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Las noticias llegan de a tres...

¡Es navidad! Muchos me dijeron que querían capítulo para este día, así que acá estoy cumpliendo con el pedido. Espero que hayan y estén pasando un lindo día. Creo que es el cap más largo que he escrito hasta el momento en esta historia. Gracias por la buena onda y los buenos deseos de todos esos que me estuvieron saludando por las fiestas. Saludotes para todos ^^

Capítulo XV:

                                              Las noticias llegan de a tres…

 

“Querida, Vagina retraída… dado que hablar contigo se ha vuelto más difícil que conseguir audiencia con el presidente, decidí usar el medio directo. Porque sé que eres incapaz de negarte a leer algo, lo llevas en la sangre… hasta me atrevería a recomendarle a Cameron que escribiera su cuerpo por completo para que tú le dieras la follada que está necesitando. Ahora que lo pienso, voy a anotarlo para no olvidar decírselo.

Entonces, no es como si me hubieses estado ignorando y sólo me estuvieses utilizando todo este tiempo para vaciar el contenido de tu negra alma sobre mí, como si yo fuera tu maldito confesor. No, claro que no, sé que necesitas de tus desahogos y a decir verdad, se me da mil veces mejor escucharte lloriquear que contarte algo sobre lo que pasa de este lado del mundo. Iba a decir continente, pero luego me percaté que estamos en el mismo continente. Sólo que tú estás en un paraíso y yo en Milaca, hogar de la granjas sosas, la chusma inmortal y el diablo de tres colas al que también solemos llamar Paige.

Ni siquiera sé con qué propósito comencé a escribir esto, Marlín, pero ahora que estoy en ello voy a intentar decirte algo relevante. Últimamente he notado, con total asombro por mi parte, que con cada día que pasa me voy poniendo más buena. ¡Es increíble, lo sé! Pero me miro en el espejo y pienso “diablos, cómo hago para salir a la calle con esta cara y no ser asaltada sexualmente en cada esquina”. Te lo juro, chica, tengo problemas para alejar las manos de mí cuando tomo una ducha. Y son en esos momentos de contemplación completamente superficial en el espejo, en los que pienso que al Bombero tampoco se le ha de hacer sencillo. Así que más o menos entiendo su necesidad de estar queriendo sacudir el polvo a cada momento del día. Me preguntaba, ya que tú tienes uno también… ¿es esto normal? ¿Hay alguna clase de cuota semanal que tienen que cubrir para mantener vivo el espíritu de sofocadores de incendios? Porque… ¡infiernos! Acabo de ser madre, ¿sabes? Mis piernas no son lo que solían ser, ni mil ejercicios de Kegel preparan a una para este tipo de tareas. Mucho menos mis noches de sexo desenfrenado… que para ser honesta, nunca fueron tan desenfrenadas. Hecho que no parecer desanimar a Marc, dicho sea de paso.  

Y no es que me esté quejando aquí, pero tengo esta duda dando vueltas en mi cabeza. A veces me da la impresión de que está corriendo para tratar de recuperar el tiempo perdido, y vaya mierda… ambos sabemos que es imposible volver atrás. La marca de Eddie está sobre nosotros, sin importar cuánto Marcus haga de cuenta que no está. No lo sé… Marín, quiero esto tanto como tú quieres a Cam en tu vida (supongo) y por alguna razón me sigo diciendo que algo está mal ubicado. ¿Te suena a locura? ¿Crees que es mi paranoia latente? Ya ni creo que merezca tener una vida romántica idílica o cualquier cosa remotamente cercana a ello. Estaba más que dispuesta a renunciar a todo eso y dedicarme a ser una madre relativamente decente, y ahora él llega con sus aires de caballero andante. Y me choca.

Antes solía pensar que lo nuestro era especial, ¿sabes? Bueno, era una niña entonces y tenía pensamientos estúpidos, no puedes culparme tú “madre de los hijos no natos de Cam”. Pensaba que una vez que sorteáramos todos los obstáculos que la vida nos lanzaba, estaríamos bien y finalmente podría sentarme a apreciar el resultado de la espera. Pero no puedo hacerlo del todo, sigo sintiendo que esto es temporal, que en algún momento se va a cansar de jugar a la casita conmigo y va a desaparecer como antes. Sabes que no te cuento esto para pedirte un consejo, sólo necesito que lo sepas, necesito que alguien escuche lo que no estoy diciendo. Porque no quiero decírselo a él, la última vez que le confié algo que sentía me terminó pateando el culo (no literalmente), así que ¿para qué caer en la vieja costumbre?

