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Niños y más niños

¡Lamento la demora! Pero tuve muchos contratiempos, por mencionar el más relevante: la Uni. Tienen que saber que por más que yo quiera escribir, también tengo que pretender que estudio y eso xDD Gracias igual por la presión, son geniales... ¡así dan ganas de escribir! ;)

Y bueno, les voy avisando que después de contar y analizar un poco la historia, me he dado cuenta que estoy a unos cinco capítulos del final. ¡Wiii! Todos felices con eso ¿no? Ya vamos a empezar a despedir a estos personajes.

Y en otras noticias, tengo una página en FB (encuentren el link en mi perfil) para ir poniendo boludeces, vamos a ser honestos, y quizá alguna noticia relacionada con mis historias. Si me quieren seguir, bienvenidos sean. Nada más, buena lectura :D

Capítulo XXIV:

                                                    Niños y más niños

—¿Y bien?

Una vez que los “de tres a cinco minutos” hubieron pasado, le entregué la prueba a Cameron sabiendo que yo sería incapaz de disimular mi expresión una vez supiera el resultado. Y, vamos, el niño no necesitaba tener el trauma del rechazo desde tan corta edad. Cam frunció los labios al oírme, tratando y fallando en enmascarar una sonrisa de burla, les juro que de no haber estado tan nerviosa con todo lo habría golpeado; fuerte. ¿Cuál era su problema? ¿Se estaba riendo de mí? ¡Qué hombre! Burlándose de la futura madre de sus hijos, la cual tendría la custodia completa y total libertad para criarlos en la religión que quisiera. Yo que él tendría más cuidado.

—Hm…

Le hice un gesto con la mano para que se explicara mejor, es decir, yo no estaba del todo versada en el lenguaje de los “hm”. Sus ojos azules se demoraron un segundo más en la vara de plástico que sostenía y yo pude sentir cómo mi corazón se detenía a coger aire antes del siguiente latido. ¡Dios, qué dramática soy!

—¡Cristo, Cameron! Dime de una jodida vez.

—Supongo que de momento no tendremos que pensar nombres.

Enarqué una ceja al principio sin comprender lo que me estaba diciendo, pero cuando alzó la vista en mi dirección y volteó la vara hacia mí, las fichas del entendimiento cayeron finalmente en su sitio. «Negativo»

—Oh… —Extrañamente no sentí nada, ni alivio ni regocijo, sólo una tenue sensación de sosiego que se asentó en mi alborotado estómago.

—Pareces algo desanimada. —¿Lo hacía? No es como si en realidad hubiese querido tener un bebé, admitámoslo, pero una vez que comencé a hacerme a la idea no me sonó tan descabellado. ¿Sería eso? ¿Había estado barajando la posibilidad de ser madre con cierto anhelo? ¿O sólo era la idea de ver a Cam como padre lo que había vuelto atractiva toda la empresa del bebé?—. ¿Blue?

Solté un breve suspiro entre dientes, antes de apartar los ojos del negativo y devolverle el escrutinio.

—Estoy bien, es mejor así ¿no?

—Habrá tiempo para esto, Marín. —Forcé una sonrisa sacudiendo la cabeza, pues por más que quise soltar un comentario ácido, las palabras no acudieron a mi boca. Cam se aproximó para tirar de mí en su dirección y tuve que permitirle el abrazo, aun cuando yo no quería un abrazo. No había motivos para sentir absolutamente nada por alguien que ni siquiera existió, al menos no más allá que en mi cabeza. Y seamos sinceros, no más que por escasos cuarenta y tantos minutos—. Llegará cuando tenga que llegar…

—No. —Me empujé lo suficiente como para enfrentar su mirada—. Es mejor que no llegue nunca. —Él frunció el ceño, pero se limitó a meter mi cabeza debajo de su barbilla como si repentinamente no quisiera mirarme—. ¿Te enfadaste?

—No.

—Cam —le exigí, sabiendo que sólo estaba respondiendo que no para evitar hablar el tema. Él no se caracterizaba por ser bueno camuflando sus emociones, cuando se enfadaba todo su cuerpo lo delataba a viva voz.

Sus manos pasearon por mi espalda en una lenta caricia ascendente, para luego detenerse en mis hombros y echarme ligeramente hacia atrás.

