña aceptada en el país para decir que no, porque él se marchó de todos modos por más agua de cloaca.
Le di un último trago al vaso que me había dado Claudia y luego me volteé para recuperar la cerveza que le había dejado a Mic antes; ese quizá fue un error de cálculos por mi parte, si tengo que admitirlo. Es decir, no el de intentar conseguir mi cerveza, porque después de todo no podía dejarla abandonada sin más. Tal vez terminara por creer que la había reemplazado por mi agua de cloacas, lo cual era una completa locura. No sé cómo mi cerveza siquiera podía pensar algo así, ¡le había sido fiel toda la noche! Sólo que no me sentía cómoda dejando que creyeran que me limitaba a cierto tipo de bebidas, yo era una persona muy capaz de experimentar cosas nuevas y hundir mi lengua en variados licores. Tenía una mente abierta, por Dios bendito.
Mi error—no me he olvidado de ello como ven—fue voltearme en aquella dirección, sabiendo bien que podía evitar esa viga y llegar a mi cerveza, sin tener que toparme con ciertos ojos azules.
—¿Me la das? —Extendí una mano hacia la botella, la cual ya no sostenía Mic sino el señor vamos a ir igual aunque me quede parado en las sombras con cara de culo toda la noche.
Honestamente no lo entendía, él era el que pregonaba la interacción y todo tipo de idioteces sociales, pero cuando era necesario poner los puntos sobre las íes dejaba mucho que desear.
—Ya has tenido suficiente —masculló, jalándome de un brazo para acercarme a su boca. Es que de lo contrario tendría que adivinar lo que estaba diciendo por lo alto de la música; nada de gesto dulce o sexual aquí, mal pensados.
—He tenido lo mismo que los demás. —E incluso era muy probable que los demás hubiesen tenido más que yo, ahora que lo pensaba con detenimiento.
—Sí, pero ellos han tomado una buena cena.
—¿Otra vez con esa mierda? —exclamé para hacerme oír por sobre el creciente barullo—. Últimamente estás bastante pesado con el asunto de arreglemos a Marín, ¿sabes?
Me di la vuelta tratando de localizar a Ricardo con la mirada, repentinamente estaba sedienta y puesto que mi cerveza ahora estaba cautiva en las manos del bombero, bien podría ir por su reemplazo. Diablos, estaba comenzando a sudar como puta en confesionario. Necesitaba una bebida.
Sentí el jalón incluso antes de que su mano terminara por cerrarse por completo entorno a mi brazo, aparté metódicamente el cabello que había volado hacia mi rostro por su brusquedad y le di una mirada indignada.
—¿Es eso lo que crees? —me espetó con los dientes apretados, aunque no estaba segura a qué se refería o el porqué del tono tajante—. No he hecho otra cosa que preocuparme por ti.
—¿Y quién te pidió que te preocuparas?—Mi voz se sentía algo patosa, pero mis pensamientos corrían endemoniadamente rápido en mi cabeza—. ¿Sabes? Serías más divertido, si tan sólo dejarás un minuto de intentar arreglar la vida de los demás.
Cameron rió, algo muy similar a un ladrido enmascarado tras una sonrisa tirante.
—Tal vez no debería estar al pendiente de ti todo el tiempo, si tan sólo te comportaras como una persona normal.
—¿Y si no quiero ser normal? —Lo normal estaba sobrevalorado, todos sabemos eso. Me estiré para robarle la cerveza, pero él dio un paso hacia atrás haciendo que perdiera un tanto la dirección y obligándome a sostenerme de la viga.
—Ya tuviste suficiente, Marín, no voy a arrastrar contigo ebria por la ciudad.
—¡Oh, pero si no estoy ebria! —lo desmerecí, altiva, señalando mi entrepierna con un ademan—. Mientras no baje por mis pantalones, sé que voy bien.
Volví a hacer amago de coger mi cerveza, aunque una vez más no estuve ni remotamente cerca de rozarla con mis dedos y mi rostro quedó estúpidamente pegado a su hombro tras el fallido intento de rescate.
—No —me espetó con seriedad, observándome de soslayo—. Nos vamos.
—¿Y si no quiero? —¿Ya pueden ver a qué me refería más arriba? ¿No? Aguarden, esto se pone mejor.
—Terminamos aquí.
Cameron me tomó de la mano, echándoles una mirada a los chicos que bailaban unos metros más allá de nosotros. Casi como si con eso esperara trasmitirles su necesidad de terminar la velada, sólo porque él así lo disponía.
—Yo no terminé, mi cerveza está a la mitad. —Aprovechándome del cambio de posiciones, le arrebaté la cerveza mientras estaba distraído y eso me ganó una acerada mirada por su parte. No estoy muy segura cómo terminamos dándonos de manotazos y empellones para lograr la posesión del objeto inanimado, pero fue una situación tan bizarra que no pude evitar echarme a reír como idiota.
—¡Bien!—exclamó de forma repentina, empujando la botella hacia mis manos con muy poco tacto. Vaya aguafiestas—. Bébela, tú sabrás mejor que nadie cómo sacarla de tu estómago luego.
Y así, sin dejarme tiempo para pensar una replica, Cameron se pegó la vuelta bruscamente y se marchó haciendo su camino por entremedio de las personas que bailaban. Me quedé helada con la cerveza aún pinzada entre mis dedos, como si estuviera aferrando los últimos retazos de mi cordura. Pestañeé. Y no funcionó, tuve que hacerlo tres veces más para lograr que mi mente fuera del OFF al ON.