Una vez le dije que siempre hay en la vida un error adecuado para cada uno; pensaba que el mío era Eddie, pero conforme pasa el tiempo más me convenzo de que es Marc. Y mientras siga pensando que es un error, dudo que alguna vez me sienta del todo cómoda en esta pseudo relación.

En fin, ya me siento mejor. ¿No te sientes mejor tú? Vaya, no me había dado cuenta que había cierta cuota de alivio con todo esto del desahogo emocional. Y yo que pensaba que te gustaba hacerlo porque eras una llorica de primera.

No te enfades, sabes que bromeo. Te amo del modo más lésbico que podrías imaginar, espero que tengas sueños húmedos conmigo porque yo sueño mucho contigo. Sobre todo teniéndote esposada a mi cama, no sé por qué pero te veo tan bien en el papel de cautiva del placer.

Tu única jodida amiga en el mundo, Audrey.

 

PD: Te adjunto un dibujo de Sarah, aprendió a escribir su nombre y antes de que planee tatuarlo en mi trasero, preferí dejarla escribirlo por toda la casa. ¡Mi niña es un jodido genio! Tu ahijado te echa de menos, por cierto, ha dicho sus primeras palabras y fueron: ¿dónde mierda está Marlín?

Siéntete un poco culpable. Con todo el amor de la disfuncional familia, Jordan/Cornell.”

Me sentí culpable alrededor de cinco segundos, que fue básicamente el tiempo que me tomó abrir el archivo adjunto y ver el dibujo de Sarah. Dudo que existan palabras para describir aquella imagen, así que mejor dejémoslo como un enigma caracterizado por fuego, una chica y un bombero. Son libres de imaginarse la conexión.

Si bien el resto del día continuó de forma tranquila, no pude apartar de mi cabeza sin más lo que había escrito Audrey. Tenía que ser una situación que la fastidiara bastante, para que ella decidiera compartirla conmigo y no pedir mi consejo. En realidad, esa parte no me sorprendía nada. Aud jamás pedía consejos, porque le gustaba ser la única responsable de las consecuencias de sus actos. De todos modos, me era imposible poder esgrimir un argumento sobre el tema, ya que no conocía toda la historia que venía por detrás. Pensaba que una vez que Marc hubiese confesado lo que sentía, las cosas comenzarían a caminar por sí solas. Lo cual demuestra que amar a alguien no basta para tener una relación, no mientras haya asuntos inconclusos.

Para no fastidiar el viaje en grupo, decidí llamar a Audrey en cuanto estuviéramos de regreso en el hotel e intentar patear el tema al lado oscuro de mi mente por unas horas.

El día anterior, por si les interesa saberlo, con Cam llegamos casi a media noche. Y por la mañana tuvimos que soportar las bromas de los otros tres, mientras les contábamos las peripecias de nuestra detención y posterior regreso al hotel. Por unánime acuerdo optamos por hacer algo de turismo local ese día, en caso de que ocurriera otro imprevisto que nos dejara sin trasporte. O sea, en caso de que la llama de la pasión necesitara ser socorrida y volviéramos a tener la asistencia poco bienvenida del departamento de policía. Al menos estaríamos en la misma ciudad, lo cual facilitaría mucho el proceso de traslado medios desnudos al hotel.

No lo quise admitir entonces, pero ellos tuvieron un gran detalle al pensar en nuestras necesidades físicas. No es que estuviese planeando hacerlo de nuevo en un lugar público, les aseguro que una visita a la estación de policía fue más que suficiente para acobardarme para el resto de mi vida. Pero… era bueno saber que si se presentaba la ocasión, podríamos manchar con nuestra depravación al bonito pueblo de Caguas.

