Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Seamos adultos

Se ve medio rara esta nueva forma de publicar, pero bue... mientras funcione yo, argentina. Hola! Espero que estén teniendo un lindo sábado o empezando un buen domingo, no tengo mucho para decir así que me voy a callar. Y... sí, me callo ya :D Buena lectura.

Capítulo IX:

                                                      Seamos adultos

Así estaban las cosas, en cuanto Cameron se fue con mi billetera—el muy desgraciado hijo de su vil y perra…ya ustedes saben—me dejé caer en la cama dispuesta a hacerme un ovillo y temblar. Bah, no crean que lo hago por él. Sentía dolor, por amor del cielo, no entiendo qué es lo que lleva a uno a acurrucarse cuando se siente mal pero eso era lo que estaba necesitando.

En realidad, ahora que lo pienso, creo que tiene que ver con todo ese asunto de encontrarse en el útero materno y sentirse seguro en posición fetal. Sí, sin duda es eso, lo leí en algún sitio. No puedo dar fe de mi estadía en el útero de Paige (gracias a Dios, es una experiencia traumática menos para contabilizar), pero supongo que entonces estaba en la obligación de cuidarme. En fin…

Por el rabillo del ojo capté mi móvil conectado a la pared con el cable de Cameron, no intenté darle muchos pensamientos a ello y me fui directo hacia él. Tras repetirme una y otra vez que no podía quedarme tan pacifica con el imbécil agresivo a un pasillo de distancia, me encaramé fuera de la cama y me encerré en el baño. Marqué el número de Audrey, cruzando todo lo remotamente ¿cruzable? en mí y esperando que en casa fuese un horario aceptable para hacer llamadas.

—Por favor, Aud… —susurré al móvil, como si ella pudiese escucharme suplicando.

—Acabas de llamar a Audrey, en este momento no me apetece atender pero deja tu mensaje, te llamaré… si tengo ganas.

—¡Cierra la boca estúpida! Sé que estás ahí, Audrey. —Ella tenía la manía de fingir ser el contestador automático, no era la primera vez que me lo hacía y la verdad ya no era tan gracioso.  

Mi amiga soltó una fresca carcajada, casi como si la broma fuese algo que acababa de ocurrírsele. Por favor.

—¿Qué hay, gruñona? ¿A qué debo el honor?

—Lo encontré —lancé sin mediar saludo. Audrey permaneció dos segundos en silencio antes de soltar un chillido para nada propio de ella.

—¡No me jodas! ¡No me jodas!

Dios, estaba tan entusiasmada que parecía un pequeño Chihuahua hallando una pierna despistada por debajo de la mesa.

—No lo haría quédate tranquila —interrumpí aunque dudo haber sido siquiera registrada.

Suspiré dándole un tiempo para que se aclarara.

—¿Lo encontraste? Santa mierda del amor hermoso, Marlín. Realmente pensé que terminarías regresando con las manos vacías, pero es genial… —Entonces se detuvo como si repentinamente fuese consciente de que algo faltaba—. ¿Por qué no estás gritando conmigo? Esto es bueno, nena, lo es… ¿verdad?

—Aud…

—Oh, nada bueno sale de eso. ¿Qué pasó?

Inspiré profundamente, sin saber muy bien cómo lanzarme a ello. Me dejé caer sobre el retrete, lista para comenzar con una charla que no tenía forma simple de ser abordada.

—Pues la verdad es que no estoy segura, apenas nos vimos me besó y luego… yo no sé cómo explicarlo, Aud. Él parece que… no lo sé, se arrepiente de haberme enviado ese pasaje.

—¿Él dijo eso?

Bufé.

—No tiene que decirlo, puedo adivinarlo por el modo en que me trata. Casi parecemos desconocidos con el idioma en común, nos comunicamos pero no nos entendemos. ¿Eso tiene algún sentido?

—Creo que sí —musitó ausente. Sentí algo de movimiento del otro lado, pero no me atreví a interrumpir el momento de epifanía de mi amiga. Fuese lo que fuese que estuviese planeando decir, sabía que me ayudaría a encausar mis propios pensamientos—. ¿Qué dijo sobre el diario íntimo…?

—Bitácora —la corregí con la voz en un susurro.

