Nadaremos
¿Qué hay? Espero que todos estén bien, espero que les guste el cap porque... bueno nada, mejor sólo se los dejo. Y no sé, no planeé nada que decir acá... así que lean!
Capítulo XI:
Nadaremos
Me permití un tiempo de caridad con la ducha, mientras le daba un reconocimiento a mi cuerpo e intentaba por todos los medios no irme en muchos pensamientos. Es decir, ahí estaba preparándome para tener sexo con el hombre que había cambiado el concepto de esa palabra para mí. Sé que puede sonar algo exagerado, pero ustedes deben de recordar lo que el sexo significaba para mí antes de encontrarme con Cam en una cama. Y todo el asunto había sido tan volátil esa vez, ni siquiera me había comenzado a hacer a la idea del hombre que tenía a mi disposición cuando la bomba cayó sobre nosotros. Fue como el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, seguramente esas personas tampoco se habían esperado que su vida tranquila cambiara de un segundo a otro. Y ahora, como los sobrevivientes de una catástrofe, me encontraba haciendo tiempo en el baño mientras me enfundaba mi traje de valiente y me convencía a mí misma para ir a hacer el control de daños.
Esto no era sexo espontaneo de “si te he visto no me acuerdo”, esta no sería la primera vez que estaríamos juntos en plan “investigándonos”, ni tampoco un momento de delirio lujurioso por la fiebre, esto sería sexo accesible, sexo planeado y consensuado por ambas partes. Sabía que en cuanto abriera la puerta, él me estaría esperando para concretar lo que fuese que tuviéramos que concretar. Y, diablos, quería esto. No, más que quererlo, deseaba que saliera bien.
—Junta tu mierda, Marín, él ya ha visto lo peor de ti. —Ciertamente ya no podía sorprenderlo con nada. Le había mostrado mis partes oscuras, sombreadas y con mala iluminación, ahora sólo restaba ofrecerle lo que yo era y con suerte esto sería suficiente.
Diablos, comenzaba a tener comezón y estaba haciendo justamente lo que no quería hacer. No debía pensarlo tanto, no debía analizarlo, sólo debía lanzarme a ello porque me gustaba ese hombre y porque quería follarlo como Dios manda. Ok, quizá no como Dios manda, dudo que Dios haya escrito un mandamiento sobre cómo debes follar a tu hombre y considero que estuvo flojo allí. ¿Ustedes no? Cerrando una toalla blanca alrededor de mi cuerpo como única vestimenta, me detuve frente a la puerta para infundirme algo de valor con una exhalación profunda. Después de todo, ya lo había hecho esperar mucho y yo debía ser correctamente castigada por esa falta.
Abrí la puerta sin emitir ni un sonido delator, pero Cameron pareció presentirme pues ni bien puse un pie en el piso de madera alzó la vista en mi dirección. Me detuve en un instante de indecisión, viéndolo sentado contra la cabecera de la cama llevando sólo sus pantalones de deportes. Suspiré, no importaba cuántas veces lo viera sin camisa, el primer impacto perduraba en mi mente haciendo que me dieran ganas de acercarme a tocarlo para verificar si era real. Él no debería verse tan bien, hacía esto doblemente más difícil.
—¿Estuvo bien la ducha? —inquirió, arrastrando una perezosa mirada por el largo de mi talle. Asentí, mientras ambos nos apreciábamos a corta distancia en una breve pericia—. Acércate.
No estaba demandando, aunque había una leve insinuación de reclamo en su voz. Mordí mi labio inferior, dando un paso más cerca de la cama y luego los restantes que terminaron por guiarme a su lateral. Cameron me observó de soslayo, sin hacer amague de romper su cómoda postura. Esperé.
—Te ves limpia —susurró, apenas pasando su lengua por su labio superior el tiempo suficiente como para que lo notara—. Aunque no puedo verte por completo con esa toalla —se quejó, haciendo un ademan hacia la susodicha—. Quítatela.
Sonreí brevemente, antes de llevar mi mano al nudo que cerraba la toalla a un costado de mi pecho y deshacerlo con suavidad. La tela osciló sin crear resistencia, hasta terminar formando un bulto irregular sobre mis pies.
—Mejor. —Pero el hecho de casi no me mirara, me hizo dudar de eso aseveración.
—¿Seguro?
—No, no realmente —espetó con voz seria—. Mejor sería que te subieras aquí.
Apuntó su regazo con su índice, para luego alentarme con un movimiento de su cabeza a que obedeciera. Maldije para mis adentros, notando que tenía en mente dejarme todo el trabajo pesado a mí. Y no es que recelara de su idea, sólo que no pensaba que íbamos a volver a montar el caballo de un modo tan literal.
Sosteniéndome de su hombro, me subí a horcajadas sobre él que no hizo ni un movimiento para ayudarme. Una vez que estuve instalada, lo observé de forma expectante.
—Soy tuyo, Blue, empieza.
—¿Yo? —musité más chillona de lo que hubiese esperado—. ¿Por qué no tú?
—Porque quiero que te sientas cómoda. —Sus manos ásperas fueron a posarse sobre mis caderas, jalando de mí un milímetro más cerca de su cuerpo. Jadeé al sentir la presión de su erección reclamándome a través de la tela su pantalón—. A tu ritmo —me alentó, dejando un casual beso en el arco de mi cuello.
—¿A mi ritmo? —pregunté, a tiempo que tomaba su cabeza y lo arrastraba más cerca de mi cuello.
No estaba muy segura de cómo incitarlo, en realidad esta era la parte en la que más apestaba en el sexo. Era más fácil para mí recibir órdenes que darlas, era más simple dejarme hacer, dejarle a él marcar las pautas e intentar seguirlas. El concepto de que todo fuese con mis reglas me asustaba un poco, porque éste era nuestro encuentro de reconciliación y no quería cagarla.
Cameron besó mi cuello, raspando con sus dientes la carne suave y lamiendo caminos de fuego en ese punto acotado. Él estaba esperando a que yo le dijera qué hacer. Diablos. «No la cagues, Marín, no la cagues»
—Blue…
—Sí, lo sé. —Lo tomé por la nuca, guiándolo hacia mi boca y él rápidamente comprendió mis intenciones, asaltándome con tanta determinación que por un momento todo pareció encontrar su cause por sí mismo.
Cameron posó su mano sobre mi trasero desnudo, llevándome hacia donde él me quería para luego apretarse y frotarse contra mi núcleo de modo demandante. Gemí, hundiendo mis dedos en su cabello y arrastrándome más contra su erección. Su boca no abandonó la mía, mientras me incitaba con pequeños empujes de sus caderas que lo único que lograban era hacerme retorcer más y más contra él. Deslizó una mano entre los dos, al punto donde mi cuerpo ansiaba encontrarse con el suyo, y sin alargar la espera me penetró con su dedo mayor, haciéndome echar para atrás en busca de más. Y quizá también en busca de oxigeno.
—Oh… —gemí clavando mis uñas en sus hombros, en tanto que él empujaba con mayor ahínco estirándome y preparándome para recibirlo—. Diablos…
Él se inclinó para tomar mi pezón con su boca y la simple sensación de su lengua tocando mi pecho, mandó una descarga hacia todas mis terminaciones nerviosas.
—Grita para mí, nena, quiero oírte. —Sacudí la cabeza en un breve lapsus de timidez, mientras él se aprovechaba de mí hundiendo otro dedo en mi interior y respiraba pesadamente contra mi pecho—. Quiero oírte mientras te vienes en mi mano, quiero verte disfrutar como follas mis dedos.
Abrí los ojos encontrándome con su mirada azul casi negra fija en mi rostro y sin darme mucho tiempo a pensar, me empujó hacia un costado sacando su mano de mi interior. Me quedé tendida en la cama, frustrada por su repentina perdida pero él no se demoró nada en quitarse la ropa y cernirse sobre mí en toda su gloria de dios griego bronceado.
—Lamento si voy rápido —se excusó, deslizándose con manos temblorosas un preservativo a lo largo de dura longitud.
—Rápido está bien —musité con la voz en un susurro, deleitándome más de la cuenta con la escena frente a mis ojos. Cameron sonrió de medio lado.
—Nena, después de tantos meses rápido es lo único que obtendrás de mí ahora.
Solté una carcajada incapaz de contenerme. Entonces él volvió a mi boca, tomándose un minuto para delinear con su lengua mi labio superior y morder suavemente el inferior. Envolví mis brazos alrededor de su cuello, empujando mi lengua contra la suya y sintiendo el sabor característico de sus besos. Cameron trasladó su atención a mi clavícula, soplando un beso fugaz en el valle de mis senos mientras una de sus manos se cerraba en torno a mi rodilla, elevando mi pierna sobre su cadera. Me removí buscando la fricción tan ansiada, pero su peso me impedía hacer el movimiento deseado y tuve que empujarlo un poco sin saber a ciencia cierta dónde diablos lo quería.
—¿Qué pasa? —inquirió en un suave jadeo.
—La almohada, puedes quitar la almohada no me deja moverme. —La jodida almohada se deslizaba conmigo haciendo que fuese imposible que me moviera con naturalidad. Cameron rió brevemente, soltando mi pierna para luego jalarme del brazo y levantarme lo suficiente como para sacar la almohada. Una vez que estuvo fuera de nuestro camino, él volvió a tirarme sobre el colchón y retomó el beso que había sido interrumpido segundos antes.
Y él seguía sabiendo bien, y su palma frotándose contra mí era lo indicado y la forma en que mordisqueaba mis labios súper sensual, y la sensación de sus músculos tensos bajo mis manos excelente. Pero diablos, tenía que ir allí de una vez o el calor del ambiente me terminaría por matar de deshidratación. Hacía tanto calor en esa cama, que prácticamente me sentía una prisionera del infierno debajo de su cuerpo. ¿Y qué rayos era ese sonido? ¿Qué clase de música escuchaban en Puerto Rico? ¿Cómo es que no había reparado en eso antes? Parecía que los vecinos estaban en esa cama con nosotros.
Y… oh sí, justo ahí. No quites la mano de ahí.
De todos modos, ¿nos estarían escuchando ellos a nosotros? ¡Dios, qué vergüenza! Ese era un hotel familiar, ¿qué si había niños en el mismo piso? Podríamos estar traumando a alguien de por vida, esta clase de recuerdos son los que más perduran de la infancia.
—Demonios, Blue, puedo oírte pensar… —Cameron guío mi mirada hacia la suya—. ¿Estás aquí?
—Sí, sí.
Claro que sí, yo estaba totalmente en ello. Me sacudí levemente, apartando cualquier pensamiento de mí y le hice señas para que continuara. Cameron se acomodó en mi entrada, empujándose con una cierta dificultad que antes no había existido entre nosotros.
—Mierda —masculló, buscando penetrarme sin causarme una mueca—. Por favor, Marín, intenta relajarte.
¡No estaba tensa! No estaba intentando estarlo, sólo hacía demasiado calor y el ruido de la calle no ayudaba a crear el ambiente necesario para algo íntimo. Él volvió penetrarme con sus dedos, pero algo no estaba funcionando. Estaba pasando justo lo que no quería que sucediera la primera vez que volvíamos a encontrarnos. ¡La estaba cagando! La estaba cagando, sólo porque no era capaz de hacer que mi hiperactivo cerebro se centrara en perseguir un orgasmo. Así que tras varios segundos de no obtener la respuesta deseada, terminó por salir de encima de mí y echarse a mi lado con un suspiro de derrota.
—Lo siento, lo siento, lo siento… —Me sentía mortificada, esto era su culpa por dejarme ir a mi ritmo. ¿Es que no se daba cuenta que mi ritmo apestaba? Mi ritmo había terminado por desanimar su erección—. Dios, Cam, en serio… puedes seguir…
Después de todo, no me importaba si no lo alcanzaba una vez. Podía tener un acto desinteresado, no era la gran cosa ¿cierto?
—Tranquila. —Se sentó en la cama, dándome la espalda por un breve segundo para luego incorporarse y dirigirse al cuarto de baño.
¿Y ustedes me tenían envidia? ¡Ja! Ahí me tienen, me había convertido una tabla frígida en menos de una vuelta de lugares. Y aún no tenía idea cómo había ocurrido eso o por qué. Sin duda esta no era la forma en que Dios lo querría.
***
Él no me permaneció mucho tiempo en el baño, pero para cuando salió se encontraba enfundado en sus bermudas verdes y una camiseta negra sin mangas. Eso significaba que de momento, no íbamos a volver por un segundo intento y por extraño que sonase, una parte de mi cerebro suspiró de alivio ante ese descubrimiento.
Cameron caminó hasta el lateral opuesto de la cama, dejándose caer al cabo de una miradita con la que parecía pedirme permiso. Me encogí de hombros, presionando la colcha contra mi cuerpo aún desnudo.
—Lo la…
—No, no, tranquila. —Fruncí el ceño, ganándome una vacilante sonrisa por su parte—. Lo digo en serio, Mar, no pasa nada.
—No puedo explicarlo, realmente estaba allí… pero… —Sacudí una mano sin tener idea cómo finalizar esa frase—. Creo que… me desconecté.
Él se volvió por completo en mi dirección, alzando su mano para apartar algunos cabellos de mi rostro con delicadeza.
—No hay problema, sólo hay que ir con calma y no forzar las cosas. ¿Te parece?
No, no me parecía en lo absoluto. Yo lo deseaba, es decir, me costaba mantener mis manos lejos de él en público, me costaba no lamerlo en cada oportunidad, ¿cómo era posible que no pudiera concentrarme teniéndolo a mi disposición? Él era el personaje principal de todas mis fantasías, desde que tengo uso de razón. Algo definitivamente tenía que estar jodido en mi cabeza, como para no excitarme en el momento más excitante de todo ese maldito viaje.
—¿Y si tengo algo malo? —Lo miré expectante—. ¿Y si la enfermedad echó a perder mi libido?
—Marín… —susurró con el fantasma de una sonrisa asomando a sus labios. Diablos, esto era tema serio y no le veía ninguna parte divertida—. No hay nada de malo contigo, hemos pasado por muchas cosas y eso a veces puedo producir algo de estrés. Tal vez sólo necesitamos tiempo para descubrirnos devuelta, de apoco.
—¿Qué tanto tiempo? —Él volvió a reír con suavidad, ante el tono urgente de mi pregunta.
—El tiempo que sea necesario para volver a seducirte.
Pestañé ligeramente azorada por sus palabras, sintiendo como el calor se arrastraba hacia mis mejillas de un modo inesperado. ¿Acaso esperaba seducirme aún más? Dudaba que existiese un nivel mayor de seducción al de estar mojando las bragas por un hombre casi constantemente. Pero, vamos, yo podía tomar esa apuesta.
Unos golpes retumbaron en la puerta de la habitación, obligándonos a romper el contacto de miradas. Cameron se puso de pie, tras depositarme un breve beso en los labios y luego se dirigió a la puerta.
—¡Ojitos! —Desde mi posición en la cama, pude ver como Cam retrocedía dos pasos al recibir el peso de Claudia contra su cuerpo. Pero también fui capaz de oír su risa divertida, así que supongo que no le había molestado que ella hubiese saltado sobre él—. ¿Cómo está tu flor?
—Ella está mejor —murmuró él, mientras yo me arrastraba fuera de la cama y me dirigía a una esquina de la habitación donde no pudiera ser vista. Rápidamente comencé a enfundarme en mi ropa, manteniendo un oído atento en la puerta—. Por suerte hoy despertó mucho mejor.
¿Su flor era yo? Vaya, para cuando termine esta historia acabaré con alrededor de veinte nombres distintos. Sin duda a la gente no le gustaba Marín, iba a tener que plantearme la posibilidad de buscar un nombre que dejara a todos conformes.
—Nosotros hemos estado recorriendo la isla. Cam, hermano, tenemos una pared de escalar con tu nombre.
—¿Fueron a San Salvador? —inquirió él con un toque de emoción en su voz que rara vez salía a flote.
—Sí, y es justo lo que tú estás buscando —espetó Mic con su típico tono canadiense.
—Hay miles de lugares hermosos para fotografiar, Ojitos. —No tengo que decirles quién dijo eso, ¿verdad?—. Con los chicos planeamos volver el fin de semana, porque mañana queremos ir a la playa.
—¿O sea que van a salir de Caguas?
—Sí, pero seguiremos durmiendo aquí y sólo haremos viajes de día. ¿Ustedes vienen?
En ese momento decidí salir de mi escondite, encontrando a los tres reunidos en el pasillo frente a nuestra puerta. Cam se volteó dándome una mirada que me decía que la responsabilidad por esa respuesta era mía, Mic me ofreció una sonrisa para hacerme saber que estaba esperando y Claudia… bueno, ella siempre sonreía. Suspiré.
—Sí, claro. —«¡Genial!» La playa… el lugar perfecto para enseñar mis cicatrices.
—¡Eso es estupendo! Finalmente estaremos todos juntos… —Claudia brincó al lado de Mic, enlazando uno de sus brazos desnudos al de él. Tengo que decirles que ella estaba sólo vistiendo la parte superior de un bikini y unos pantaloncillos de mezclilla, tan cortos que una corbata habría cubierto más piel. Y él iba sin camiseta, también en bermudas.
La regla de ir sin nada arriba debía estar escrita en el contrato del hotel, porque la mayoría de los residentes se paseaban así por cualquier parte. Y, mierda, me hacían sentir como una anciana mojigata.
—Entonces, ¿vienen a cenar?
—Nada mejor que relajarse después de la cena junto a la piscina de noche —me dijo Claudia, enarcando ambas cejas de modo entusiasta. Supongo que esperando venderme su plan para después de comer también.
—Sí, vamos en un minuto —respondió Cam, enlazando un brazo alrededor de mi cintura para jalarme más cerca de su cuerpo.
—¡Nos vemos entonces, no tarden! —Cuando Mic y Miss Simpatía se alejaron lo suficiente de nuestra puerta, me giré para encarar a Cameron.
—¿Acaso aspira algo para estar así todo el tiempo?
Puso los ojos en blanco, tirando de mí hacia el interior de la habitación.
—No seas así, Marín. Ella es una buena persona.
—Es raro que supieras que hablaba de ella y no de él. —Me dirigió una mirada de censura, sin decir nada—. ¿Qué?—inquirí con inocencia—. Sólo digo que esa actitud no es natural. Deberíamos evitar cruzar la frontera con ella, tienen perros que detectan esas cosas.
Él sacudió la cabeza como toda respuesta, yendo hasta el armario para sacar un par de tenis y colocárselos. Durante el tiempo que se demoró en alistarse para ir al comedor, yo permanecí de pie observándolo y al cabo de unos minutos Cameron me devolvió la cortesía.
—¿No te vas a poner zapatos? —preguntó bajando su mirada a mis pies descalzos.
Me froté el brazo con una mano, tratando de sonar casual.
—No, yo no voy a ir.
Pero si soné casual, cualquier intento por mantener mi fachada de tranquilidad se escurrió de mi cuerpo al momento en que sus ojos regresaron a mí como flechas.
—Tienes que comer. —Y no es como si esa frase admitiera replicas. Fruncí el ceño.
—No tengo apetito aún, ¿recuerdas que estuve vomitando mi decencia en ese baño veinticuatro horas atrás? Necesito recuperar la calma y no quiero forzarlo. —Sé que es una perrada usar sus palabras para excusarme en este asunto. Pero les prohíbo actuar como si no me conocieran, estamos hablando de Marín y la comida, eso era como el dicho de la guerra y el amor. No pueden odiarme por ser fiel a mí misma.
—Marín…
—¡Oh, vamos! Sólo dame un respiro, mañana te comeré a ti si quieres. —Por el modo en que enarcó las cejas, supuse que la idea no le disgustó mucho. Y pensándolo mejor…
—De acuerdo, pero me gustaría que te unieras a nosotros allí fuera. ¿Tal vez después de comer? —Con paso lento se acercó a donde yo estaba, plantando sus pesadas manos en mis caderas—. ¿Si?
—De acuerdo —acepté en un murmullo, maldiciendo cuando tras un breve beso se dirigió hasta la puerta.
—Más o menos ve a la piscina en una hora. —Se veía tan contento de poder salir fuera, que no pude más que sonreírle de regreso.
—Ok.
Cuando cerró la puerta, escuché las voces de Claudia, Mic y Oliver vitoreándolo casi como si en verdad lo hubiesen echado de menos durante el tiempo que había estado confinado conmigo en la habitación. Casi como si estuviese regresando a donde tenía que estar en realidad.
Me metí a la cama, cerré los ojos y decidí que por ese día, Cameron ya había tenido suficiente de mí. Lo mejor era dejarlo estar con sus amigos, quizá con suerte se olvidaría del fiasco de mujer a la que le había pedido ser su compañera de viaje. Porque, diablos, en algún momento esto tenía que comenzar a inclinarse en mi favor. O realmente iba a tener que volver a casa con las manos vacías, frustrada sexualmente y con la pecera sin explorar. Y eso era algo que no podía permitir que pasara, esos pececillos eran míos y los iba a hacer nadar o moriría en el intento.
***
En algún momento de la tarde noche caí inconsciente otra vez, algo que no dejó de sorprenderme teniendo en cuenta lo mucho que llevaba durmiendo. De todos modos, al sentir el roce frío de algo contra mi espalda me estremecí intentando no evidenciar esto en mi postura. Cameron se acomodó detrás de mí, pero sin tocarme. No que fuese necesario, su presencia prácticamente se devoraba la mía en ese cuarto oscuro, mientras su respiración golpeaba contra mi cuello en pausadas y silenciosas espiraciones. Sentí su mano posándose en el arco de mi cintura, a tiempo que colocaba su boca a escasos centímetros de mi oído. Se me ocurrió que tal vez quería regañarme por no presentarme en la piscina como habíamos acordado, así que me obligué con todas mis fuerzas a parecer la jodida Aurora atrapada en su sueño eterno. Y no moví un músculo.
—Voy a hacer que vuelvas a quererme… —suspiró—. Te lo prometo. —Y depositando un pequeño beso bajo mi oreja, se apartó hacia su lado.
Ok, ahora sí pueden comenzar a odiarme.
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Me estoy riendo sola por la foto que puse para el capítulo, pero es que me acuerdo de la película y me río. Me encanta Nemo, más que él sería Doris. Bueno... realmente espero que les haya gustado y antes de juzgar y apuntar con el dedo a Marín. Piensen bien la situación, recuerden desde donde viene esta historia y lo que han pasado estos personajes. Y recuerden que el sexo implica algo más que tener el cuerpo dispuesto ;) Saludos ^^
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