Luego de pasar la mayor parte del día en el jardín botánico que curiosamente también tenía “Marín” en su nombre, nos trasladamos a la plaza Borinque. Allí, básicamente, nos relajamos junto al río y pasamos un buen rato contándonos historias de vida. Sé que esto puede sonar algo pretencioso, pero casi para el final del día sentía que Claudia comenzaba a agradarme. Una vez que se pasaba la primera capa de sonrisas a lo Puff, the Magic Dragon[1], miraditas y roces casuales hacia Cam, ella se volvía una persona interesante. Contaba anécdotas con total desenvoltura sin reparar en la vergüenza o la pena que pudieran causar, y hacía observaciones jocosas cuando alguien más hablaba, como si fuese capaz de detectar el momento exacto en dónde meter un comentario.

Con esto no estoy diciendo que Miss Simpatía iba a ser mi nueva BFF, pero en vista de que teníamos varios países por delante que compartir, el enfoque de verla bajo otra perspectiva era positivo. Creo.

—Oh, ¿recuerdan cuando estuvimos en casa y Oli quiso coquetear con mi vecina?

Sí, ellos se habían quedado en casa de Claudia cuando estuvieron en Honduras. Es un dato que pude pescar en el trascurso de las charlas de ese día, pero no nos alteremos por ello. Estaba resuelta a pensar que el periodo que Cam había estado viajando por su cuenta, era algo que no podía fastidiarme. Él no me debía ninguna clase de lealtad entonces, después de todo estábamos separados.

¿Lo ven? A veces puedo ser más madura de lo que aparento. Y esto no tiene nada que ver con la repentina aparición de Arthur esa misma mañana. Pero hablemos de ello luego.  

—Ella dijo que era demasiado feo para poder conquistarla —acotó Mic, sonriendo ampliamente hacia el aludido.

—¡Por favor! —Oliver desmereció el comentario con un movimiento de su mano y luego me miró seriamente desde la ventana de la camioneta—. No hay hombres feos en el mundo, sino poco alcohol.

—O mujeres que no beben mucho.

Cam soltó una queda risita a mis espaldas, enlazando sus manos alrededor de mi cintura para luego jalarme sobre su regazo. Me dejé arrastrar con docilidad hacia el interior de la van, puesto que en ese momento me tocaba ser la quinta sin asiento y por nada del mundo viajaría en la parte trasera de la lujuria. Nombre que le habían dado los chicos, luego de enterarse del motivo de nuestra detención.

—¡Jódete, Mic! —La mano de Oli soltó el volante el tiempo suficiente como para lanzarle un puñetazo a su copiloto.

—No está noche, querida, tengo un horrible dolor de cabeza. —Mic le guiñó un ojo a Oliver, ganándose otro golpe de puño en el brazo.

—Oye, Mic —lo llamé, haciendo que él se volteara para enfrentarme con sus bellísimos ojos celestes. No es que esté traicionando a mi bombero aquí, pero tengo una debilidad por los ojos de tonos claros y los de Mic eran impresionantemente celestes, casi cristalinos—. ¿A qué alude tu apodo?

Me venía preguntando eso desde el mismísimo día en que me lo habían presentado, pero me sentía algo cohibida de lanzarle la pregunta cuando apenas nos conocíamos.

—¿Qué? —inquirió, enarcando una ceja de forma curiosa. Juro que pude, no sólo ver sino también oír el sonido del destello que iluminaron sus ojos. ¡Dios, qué mirada!

—Quiere saber de dónde sale “Mic”, tu nombre —explicó Cam, presionando tenuemente sus manos en mi cintura.

—¡Oh, eso! —¿Por qué Claudia no le decía Ojitos a él? Sin duda el mote le calzaba mejor que a Cameron. Bueno, ¿qué? No me miren así, no es como si lo estuviese desmereciendo al admitir que me gustaba la mirada de Mic. Después de todo sólo era la mirada, en cambio de Cameron me gustaba todo. Sí, lo sé, hasta a mí me sorprendió ese golpe de romanticismo cursi—. Mi nombre es Mijaíl, no tengo idea porque la gente me llama Mic, sólo alguien comenzó a hacerlo y con el tiempo me lo apropié.

—Y yo que todo este tiempo estuve pensando que te llamabas Michael.

Él sonrió, volviéndole a dar el toque de brillo a su mirada.

—No eres la única que lo cree, pero si descubres un modo de abreviar Mijaíl sin que suene como una madre llamando a su niña, entonces con gusto me lo cambio.