—Cinco minutos atrás no podrías decirme que la idea te desagradó por completo.

—Es distinto —protesté como una cría caprichosa—. Pensaba que era un hecho irremediable, así que estaba aceptándolo como quien camina al patíbulo con la frente en alto.

—Marín —me regañó frunciendo el ceño, quizá un tanto disgustado con mi comparación de la paternidad y la muerte por ahorcamiento. A él todavía le costaba entender mi mente retorcida y sus retorcidos modos de expresión—. Tus palabras pueden decirme muchas cosas, cariño, pero yo vi tus ojos cuando supiste el resultado.

—¿Y qué viste?

—Desilusión. —Negué de manera compulsiva, colocando mi mano en su pecho para apartarme por completo. Cam me jaló por la muñeca, sosteniéndome contra él muy a mi pesar—. Blue, Blue… mírame. —No lo hice, porque me negaba a aceptar esa mierda cursi; yo no era ese tipo de mujeres. Él tomó mi barbilla entre su índice y pulgar, jalando de mi rostro hasta que lo hube mirado a regañadientes. Maldito abusivo—. También me dolió, Marín, la idea me encantó desde el mismo momento en que pude ponerle un pensamiento. Me estaba imaginando a una pequeña niña de cabello castaño…

Pestañeé, tratando de enfocarme tras esa confesión tan espontánea. Dudaba siquiera que él fuera completamente consciente de las cosas que decía, era imposible que alguien tuviera la frase correcta para todo tipo de situaciones ¿verdad?

—¿Y tenía ojos azules? —murmuré echándole una significativa mirada.

—Ok, sí, ojos azules como su padre —aceptó con el fantasma de una pequeña sonrisa en sus labios—. Y una gran inteligencia como su madre —añadió como si nada, dejando caer su frente contra la mía.

—Pero no tan testaruda —susurré a media voz. Él asintió inclinándose para rozar mi boca con sus labios en un fugaz beso. 

—Ni temerosa de hacer lo que quiere. —Sabía que eso lo decía para remarcar uno de sus defectos y estar a la par conmigo. Pero él perdería completamente si nos poníamos en ese juego, a mí parecer Cameron no poseía más defectos que ese y ni tan defecto era. Me parecía ridículo pensar que el hecho de que fuera complaciente con todo el mundo, terminara jugándole en contra.

—Ella sería muy valiente, no le temería a nadie… —Sería distinta a mí, completé para mis adentros. Tendría una personalidad capaz de hacerle frente a cualquiera que intentara intimidarla o volverla invisible, diablos, mi hija sería una verdadera guerrera. Patearía culos en el jardín de niños.

—Jamás estaría sola en silencio.

Coloqué mi palma sobre su mejilla, congraciándome con aquel pequeño de cinco años que aún se reflejaba en sus ojos. Un hijo de Cam jamás tendría que guardar silencio por no tener con quien hablar, él no lo permitiría.

—Nunca se escondería para llorar.

—Sería capaz de decir que no cuando tenga que hacerlo…

—Y siempre tendría su helado al final de un mal día. —Las manos ásperas de Cameron enmarcaron mi rostro, antes de que me arrastrara hasta su boca pero sin reclamar el beso.

—Ella sería feliz, Marín, nosotros le daríamos la vida que debimos haber tenido.

Una desubicada lágrima se me escapó sin permiso al asentir, aterrizando en el dorso de su mano, y por un segundo ambos nos quedamos mirando la pequeña gota húmeda sin decir nada. Cam tenía razón en algo, no podríamos hacerlo peor que nuestros padres, teníamos la experiencia de lo que no debía ser como respaldo. Y ambos sabíamos perfectamente bien cómo queríamos que fuera su vida; distinta a la nuestra, feliz.

Aunque no vamos a negar que el resultado de los otros tres test respaldando al primero, no nos haya dejado felices a nosotros. Es decir, sí, en un idílico escenario sería algo bonito un pequeño Cam o una pequeña Marín (ay, no, pobrecilla, eso ya dejaría de ser idílico). Pero no era nuestro tiempo, lo cual nos daba la libertad de seguir estudiando e investigando el campo de la reproducción antes del matrimonio. Después de todo, ¿no dice el dicho “bienaventurados sean los que recorren el camino del Señor”? Pues yo iba a recorrer su camino, el camino del señor… Brüner.  

                                                                 ***

Un irlandés que se hospedaba en el mismo hostal que nosotros, nos definió su estadía en Santa Marta de la siguiente manera: nadar, bailar, cantar, reír, hablar, escuchar, abrazar, navegar, cocinar, comer, beber, meditar, leer, limpiar, amar, disfrutar, vivir, sonreír, ver películas y pasear al perro.

Quitando la parte de pasear al perro—porque nosotros no los habíamos traído—podría decir que tras una semana en Santa Marta, había descubierto que el irlandés estaba completamente en lo cierto. Nunca antes me había sentido tan a gusto con la idea de hacer y no hacer nada de mi vida como en ese lugar; por supuesto que en parte hacíamos cosas, eso es un hecho, pero a la vez todo se sentía como una excusa barata para decir que ocupábamos nuestro tiempo. Incluso aunque supiéramos que nuestro viaje continuaba más allá de Colombia, ese sería el último país que compartiríamos todos y le estábamos sacando jugo a la estadía. Al día siguiente teníamos que acompañar a Claudia a Cartagena, allí finalmente se comenzaría a romper nuestro grupo, así que conmemoramos su último día con una cena y fiesta en la piscina del hostal.

Voy a ahorrarles el penoso momento en que comenzamos a beber y gente extraña de las demás habitaciones comenzó a unirse a nuestra improvisada fiesta. La música alta y el alcohol son como la miel para las abejas viajeras. También voy a ahorrarles el instante en que la cosa pasó de despedida a descontrol total, creo que vi a Mic dándole sus adioses a Claudia de un modo por demás cariñoso, y luego vi a Oli haciendo los honores. Y sí, yo también la despedí, y es una imagen menos que restarle a sus fantasías sexuales conmigo. ¡Vamos! Fue sólo un beso y a insistencia de nuestra audiencia, no se alteren.   

—¡Voy a dormir! ¡Ya cállense! ¡La fiesta terminó! —No estaba ebria, sólo un tanto achispada. Tiendo a ser más sociable cuando bebo un poco, también algo peleonera, pero sobre todo una diva en busca de atención. Así que luego de emitir mi anuncio de sueño desde el trampolín de la piscina, me incliné en una cortés reverencia hacia mi amable audiencia.

La gente que se dispersaba tanto en el interior de la piscina como en sus alrededores, me observaron con distintos grados de estupor antes de echarse a reír con fuerza. Dios, yo era tan graciosa. Esa gente terminó amándome, se los digo. 

Brinqué del trampolín, no sin algo de dificultad, y me encaminé a paso incierto hacia la escalera que guiaba a mi habitación. A veces las caminatas en la oscuridad me costaban un poco, mi tambaleo no tenía absolutamente nada que ver con la ingesta de alcohol. Yo estaba bien. Intenté hacer el número cuatro con mis piernas para comprobarme a mí misma que podía sostenerme, pero de algún modo el movimiento terminó por empujarme contra una pared.

—Gracias… —susurré al muro que tuvo el detalle de aparecer para detener mi caída y luego coloqué mi mejilla contra su fría superficie, esperando que eso aclarara un poco mis pensamientos. Infiernos, el piso daba vueltas. Esperen… ya se detuvo—. Uf…

Me recargué un instante más contra mi buen amigo El Muro, para luego empujarme el resto de escaleras que me faltaba. Tuve que hacer dos o tres paradas técnicas más, pero lo positivo fue que no me caí durante ninguna de ellas. Lo negativo fue que sin importar cuánto seguía subiendo, no encontraba el final de la maldita escalera. ¿Quién había diseñado ese lugar por Dios del cielo? ¿Para qué subir el Everest si tienes escaleras colombianas mucho más desafiantes?

—¿Blue? —Me volteé con un pequeño sobresalto, y al instante fruncí el ceño al no encontrar a nadie detrás de mí—. ¿Marín?

—Oh estás ahí… —Agité una mano en su dirección, a lo cual Cam sonrió tranquilamente desde la cima de las escaleras: ¡el gran final!—. Ayúdame, Brüner, te dejaré cargarme en brazos si me sacas de este jodido laberinto.   

—Eres… —Pero su propia carcajada terminó por interrumpir lo que fuera que estaba diciendo. Volví a dejarme caer pesadamente contra mi amigo mientras lo veía descender hacia mí, si esta empresa se volvía más complicada bien podríamos pedir arneses o unos guías sherpas que nos facilitaran el ascenso—. Tu pequeño cuerpo de hormiga no soporta ni una cerveza.

—¡Qué te jodan! —le espeté, a tiempo que sentía sus brazos alzándome en vilo sin reportar esfuerzo.

—Ok, si insistes.

Hundí mi nariz en su cuello, esforzándome por no sentir las subidas y bajadas de sus zancadas en mi estómago. Era algo difícil de hacer, más teniendo en cuenta que mi reflejo del vómito era un tanto sensible a las manipulaciones externas. Ese es un modo elegante de decirlo, ¿a que no?

—¿Dónde estabas?

Él colocó una de sus manos sobre mi cabeza, deteniéndose supongo yo frente a la puerta de nuestra habitación. Diablos, eso de tener que sacar a personas de incendios lo había vuelto bastante hábil. O quizás sólo estaba intentando pedirme que dejara de mover mi cabeza como uno de esos perritos de los automóviles.

—Hablando por teléfono.

—¿Con quién? —Cameron empujó la puerta y nos introdujo a ambos en la habitación, sacando a relucir su entrenamiento de bombero. Él era sexy cuando se ponía en plan sargento, ¿cierto?—. Me pones mucho cuando actúas así.

—¿En serio? —Él rió entre dientes, depositándome en la cama matrimonial que compartíamos y yo me cubrí el rostro con ambas manos, al sentir como el volumen de alcohol bebido oscilaba desde mi estómago a mi cabeza y de regreso a mi estómago.

—No estoy ebria —aseveré sacando a relucir mi parte peleonera y ganándome en contrapartida, una escéptica mirada de cejas enarcadas.

—De acuerdo.

—¡No lo estoy! Quítame la ropa y házmelo para que veas que sí puedo.

Cameron rompió a reír una vez más, pasando una de sus manos por mi cabello en un gesto completamente desprovisto de insinuación sexual. ¡Jesucristo! ¿Acaso iba tener que restregarme contra él para que me tomara allí mismo? Yo me sentía muy capaz de ponerme a suplicar, es más, en cuanto el techo dejara de moverse iba a ponerme de rodillas delante de él.

Para suplicar, por supuesto.

—Dices las cosas más graciosas cuando estás ebria.

—¡No estoy ebria! —Me senté en la cama de sopetón ignorando la pequeña arcada que eso me produjo, para luego jalar los lados de mi camisa como toda una artista de la noche y terminar lanzándola hacia algún punto indeterminado de la habitación. Él me miró sin decir nada, dejando que me desnudara ante su atento y sereno escrutinio.

Sonreí, sacudiendo de su letargo a la chica zorra que todas llevamos dentro (sí, todas, acéptenlo), y me deslicé hacia el suelo bastante decidida a demostrar mi sobriedad. Cameron se giró para colocarse de frente a mí, listo para ser parte de mi público participativo o una de mis bellas asistentes. Coloqué mis manos sobre mi vientre desnudo, marcando un corto camino hasta la cinturilla de mis pantalones cortos. Un segundo después jalé del primer botón con suavidad, deteniéndome el tiempo suficiente como para buscar sus ojos, Cam subió su oscura mirada en un parpadeo y yo jalé de los botones restantes, viendo como una media sonrisa satisfecha tiraba de sus labios. El short cayó en un lento vaivén por mis piernas, hasta quedar hecho un pequeño montón de tela en el suelo. Procedí a enganchar la tira de mis bragas con mis pulgares, paseándolos de adelante hacia atrás antes de bajarlas con un solo movimiento seguro. Cam dejó escapar un gruñido con su garganta, como si estuviera apunto de decir algo y las palabras simplemente se negaran a salir. Lo miré con falsa inocencia.

—¿Me detengo o quieres que me quite el resto? —El resto eran mis sandalias de tacón medio y el sostén, no había mucho resto que quitar honestamente.

—El… sostén —respondió él con voz ronca, sin apartar sus ojos de mis senos. Sonreí nuevamente, llevando mis manos hacia mi espalda para liberar el ganchillo y luego sostuve las copas contra mi pecho, ofreciéndole una mirada que esperaba fuese lo bastante elocuente—. Por favor.

—Mucho mejor. —Dejé que la prenda se uniera a sus compañeras en el piso y volví a mirarlo de forma expectante—. ¿Ahora qué?

—Acércate. —No fui capaz de dar más de dos pasos, cuando él enganchó la parte posterior de mi rodilla con su mano y tiró de mi cuerpo, obligándome a subirme a horcajadas sobre su regazo—. Eres hermosa, Blue, podría mirarte toda la noche.

Deslizó sus manos hacia mis caderas, presionando la piel desnuda como si buscara marcarme sus huellas dactilares. Y luego siguió descendiendo con una, hasta rozar la cara interna de mi muslo y ofrecerle la más sutil de las caricias a mi entrepierna. Tan rápido que me quejé en voz alta.

—¿En serio? —Él asintió haciéndome algo de cosquillas al inclinarse y tocar mi cuello con sus labios y barba—. También quiero verte —le susurré, bajándome de sus piernas con más equilibrio del que me sentía capaz. Y por supuesto que asegurándome de rozar “accidentalmente” los puntos indicados en el proceso.

Cameron se puso de pie siguiendo mis movimientos, para luego extender ambas manos a sus lados como un hombre crucificado.

—Soy tuyo, hazme lo que quieras.

No es como si necesitara su permiso de todos modos, pero no pude evitar reír ante su solemne expresión. Tomé la hebilla de su cinturón liberándolo con un suave clic y luego jalé con más fuerza de la necesaria por uno de los lados, haciendo que el cuero emitiera un pequeño silbido sobre la tela de jean de sus bermudas. Me coloqué el cinturón sobre los hombros, sintiendo como las puntas oscilaban sobre mis pechos mientras me adelantaba para tomar el botón de sus pantalones. Cameron se agachó al ver mis manos ocupadas y tiró una de las partes del cinturón con su boca, logrando que éste subiera hasta que la hebilla fría se posó sobre mi pezón izquierdo. Lo miré enarcando una ceja con suspicacia y él me devolvió una sonrisa cargada de intención. ¡Demonios! Era tan caliente.

Justo cuando logré liberarlo de sus bermudas, el sonido de un celular en el montón de ropa en el suelo nos distrajo a ambos. Cam envió una pequeña miradita al suelo y tras soltar un pesado suspiro entre dientes, me observó.

—Contesta —dije tranquilamente, dando un paso hacia atrás para otorgarle algo de intimidad. Me puse a pasear por la habitación, jugueteando con las tiras del cinturón mientras lo escuchaba hablar en rápidos susurros.

—¿Kit? —Él no recibía muchas llamadas a diario, normalmente cuando cumplía con su reporte semanal dejaba el teléfono apagado o en su defecto abandonado en alguna parte de la habitación. Esa noche yo sabía que Cam había ido a llamar a su familia en algún momento durante la fiesta, por lo que no dejó de sorprenderme que lo estuvieran llamando cuando ya se había reportado.

Oh sí, escucharon (¿leyeron?) bien. Kit, Kitty o como más les guste, ella también era un número fijo de la agenda. Como les dije aquella vez que descubrí los emails de Cam, no permití que la curiosidad por la tal Kitty calara en mi interior. Es decir, podía ser cualquier persona, una amiga, una prima, una compañera de trabajo o una antigua amante. ¿A mí qué? Él estaba conmigo, ¿verdad? Eso era lo único que debía importarme, al menos continuaba diciéndome eso siempre que la más leve duda sobre ella se alzaba en el lado inseguro de mi cabeza.