—La mierda que sea, Marín, no jodas. ¿Qué dijo sobre eso que escribió? ¿Le preguntaste si aún piensa así?

—¿Tenía que preguntarle?

El silencio que precedió a mi pregunta fue respuesta suficiente para mí, pero por supuesto que Audrey tuvo que darle mayor trascendencia.

—¿Eres estúpida o tomas clases nocturnas? ¡Claro que tenías que preguntarle! El tipo estuvo esperando tu respuesta por un mes, se marchó pensando que lo habías rechazado y luego ¡bum! Lo asaltas en un país extranjero sin mediar explicaciones, ¿acaso tengo que esquematizarlo con manzanas, Marín? Ustedes tienen que hablar de toda la mierda que han estado conteniendo desde que te marchaste.

—No hemos tenido tiempo de hablar, por así decirlo. —Centré mi atención dispersa en uno de los azulejos del baño—. Todo ha sido algo rápido y luego me dio fiebre, tuve vómitos y… necesidad de apagar el incendio.

—Aguarda, ¿qué? —Pueden notar lo mucho que mi salud es de su interés, cuando lo único que parece haber registrado fue lo de apagar el incendio. Pero ella es así, la quiero pervertida y todo—. Tú pequeña zorra, ¿ya te acostaste con él? ¿Qué pasó con todo eso de extraños que no hablan el mismo idioma? Ya veo lo mucho que te afecta la falta de comunicación…

Solté una carcajada aún cuando eso activó los receptores de dolor de mi cuerpo entero, era imposible no reír ante las conclusiones de mi amiga  y su fina elección de palabras.

—No me acosté con él, Audrey. Yo solo… —vacilé, incapaz de hallar una metáfora acorde con la situación—. Tú sabes… eso.

—¡Oh, sí! ¡Eso!—exclamó a modo de exagerada burla—. ¿Qué diablos es “eso”? ¿Jugaste con su manguera?

La sorpresa fue tal tras ese comentario que casi caigo de culo al suelo, para luego estallar en una fuerte carcajada que me obligó a ignorar el dolor punzante en mis sienes. Audrey sin duda era una jodida mujer en un millón.

—No precisamente —musité aún intentando controlarme—. Digamos que… le pedí una mano para tratar mis petunias.

Ella no se abstuvo de soltar una de sus para nada disimuladas risas, la cual fue seguida de una enérgica toz de ahogado que al instante me contagió. Estábamos dementes, no se fijen.

—Te amo, Mar, en serio que lo hago. —Casi podía apostar que estaba limpiando lágrimas de sus ojos, la risa era de las pocas cosas que causaban un llanto fácil en Audrey—. Lo usaste de juguetito sexual, realmente vas a volverte mi ídola.

—Tal vez no fue la mejor decisión, Aud. Creo que eso sólo aumentó lo extraño entre ambos y no lo sé… quizá deba volver a casa —reflexioné, verbalizando por primera vez la idea que más fuerza estaba cobrando en mi cabeza conforme pasaban las horas.

—No, espera —me detuvo sin el menor rastro de humor en su tono—. No puedes volver aún, Marín. ¿Me estás diciendo que te recorriste medio Centroamérica para rendirte ahora? No niego que debe ser extraño, es decir, ustedes conocen lo que el otro siente sólo porque lo han leído. Deben hablar como adultos, deben ver dónde están parados ahora…

—Pero él no parece que quiera —gimoteé, admito que oyéndome algo aniñada.

Al diablo con eso, estaba enferma. Considero que son de las pocas ocasiones en las que uno tiene libertad para quejarse a sus anchas, es el derecho del enfermo. Aún no sé cómo diablos eso no está incluido en la constitución.

—Marín, Cameron es un niño grande y lo sabes. No actúes como si no lo conocieras, en su jodida vida ha hecho algo por sí mismo sin ver por los demás. —Ella hizo una pausa y casi pareció como si chasqueara la lengua—. Él se manifestó en tu bitácora, dijo lo que quería y que te quería. No es él quien tiene que perdonar nada aquí, cielo, tú lo buscaste pero ya le dijiste para qué.

Fruncí el ceño al recordar el momento de intercambio rápido en la terminal de autobuses, le había dicho que estaba allí porque se lo había prometido. ¿Sería eso? ¿Él estaba actuando así porque mi respuesta no lo convenció? Claro que sabía que teníamos que discutir sobre todo lo que nos habíamos dicho por escrito y jamás puesto en palabras claras y directas a la cara, pero no me sentía lista para tocar ese tema aún. Una parte de mí sólo quería borrar por completo toda esa información, toda esa escena que había descrito sobre mi madre acercándose a un joven él y persuadiéndolo con dinero. No sabía si me sentía avergonzada por mi madre y su actitud, o molesta con él por haber sido tan débil como para aceptar. Me negaba a creer que Cameron podía tener un concepto tan bajo de él, en realidad me negaba a creer que yo estaba teniendo ese concepto de él.

—Tal vez tengas razón, pero de todos modos quiero que me envíes algo de dinero para comprar un pasaje de avión. Te lo pagaré en cuanto esté de regreso… no digo que lo vaya a usar ahora —agregué cuando sentí que iba a soltarme otro sermón sobre la lucha y bla, bla, bla—. Sólo quiero tenerlo como respaldo, porque si sigue comportándose como un estúpido patearé su culo y al diablo todo.

—Eso me gusta más, esa es la Marlín que despedí en el aeropuerto. Sólo intenta apagar tu hiperactivo cerebro un momento, porque puedo escuchar desde aquí como tus engranajes están dando vueltas.   

Sonreí sintiéndome un poco mejor conmigo misma, a pesar de que mi cuerpo seguía básicamente apestando a vómito y traspiración. Es decir, si una chica puede sentirse alegre de ser quien es en esas condiciones, es porque algo bueno se está germinando. O bien el virus que me había pescado estaba comenzando a joder mi hiperactivo cerebro hasta sosegarlo. No descartaría ninguna opción sin más.  

—¿Cómo estás tú? —pregunté recordando el protocolo sobre el comportamiento humano. Dios, a veces me sorprendía lo poco desarrollada que tenías mis habilidades de socialización. Un jodido cavernícola sería mejor amigo que yo—. ¿Daniel, Sarah, Marc?

—Todos estamos bien —sintetizó ella, demasiado rápido para mi gusto.

—Aja —acepté escéptica—. ¿Pero?

—¿Por qué tendría que haber un jodido “pero”?

—¿O sea que no lo hay? La última vez que hablamos creo que la situación se volteó un poco en tu contra.

—Déjalo ser, Marín, no quiero hablar de eso. —Uf, ¿sintieron el hielo saltando de su voz? Creo que hasta logró bajarme algo la fiebre.

—¿Volvieron a discutir, Audrey? ¡Jesús! Luego soy yo la que tiene que comportarse como adulta con Cameron, pero qué hay de ti. ¿Vas a seguir haciendo de cuenta que no quieres regar el jardín con Marc? Porque ya no me la creo, amiga, ustedes dos sudan sexo cuando están juntos. 

—Marín… —me acalló con tirantes, pareciendo ¿qué? ¿Nerviosa?

—¿Qué? Sólo estoy diciendo las cosas como son Aud. Marc te ama, él me lo dijo.

Hubo una pequeña pausa en la que la escuché inhalar muy suavemente.

—¿Él te dijo eso? —Asentí por muy estúpido que eso fuera—. ¿Te dijo “amo a Audrey”?

—Bueno… —Traté de traer a mi memoria la conversación en sí—. No precisamente con esas palabras, fue algo más como “me enamoré de la mujer equivocada en el momento equivocado y no sé qué hacer”. Y te aseguro que hablaba de ti, Aud. En el momento no lo había entendido pero ahora creo que sí.

Aguardé por su respuesta, pero ésta nunca llegó. Miré mi móvil pensando que la comunicación se había cortado y al ver que los números de los minutos de llamada seguían contabilizando, me quedé en silencio tratando de captar algún sonido del otro lado.

—¿Audrey? ¿Estás ahí? —Nada. Fui a colocarme junto a la pequeña ventana del baño, pensando que podría ser problema de señal—. ¿Aud, me escuchas? ¿Audrey?

Entonces la línea crujió con suavidad como si acabaran de arrastrar el auricular por alguna superficie rugosa. Todo era tan extraño que me sentía incapaz de sólo colgar, tenía que saber qué estaba pasando.

