Puerto Rico o nada.
Ya algunos en twitter me vieron quejándome del capítulo siete, tengo un mal karma con los séptimos capítulos. Pero bueno, creo que superé la prueba del siete así que espero que esto se vaya dando con más fluidez a partir de ahora. Disfruten del cap. y después me dicen qué piensan. xD
Capítulo VII:
Puerto Rico o nada.
Admito que en esa situación habría sido genial montarme en uno de los muchos vehículos aparcados en la calzada, sacudido al conductor con vehemencia para luego gritarle: ¡rápido!, ¡siga a ese taxi!
Pero, vamos, esto no es una jodida película. Lo que pasó fue un poco más cómico, es decir seguramente para un observador imparcial se habría visto gracioso, por supuesto que ese no era mi caso. En fin, lo que hice fue comenzar a correr detrás del taxi cual atleta rusa en los cien metros planos, aún viendo que me aventajaba casi por media cuadra y mi pierna mala gruñía maldiciones tras cada paso que rebotaba contra el pavimento. Me vi obligada a detenerme, al momento en que noté que mis pulmones venían luchando por alcanzarme unos metros más atrás. Fue entonces cuando la parte de mi cerebro que aún cerebraba, me enarcó una ceja de forma recriminadora como diciendo: ¿en serio? ¿Estás corriendo el auto que lleva a un hombre?
No me sentí capaz de responderme a esa pregunta, por muchas razones que aquí no voy a mencionar. Así que opté por clavar los talones al piso, sacar mi móvil de mi bolsillo y hacer algunas capturas de la matricula del taxi. Algo que tendría que haber hecho mucho antes de lanzarme a correr como una lunática calle abajo, lo sé, no me juzguen tan duramente. Ahora se preguntarán, ¿por qué no cogí un bendito taxi? Bueno, ¿francamente me creen tan estúpida? Lo habría hecho pero todo mi equipaje aún estaba en la terminal marítima esperando por mí, una cosa es ser impulsiva y otra es perder todo sentido común.
Les voy a hacer el cuento corto, luego de recoger mi equipaje fui con los taxistas y pregunté si podían darme el destino del auto que había estado corriendo. Les enseñé la foto, casi pensando que me mandarían al diablo. Pero les tengo que decir que me sorprendieron al darme la información sin más, creo que una chica acalorada, cansada y que corre taxis no parece alguien capaz de hacer algún daño. En fin, descubrí que Cameron y su grupo habían ido al aeropuerto el Golosón en La Ceiba. Y allí me dirigí.
Si la información de Grace era correcta él saldría de allí hacia Puerto Rico, así que rescaté de mi billetera los últimos dólares que me quedaban en efectivo y compré mi pasaje sin dejar de pensar en lo mucho que lo haría reembolsarme todo esto. Durante la espera, recorrí el aeropuerto de punta a punta esperando verlo cruzar por algún sitio. ¡Por Dios del cielo! Estábamos en el mismo lugar físico, ¿qué tan difícil era encontrar a una persona en un aeropuerto?
Les diré que hasta el momento en que tuve que abordar mi avión, la respuesta a esa pregunta sería: jodidamente difícil. Pero a decir verdad, me sentía mucho más positiva que antes. Le veía potencial a Puerto Rico, tal vez era mi sexto sentido o la intuición femenina, pero algo me decía que ese sería el país. Porque de lo contario me negaría a seguir avanzando más abajo, era Puerto Rico o nada.
***
Juro que intenté esconder una sonrisa al ver el nombre del aeropuerto de Puerto Rico, pero fui incapaz de no tomarlo como una señal divina o algo por el estilo. En cuanto aterrizamos, tras casi once horas de viaje interminable, el movimiento nocturno del lugar me sorprendió. Aunque en realidad eran cerca de las siete de la tarde, pero en el aeropuerto Luis Muñoz Marín (guiño, guiño) parecía el mediodía. Si tenía que guiarme por la energía de las personas que iban y venían de una puerta a otra de embarque, incluso parecía un horario pico.
Saqué mi muy doblado y maltratado papel del bolsillo de mis shorts, y comencé a buscar los lugares señalados por Cameron para Puerto Rico. Si el muy desgraciado no había cambiado de idea otra vez, debería estar camino de Caguas en ese preciso instante. Claro, si es que su avión había aterrizado antes que la mía. Traté de no inmutarme mucho con esa idea, no importaba en qué orden llegáramos a Caguas, siempre y cuando ambos lo hiciéramos con pocas horas de diferencia.
Rodé mi maleta todo el camino hacia la salida e hice las preguntas pertinentes para conseguir un trasporte directo a Caguas. Afortunadamente para mí, conseguí montarme en el último autobús que saldría ese día y me tuve que dar una palmadita en el hombro frente a ese enorme tino. Sólo haríamos una parada más en San Juan, para luego emprender el camino sin escalas hacia Caguas. ¿Verdad que todo marchaba sobre ruedas? ¿Ven ahora porque le veía potencial a Puerto Rico?
Al llegar a San Juan—que es la capital del país, ya saben que el dato nunca sobra—sentí el llamado de la naturaleza reclamando mi atención, así que agradecí enteramente la parada que hicimos en la terminal de buses. Estaba buscando el baño de chicas y aún intentando desentumecer mi cerebro tras el largo viaje en avión, cuando por el rabillo del ojo vi a un hombre alto de cabello castaño caminando por entre el gentío. No sé si lo pensé o sólo me lancé a ello, pero en un segundo estaba buscando el baño y al siguiente me veía persiguiendo a este individuo que parecía caminar cada vez más rápido para mi disgusto. Noté la forma en que su cabello caía unos centímetros más allá del cuello de su camisa, y casi en ese instante tuve la certeza que se trataba de él.
—¡Cam!—lo llamé, mientras procuraba abrirme paso sin ganarme un insulto por parte de las demás personas—. ¡Cameron!
Pero él no se volteó, siguió andando hasta girar por la parte trasera de un autobús aparcado en una de las líneas de embarque. Estiré mi cuello intentando seguir su camino, pero lo perdí de vista casi como si se hubiese esfumado en el aire. Moviendo con mucho menos tacto a las personas, comencé a caer en ese estado de desesperación e irritabilidad propio de la ira. Empujé y maldije a cada individuo que osaba a meterse en mi camino, hasta que fui capaz de llegar al mismo autobús donde él había cambiado el rumbo. Me paré en las puntas de mis pies, buscando su cabeza entre las muchas que eran básicamente iguales para mí. Y entonces lo vi, a no más de unos metros parado con la espalda hacia la terminal. Sonreí mientras me disparaba sin dudarlo en su dirección, pero al alcanzarlo me detuve sintiéndome incapaz de extender una mano para tocarlo. Sé que es estúpido, pero denme algo de crédito fueron más de cuarenta y cinco días de persecución.
—¿Cam? —musité en un símil susurro. Él se giró automáticamente al oír mi voz, para luego enarcar una ceja a modo de silenciosa pregunta. Cameron no podía enarcar una ceja, razoné para mis adentros mientras me percataba con creciente amargura que no era él—. Lo siento… —me disculpé con el extraño, el cual me dio una breve sonrisa sin más antes de regresar a lo suyo.
Miles de pensamientos contradictorios cruzaron por mi cabeza en ese breve segundo de intercambio de miradas, si había estado siguiendo a este hombre todo este tiempo… entonces ¿podría ser posible que Cameron siguiera en Honduras? ¿Siquiera lo había visto en Honduras o sólo había querido verlo? No podía ser, yo jamás confundiría los ojos de Cam. Y el hombre del taxi tenía sus ojos azules, ¡lo vi! Esa era su mirada.
Respiré profundamente al notar que comenzaba a dejarme llevar por la ansiedad, algo de lo cual sólo podría rescatarme Audrey. Y no, no iba a llamarla a esas horas. Tenía que controlarme, podía hacerlo por mí misma, sólo tenía que pensar con frialdad y seguir el plan inicial para no perder la compostura. Bien, me había equivocado de hombre ¿y qué? No pasaba nada, eso no significaba que no lo hubiese visto antes.
Al sentirme más cómoda con esa línea de pensamiento, me dispuse a regresar a mi autobús. Estaba segura que una noche de descanso en Caguas, sería suficiente para darme un poco de perspectiva sobre todo ese viaje. Emprendí el camino de regreso al sector de embarque de mi bus, deslizando los ojos por los distintos vehículos de los que descendían y ascendían personas constantemente. Hice una pausa cuando al llegar a mi número de plataforma la encontré vacía, enarcando una ceja volví sobre mis pasos y eché un vistazo a los otros autobuses esperando distinguir al conductor del mío. Realicé una segunda pasada, estando segura de que me había equivocado de sitio, pero no importó cuántas veces fui y volví por las distintas plataformas, la realidad era obvia: mi autobús se había marchado. No, peor aún, mi autobús se había marchado sin mí. Esperen, ¿quieren saber algo mucho peor? Mi autobús se había marchado sin mí, pero llevándose mi equipaje.
—¡Mierda! —Un guardia de seguridad me observó curiosamente desde su posición a mi diestra, a lo que sólo pude responder con un bufido exasperado.
¡No podía ser posible!, ¿acaso también debía tomarme esto como una señal? ¡Esto era estupendo! Simplemente estupendo. Lo único que llevaba conmigo era mi bolso de mano, allí tenía mi cuaderno, un par de bolígrafos, el móvil, la billetera sin dinero en efectivo y mi pasaporte. El resto de todas mis mierdas estaba en la maleta más grande, pues al respetar las reglas del viajero frecuente que hallé en internet, había optado por colocar mis tarjetas de crédito en un bolsillo interno de la maleta. Dado que en caso de que ocurriera un imprevisto y extraviara o me robaran la billetera, siempre me quedaban las tarjetas a resguardo en la maleta.
Ahora bien, ¿qué demonios pasaba cuando el bus se llevaba tu maleta? No había una jodida regla del viajero frecuente para eso.
—Mierda, mierda, mierda, mierda… —Soltando una retahíla de maldiciones que no voy a transcribir aquí por respeto a ustedes, me dirigí al baño recordando que aún me estaba orinando y que despotricar junto a las plataformas de embarque sólo llamaría la atención equivocada.
Tal vez si fastidiaba al guardia de seguridad hasta el hartazgo, terminaría por deportarme a mí país. ¿Quién sabe? Visto objetivamente, tal vez esa era mi única posibilidad de poder regresar en algún momento pronto. Aunque todavía me quedaba Audrey, con una llamada rápida podría hacerla que me enviara dinero, compraría mi pasaje y estaría en casa en un santiamén. Por supuesto que tendría que pensar qué hacer mientras el dinero llegaba, ¿cuál era la política de los puertorriqueños para los vagabundos? ¿Me dejarían deambular por la terminal de buses hasta que mi dinero llegara?
Suspiré a tiempo que me echaba una buena cantidad de agua fría en el rostro, tenía ganas de romper en llanto pero también quería golpear cosas. Aún no estaba segura cuál sentimiento terminaría por imponerse, pero de momento opté por sólo mirar con fijeza a la muchacha acalorada y estúpida que me devolvía la mirada en el reflejo del espejo. Ahí estaba, había intentando dejarme llevar por un impulso y ese era el resultado. Estaba sola, asustada, sin dinero y con un solo par de bragas. Si esto no era caer bajo por un hombre, entonces no tenía idea qué diablos era. Lo peor de todo es que ni siquiera sabía si algo de esto valdría la pena.
La puerta se abrió a mis espaldas, sobresaltándome, por el reflejo vi a una joven de hermosa tez trigueña entrar. Ella también captó mi mirada, pues me ofreció una rápida sonrisa antes de pasar a los servicios. Sacudí la cabeza, lista para dejar la autocompasión de lado y hacer algo al respecto de mi situación. Sequé mis manos en mis pantalones cortos y tiré de mi móvil fuera de mi bolsillo trasero, la batería pitó dos veces anunciándome que le quedaba poco de vida útil. Esperaba que al menos tuviese lo suficiente como para hacerle una llamada de auxilio a Audrey, pues mi cargador estaba de camino a Caguas junto con mis tarjetas.
Sé lo que están pensando, no lo mencionen, no necesito en este momento mierdas viniendo de ustedes también.
Comencé a buscar a mi amiga en el directorio del teléfono, mientras salía del cuarto de baño con la idea de conseguir alguna especie de información del guardia. Si cabía la posibilidad de recuperar mi maleta, haría lo que estuviese en mi poder para conseguirla. Diablos, allí estaba mi notebook. Justo cuando le estaba por dar al botón verde para hacer la llamada, me di de lleno y sin avisos contra una muy dura espalda. Estuve a punto de perder mi teléfono gracias a la colisión, pero fui capaz de maldecir y cogerlo a medio segundo de que impactara contra el suelo. ¡Ja! ¿Quién diría que tenía esa clase de reflejos? Puerto Rico estaba sacando a la superviviente que llevaba dentro.
—Lo siento —mascullé con algo de rudeza, más por costumbre que por realmente sentirlo. Y entonces me llevé el móvil al oído, esperando con desesperación escuchar la voz de mi amiga al otro lado de la línea.
—¿Marín?
Pero lo que oí difícilmente podría confundirse con la voz de Audrey, lo que oí venía desde mis espaldas, lo que oí era…
—Oh… Jesús… —Abrí la boca intentando decir algo, pero sólo fui capaz de observarlo allí de pie, a no más de un metro de distancia de mí. Y esta vez no me cupieron dudas sobre su identidad, era él—. ¡Cam!
Dudo que alguno de los dos hubiese planeado lo que siguió después de eso, él sólo tuvo que sonreírme para que yo me impulsara en su dirección y me aferrara con fuerza a su cuello. Juro que intenté contener la emoción, pero después de todo lo que había pasado ese día, ya no me sentía capaz de pretender ser fuerte. Necesitaba sentir su fortaleza, necesitaba sentir sus brazos alrededor de mí, necesitaba escucharlo decirme “todo está bien”, aún cuando quizá nada estuviese bien después de eso. Lo necesitaba, fin de la discusión.
Me apartó lo suficiente como para observarme al detalle, sus manos grandes y ásperas cubrieron mis mejillas por un largo momento, antes de que me jalara hacia él para plantarme un profundo y arrebatador beso a lo Cameron. No me lo había esperado, lo admito, pero en ese segundo nada me importó más que la sensación de corresponderle. Por el lapso de un minuto no existió nada más para mí que su boca asaltando a la mía, como si ninguno pudiese obtener lo suficiente del otro. Aspiré en profundidad en cuanto me hubo liberado, no sabiendo qué decir ante ese saludo tan efusivo.
—Estás aquí —susurró, al parecer tan sorprendido como yo con todo el asunto.
—Sí.
—¿Cómo…?
—Vengo siguiéndote desde México. —Sus ojos azules destellaron con una emoción que no supe interpretar, mientras su pulgar marcaba círculos suaves en mi mejilla—. Tengo tu itinerario. —Para confirmar lo que decía, metí la mano en mi bolsillo sacando el arrugado papel.
Cameron le dio una mirada superficial, sacudiendo la cabeza lentamente.
—Lo siento… —Se disculpó dándome una breve sonrisa—. Es que no esperaba verte, estoy… lo estoy procesando.
Pasé saliva algo confundida por sus palabras, aun así me esforcé por devolverle la sonrisa de la forma más natural que pude. Aparté los ojos de su camiseta gris alzándolos algo vacilante para encontrarme con los suyos, él aún continuaba mirándome como si no terminara de encajar las piezas.
—Te cortaste el cabello —señalé con la simple necesidad de llenar el silencio. Cameron se pasó una mano por la cabeza de forma ausente, asintiendo a mi observación—. He estado buscando a un hombre de cabello largo todo este tiempo y tú te apareces así.
—Hace mucho calor para andar con el cabello largo, pero me lo dejaré crecer si quieres.
—No te molestes.
—¿No te gusta?
—Sí, te sienta bien. —Rasqué mi brazo sintiéndome fuera de lugar, es decir, sabía que esto del reencuentro sería algo incómodo pero esto era ridículo. Este era Cameron, por Dios del cielo, más allá de todos los problemas que hubiese entre ambos nos conocíamos—. Pensé que ya que te había prometido venir, no quedaría bien incumplir con mi parte.
Él presionó los ojos brevemente al oírme.
—¿Viniste por eso? —Enarqué una ceja ante la tirantes en su pregunta, pero me limité a asentir con suavidad—. Sabes que no estás obligada a nada.
—Quería venir —le espeté de regreso.
—Porque lo prometiste.
—Sí. —No estaba segura adónde intentaba llegar, pero el tono medio frío en su voz comenzaba a molestarme—. ¿Hay algo malo con eso?
—No —respondió de forma escueta, lo cual no ayudó a que le creyera.
—Bien.
—Bien.
—¡Bien! Estoy lista… —La puerta del baño unos metros más atrás se abrió de sopetón, a tiempo que Cameron y yo nos volteábamos para ver a la misma joven de tez trigueña de antes. Ella pasó su mirada de uno a otro, para luego detenerse en él con una alegre sonrisita—. ¿Todo bien, Ojitos?
Pude sentir como Cameron se tensaba a mi lado, justo antes de que diera un paso hacia la desconocida y le tendiera un bolso verde que tenía en una de sus manos.
—Sí, acabo de encontrarme con una amiga. —La palabra “amiga” voló hasta mis oídos con una nota subyacente difícil de ignorar—. Claudia, ella es Marín.
La así llamada Claudia, me observó un instante para luego regalarme una brillante sonrisa.
—Mucho gusto. —Me estrechó una mano con entusiasmo a tiempo que se ponía a caminar lejos de los cuartos de baño—. ¿Ella se nos suma?
Cameron dirigió su mirada hacia mí a modo de pregunta, estaba dejándome la posibilidad de sólo negarme a unirme a su caravana de viaje. Luego de que le hubiese dicho que estaba viajando desde México para poder alcanzarlo, se atrevía a mirarme de ese modo. De no ser porque no tenía maleta, dinero, ropa, un lugar donde dormir y básicamente mi dignidad, lo habría pateado en la entrepierna. Pero no podía tener una reacción tan dramática, el drama no era algo que me agradara sin importar lo que Paige dijera sobre eso. Así que sólo detuve mi avance, esperando que él comprendiera el mensaje.
—¿Qué pasa? —preguntó en cuanto vio que no estaba caminando detrás de ellos. Se acercó a mí, poniendo su rostro de lado de forma que nuestros ojos se encontrasen—. ¿Vas a venir con nosotros, Marín?
—No lo sé —respondí echando una mirada por sobre su hombro, afortunadamente Claudia se apartó lo suficiente como para darnos un momento—. ¿Quieres que lo haga?
—¿Qué pregunta es esa?
—Lo mismo te pregunto yo a ti.
Él soltó un suspiro por lo bajo, cogiéndome por el brazo para jalarme más cerca de su cuerpo. Supongo yo que en un intento por mantener la conversación lo más privada posible.
—No quiero que estés aquí porque te sientas obligada, si viniste para acompañarme entonces tomarás las decisiones conmigo. Si viniste porque crees que me lo debes, entonces estás por tu cuenta.
—Bien. —Le estrellé mi bolso de mano en el estómago para que lo llevara—. He perdido mi maleta, así que tendrás que pagar por mí de aquí en adelante.
Cameron rió con suavidad a mi lado, tomando el bolso en el proceso. Maldita fuera esa risa, no ayudaba a que pudiera mantener mi papel de Marín imperturbable.
—¿En serio perdiste tu maleta? —inquirió en cuanto nos pusimos en movimiento.
—Tú no tienes idea de lo que he pasado para llegar hasta aquí. —Y probablemente jamás la tendría, había cosas que una chica debía mantener para sí misma. Suficiente con que supiera que lo había perseguido por cinco países, bueno… cuatro y medio.
—Entonces tendrás que contarme. —Le sonreí de soslayo, optando por no decir nada. Claudia se unió a nosotros unos metros más adelante, mientras expresaba lo genial que era tener a uno más en las tropas.
—Ollie y Mic consiguieron una camioneta que nos va a llevar hasta Caguas.
—Ellos son dos canadienses que nos están acompañando —explicó Cam de forma concisa.
Repentinamente Claudia se detuvo en la puerta de la terminal, lanzando su bolso al suelo para luego abrir los brazos apuntando el cielo en una pose que resaltaba estupendamente su cuerpo esbelto.
—Lista, Ojitos.
Cameron soltó una ronca carcajada, adelantándose varios pasos más allá. Una vez que estuvo a una distancia considerable, levantó la cámara que llevaba al cuello haciéndole varias capturas a la chica. Ella volvió a levantar su bolso como si nada y al pasar junto a mí, me regaló un pequeño guiño. Por el bien de la paz mundial y todo ese rollo de representar bien a mi patria, le sonreí en respuesta. Aun cuando una parte de mi mente no pudo evitar erizar los vellos del lomo como un gato irritado. Es decir, ¿qué demonios con eso de “ojitos? ¿Lo han oído ustedes también? ¿Por qué él la dejaba decirle así? ¿Por qué diablos yo nunca le había puesto un mote? ¿”Idiota” contaba siquiera?
Al llegar a la camioneta, fui presentada como la amiga de Cameron a los dos canadienses. Lo cual, por supuesto, a la Marín pacifista no le molestó en lo más mínimo. Ambos me dieron un recibimiento muy alegre, a tiempo que me ayudaban a posicionarme en la parte trasera del vehículo. Claudia subió detrás de mí, colocando su bolso sobre el de uno de los chicos y luego dejó caer su persona contra el tal Mic. Cameron se sentó a mi lado, dejando que su hombro rozara el mío tentativamente.
—Mañana veremos lo de tu equipaje —me dijo en un instante.
—Genial —musité observándolo de soslayo. Él levantó una de sus manos con lentitud, tocando mi mejilla con la punta de su índice en una leve caricia.
—Intenta descansar un poco, te avisaré cuando estemos llegando. —Estreché los ojos, algo dudosa, ganándome una de sus sonrisas de medio lado—. No tienes de que preocuparte, Blue, no voy a dejarte sola.
No sé qué me inspiró mayor tranquilidad, si el hecho de que supiera detectar mi temor o que me hubiese llamado como al estúpido pájaro de nuevo. Fuese lo que fuese, asentí en respuesta para luego dejar caer mi cabeza en su hombro. Tal vez estaba un tanto emocional esa noche, tal vez en la mañana me arrepentiría por dejar que las cosas fueran de ese modo, pero en ese instante no me importaba. Culpemos a las hormonas, al jet lag o a el calor, no estaba lista para analizar ninguna de mis acciones. No aún, al menos.
—¿Ella es la de la flor, Ojitos?—La voz de Claudia penetró en mi adormecido cerebro sin avisos, así que me obligué a mantener la vigilia un minuto más para escuchar la respuesta de “ojitos” (sí, fue con sarcasmo).
Sentí que Cameron se movía levemente debajo de mi cabeza, hasta que el sonido de su corazón comenzó a golpear junto a mi oído. Me había colocado sobre su pecho, diablos.
—Lo es —susurró él finalmente, justo antes de que me rindiera por completo ante el cansancio. Al menos ahora tenía la certeza de que no estaba sola, el resto sería problema de la Marín que despertara.
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Entonces, ¿opiniones? ¡¡Finalmente se encontraron!! Así que no se me pueden quejar en ese aspecto, hice que pasara xDD Gracias por leer y por la paciencia, les dejó la foto del nuevo look de Cam el viajero acá y en twitter.
Bueno sé que faltan dos días, pero dudo que vaya actualizar a tiempo como para cumplir con el saludo. Igual también me dijeron que es mala suerte felicitar por cumpleaños antes de tiempo, así que sólo dejo la dedicatoria del capítulo y vos sabes Krol es tuyo. Espero que te haya gustado, saludos de mi parte, de Cam, Marc, Marín y Audrey ;)
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