—¿Ya probaste reiniciando la máquina? —¿Es en serio? Estábamos aplazando nuestra última noche de sexo en… ¿dónde carajo estábamos? Bueno, lo que sea, no es como si realmente importara. La estábamos aplazando para que él diera una clase de tecnología a distancia, díganme que también pueden ver la ironía aquí, por favor—. Jesús, Kit, estoy algo ocupado ahora… —Abrí la cortina, intentando no poner los ojos en blanco ante esa aseveración, y  me dediqué a echar un vistazo hacia la piscina, donde la despedida de Claudia alcanzaba su punto álgido. De haber sabido que mi intento de seducción tomaría este giro inesperado, me habría quedado para una segunda sesión de besos con la hondureña—. No, no, debe haberse instalado mal.

Dejé caer la cortina a tiempo que un inesperado bufido escapaba de mis labios, si debía hacer que esto saliera adelante por mi cuenta iba a tener que sacar la artillería pesada. Di toda la vuelta a la cama, subiéndome por la parte contraria a la que ocupaba Cameron y él se giró lo suficiente como para mirarme de soslayo; la interrogante estaba escrita en su rostro pero me obligué a hacer caso omiso de ello. Le sonreí encogiéndome de hombros con inocencia y él volvió a girarse escuchando lo que le decía Kit desde el otro lado de la línea. Me deslicé con lentitud hacia su espalda, colocando mis palmas sobre sus hombros para ejercer una leve presión. Cam echó la cabeza hacia atrás ante el contacto, relajándose contra mi pecho y yo seguí masajeando sus hombros por encima de la tela de su camisa.

—¿Y bien? —preguntó a su interlocutora, mientras llevaba una de sus manos hacia atrás para presionar una fuerte caricia a lo largo de mi muslo.

Di un respingo apretando las piernas juntas por la súbita aparición de su mano y él suavemente empujó su camino ascendente, como buscando a tientas el calor húmedo de mi sexo. Solté un gemido al sentir su palma presionando mi entrepierna y él rió en aprobación cuando me froté sin reparos contra su espalda, esperando que hiciera su jodida parte en todo ese número.

—Bien, correcto. —No sabía si se lo decía a Kit o a mí, pero me daba igual. No necesitaba muchas palabras para llegar al punto donde quería estar. Y mucho menos cuando Cameron hundió hábilmente su dedo mayor en mi interior, haciendo que me inclinara hacia adelante y presionara mi boca contra su hombro para no soltar un grito delator. Él comenzó a meter y sacar su dedo con un ritmo demasiado estimulante como para que me mantuviera en mis trece, pero antes de que pudiera llegar allí, me empujé hacia atrás haciendo que su mano me perdiera. Cam me miró por sobre su hombro con un gesto confuso, al cual me limité a responder jalando el cinturón de mis hombros para luego cerrar la parte de la hebilla alrededor de su mano. Su expresión pasó de confusa a curiosa en menos de un parpadeo, pero siguió escuchando la llamada, hasta que hube pasado el cinto perfectamente entorno a su muñeca—. Entonces ¿ya? ¡Genial! Adiós, cariño.

Ni bien dejó el móvil en la cama, jalé de su mano libre y la llevé hacia su espalda, cerrando el cinturón quizá un tanto más fuerte de lo que debería. Pero me importaba un cuerno, yo también había escuchado ese cariñoso “cariño”. Además si yo iba a sacar esto adelante, sería bajo mis reglas.

—Lamento eso… —murmuró tratando de girarse para verme, pero antes de que pudiera volverse le empujé el rostro hacia adelante con determinación.

—No importa. —Aunque tal vez sí importaba, pero la Marín que estaba tomando el control sabía como cobrarse aquella falta por su parte—. Dígame, señor Brüner… —Deslicé una de mis manos por su estómago, amando el modo en que sus músculos abdominales se contraían en respuesta a mi caricia—. ¿Alguna vez se ha dado placer viendo porno?

Para enfatizar la importancia de mis palabras, dejé que mi mano cayera los centímetros que me apartaban de sus bóxers rozando a tientas la erección que se adivinaba bajo la tela. Él intentó girarse nuevamente para mirarme, pero volví a empujar su rostro con mi mano libre, dejándole en claro que la próxima lo penalizaría por ello.  

—Responda la pregunta.

—Ok… —musitó, bajando la cabeza hacia la parte de su cuerpo en donde mi mano se encontraba jugueteando—. Sí, creo que sí… ¿quién no lo ha hecho?

—Y dígame… —Cerré mi mano entorno a su erección, logrando que soltara un gemido de aprobación—. ¿Qué es lo que más le gusta de una película porno?

—Dios, Marín —resopló empujando sus caderas para demandar un toque más preciso, pero yo me limité a soltarlo para subir y bajar con mi índice por el caminito de vellos que descendía desde su ombligo hasta la cinturilla del bóxer.

—¿Qué es lo que más te gusta? —repetí con una voz engañosamente dulce, esperando que me diera la respuesta para recomenzarlo por ello.

—No lo sé. —Por primera vez jaló de sus manos, probando y comprobando al mismo tiempo la resistencia del nudo con el que lo había atrapado. Gruñó, molesto—. Dos mujeres, supongo.

Me detuve en mi provocación, colocando mi barbilla sobre su hombro para observarlo con interés. Él me miró al cabo de un segundo de mutuo silencio.

—¿Dos?

—En el porno —se apresuró a responder—. En la realidad contigo tengo más que suficiente.

Sonreí, apartándome de su espalda para bajarme de la cama. En esa ocasión él no se volteó mientras me sentía pululando fuera de su campo visual, había comprendido que yo sería la que determinaría qué podía ver y qué no.

—Es bueno saberlo —le informé, dándole la vuelta completa a la cama para situarme delante de él otra vez.

Cameron alzó la vista con lentitud, pasando revista de cada parte desnuda de mi cuerpo a la que tenía acceso. Antes una de esas miradas me habría puesto además de cachonda (porque hay que admitirlo), bastante nerviosa. Me alegraba haber alcanzado el punto en que sus miradas, ya no me hacían sentir como una extraña habitando mi cuerpo. Cameron tenía un modo de ver, un modo de contemplar, que volvía a la receptora de su escrutinio alguien bastante segura de sí misma. Él me hacía sentir deseable, algo que jamás había sentido con ningún otro hombre.  

—Porque verá, señor Brüner. —Me senté sobre su regazo frotándome un segundo contra él, antes de echarme hacia atrás para contemplarlo desde una neutral posición sobre sus muslos. Cam soltó una pequeña maldición por lo bajo, persiguiendo mi boca cuando lo tuvo cerca, pero fallando en su cometido de morderme—. Hoy estoy aquí sola.

—Por mí fantástico —gruñó, alzando sus piernas para tirarme hacia adelante—. Puedo sentir tu humedad a través de mis bóxers, ¿te pone mucho tenerme amarrado, Blue?

Le guiñé un ojo juguetonamente, jalando de su cabello para apartar su rostro de mis pechos y él sonrió como un chiquillo atrapado haciendo una fechoría.

—Bien, entonces quiere decir que ya ha visto mujeres solas ¿no? —le espeté siguiendo el hilo de mi argumento y pasando de responder a su insinuación. No es como si pudiera mentirle al respecto.

Sus ojos azules se oscurecieron tenuemente, mientras mis palabras calaban con sutileza en su cabeza y me devolvía la atención.

—¿A qué te refieres con “solas”?

—Me refiero… —Volví a incorporarme de sus piernas, logrando que él volviera a soltar un gemido insatisfecho—. A una mujer dándose placer ella sola, una mujer que se encuentra en casa completamente aburrida, pensando en su hombre que está atascado en el trabajo… —Lo observé con falsa inocencia—. O atendiendo una llamada importante y no tiene otro remedio que procurarse a sí misma una liberación. ¿Comprende, señor Brüner?

—Creo que empiezo a entender —masculló en voz queda—. Pero tú no estás sola, Blue, suéltame una mano y te mostraré lo mucho que lamento haber respondido la llamada.

—No —dije tras un segundo para asimilar su propuesta—. Lo que vamos a hacer, señor Brüner, es bastante más simple. Usted permanecerá atado y va a acompañarme al cuarto de baño, para mirarme.

—¿Por qué al baño? —inquirió, mientras se ponía de pie dispuesto a seguirme muy a pesar de su protesta. Me detuve bajo el marco de la puerta para echarle una astuta mirada.  

—Porque soy algo tímida, allí me toco cuando no estás cerca… allí te imagino tocándome.

Él abrió la boca sin poder disimular su reacción de estupor y luego de un largo instante de nada, pestañeó con fuerza al parecer volviendo en sí.

—Mierda… creo que acabo de correrme en mis bóxers. —Bajé la vista hacia el bulto en su rompa interior cerciorándome de que estaba exagerando,  y entonces lo tomé de la cintura para jalarlo al interior conmigo.

—Espero que no lo haga, esto no es para usted, esto es para mí.

—Eres muy injusta, Marín —se quejó, frunciendo sus labios en un gesto que invitaba a comerlo sin detenerse a respirar—. No voy a tomar una llamada nunca más mientras estés cerca, es más voy a lanzar el jodido móvil a la playa. Suéltame las manos, por favor.

—¿Quién es Kitty? —le espeté sin escuchar su discurso de volverse un hombre alejado de la tecnología, a tiempo que descorría la cortina de la regadera.

Cameron se detuvo junto al lavabo, colocando la cabeza de lado al observarme con una expresión completamente nueva. Enfrenté su mirada desde mi posición en el interior de la ducha, con mi mano sobre la canilla del agua cerrada a la espera de su respuesta.

—¿Qué? —musitó, tensando perceptiblemente los músculos de sus brazos.

—¿Quién es Kitty? —repetí, resuelta a dilucidar ese enigma de una vez por todas. Es decir, él me había dejado a la espera para hablar con ella ¿no? Eso debía significar que se trataba de alguien importante, al menos lo suficientemente importante como para distraerlo estando a medio vestir.

—Es… —Sacudió la cabeza, frunciéndole el ceño a su propia respuesta y luego suspiró de forma audible—. ¿Vas a preguntarme esto ahora, Marín? ¿Acaso armaste esto sólo para sacarme una respuesta?

—Al parecer es el único método de obtener respuestas directas.

—¿Qué mierda significa eso?—lanzó irguiéndose en toda su estatura, como si buscara que me retractase de mis palabras—. ¿No te he dado la oportunidad de preguntarme lo que sea cuando sea?

—Tú iniciaste los juegos para que pudiéramos hablar sin tener que ser nosotros los que hablamos. No te quejes sólo porque estoy aplicando tus reglas.

—Claro, es justamente lo que he hecho todo este tiempo —masculló en un tono tajante, acercándose los pasos que nos separaban pero sin entrar en la ducha—. Es más, cuando te dije que te amaba estaba jugando… —Abrí los ojos como platos, tratando de formular una respuesta que se negó a formarse siquiera en mi mente. Al ver mi expresión tras acusar su golpe, él sacudió la cabeza en lo que parecía un gesto de derrota—. ¿Cómo puedes creer que haya hecho nada de eso sin sentirlo, Marín? Te propuse juegos porque pensaba que iban a ayudarnos a encontrarnos de nuevo, no porque pensara que nos iban a dejar ser otros. Nunca fui otro, siempre fui yo… sólo demostrándote que podía amarte desde todos los aspectos de mi vida. Desde el que juega, el que se enfada y el que te admira…

—Yo… —Las malditas palabras se atoraron en mi garganta, mientras veía a Cameron darme la espalda y ofrecerme sus manos.

—Suéltame, no voy a hablar de mi sobrina mientras esté atado y a medio vestir. ___________________________

Lucas: Se nos enfadó el Cam.

Jace: Hasta molesto el hombre hace a uno quedar mal, ¿ya viste?

Lucas: Es bueno, pero yo las tengo muertas a todas con mi silencio.

Jace: Mejor no digo nada...

Lucas: Hazlo y ellas te amarán, te lo digo por experiencia.

Cam: Supongo que me dejé llevar por la emoción de la chica a la que va dedicado este cap. Jessica lamento mucho haberte hecho esperar, cariño, tienes razón estás allí desde siempre y te lo agradezco mucho. Espero que me sepas disculpar. Y también gracias a todas las que me piden una dedicatoria, lamento si no llego con todas pero sepan que las voy a recompensar apareciendo en futuras historias como un intruso más.

Lucas y Jace: ¡Hey! 

Neil: No voy a dejar pasar a nadie a mi historia, que se sepa desde ya.

Cam: Jajaja suerte con eso Neil. En fin, saludos para todos y besos para Jessica ;)

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