Aún sin tener idea qué había pasado para que reaccionara de esa forma, me encaminé directo por el mismo trayecto que él había realizado, antes de que la marea de personas me cubriera la visión de su espalda en retirada.
—¡Eso es completamente injusto! —le grité al darle alcance en la acera, ahora el sonido de la música era un mero retumbar en mis oídos todavía sensibles. Él se giró para darme una mirada inexpresiva—. No he hecho eso... —“Eso” también llamado vómito inducido, ustedes saben—. Desde que empecé este viaje y tú lo sabes muy bien.
Cameron presionó los ojos como si tuviera mucho que decir al respecto de esa línea, pero por un largo segundo no dijo nada. Me acerqué intentando no pisar en falso y confirmar mi estado, el cual aún estaba lejos de ser de ebriedad. Créanme.
—No —susurró en voz queda cuando fui a tocarlo y automáticamente mi mano cayó como un peso muerto.
—¿No? —inquirí incapaz de ocultar mi sorpresa y quizá mi indignación.
—No lo has hecho porque apenas te alimentas, Marín. —Di un paso hacia atrás, comprendiendo a qué se refería con ese “no”. No sabía qué era peor, pensar que no quería que lo tocara o pensar que el tema de la alimentación iba a seguir estando ahí entre los dos—. ¿Qué se supone que purgas cuando no hay nada en tu estómago?
—Cameron por favor… —comencé a protestar, pero él me detuvo clavando su mirada en mis ojos. Y no fue algo duro o molesto, no fue censura o cansancio; supongo que habría sido más fácil lidiar con algo así y no con una expresión que rayaba en el dolor.
—Por favor ¿qué, Marín?
—¿Por qué le das tanta importancia? —me esforcé por mantener un tono de voz calmo, pues a decir verdad sentía que estábamos bien y comenzar a transitar ese camino sólo nos echaría a perder las cosas. Quería poder disfrutar de algo bueno un poco más que algunas semanas, ¡Jesús! Ni siquiera pedía tanto—. No es la gran cosa, lidiaré con ello ¿de acuerdo?
—Cuando apenas nos encontramos te veías más saludable, pero veo que pasan los días y cada vez hay menos comida en tu plato. Marín, ¿cómo se supone que no le dé importancia? —Sus manos apresaron mis hombros y tuve que hacer un esfuerzo para no jalarlo entre mis brazos y rogarle que no nos hiciera esto, aún no. Necesitaba de él, necesitaba seguir explorando este nuevo "nosotros"—. ¿Cómo vas a lidiar con ello? No tienes idea de cómo ayudarte.
—¡Ya! —Lo aparté colocando una mano en su pecho con firmeza—. Deja de hacer esto, lo que menos necesitamos son más obstáculos… —Mi voz vibró pero no era yo la que hablaba en ese instante, lo podía sentir muy en mi interior—. ¿Por qué no puedes aceptarme como soy? ¿Por qué tengo que tener amigos y sentarme a cenar contigo todas las noches? ¿Por qué mierda tienes que arreglarme tú también?
—No intento arreglarte, Blue —musitó, buscando mi mirada. Negué con vehemencia.
—¡Sí que lo haces! Ni siquiera mi puto nombre está bien para ti… —Agité una mano cuando intentó avanzar en mi dirección—. No soy lo bastante normal, así que intentas normalizarme y adaptarme… ¡déjame tranquila!
—No, no puedo. —Finalmente logró atraparme y con lentitud me atrajo hacia el calor de su pecho. Diablos, ¿cómo se suponía que me rehusaba a eso? Yo era débil cuando se trataba de abrazos, me estaba volviendo adicta a la sensación de sentir su corazón presionado contra mi oído—. Tú no entiendes, Marín… —Jaló mi rostro hacia arriba para que nos enfrentáramos; en ese momento me sentía tan desbordada por mis propias sensaciones, que poco me importó que viera mis ojos llenándose de lágrimas de frustración—. Te amo. —Y dejé de respirar—. No puedo sólo quedarme observando como la persona que amo se mata de hambre. ¿Dime qué rayos hago? ¿Cómo puedo ayudarte? Si yo te hago mal, te dejaré en paz… pero dímelo. —Su frente tocó la mía en un simbólico gesto de rendición que abrió una brecha en mi pecho y echó por tierra mi última línea de defensa, en caso de que alguna siguiera en pie luego de que me disparara a quemarropa con esa confesión—. Estoy dispuesto a esperar a que estés lista, pero no estoy dispuesto a verte morir…
—No voy a morir —murmuré a toda prisa, sin apartar mis ojos de los suyos. De todos modos estaba casi segura de que podría soltar lo siguiente sin respirar, porque sin duda todavía estaba esperando a que el oxigeno regresara a mí—. Te lo prometo, no voy a arruinar esto.
Incluso aunque todo en mí se revolucionara, sabía que esta vez le plantaría cara a todos los “¿y si no quiero?” que vendrían más adelante. Porque comprendía que no se trataba de lo que yo quisiera, sino de lo que era mejor para mí. Y eso debía de ser Cameron.
_______________________
Cam: Hoy me ha tocado difícil el nombre, así que de momento voy a decirte Dark. Pues bueno, este capítulo va dedicado a la chica que sólo es medio malvada (por cierto que tu imagen de avatar me hace mucha gracia), espero que te haya gustado querida Abril. Para que veas que tengo una vena de stalker en mí, me pasé por tu perfil porque me gusta saber sus nombres.
Espero que el resto me tenga paciencia, soy solo un chico y como ven tengo que lidiar con la.... hermosa mujercita de esta historia :D Foto aquí y en twitter, así hasta se ve tierna, ¿a que no?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro