No hay mejor lugar que el hogar
¡Hola! Es San Valentín, feliz día para los que festejen eso... yo creo que siempre que haya una buena excusa para tener un detalle, tal vez una cena y sexo desenfrenado, está bien por mí. Así que disfruten. Este es mi pequeño regalo para ustedes, porque ya son como amigos y lo crean o no comparto mucho a través de este medio. Buena lectura... besos ^^
Capítulo XXII
No hay mejor lugar que el hogar
Mark Twain una vez dijo: “He descubierto que no hay forma más segura de saber si amas u odias a alguien que hacer un viaje con él”, pues es Mark Twain damas y caballeros, es obvio que el hombre no cometería un error de juicio al decir algo por el estilo.
¿Quieren saber lo que descubrí yo en este viaje? Descubrí que soy demasiado cobarde para aceptar lo que siento, tanto si fuera amor u odio, me siento completamente fuera de lugar al admitirlo abiertamente. ¿Qué importa después de todo? Siempre pensé que los sentimientos se expresaban con actos, las palabras sólo vienen a confirmar algo que ya se ha dicho de cien maneras diferentes y en un intercambio que no necesitó de especificaciones. Pero una cosa es sentirlo, otra admitirlo y una muy distinta es aceptarlo. No lo acepto, tengo miedo de aceptarlo… ¿eso es muy estúpido? Seguramente que sí. Cualquier mujer mataría por un hombre como Cam, lo sé. Cualquier mujer moriría un poco con sólo escucharlo confesar su amor, cualquiera mujer dejaría el pasado en paz y se lanzaría con los brazos abiertos a la aventura de conocerlo, enamorarlo… enamorarse.
Pero para desgracia mía, no soy cualquier mujer y quizá lo más sensato sería admitir que tal vez, sólo no soy la mujer para él. No crean que disfruto esto, por supuesto que no lo hago, detesto lastimarlo o tenerlo en ese estado de pausa y espera. Lo detesto, ¿pero qué puedo hacer? Hay algo roto entre nosotros, algo que ya no creo que podamos enmendar sin importar cuánto empeño le pongamos.
Luego de dejarlo en la habitación fui al único lugar que mis pies descalzos soportarían; la casa/posada de Ariel tenía una bonita terraza donde solíamos hacer nuestras cenas al aire libre. Allí me encontraba en ese momento, más que nada porque no quería que nadie me saludara o intentara animarme, lo único que deseaba era cerrar los ojos y al abrirlos aparecer en mi casa. Estaba harta de ese viaje, de toda la tensión que habíamos pasado juntos… la cual en ese instante parecía inútil.
Me senté en el piso, sacando las piernas por entre las rejas de contención de la terraza y luego dejé caer mi frente contra el metal tibio por el sol del mediodía, a la vez que sentía mis lágrimas cayendo en silencio por mis mejillas. No creo que se pueda explicar de un modo simple, pero si alguna vez se sintieron al borde de un ataque de pánico entonces tal vez puedan tener la imagen. Sólo me faltaba comenzar a hiperventilar y sería el cuadro perfecto de la desesperación. Pero es que… ¡diablos!, dolía. Me dolía en mi nombre y en su nombre, me dolía porque no era cuestión de que él viniera a buscarme, me dijera algunas palabras lindas y volviéramos a repetir el patrón. No era cuestión de que me intentara conquistar otra vez, o de que inventara un juego para hacernos ver la posibilidad de otros comienzos nuevos. El problema era que ya no sabía si quería que siguiera intentándolo, el problema mayor era que temía que él ya no lo quisiera.
Estaba tan metida en mi papel, tan concentrada en descubrir si se podía morir del dolor de saberse derrotado, que me tomó por sorpresa el roce de una mano sobre mi hombro. Di un respingo, alzando la cabeza hacia la persona que reclamaba mi atención. Claudia me observó desde arriba, frunciendo el ceño al notar que estaba llorando como si acabaran de cancelar The Walking Dead. ¿Qué? No me jodan, realmente me gusta esa serie.
—¿Qué pasó? —inquirió en un susurro, colocándose de cuclillas a mi lado para que estuviéramos a la misma altura. Pasó su mano por mi cabello delicadamente, apartando algunos mechones que caían sin control sobre mi rostro.
Admito que no siempre fui fan de Claudia y sus sonrisas demasiado alegres, pero en el tiempo que habíamos estado en la isla y los chicos tonteando con el velero, había aprendido a aceptar su presencia e incluso a… “disfrutarla”. Algo.
—Demasiado como para contar —respondí con una hermosa voz rasposa y lúgubre que siempre parecía aparecer ante ella, como si intentara remarcar que no podía competir con la musicalidad de su acento. Ella me observó en un breve silencio, para luego tomar una de mis manos entre las suyas y darme un palmadita.
—¿Es Cam?
—No, soy yo. —Porque sin duda no era él, nunca sería él.
—¿Quieres contarme?
La miré encontrándome con sus ojos firmes en los míos; atenta, expectante y paciente. Ella no era mi amiga, ni siquiera me agradaba en toda la extensión de la palabra pero necesitaba desahogarme con alguien, necesitaba una opinión imparcial o algo. Y dado que veía difícil contactar con Audrey—no tanto por la pelea, sino porque no estaba instruida en el arte de la nigromancia de celulares—, bien podría intentar utilizar una versión local de consejera.
—No estoy segura… sólo creo que ya no podemos estar juntos. —No dijo nada, por lo que supuse que necesitaba un poco más de información para poder emitir un juicio—. Siempre va a ser complicado entre nosotros, siempre va a haber algo que lo eche a perder… y no quiero estar con él, verlo y pensar: ¿será hoy el día en que todo se vaya al diablo?
—Ninguna pareja es todo el tiempo estable, Marín.
—Lo sé… pero no somos como cualquier pareja. —Reí sin ánimos y fijé la mirada en el cielo, sintiendo como las estúpidas lágrimas hacían fuerza por romperme una vez más. Es que al parecer aún no había hecho completo mi acto de chica patética con el corazón roto. Putas lágrimas, puto corazón roto. Me gustaría ya no tener un corazón de cual ocuparme, me gustaría que él nunca hubiese entrando en mi vida y hecho esto de mí. Aunque… no, en realidad no me gustaría eso. Para bien o para mal, su presencia era algo que siempre agradecería.
—Una vez conocí a un chico. —La voz de Claudia interrumpió mis devaneos mentales y obligué a mis ojos a centrarse nuevamente en ella, me sonrió—. Era un chico muy guapo, inteligente… aunque él nunca lo admitiría, generoso, locuaz, amable, gracioso… —Frunció el ceño llegado a ese punto y no pude más que observarla expectante—. Pero triste.
Fue como si con esa última palabra me lanzara a la cara algo que hasta ese momento se me estaba escapando, ella no estaba hablando de cualquier chico al azar, ella estaba hablando de Cam. Del momento en que lo conoció. Y así como una gran parte de mí quería saber su apreciación, otra sólo quería volverle la cara pues saber que también fue capaz de captar la tristeza de Cam, me hacía rabiar.
—No es difícil congeniar con él, Marín, no es difícil lograr que se abra.
—Ya te dije que él no es el problema.
Claudia puso el rostro de lado, tal vez intentando ver más en mis palabras bruscas de lo que yo era capaz.
—¿Sabes qué me dijo cuando lo conocí? —Negué con suavidad—. Me dijo que estaba allí por una mujer.
—¿Eso te dijo? —inquirí sutilmente intrigada, para qué negarlo.
—Cuando le pregunté dónde estaba ella, él respondió tocándose el pecho y la verdad es que me dejó desconcertada. Así que le pedí que me explicara eso y me dijo: algunas personas pueden permanecer en tu corazón pero no en tu vida.
No hizo falta que dijera nada más, para que las lágrimas regresaran a la carga importándole un cuerno frente a quién estábamos exhibiéndonos. Claudia me dio un pañuelo de papel y lo dejé correr; es decir al llanto. Lo dejé ir porque acababa de darme cuenta que Cam sabía desde un principio que había personas que no estaban destinadas a permanecer juntas. Lo sabía y aun así, lo había seguido intentando conmigo.
—Marín… —Ella tocó mi brazo para llamar nuevamente mi atención, sorbí sonoramente mi llanto tratando de controlar la última parte de mí que sabía que debía parar con todo eso de una jodida vez—. Sé que pasan cosas malas en las relaciones, sé que crees que lo de ustedes no tiene solución, pero… el único motivo para que la gente esté separada es la muerte y ellos mismos. Si dos personas quieren estar juntas, no importa qué pase siempre y cuando entiendan que lo malo se supera de a dos.
Hipé, negando a nadie en particular. La idea de Claudia sonaba bonita en la teoría, pero casi imposible en la práctica.
—Tú no entiendes…
Ella chasqueó la lengua, girándose por completo para sostenerse de las rejas. No digan nada, a mí también me comenzaba a exasperar mi actitud.
—Todo esto es por lo que pasó cuando se separaron, ¿no? ¿Eso que él hizo para tener dinero? —Abrí los ojos como platos, incapaz de refrenar mi súbito asombro. ¡Claudia sabía! Maldita sea mi mierda y la de todos los presentes, ella sabía sobre Cam y mi madre. ¿Acaso había algo más humillante que esto? ¿Acaso había un nivel más alto en la escala de patetismo? Porque yo acababa de sobrepasarlo con creces.
—¿Él te contó sobre eso? —Vamos, Marín, preguntas estúpidas por doquier. Por supuesto que se lo dijo él, a no ser que Paige hubiese estado de bocazas durante alguno de sus cruceros.
Claudia debió sentir el peso de mi escrutinio en su perfil, pues se volvió lo suficiente para ofrecerme una tímida sonrisita. En lo que a ella concernía, esa era una sonrisa tímida… pero ustedes saben mejor.
—Te dije que es fácil lograr que se abra… —Suspiró, al parecer tomando una decisión—. El día de su cumpleaños, él estaba más callado que de costumbre y luego de que lo invitaran a brindar con cada persona presente en el bar que estábamos, me dijo que quería hacerse un tatuaje. —La flor, pensé en mi fuero interno—. Una flor. Hicimos que el hombre del local buscara la imagen en internet, ya que Cameron tenía muy en claro lo que quería. Mientras le hacían el tatuaje, le pregunté por qué una flor y por qué junto a otro tatuaje, él me contó lo que había pasado entonces.
—Mierda…
—Él necesitaba hablar con alguien, Marín, tenía esa carga desde siempre y las únicas otras personas que lo saben no le dieron su apoyo precisamente. Nadie le dijo: te equivocaste como cualquier otro ser humano podría equivocarse.
Y en ese grupo de los que sabían me vi reflejada a mí, que huí y lo aparté de mi vida al instante, le dije que lo entendía pero qué tan cierto fue eso entonces. Entenderlo no significaba disculparlo o ponerme en su posición, sólo había hecho lo políticamente correcto para solventar la situación. En cuanto a Marc y Audrey, ¿acaso ellos hicieron algo? Lo dejaron marchar sin dudar en que se merecía lo que había buscado, visto desde ese sitio era comprensible que Cam buscara consuelo en otras personas. Ya que sus supuestos amigos le volvieron la cara sin darle tiempo a que se explicara en realidad. Éramos una mierda de amigos, no se fijen pero apestábamos en eso de sernos útiles.
—Escucha. —Claudia se puso de pie, tomándome por el brazo para que la imitara y a regañadientes me incorporé—. Por como yo lo veo, puedes mandar al diablo a Cam y créeme… él logrará salir adelante. Te ama, eso es obvio, pero ya se resignó una vez a perderte y puede hacerlo una vez más. Le va a doler, pero él tiene todo el potencial necesario para lograr levantarse. Así como tú lo tienes también. La pregunta es, ¿vas a permitir que salga adelante con otra mujer?
—No sé si tenga opciones sobre eso, Claudia. —A estas alturas, mi decisión más sabia sería darle la oportunidad de comenzar de cero con alguien que no le supusiera tantos problemas. Cam se merecía todo de una mujer y tal vez yo no estaba apta para cubrir ese cupo, tenía que plantearme esa posibilidad. Ese escenario donde no íbamos a estar juntos—. No sé si deba seguir presionando para intentar que esto funcione.
Ella alzó las cejas, para luego sacudir la cabeza con lentitud.
—Incluso la rosa más hermosa tiene espinas, Marín, tienes la opción de admirar su belleza de lejos o intentar tomarla. Pero siempre es tu opción decidir si vale la pena lastimarse para estar más cerca.
Dejando a un lado la analogía tan cursi sobre las flores, pude verle algo de sentido a lo que decía. Aunque no pude evitar una sonrisa irónica al pensar en Cam como mi flor con espinas.
—¿Y crees que vale la pena? —inquirí dándole una mirada de soslayo.
Ella se encogió de hombros con sutileza, a pesar de que muy en mi interior sabía que su respuesta sería afirmativa. A Claudia le gustaba Cam, pero aún así estaba dispuesta a darme su oído y un consejo de buena fe. Ella sin duda era mejor que yo, ella sin duda podría llenar el cupo... ella o Ashley o alguien sin rostro y sin nombre aún.
—Piénsalo de esta forma, nunca nadie se desangró por tomar una rosa, ¿no?
***
No estaba segura si la conversación con Claudia me había servido de algo, porque básicamente sólo podía pensar en flores y espinas ahora, y en alguna canción que hablaba del tema con mucho más elocuencia que la chica en cuestión. Pero creía que al menos algo me había quedado claro, o bien me retiraba como una buena perdedora y aceptaba que Cam no era para mí (o yo no era para él, como quieran verlo) o le daba una chance más al asunto, siendo consciente que intentarlo no iba a matarme. Al menos creía que eso había tratado de decirme Claudia, nadie muere porque una relación falla—descontando a todos esos suicidas que lo llevan al extremo—, lo que hace o no que una relación funcione, son los involucrados. Y hasta este momento caía en cuenta de que yo no estaba involucrada, no al nivel en que lo estaba Cam.
Con eso en mente volví a la habitación a buscarlo, pero él ya no estaba allí. Algo que realmente fue una mierda, porque tenía todo un discurso preparado que lanzarle y temía olvidarme de lo primordial si dejaba pasar mucho tiempo. Pero considerando mi suerte, ustedes ya deben estar previendo que esto no sería fácil y el muy infeliz me lo complicaría incluso sin darse cuenta.
Me explicaré mejor, cuando fui a preguntarle a Ari si había visto a Cameron, él me informó que se había marchado al velero. ¡Al jodido velero! Eso significaba a un viaje en ferri de distancia, eso significaba que iba tener que repetir la travesía de salir detrás de él como una loca. Y lo hice, porque básicamente no quería quedarme en la posada tratando de explicarles a todos, porqué mi novio decidió marcharse el día de mi cumpleaños. Ni yo estaba mentalmente preparada para explicar eso y mantenerme regia en el proceso.
Preferí darme una ducha, cambiarme de ropa y embarcarme (literalmente) en una nueva aventura por Venezuela. ¿A poco no era una manera idónea de pasar mi cumpleaños? ¡Sí, ironía y más ironía! Entiendo que yo había tirado la bomba de no poder seguir con esto adelante, pero tampoco estaba diciéndole márchate y déjame sola, infeliz idiota. En fin, mientras realizaba todo este proceso me topé con mi bitácora. No es que no la hubiera visto en todo ese tiempo, pero estaba algo abnegada a escribir, sentía que no había nada que contar, sentía que todo esto valía la pena vivirlo y no contarlo. ¿Suena demasiado pretencioso?
Me llamó la atención encontrarla en la cima de mi ropa que aún tenía a medio sacar de la maleta, es como una condición del viajero… ya saben, eso de nunca terminar de desempacar. Yo recordaba no haberla dejado allí, así que cuando mis ojos se tomaron con ella lo primero que sentí fue pánico. Esta bitácora no estaba planeada para que Cam la leyera, simplemente jamás cruzó por mi mente permitirle verla y cuando la posibilidad se presentó ante mí, comencé a pensar que se había marchado a causa de ella. Él no merecía leer todas las cosas que puse aquí, en realidad él no se merecía muchas de las cosas que pensé y escribí. Porque simplemente ese no era Cam, ese era un pequeño vistazo que yo obtenía distorsionado por mi rabia de no poder superar lo que había hecho con mi madre.
Mi corazón latió como un enfermo en sus últimos segundos de vida, cuando comencé a leer lo que había puesto. Una parte de mí suspiró en tranquilidad al notar que no había leído nada, pero la otra estaba que bullía de rabia al tener una prueba más de que yo no me merecía ese hombre. No que eso me hubiese detenido, me subí al ferri y de allí fui directo a Puerto la Cruz, no sin antes hacer una pequeña parada técnica en donde tomé una decisión definitiva.
Cuando llegué al velero—había estado allí antes, pero no me gustaba el lugar en sí—estaba comenzando a caer la noche. No me había sido fácil cruzar sin más, que sepan. El barco era un lío de objetos tirados, maderas cortadas y latas que apestaban a pintura. Alrededor todo se veía como el cementerio de los barcos, alguien me había dicho que era un centro de mantenimiento naval, pero nada allí parecía estar bien mantenido. De todos modos me importaba un cuerno, porque al revisar el Perla negra—como yo lo llamaba en la intimidad de mi mente—descubrí que Cam no estaba (ni tampoco Jack Sparrow para mí desgracia). Y también descubrí que estaba comenzando a perder la poca serenidad que había mantenido hasta el momento.
No tenía móvil, así que no podía llamarle, no tenía idea dónde se hospedaban cuando se quedaban allí, así que no podía ir a buscarlo, no sabía si los ferris seguían saliendo de noche y no contaba con tanto efectivo luego de llevar a cabo mi plan.
—Mierda.
¿Por qué la vida real no es como las comedias románticas? ¿Por qué cuando yo quiero tener un detalle el jodido mundo confabula en mi contra? Seguramente asesiné a alguien muy importante en mi otra vida, esa era la única explicación lógica para el castigo eterno.
—¿Marín?
O quizá sólo me gusta ser dramática.
Me giré sobre mi hombro, notando que Cameron estaba subiéndose al barco por unos de los maderos en el lateral. No aparté mis ojos de él mientras subía, temiendo que fuera una ilusión óptica o algo así.
—Hola.
—¿Qué haces aquí?
—Te estaba buscando. —Él se pasó una mano por el cabello, mirando hacia su derecha como si no terminara de entender el propósito de que yo lo buscara. No me sentí para nada ofendida por eso, créanme—. Quería hablar contigo.
—También yo.
Fruncí el ceño, notando repentinamente que en su otra mano tenía apretado un montón de papeles. Papeles que apretó incluso más, al ver que yo los estaba observando.
—Dime —le espeté, intrigada por ese gesto.
Algo en mi interior ya sabía de qué se trataba todo, pero me negaba a aceptarlo de plano. Porque eso entonces significaría que hasta allí llegábamos, que él ya no iba a seguir nadando contracorriente… contra mí.
—No, Marín, creo que viniste a decirme algo y quiero oírlo.
—¿Vas a terminar el viaje? —inquirí haciendo caso omiso de su pedido y señalando su mano izquierda. Él presionó la mandíbula sin poder disimular una mueca de desagrado y luego sacudió la cabeza en una leve negación.
—Voy a seguir a Colombia… creo que es tiempo de seguir adelante.
—¿Sin mí? —Mi voz se sintió tan pequeña en ese momento que me sorprendió que me escuchara siquiera.
—Aún no lo sé… —La sutil vulnerabilidad en su respuesta hizo que el corazón se me encogiera un poco dentro del pecho y tuve que obligarme a tomar aire lentamente para no volver a llorar. Debía de ser ilegal que alguien llorara tanto en su cumpleaños, jodido Dios—. ¿Quieres que me vaya sin ti? —Lo peor de todo era que no tenía idea qué decirle, no quería ser egoísta y obligarlo a arrastrar conmigo y nuestra enfermiza relación, pero tampoco quería que se fuera sin mí—. Marín… dime qué quieres que haga.
Bajé la vista al piso, allí donde había dejado las bolsas que había llevado conmigo para darle una sorpresa. El plan era disculparme y compartir una pequeña cena de cumpleaños, incluso había cogido una tarta de chocolate y una vela. Pero ahora todo eso me parecía bastante insulso.
Suspiré, si había algo bueno sobre nuestra relación era que nos faltaba todo lo convencional para ser convencionales. Podía ir por el intento de reconquista con cena, champán y sexo en el velero, pero eso simplemente no cuadraba con nosotros. Así que fui por mi segunda opción, la cual a ustedes les parecerá un poco extraña y con la que seguramente terminarán por tacharme de loca sin remedio.
—No entiendo porque actúas así, Blue —mascullé con un tono de enfado que hasta me sorprendió a mí. Cameron me miró enarcando ambas cejas, pero yo ya estaba en la carrera como para detenerme a ver las señales—. Es como si no sintieras nada por mí, me tienes a la espera y ni siquiera sé si vale la pena esperar por ti. Lo sé, ¿vale? Cometí un error, creo que ya hemos dejado eso en claro… ¿cuántas más pruebas quieres? ¿Cuánto más necesitas para entender que te amo?
—¿Qué…? —Cameron avanzó un paso y yo pasé saliva con fuerza, sintiendo mi corazón latiendo a mil por hora. Tan sólo esperaba que comprendiera, joder, sólo tenía que comprenderlo. Esa era la única forma en que él podía ver que ahora lo entendía, que ahora estaba en sus zapatos y que aunque me costara caminar con ellos, quería intentarlo.
—Te amo, te he amado desde siempre… Blue —añadí con más firmeza en mi voz de la que sentía en mi cuerpo en general—. Tú no necesitas decírmelo con palabras porque sé que sientes lo mismo… está bien que tengas miedo, yo también lo tengo. —Me limpié torpemente una lágrima rezagada de mi llantina de mediodía y me acerqué los pocos pasos que nos separaban para tomar de su mano inerte los pasajes para Colombia—. Quiero que vengas conmigo hasta el final, ¿tú quieres?
—Por supuesto que quiero, Cam, ni siquiera tendrías que preguntar algo así —murmuró con el asomo de una sonrisa en sus labios, y haciendo un pequeño gesto con su índice me apremió a acercarme incluso más.
—Lo sé —acepté inclinando la cabeza para enfrentar sus ojos—. Pero debes comprender que soy algo inseguro, necesito que me digas las cosas de forma clara, necesito que seas… honesta. —Fue algo raro decir eso a alguien que lucía tan hombre como él, pero no iba a joder el papel por un tecnicismo.