—Mierda, Audrey, comienzas a asustarme. ¿Me estás escuchando?

—Te escuchó, Marín.

Abrí la boca sintiendo como la replica se atoraba en mi garganta. Esa no era Audrey. Pasó un latido antes de que pudiera reunir mis pensamientos.

—¿Marc? ¿Qué ocurre? ¿Dónde está Audrey?

—Ella está aquí, también estoy y he estado aquí desde que comenzaron a hablar. —Demonios, ¿eso significaba que había estado escuchando? ¡Diablos! ¿Incluso la parte de atender mis petunias? Dios, qué bueno que no podía ver mi rostro volverse violentamente rojo por la pena.

—¿Estabas oyendo? —Había una pequeña parte de mí que se sentía mortificada con eso.

—Estaba sosteniéndole el teléfono, ella le está dando el pecho a Daniel. —¿Por qué Audrey no me dijo nada? ¿Acaso creía que era un jodida vídeo llamada?—. Escúchame, te llamará más tarde ¿bien?

—Ok… —musité ante su tono autoritario.

—No, no, no, ven aquí. —Eso no había sido para mí, pues en ese instante escuché como lanzaba el auricular sin la menor consideración por mis tímpanos.

—Voy a acostar a Daniel.

—No te escapes de mí, Audrey.

—No me estoy escapando, voy a acostar a Daniel. —Les aseguro que me sentía una chismosa, pero al mismo tiempo no podía hacer lo correcto y colgar. La moralidad había abandonado el edificio y ahora sólo me gobernaba la sed de chisme.

—¿Y entonces harás de cuenta que tampoco escuchaste lo que ella dijo? —Por la forma en que dijo eso, sonaba como que estaba harto de juegos—. Sabes es sorprendente el modo en que aconsejas a tu amiga, pero no aplicas nada de lo que dices a tu propia vida.

—Es extraño… —replicó ella distante—, lo que a mí me sorprende más es como le confiesas a otros lo que supuestamente sientes por mí, cuando cara a cara te comportas como un cobarde. —Amaba a esa mujer, pero a veces me gustaría que fuese menos dura con las personas. Incluso yo podía ver que eso había sido un golpe a la yugular.

—¡Por Dios, Audrey!—Marc parecía genuinamente exasperado a ese punto, sólo mi amiga conseguía hacerlo elevar la voz de ese modo—. Estoy enamorado de ti, ¿acaso no lo ves? Me consumiste a tal punto que en un momento dejé de ser yo en mi cabeza y comenzamos a ser nosotros: tú, yo y los niños. Son mi familia, por mucho que te empecines en excluirme de esto…

—Te vas a ir. —Había miedo en esas cuatro palabras.

—Técnicamente me estoy yendo desde los quince años, pero no llego más allá de la puerta. ¿Cuándo te vas a dar cuenta que yo ya encontré mi lugar? —Tras una pequeña pausa Marc agregó—: ¿Cuándo vas a necesitarme y decirme que me quede?

—Eres un idiota, Marcus. —La profunda risa de Marc se levó brevemente tras esa respuesta.

—Voy a llevar a Daniel a su cuna, nena. ¿Puedes colgar el maldito teléfono para que Marín deje de oírnos?

Rompí en una fuerte carcajada junto con Audrey, para luego oírla susurrarme un “estás muerta” antes de que me colgara de forma definitiva. Sospechaba que el hecho de que Marc no me hubiese colgado antes, era su modo de compensarme por no haberse hecho notar mientras hablaba con mi amiga. Y en parte me alegraba que ambos hubiesen oído eso, tal vez era el impulso que estaban necesitando para ser honestos uno con el otro. No tenía idea qué pasaría luego, pero era un primer paso ¿no? ¿Quién sabe? Al parecer eso de comportarse como adultos daba sus resultados.  

                                                                 ***

No es que no hubiese escuchado el consejo de mi amiga, a decir verdad moría por aclarar los tantos y saber dónde estábamos Cameron y yo ahora. Es decir, no en el sentido físico de la palabra, porque estábamos en un hospital y eso era fácil de identificar. Pero si les puedo confesar algo, no hay peor cosa que intentar aplicar la ley de hielo a un hombre que puede hacer del silencio una carrera de vida. Había decidido por el bien de todo el tema de comportarme como adulta, el bajar a buscarlo al lobby y permitirle llevarme con un médico. Y en cuanto aceptó, eso fue todo. No hablamos durante el viaje, no hablamos durante la espera y era muy probable que no habláramos cuando estuviésemos de regreso en el hotel.