—¡Mi-ja! Ven pa´ acá —exclamó Oli, volviendo a despertar las risas dentro de la camioneta.

—Precisamente —musitó Mic con resignación, para luego volver a centrar su atención al frente. Cam colocó su barbilla sobre mi hombro y al cabo de un segundo, me giré para encontrarme con sus ojos fijos en mí.

—¿Qué? —pregunté en un susurro, procurando que sólo él me escuchará.

—Sé que es totalmente inapropiado en este momento, pero realmente te deseo. —Abrí la boca con sorpresa, incapaz de ocultar el pequeño jadeo que me robó esa confesión espontanea. Cameron sonrió, complacido con mi reacción, para luego depositarme un sonoro beso en los labios. Un instante después su mano izquierda soltó mi cintura, para ir a aterrizar sobre mi muslo de forma casual, justo sobre la línea donde acababa mi short y comenzaba los problemas.

Claro, casual y una mierda, al parecer sí íbamos a tener que hacer uso del permiso que nos habían dado nuestros compañeros antes. Tal vez caíamos en la comisaría para la hora de las visitas higiénicas. Mantengan los dedos cruzados.

                                                                  ***

Descuiden, no pasó nada digno de ser relatado durante el viaje de regreso al hotel. En cuanto llegamos, decidí aprovechar el tiempo y le envié un texto a Audrey para que preparara su Skype. Era hora de que habláramos seriamente, pues no me rendiría sin más con esa relación. Incluso aunque tuviese que golpear a mi amiga para que aceptase que Marc había llegado para quedarse, al menos eso era lo que yo pensaba.  

Cam se trasladó al balcón, alegando que él no tenía ganas de saber las cosas que hablaba con mi amiga e internamente se lo agradecí. Luego de darle al botón de llamada, pasaron unos segundos hasta que la pantalla se volvió negra y la borrosa silueta de Audrey comenzó a percibirse.

—¿Marlín? ¿Puedes verme?

—No lo sé. —Presioné los ojos como si eso ayudara a enfocar la resolución de su cámara—. Veo una mancha rojiza y amorfa, o eres tú o Sarah olvidó guardar su Teletubbie.

—Vete al jodido infierno, espera que voy a intentar arreglar esta cosa. —La mancha Audrey se incorporó, avasallando a la pobre cámara con sus enormes pechos de mamá.

—¡Santa mierda, Aud! Mete eso adentro antes de que le saques un ojo a alguien.

Su risa me llegó desde el otro lado, mientras la imagen se aclaraba considerablemente frente a mi anonadado rostro.

—¿Percibo envidia en tu voz, cariño?

—Oh, bájate de tu nube, todos sabemos que esas gemelas no te durarán.

—Pero les sacaré provecho mientras estén conmigo. —Una leve sonrisilla de burla surcó sus labios, a tiempo que sopesaba el peso de su escote con ambas manos. Será vulgar.

—Tengo entendido que más de una persona en esa casa les están sacando partido. —Su sonrisa decayó sutilmente con mi comentario y yo fruncí el ceño sin saber cómo abordar el tema a tratar—. Así que ustedes regaron el jardín… ¿no?

—Más que regar el jardín, te diría que hemos comenzado nuestro propio movimiento de reforestación.

—¡Vaya! —reí—. Eso es bueno, ¿verdad?

—¿No me ves quejándome al respecto o si? —Hizo una mueca, frunciendo la nariz pecosa—. Obviamente en ese aspecto la cosa va bien, pero odio la sensación de tener que estar en guardia todo el tiempo. Como si esperara el instante en que pise en falso, para poder lanzarlo fuera de mi vida otra vez.

—Hm… —Sabía que si no la interrumpía ella seguiría hablando, así eran las confesiones de Audrey, espontaneas, directas y completamente autónomas.

—No quiero problemas en mi vida, una cosa era jugar con él o con Eddie a los desengaños cuando era más chica. Pero es distinto ahora, cualquier persona que quiera tratar conmigo tiene que tratar con mis niños. —Pestañeó algunas veces, como si estuviese intentando controlar el brillo que repentinamente empañaba sus ojos—. Me importa una mierda que me jodan a mí, Mar, pero si joden a mis hijos en el proceso voy a terminar en la cárcel. Porque voy a cometer un delito. No puedo dejar que Marc se vuelva alguien indispensable para ellos, porque si lo arruinamos… Sarah y Dan lo van a pasar mal. Y lo que menos necesitan mis hijos en su vida, es otro hombre que los desilusione.  

A pesar de que lo único que quería era la felicidad de mis amigos, no podía sólo desestimar los argumentos de Audrey. Ella tenía más experiencia que yo en todo lo relacionado a Marc. Y ante todo estaba poniendo a sus bebés como prioridad, incluso cuando eso podría significar perder la oportunidad de tener algo con el hombre que quería. Porque ella lo quería, eso era un hecho. Audrey jamás lo habría dejado acercarse tanto si no fuera así.

—Bueno… —musité con mi cerebro revolucionándose en busca de soluciones al dilema de mi amiga—. Apesta.

Audrey soltó una fuerte carcajada, abstrayéndome de forma automática.

—La siempre elocuente Marín, lista para consolar a los desvalidos.

—No seas perra, sabes que necesito tiempo de asimilación.

—Pues espero que tu consejo llegue antes de la graduación de Daniel —bromeó, sacudiendo la cabeza con diversión—. No te presiones, voy a saber resolverlo.

—¿Segura?

—Claro, boba… —En esa ocasión su sonrisa fue más leve, pero sin duda honesta—. Estoy ganando experiencia en esto de manipular a los hombres a mi favor.

—¡Relájate, Eustacia Vye!

Audrey puso los ojos en blanco, antes de apuntarme con su índice a modo de reprimenda. 

—Considero que siempre juzgaste mal a la pobre de Eustacia, ella no manipulaba a los hombres sólo buscaba poner algo de aventura en su vida.

Estaba claro que ambas teníamos una interpretación distinta de esa historia y ya habíamos desperdiciado gran parte de nuestra juventud discutiendo sobre el mismo punto. No sé si estarán familiarizados con ella pero si no lo están deberían tomar nota, Eustacia es un personaje de la novela El regreso del nativo de Thomas Hardy. Un clásico entre los clásicos, punto en el que Audrey y yo coincidamos por completo. La cuestión es que Eustacia era una joven que utilizaba su belleza para conseguir cosa de los idiotas que caían en sus redes, según Audrey ella se reivindica al final, según creo yo ella se gana lo que había estado buscando. 

—¿Qué dice Hardy sobre esos que intentan escapar de su destino…? —le espeté, cruzando mis manos y adquiriendo mi postura inflexible.

—Oh, qué te den a ti y Hardy… no voy a caer en esto devuelta. El libro realza el carácter moderno de la heroína que posee defectos y comete errores. —Sacudió la cabeza como siempre hacía cuando se dejaba arrastrar por la pasión de defender sus argumentos—. Tu problema es que ves el final como un castigo y no como la demostración de su inocencia.

—Tanto ella como Damon manipulan todo el tiempo la situación y obtienen lo que merecen.

—¡Déjalo, Marín, déjalo! —Solté una carcajada ante su respuesta exasperada, sabía que si en ese momento me tuviese enfrente me golpearía sólo para callarme. Audrey no podía pecar de apasionada para muchas cosas, en realidad era siempre propensa a holgazanear, pero si tenía que defender a sus heroínas de la literatura inglesa se volvía una leona. Me gustaba fastidiarla de tanto en tanto, esos debates interminables me recordaban a nuestra adolescencia.

—¿En serio, Aud? —pregunté con el simple propósito de pincharla. Ella presionó sus ojos grises en finas líneas, dándome una de las miradas de la Audrey planificadora de crímenes—. Ya, pues… no más debates sobre libros —me rendí, alzando las manos en paz.

—Esa es una decisión inteligente —masculló, echándose para atrás en su asiento. Al parecer en algún momento de la discusión, ella había comenzado a planear meter la mano a través de la pantalla para aporrearme.

—Sobre el otro tema —reflexioné en voz alta—. Sé que no pediste mi consejo, pero de todos modos no es mío. Una vez me dijiste que las cosas se deben hablar como adultos, ¿no? —Ella como toda respuesta frunció el ceño, pero no atino a interrumpirme—. No estoy segura cómo era el Marc con el que trataste en tu adolescencia, pero dudo que el hombre que hoy conocemos sea exactamente igual a ese chico. Tal vez… si le das la oportunidad de oír lo que piensas, quizás…

—Sí, lo sé —aceptó con un breve asentimiento—. Aunque quizá sea un poco más difícil que eso.

—Al menos inténtalo, Aud. —Mi amiga arrugó la nariz, casi imitando el movimiento de Samantha Stephens en Hechizada.

—Bueno, lo que sea… —Sacudió una mano, como dejando en claro que ese tema se había terminado. Así era ella, así la amaba… no la juzguen muy duro—.  ¿Dónde está tu dios pagano del sexo?

—¡Cam! —exclamé hacia el balcón. Audrey soltó una risa con fuerza murmurando algo sobre aceptaciones tacitas.

Él apareció en la puerta ventana, luciendo tan inocente como podría verse ese hombre desnudo de la cintura para arriba. Rodé los ojos, porque era simplemente ridículo. ¿Acaso llegaría el día en que no me sintiera conmocionada viéndolo sin camiseta?

—Dime.

—Audrey… —Apunté hacia la laptop esperando que el gesto fuese suficiente para explicarme. Disculpen, necesitaba un segundo más de esa visión y… ok, yo puedo con esto y… ya. Bien, ahora sigamos adelante—. Pregunta por ti.

—¿Cómo está, señor Brüner? —El sonido de la voz de mi amiga, me obligó a centrar mi atención en algo más que su torso de sargento del escuadrón de bomberos. Lo siento, tenía que decirlo… es que suena tan delicioso, no puedo evitar pensar en gritar algo como: ¡estoy a sus órdenes, mi sargento! ¡Señor, sí señor!

Afortunadamente Cam no era capaz de oír mis descarados pensamientos, porque con toda la naturalidad del mundo se acercó a la cama para luego dejarse caer detrás de mí con total tranquilidad.

—Muy bien, señorita Jordan. ¿Qué tal usted?

—No me puedo quejar. —Sacudí la cabeza, guardándome un comentario que seguramente habría puesto de mal humor a Audrey—. Me gusta lo que le ha hecho a su cabello.

—Gracias. —Cam se tocó el pelo de forma ausente—. He visto algunas fotografías del nuevo integrante de su familia. Felicidades.

—Oh, tienes que conocerlo. —Perdiendo todo el formalismo, Audrey sonrió empujando su silla hacia atrás e incorporándose a medias—. ¡Marc!

—¡¿Qué?! —¿Llegaría el día en que ellos no se gritaran de una habitación a otra? Estaba por decir algo sobre esa mala costumbre de tratarse a los gritos, cuando sentí la mano de Cam presionando sin ningún motivo mi cadera. Hasta dudo que fuese consciente de que lo estaba haciendo.

Volví la cabeza lo suficiente como para mirarlo, pero sus ojos estaban fijos en la pantalla mientras que mantenía su mandíbula fuertemente apretada. Al segundo en que los otros aparecieron al otro lado de la cámara, tuve la certeza de que mi bombero estaba a un suspiro de regresar corriendo al balcón. Puede que su actitud los desconcierte, pero la noche anterior cuando intentábamos volver al hotel, él todo el tiempo se mostró reacio a tocar cualquier tema concerniente a Marc. Obviamente me molesté, preguntándole si todavía tenía esa absurda idea en la cabeza de que me importaba más Marc que él. No era el caso, al parecer ellos no se hablaban desde aquella vez en que intentamos lleva acabo la Operación ballena del desierto. Luego de que Marc lo golpeara y básicamente, se negara a escuchar sus motivos, Cam dejó de intentarlo.

No me gustaba que ellos no se hablaran, eran amigos incluso desde antes que Audrey y yo nos conociéramos. Tampoco podía obligar a Marc a retomar su amistad, aún cuando yo había sido la más afectada con todo el asunto. Esto era algo que sólo ellos podían arreglar, en caso de que aún quisieran arreglarlo.  

Supe que la animosidad seguí latente, incluso cuando Marc me había preguntado por Cam varias veces durante nuestras llamadas telefónicas, pues en cuanto sus ojos se encontraron ambos desviaron la mirada. Audrey se limitó a tomar a Daniel de los brazos de Marc, para luego colocarlo frente a la cámara.

—¿Qué te parece?—inquirió ella, haciendo caso omiso de la tensión que podía sentirse incluso a pesar de las distancias—. Todo el mundo dice que es igual a mí.

Cameron forzó una sonrisa, acercándose hacia la pantalla como si estuviese analizando al bebé al detalle. Luego asintió con suavidad, al parecer de acuerdo con la opinión general.

—Bueno… mejor esperemos que sea inteligente.

—¡Cameron! —lo regañé, al caer en cuenta de lo que acababa de decir. Audrey por su parte le guiñó un ojo con el que le otorgó el punto y Marc no pudo disimular del todo una sonrisa traicionera.

—Es broma, Audrey, es bellísimo. —Ella sentó a Daniel sobre su regazo, en tanto que Marc se acuclillaba a su lado para ondear una mano hacia nosotros a modo de saludo. Yo le sonreí, Cameron inclinó la cabeza en reconocimiento y un segundo después se dirigió directamente hacia él—: ¿Pratt está de turno?

—No —respondió Marc encogiéndose de hombros—. Está Rafael.

—¿Rafael? ¿Cambiaron de lugar? —Con Audrey nos limitamos a mirar de uno a otro, sin ánimos de querer interrumpir la primera conversación que tenían en meses. Era como estar en uno de esos programas de Gente que busca Gente, este sería el momento decisivo en el que se enfrentaban y luego rompían en llanto, se abrazaban y el mundo volvía a coger sentido.

—No. —Volvió a repetir Marc, tomando la manito de Daniel en un gesto casual—. Me está cubriendo a mí.

Cameron frunció el ceño, dejando que su mano se deslizara de mi cadera hacia el colchón.

—¿Por qué?

Audrey sonrió llegado ese punto, dándole una miradita de soslayo a Marc.

—Lo suspendieron dos semanas, por andar de gamberro vestido con la ropa de bombero.

Marc chasqueó la lengua, pero de todos modos no contradijo a mi amiga. Interesante.

—¿Te peleaste? —inquirió Cameron, denotando el mismo asombro que yo misma estaba sintiendo. Es decir, estábamos hablando de Marc, el bueno y alegre de Marc, él no peleaba. Al menos que realmente alguien hubiese tocado su fibra más sensible.

—Sólo una pequeña disputa.

—¿Con quién?

Los ojos de Marc parpadearon en dirección a mi amiga por un lapso lo bastante corto como para que ella lo notara.

—Con Eddie.

—¡Amigo! —Cam soltó una risa espontanea, provocando una sonrisa en el rostro de su interlocutor—. Genial, ¿dónde?

—En el mercado del pueblo, el idiota me exasperó y tuve que ponerlo en su lugar.

—Genial —repitió mi muy extasiado bombero, seguramente deseando chocar los cinco con su amigo en ese instante—. Espero que le hayas dado una por mí.

—Por todo el maldito departamento, hombre. —Ahora Marc comenzaba a sonar presumido, pero era imposible no sonreír ante la franqueza en sus palabras—. No dejaba de decir que me iba a reportar con el capitán, pero me valió una mierda. Es un marica, era más lo que gimoteaba que lo que peleaba.

—Sin duda, pero si le caíste con tu puño hasta creo poder entender al bastardo. Doy fe de que tienes un buen derechazo.

Marc hizo un pequeña mueca, con la cual su entusiasmo por hablar de la pelea decayó considerablemente.

—Lamento eso.

Cameron negó de forma imperceptible, para luego sacudir su mano restándole importancia.

—No, qué va, me lo merecía. —Se creó un lapsus de un analizador silencio tras esas palabras, en tanto que el único sonido que irrumpía en ambos lados era el de Daniel usando de chupón a los dedos de Marc.  

—Sí, te lo merecías pero no por las razones que piensas. —Tanto Cam como Audrey y yo, elevamos nuestra vista hacia Marc. Éste se mantuvo enfocado en su amigo, sin embargo—. Habríamos podido encontrar otra solución, idiota, habría vendido hasta mi riñón por ti…

Y todos sabíamos en ese instante, que él hablaba muy en serio.

—Marc… —Se quejó Cameron, parodiando una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—No importa, Cam, está hecho. —Nadie supo qué decir para romper la tensión que había despertado la evocación de aquel momento, era imposible pero incluso estando a kilómetros de distancia de ella, la Perra aún podía fastidiarnos—. Tal vez deberías hablar con Grace.

—¿Qué? —inquirió él, confuso—. ¿Para qué?

Jamás se me ocurrió preguntar si Grace sabía de lo que había hecho Cam, pero dudaba que incluso sabiéndolo ellos dos quisieran recordar el suceso.

—Me llamó esta mañana pidiéndome que buscara a tus perros —se evadió Marc, aunque se notaba a leguas que había algo que no estaba diciendo—. Sólo llámala, ¿de acuerdo?

—Bien.  

                                                                 ***

Un rato después de colgar nuestra llamada con Audrey, la cual había sido completamente invadida por los chicos, decidí darle un poco de privacidad a Cam y me senté en el lobby del hotel para matar el tiempo. Habíamos acordado que nos encontraríamos todos allí en media hora, para luego salir a comer y hacer una visita al casino. Intenté concentrarme en la revista que tenía en mis manos, pero mis pensamientos corrían de un lado a otro sin darme tregua. Además que la presencia de Arthur atosigándome desde el brazo del sofá, estaba comenzando a fastidiarme. Hay dos cosas que deben saber de Arthur: 1-lleva el nombre de la persona que me hizo saber a la fuerza, que no es aconsejable fiarse de nadie y 2-su presencia era sinónimo de inquietud. Desde que comencé a pensar en Arthur como un alguien que me observaba, comencé a creer que era el modo en que mi subconsciente buscaba ponerme en guardia.

Y casi cuarenta y cinco minutos después de que ese pensamiento tocó mi mente, tuve casi la completa certeza de que esta vez Arthur tampoco iba a fallarme. Tras esperar pacientemente con los chicos en el lobby, que habían ido llegando para nuestro encuentro, decidí subir a nuestra habitación en busca de Cam. No acababa aún de abrir la puerta, cuando oí su voz susurrante viniendo desde el sector de la puerta ventana.

—Bueno entonces dime, ¿qué diablos hago? Tomaré el siguiente vuelo que me lleve contigo, pero dímelo. ¡Demonios! —Él hizo una pausa, mientras se movía en la semi penumbra de la habitación, con el móvil pegado a su oído—. Mierda… lo siento, no quería… —Una nueva pausa—. Lo sé, perdóname… lo siento. Gracie no llores, todo va a estar bien… ¿no dices eso? —Suspiró largamente—. ¿Lo prometes? Bien… estaré esperando. Te amo.

Aun después de cortar la llamada de forma algo precipitada, él permaneció de espaldas hacia mí mirando al exterior con una de sus manos sobre el vidrio de la ventana y la otra aferrando con fuerza el móvil. Un segundo después dejó caer su frente contra el cristal mientras un leve quejido escapaba de sus labios; pudieron pasar minutos u horas luego de eso, en los que sólo fui capaz de quedarme inútilmente inmóvil junto a la puerta… viéndolo llorar en silencio.   

—¿Cam? ¿Qué ocurre?—susurré cuando finalmente encontré mi voz. Él volteó el rostro de forma abrupta en mi dirección, para luego sacudir la cabeza y dirigirse al cuarto de baño.

—Ahora no, Marín.

El golpe de la puerta al ser azotada me hizo dar un brinco de pura sorpresa, pero no atiné a seguirlo. De todas formas, ¿qué sabía yo de consolar a las personas?

[1] Es un modo de insinuar que ella fuma marihuana o algo por el estilo. Algunas personas consideran que la canción Puff, the Magic Dragon, habla sobre los efectos de fumar marihuana.   

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Bueno, se los dejo así de momento. Este cap estaba más dedicado a Audrey y Marc, creo que es la primera vez que hago que Audrey, Cam y Marc interactúen sin la mediación de Marín. Se sintió medio raro xDD Espero que les haya gustado y gracias por pasar ^^

PD: Como a varios le surgió la duda, les recuerdo que Arthur es el amigo imaginario de Marín. ¿Se acuerdan con el que hablaba cuando estaba sola en la primera historia? Bueno, ese. xD

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