—Lo intento… pero a veces no me doy cuenta que hay formas más sutiles de ser honesta. A veces me toma tiempo darme cuenta que siendo honesta sólo te lastimo. —Y con eso hablaba tanto de mí en mi rol como él en su rol. Cameron colocó sus ásperas manos sobre mis mejillas, llevándome hacia él hasta que nuestras narices se rozaron—. Lamento mucho lo que pasó hoy, Blue, quería que fuese un día especial para ti…
—Todos los días son especiales para mí —aseguré, regresando a mi lugar de Marín. Esperando en mi interior algún día llegar a decirle todo aquello, siendo Marín y nadie más que Marín—. Tengo amigos imaginarios, Cameron, ¿qué más especial que eso puedo esperar?
Él soltó una breve risa entre dientes, descansando su frente contra la mía. Estaba tan cerca, que en lo único que podía pensar era en que me besara y me diera el regalo de cumpleaños que había estado queriendo desenvolver desde que había despertado esa mañana.
—¿Qué tienes en esas bolsas? —preguntó, echando una mirada fugaz hacia el punto donde había abandonado mis provisiones.
—La cena… pensaba en alimentarte y luego partir el pastel, juntos… —Me encogí de hombros con humildad—. También compré crema batida.
—¿Para qué? —instó con un brillo juguetón en sus ojos, mientras uno de sus pulgares se deslizaba lentamente desde mi mejilla hacia la comisura de mis labios.
—Si la cena no funcionaba, iba a ponerme un poco sobre los pechos e intentar seducirte para que me tomaras como postre.
Cameron soltó un suave gruñido desde el fondo de su garganta, antes de estamparme un para nada delicado beso en la boca. Jadeé tomada completamente por sorpresa y él aprovechó eso para profundizar el beso e instarme a corresponderle al mismo nivel.
—Lo has pensado todo —masculló con voz ronca, arrastrando sus labios por mi cuello sin ninguna consideración por su barba raspando mi piel.
—Lo extremo siempre causa una impresión —susurré, él rió levantado la cabeza para darme una divertida y voraz mirada de bombero cachondo. Infiernos, la temperatura acababa de elevarse diez grados con ese simple gesto.
—¿Acabas de ver Heathers últimamente?
—La estaban pasando en el cable anoche —confesé guiñándole un ojo y dándole a entender que no estaba avergonzada por usar la línea de una película de los 80.
Rodó los ojos en respuesta, pero estaba casi segura de que le había gustado el detalle.
—Lo sospeché.
Suspiré colocando mi cabeza sobre su pecho, a tiempo que sentía sus manos cerrándose alrededor de mi cintura en un estrecho abrazo. Entonces hundí la nariz en el hueco de su esternón, sonriendo con suavidad al sentir el sutil aroma de mi bombero. Esa era mi casa, aun cuando muy probablemente no mereciera ese tipo de comodidades aunque las quisiera. Pero eso no es lo relevante. Después de todo… no es el viaje en sí lo que te ayuda a determinar lo que quieres; el punto está en descubrir el destino y en ser lo suficientemente valiente como para quedarse.
¿Qué dicen? ¿Lo capté bien esta vez?
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Cam: Antes que nada me gustaría dedicar este cap. a todas mis hermosas lectoras que siguen del otro lado y me dan su apoyo constante. Como es un día especial, les tengo una pequeña sorpresa.
Lucas: No estoy muy seguro que estoy haciendo aquí, pero me dijeron que había pastel y...
Jace: Vinimos a saludar a nuestras lectoras, no te hagas el distraído. Ya todos sabemos que la actitud de chico frío y constipado, no era real.
Lucas: No me fastidies, porque voy a ir a buscar a Eliot y Charlie para que te pongan en tu lugar.
Jace: ¡Qué te den, Hassan!
Lucas: Estoy seguro que MIS lectoras estarán más que gustosas de hacerlo...
Cam: Menuda sorpresa resultan ser ustedes, mejor lo dejamos aquí. Este capítulo va dedicado en especial a una encantadora amiga de la casa, espero que hayas disfrutado de tu capítulo Miryam. Besos :D
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