¿Ustedes qué creen? ¿Le tomaría mucho tiempo enviar el dinero a Audrey? Con la suerte de mi lado, podría intercambiar lugares de habitación con los canadienses. El tal Mic no se veía nada mal, al menos sería mejor compañero que el idiota sentado a mi lado.

La sala de espera había estado bastante llena a nuestra llegada, por lo cual aún nos encontrábamos sentados aguardando por un médico. Tenía mi cabeza tirada contra la pared, porque incluso enferma me mantendría firme y no claudicaría dejándome caer en su hombro. Pero con cada segundo que pasaba sentía como la ducha y el ibuprofeno que había tomado antes comenzaban a perder su efecto, necesitaba que alguien desarraigara el dolor de mí. Jesucristo, daría a mi primogénito por una manta para cubrir mis hombros.

Cameron se removió ligeramente en su asiento cambiando de postura, pero yo no me inmuté. Frente a nosotros se encontraba un niño de unos cuatro o cinco años, jugando con unos pequeños autos y haciéndolos correr por los brazos y las piernas de su madre. De tanto en tanto posaba su mirada avellana en nosotros, para luego apartarla al momento en que lo veíamos mirándonos. Se mantuvo haciendo eso por varios minutos, hasta que Cameron se tocó la cabeza y agitó su mano a modo de saludo. El niño presionó sus hermosos ojos un instante, para luego ofrecerle una trémula sonrisa y con sus manitos vacilantes hizo el gesto de “buenos días” en señas. Fruncí levemente el ceño al notar que era sordomudo, aún cuando no parecía tener ningún audífono Cameron se había dado cuenta.

El niño me observó para luego preguntarle algo a Cam, si mi recuerdo no era incorrecto él quería saber qué estaba mal conmigo. Cameron le respondió moviendo sus manos con destreza, diciéndole algo que no llegué a captar por completo. El niño me dio una mirada apenada, dirigiéndole otra pregunta a Cameron. Esa fue más fácil, quería saber nuestros nombres. Reconocí el instante en que Cameron comenzó a presentarme: “ella es Marín, mi novia”. 

Pestañé algo confusa, mirándolo de soslayo pero él se veía completamente atrapado por la descripción del auto que le hacía el niño. ¿Su novia? ¿Ahora resultaba que era su novia? «Tranquila, Marín, fue sólo una elección de palabras» Después de todo era más fácil decir “novia” con señas que “amiga” ¿verdad? Al menos no había dicho amantes, porque le habría dado un golpe en la cabeza si llegaba tan lejos. Estaba apunto de interrumpir su enérgica conversación con el niño, cuando una enfermera le indicó a la madre que ya podía pasar y el niño se despidió de ambos sonriendo. Cameron me observó entonces y yo cerré los ojos como esperando que no se hubiese dado cuenta de que había sido testigo de su intercambio.

—¿Cómo te sientes?

Me encogí de hombros, porque estuve a nada de decirle que me encontraba como la mierda misma y que quizá iba a morir estando disgustada con él. Y que no me gustaba la perspectiva de morir sin haber aclarado nuestra situación.

—¿Cómo supiste que era sordo? —Pero en contra de todos mis pensamientos, pregunté eso.

Podía sentir sus ojos fijos en mi rostro y una pequeña parte de mí quería enfrentarlo, mientras que la otra parte se quería seguir comportando como una cobarde y escapar de su escrutinio. Ganó la segunda parte, si se lo estaban preguntando.

—No se alteraba con ningún ruido, estaba como demasiado dentro de su mundo.

Me detuve un segundo en ese pensamiento, para luego entreabrir un ojo y espiarlo brevemente.

—Que observador —ironicé, él sonrió de medio lado.

—Más bien el poder de la costumbre. —Bueno eso sí que fue algo críptico. Por supuesto que sabía a lo que se refería, lo que no me cuadraba era su expresión casi risueña al respecto.

—¿No echas de menos hablar así? —En realidad lo que quería preguntarle era si no echaba de menos hablar así con su hermano, pero al último segundo me retracté. Es decir, no había necesidad de avivar las llamas entre nosotros (las llamas negativas en este caso). Y el tema de Tino seguía siendo lo bastante espinoso como para abordarlo en una sala de espera.

Cameron se encogió de hombros, mordiendo la esquina de su labio casi por inercia.

—No pienso mucho en eso —susurró tras llevar su atención al punto donde antes había estado el niño.

—No tiene nada de malo que lo eches de menos. —Él continuó mirando al banco vacío, al parecer sin registrar mi comentario.

—Él estaba con Grace cuando fui a dejar los perros. —Abrí los ojos como platos, incapaz de ocultar mi sorpresa. ¿Tino había estado en la casa de Grace?—. Dudo que sólo hubiese sido un encuentro casual. —Una leve sonrisa hizo amago de tirar de sus labios.

—¿Hablaron?

—Un poco, le dije lo que estaba planeando y se ofreció a pagar parte de mi viaje. —Finalmente se giró hacia mí—. Lo acepté, aunque no pude dejar de pensar en lo irónico de todo.

—¿A qué te refieres?

—El dinero ahora me da igual, dudo que haya una suma lo bastante significativa como para sentirme resarcido. Pero si pagarme el viaje aligera el peso en su conciencia, pues ¿quién soy yo para negárselo?

No supe qué responder a eso. Por supuesto cualquier suma que Tino le diera ahora no le serviría de nada, sería como ofrecerle a una persona una vida de lujos y elegancias bajo el mar. O sea completamente inútil. Esa fue la primera vez que me imaginé lo duro que sería vivir con eso siempre en tu cabeza. Él podría haberse dado todas las justificaciones del mundo para hacerlo, pero nada quitaba el hecho de que había vendido su cuerpo como mercancía. Y Cameron lo sabía, sabía que había dejado algo que nunca recuperaría cuando aceptó.

—¿Marín Lance? —Una mujer bajita y de cabello rizado nos llamó a un apartado, donde tomé asiento en una camilla tratando de no hacerme un ovillo.

«No te hagas un ovillo, Marín, sé fuerte»    

Cameron debió de oír mis pensamientos, porque entonces se acercó para rodear mis hombros con sus brazos y recostarme contra su pecho. Me acurruqué, mandando al diablo cualquier idea de mantenerme integra en su presencia. Tenía frío, mi cuerpo necesitaba apoyo y él me lo quería dar. No iba a analizar nada de eso.

—Estás temblando.

—Si muero… —comencé, impregnando de drama mi voz.

—Shuu, Marín no digas tonterías —me acalló, colocando una de sus manos sobre mi cabeza. Me empujé lo suficiente como para encontrarme con sus hermosos ojos azules.

—Lo digo en serio, si muero quiero que sepas que eres un imbécil pero de todos modos te vine a buscar. Porque ya me acostumbré a ti y me da fiaca buscar un nuevo imbécil con quien lidiar. —Las lágrimas propias de la fiebre comenzaron a rodar por mis mejillas sin pedir permiso—. Y… si no me quieres aquí, sólo dímelo prometo que no voy a obligarte a pagarme por este viaje inútil. La mitad de mi vida ha sido un viaje inútil, tú eres lo único estable en mi cabeza. Estás allí desde que pateaste mi pala de jardín e interrumpiste mi ritual de purificación…

De acuerdo, alguien debía callarme en ese mismo instante. Hay un motivo por el cual las personas no deberían hablar estando con 39º de temperatura y ustedes acaban de ser testigos de ese motivo. Ustedes y Cameron.

Sentí su pulgar trazando un círculo en mi mejilla caliente y húmeda, así como también sentí a mis fuerzas abandonándome tras mi magistral discurso de humillación. Me dejé caer nuevamente en su pecho, hundiendo la nariz en el hueco de su esternón. Él olía tan malditamente bien, tan malditamente a Cameron te parto como un queso Brüner, un atributo suyo que lo volvía eminentemente más follable.

—Lo único que he querido todo este tiempo es tenerte conmigo —murmuró posando su boca sobre mi frente—. Pero no tengo idea de cómo tratarte, no estoy seguro qué tanto es suficiente y qué tanto me has perdonado. Simplemente no puedo concebir la idea de que me perdones, cuando yo mismo no puedo hacerlo.

—Aún no te he perdonado, sólo que ya no voy a castigarme echándote de menos.

Él colocó sus manos en mis mejillas, alejándome del confort de su pecho para enfrentar mi mirada. Incluso teniendo la mente distorsionada por la fiebre, era capaz de ver la duda escrita en cada esquina de su rostro.

—¿Sigues pensando que hay cosas que no merecen la pena ser arregladas? —Reconocí al instante mis palabras en sus labios, el tiempo no había apagado la agudeza en esa frase.

No tuve oportunidad de responder, cuando fui a abrir la boca una doctora abrió la cortina de nuestro apartado echándonos una breve mirada para luego sonreír.

—¿Señorita Lance? —inquirió ella chequeando mi nombre en el portapapeles. Cameron aprovechó ese instante para hacerse a un lado y pegar su espalda contra la única pared que había—. Dígame cuál es el problema.

Yo miré a mi compañero, delegándole la tarea de dar explicaciones. No me veía capaz de iniciar otra conversación, tal vez acabaría por confesarle amor eterno a la doctora. Ellos hablaron de mis vómitos (los recientes, no los de la vida), mientras la mujer me tomaba la temperatura y media mi presión arterial. Una vez que las preguntas estándar estuvieron cubiertas, me observó con detenimiento.

—¿Hay alguna posibilidad de embarazo?

Solté una risilla entre dientes, pareciendo algo loca con mi reacción. Cameron me observó enarcando ambas cejas, a modo de curiosa interrogante.

—No al menos que el espíritu santo me haya escogido.

La doctora sonrió dándome el punto, pero Cam sacudió la cabeza para luego centrar su vista en el suelo. Hombre raro.  

—Muy bien, dado que están viajando por muchos países lo mejor sería realizar un análisis de sangre…

—¿Puede ser grave?

—Bueno, es algo pronto para decirlo. —Ella intentó una sonrisa de calma—. Lo más probable es que sea una intoxicación por comida o el agua. Le sorprendería la cantidad de extranjeros que llegan con estos síntomas por beber agua a la que no están habituados.

—Bebí agua del grifo en Honduras, ¿puede ser eso? —Con mi suerte sería algo mucho peor, lo veía venir.

—Puede ser, pero no se preocupe de antemano. —La doctora escribió algo rápido en su portapapeles, para luego enfrentar a Cameron—. Enviaré una enfermera para que le saque sangre y le den algo para la fiebre, tendrán que esperar aquí unas horas por los resultados.

—De acuerdo. —En cuanto la doctora corrió la cortina, Cameron se deslizó por el pequeño apartado para ocupar una esquina de mi camilla y con su mano presionó ligeramente por encima de mi rodilla—. Ánimo, Blue, si mueres ahora al menos ya te habrás sacado todo lo que llevabas dentro.

Clavé mi codo en sus costillas, sin reportar el resultado esperado. Él me atrapó entre sus brazos, riendo, para luego comenzar a acariciar mi espalda con sus grandes y cálidas manos.   

—Eres un imbécil.

—Que está presente en tu cabeza desde hace mucho tiempo.

Sentí que depositaba un beso entre mis cabellos y entonces, súbitamente, recordé su pregunta justo antes de que nos interrumpiera la doctora. Me incorporé colocando una mano en su muslo para darme algo de estabilidad. Él colocó el rostro de lado, para luego frotar su mano derecha sobre su pecho a la altura del corazón. Le sonreí a falta de mejor respuesta.

—¿Por qué precisamente? —inquirí luego, pues esa era la seña para decir que lo sentía.  

—Porque estaba listo para rendirme con todo esto cuando apareciste. 

________________

Venía escuchando la canción de Maroon 5 cuando se me ocurrió este cap. así que se las dejo porque me gustó y combinó con la escena xDD Espero que les haya gustado, el cap dedicado a una persona que había estado pidiendo que le diera una tregua a mis personajes xD Por cierto algún alma caritativa que me explique lo que es el chipungunya, me lo nombraron varias veces en el cap anterior y estoy como O_O Gracias, me voy! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: