Kübler-Ross
¿Qué tal? Bueno me tarde un poco, pero es que estuvo haciendo bastante calor y la verdad es que eso supera mis ganas de escribir. En fin, para compensar les traigo un cap más largo, espero les guste. :D
Capítulo XXIII:
Kübler-Ross
Seguramente la mayoría de ustedes han oído hablar de esto, pero no tienen idea de dónde viene o que siquiera fuese una mujer la que estuviera detrás de todo. Pues sí, allá por el año 1969 la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross (sí, su nombre también tiene una carita feliz) presentó por primera vez, lo que el mundo conoce vulgarmente como “las cinco etapas del duelo”. Si bien ella lo pensó para los enfermos terminales, hoy en día se aplica a casi todos los problemas que nos agarran por sorpresa y a los cuales les profesamos el respetuoso y sentido duelo para poder superarlos.
Nos conocemos lo bastante bien para que ya sepan que tengo un motivo para comenzar de este modo y aquí, valiéndome de las cinco etapas de la psiquiatra, les voy a contar lo que ocurrió esta semana.
Negación:
Como era de esperarse teniendo a los amantes de las playas como compañeros de viaje, cuando pusimos un pie en Colombia planeamos toda la estadía por el circuito de las playas (ojos en blanco). Tuve que hacerle un solemne gesto de la cruz, para despedir la opción de hacer algo de turismo cultural en algún momento pronto. Luego de abandonar Venezuela, tras un muy aventurado y algo arriesgado—para qué mentirles—viaje en el velero Perla negra a la isla de Curacao (nuestro regalo de despedida por parte de Ari), emprendimos la retirada.
Al entrar en el país reconocido mundialmente por su estupendo café, además de tomarnos un café como la gente, algo nuevo embargó a todo el grupo. Es difícil de explicar, pero mientras estuvimos en Margarita el mundo parecía haberse detenido para otorgarnos el tiempo de apreciar el tiempo—por muy redundante que eso suene—. En Colombia la realidad volvió a caer sobre nuestros hombros, como si el mismo café nos hubiese despertado del letargo con que nos había adormecido Venezuela.
¡Diablos! Párenme cuando vean que digo muchas idioteces, en fin, sólo quería graficar la situación. A partir de Colombia cada quien tomaría caminos separados, por un lado Mic y Oli subirían a Panamá, país que Cam había quitado de nuestro itinerario por falta de tiempo. A decir verdad, la noche antes de salir hacia Colombia todos nos sentamos a hablar seriamente del devenir del viaje. Puesto que Claudia terminaba su viaje itinerante en Colombia (a causa de trabajo o yo qué sé), Mic decidió que seguiría adelante con Panamá y Oli, básicamente, seguía los mandatos de su amigo. Cam y yo tomaríamos rumbo a Perú, cruzando brevemente por Ecuador. Era extraño, pero saber que ya no iba a volver a ver a esas personas, me llenaba de cierto sabor amargo la boca. Incluso la idea de dejar a Claudia me contrariaba, no entendía qué estaba mal conmigo, ellos no me agradaban tanto.
—Audrey me envió una fotografía de Dani, te la voy a mandar a tu mail para que la descargues. —Me quedé inmóvil en mi lugar en la cama, sabiendo que Cam seguiría hablando aún cuando nada le asegurase de que lo estuviese escuchando.
Había descubierto hacía recientemente poco, que a Cameron le gustaba hablarme cuando dormía de casi cualquier tema. Y sabía que muchas veces él no ignoraba que dormía, pues más tarde ese mismo día volvía a repetirme lo que me decía durante sus soliloquios matutinos. No estaba del todo segura qué lo impulsaba a hacer eso, pero había descubierto cosas bastante intrigantes de ese modo, sólo fingiéndome dormida. Sospechaba que su disgusto a estar en silencio, hacía que mantuviera conversaciones conmigo cuando yo no estaba mentalmente presente. O al menos cuando él me creía ausente.
—Tengo ganas de ir a la playa hoy, hace tanto calor que voy a ver si consigo una hamaca y un par de cervezas, ¿qué dices? ¿Te apuntas? —Lo sentí reír suavemente a nadie en particular—. Todavía estoy a la espera de encontrar alguna playa nudista, si la encuentro estarás en la obligación de acompañarme. —«Sí, como si eso fuese a pasar» Él se movió en su lado de la cama y un segundo después, sentí la yema de su dedo rozando la parte baja de mi espalda desnuda—. Aunque no sé si soportaría que cualquier idiota te mirara, sin duda terminaría preso por golpear idiotas y ya tengo problemas con la autoridad, ¿sabes? —Su dedo bajó y subió a lo largo de mi columna, como si fuese algo ajeno al hombre que me hablaba tan tranquilamente sobre sus planes de llevarme a una playa nudista y golpear gente en el proceso—. De todos modos no podría detenerte si algún día decides dejar de cubrirte tanto, Blue. No tengo idea cómo soportas el calor de estos lugares sin meterte en el agua o sin quitarte nada de ropa… —Suspiró, a tiempo que su dedo se quedaba inmóvil en la pequeña hendidura que marcaba la mitad de mi espalda—. Tu cuerpo es hermoso, Marín.
Apreté la mano que tenía debajo de la almohada en un puño, procurando controlar el súbito pesar que me golpeó tras esa inofensiva confesión. No era la primera vez que Cam me decía que era hermosa, ya ni me molestaba en rodar los ojos al oírlo, pero en esa ocasión estaba ese dejo de amargura en su voz que siempre parecía corromper nuestra paz de tanto en tanto. Yo aceptaba que mi cuerpo no era perfecto, incluso aceptaba que yo misma había ayudado a vapulearlo y volverlo esto que era hoy en día. Pero aunque subiera de peso y repentinamente me viera “normal”, nunca podría presumir de mi cuerpo en una playa como hacían las demás mujeres. Mis marcas estaban allí para recordarme que yo había anulado la posibilidad de disfrutar de algo tan mundano, como nadar en la playa con Cam. ¡Oigan! Tengo inseguridades, no me miren así, creo que considerando de dónde vengo y la madre que me crío, tengo cierto derecho a estar algo pirada.
Al sentirlo tan quieto y callado por más de diez minutos, me fui desperezando con tranquilidad hasta que mis ojos se toparon con su cuerpo a mi siniestra. Él deliberadamente arrastró su mirada con lentitud hacia mí, para luego regalarme una media sonrisa burlona.
—¿Qué? —le espeté con voz adormecida. De ser posible la sonrisa de Cam creció incluso más.
—“Sus grandes manos le recorrieron la parte delantera del cuerpo, acariciándole los pechos y el tembloroso vientre, y después se posaron en la dolorida cumbre de su sexo.” —Tras leer eso en voz alta, despegó la vista del libro que sostenía entre sus manos y me observó a conciencia—. Interesante opción de lectura, Blue.
—Vete al infierno. —Me incorporé para arrebatarle el libro, pero él llevaba la ventaja de estar despierto desde más tiempo que yo. Ah, claro, también le servía eso de ser bombero y saber reaccionar rápido ante lo imprevisto—. Dámelo, Cameron, no seas idiota.
Como toda respuesta él se incorporó de la cama, para luego colocar el libro delante de sus ojos y comenzar a recitar cual mal imitador de Otelo.
—“Amanda sintió que Jack le pellizcaba aquel diminuto y vibrante capullo entre el pulgar y el índice, y que acariciaba con suavidad la piel sedosa del mismo aun cuando embestía con fuerza y firmeza…” —Antes incluso de que terminara el párrafo, rompió a reír con fuerza sin ánimos de ocultar su diversión—. Jodida mierda, ¿realmente las mujeres le llaman “vibrante capullo”? —Lanzó el libro sobre la mesita de noche sin ningún cuidado y segundos después avanzó sobre mí a gatas, hasta atraparme en una jaula bajo su cuerpo—. Pídemelo.
—¿Qué? —inquirí algo turbada y también algo cabreada porque se riera de mi libro. Tenía frases cursis, lo admito, pero de tanto en tanto me gustaba algo de lectura relajada y romántica. ¡Demándenme, joder!
—Pídeme que te toque el vibrante capullo —musitó pasando su lengua tibia por el hueco de mi clavícula. Aun cuando intentaba ser burlón con el asunto, sentía el peso de su respiración golpeando mi piel con urgencia y eso me puso a cien, para qué voy a mentirles.
No sabía qué era, si el calor, la playa o la certeza de que me estaba volviendo una experta en el sexo tántrico—si no saben lo que es, les recomiendo que hagan la búsqueda, no los va a decepcionar—pero fuese lo que fuese, me encantaba saber que podía estar a la altura del cachondeo de Cam.
—Tú eres un vibrante capullo… —Él se apartó lo suficiente, para luego estrellar su boca contra la mía de forma demandante, como si de algún modo intentara tragarse aquel insulto y castigarme en el proceso.
—Voy a ser tu Jack —masculló, arrastrando con sus dientes mi labio inferior. Gemí sintiendo dolor y placer en partes iguales, jodido imbécil fuera—. Y te voy a llevar a volar.
—Genial —le respondí con un breve jadeo, tomándolo por el cabello con poca delicadeza para arrastrarlo a la altura en que lo deseaba y cerrarle la boca de una buena vez—. Porque si tú saltas…
—Yo salto —completó, al igual que yo sin ánimos de alargar más aquella inútil conversación.
Pero, en fin, les prometí algo de negación y esta escena por mucho que la hayamos disfrutado todos (más yo que ustedes), no dice mucho de nada. Es que, como podrán ver, hasta ese momento con sus pros y sus contras, todo iba relativamente bien. Y entonces entró en juego la realidad una vez más, porque la realidad siempre está a la orden del día para jodernos la vida.
Cameron se había marchado a hacer su caminata/trote por la playa, él era el único lunático que se ponía a ejercitarse durante las vacaciones y con el sol despuntando en el horizonte, pero así era él… no lo juzguen con dureza. Yo me quedé en la cama, porque era demasiado temprano, hacía calor y el hostal donde nos hospedábamos no tenía aire acondicionado, así que teníamos que disfrutar de la temperatura “baja” de la mañana para dormir, porque de lo contrario no lo haríamos en el resto del día. Eché un bostezo al aire, justo antes de cargarme de valor y arrastrarme al cuarto de baño. Me cepillé los dientes, el cabello y me observé con detenimiento por largo rato en el espejo. En ese momento llevaba una camiseta de tiras y daría lo que tenía en esta y mi siguiente vida como cangrejo—yo ya asumía que Dios no me dejaría reencarnar en nada más evolucionado que eso, él y yo no éramos tan buenos colegas—para poder salir a la calle así como estaba. Pero tras echarle una mirada crítica a la parte superior de mis brazos, me resigné a buscar una camisa limpia en mi bolso con mangas lo suficientemente largas como para cubrir aquellas indiscreciones.
Dado que no contábamos con servicio de lavandería, la ropa sucia seguía acumulándose de a montones y con Cam teníamos la regla fija de mantener al menos los calzones limpios. Comencé a tirar fuera de mi bolso camisas sucias y con olor que podría datar desde México, mientras rebuscaba inútilmente una que no alertase a los perros en la aduana.
¿Han visto como la búsqueda infructuosa de algo te lleva a encontrar otros algos que no estaban siquiera presentes en tu mente? Bueno, no voy a negar que me sintiera muy Bella Swan en Crepúsculo, al notar al fondo de mi maleta un artículo femenino que no veía desde hacía un largo tiempo. Contrario a la reacción de la susodicha yo solté una carcajada, mirando algo cínicamente la caja de tampones que había estado evitándome durante… ¿cuánto? ¿Dos meses?
¡Diablos! ¿Podía ser una persona más despistada? Pestañeé tratando de enfocarme.
—Imposible —mascullé sintiéndome ridícula, y por qué no, también algo sobrecogida. Porque, vamos, realmente era imposible. Cam usaba condones, siempre, siempre… ¡siempre! Esto no podía ser cierto, no podía. No lo era, no lo sería.
Suspiré con pesadez, sabiendo que la solución sería bastante simple: le pondría una demanda a la empresa que fabricaba condones, obviamente aquí se les había pasado algo y sin duda alguna, yo no me iba a responsabilizar por ello.
Ira:
—Ay, mierda puta.
Todo el tiempo que me demoré en alistarme para salir, le fui soltando maldiciones a Dios, a la fábrica de condones malogrados que nos habían estafado—porque esto era una jodida estafa y mi abogado me secundaría—, a Cam por tener pececillos a prueba de látex, y a mí por no darme cuenta de la ausencia elemental de algo que me había acompañado desde mis trece años. ¡Infiernos! ¿Dónde carajos estaba mi cabeza? ¡¿Dónde?! ¿Cómo no me di cuenta de esto? ¿Cómo diablos permití que esto llegara tan lejos? Iba a hacer una maldita barrida de personas, porque yo no iba a caer sola en esto, me llevaría a varias almas en el camino.
—¡Hey, Marín! —Al sentir una mano tomándome por el brazo, me detuve abruptamente en mi número cinco de la lista de cosas, personas e instituciones que me las iban a pagar—. Te estaba llamando, ¿dónde está tu cabeza?
Le eché una irónica mirada a Mic, a tiempo que procuraba juntar mi mierda y no despotricar contra él.
—Lo siento, estaba distraída.
—¿Vas a salir?
—Voy… —Miré la puerta que estaba a escasos dos metros de distancia—. Sí, voy a comprar.
—Te acompaño. —No dije nada, aunque tampoco podía simplemente soltarle que no era necesario, que necesitaba de ese tiempo a solas para pensar y que por sobre todo, necesitaba de ese tiempo a solas para conseguir una farmacia.
Primero que nada iba con la idea fija de buscar la marca de condones que usaba Cam, debía de tener algún número para reclamos donde te dijeran qué hacer con un bebé que no tenía razón de ser; y en segundo lugar, pues lo obvio. Tenía que saber si lo que estaba segura que estaba pasándome, estaba pasándome realmente.
Santa Marta, el lugar donde nos estábamos quedando, era una ciudad bastante bonita y práctica. Las calles tenían números, lo cual hacía la navegación a pie más simple y también hacía que perderse fuese casi imposible, cuando sólo era necesario saber contar para ubicarse. De todos modos eso no hizo que me deshiciera de Mic cuando llegamos al negocio, él hizo su compra y yo quise seguir por mi cuenta hasta la farmacia, pero súbitamente él recordó que quería aspirinas. Y a mí me estaba costando el jodido infierno y todos sus condenados demonios, contenerme de decirle a Mic que su compañía no era grata. ¿Acaso no veía como me estaba consumiendo la rabia?
Me toqué el vientre casi en un acto reflejo, sólo esperaba que la rabia fuese la causante del repentino malestar que estaba escupiendo fuego en mi estómago.
No me malinterpreten, los niños son lindos y todo eso. Pero ¿qué infiernos haría yo con uno? Los bebés necesitan de cuidados, son tratos de toda la vida y una vez que éstos se cerraban estabas en ello hasta el final, te tocara o no un buen caballo para la carrera. ¿Qué clase de madre podría ser? ¡Estaba comparando un bebé con un caballo! Me sentía horrible con sólo pensar que estaba barajando la posibilidad de buscar unos gitanos para que se hicieran cargo de mi “asunto”. Yo no podría cuidar un crío, al menos era honesta en ese aspecto. Sé que las mujeres tienen instinto o vaya a saber qué cosa para ser madres, pero mi primer instinto aún si saber si estaba embarazada, era el de correr y ver si con suerte el niño no recordaba mi rostro.
—¿Estás bien?
—Sí, sí… sólo desperté en el infierno. —Y al parecer me estaba costando un tiempo extra salir de esta pesadilla. ¡Ya aprendí mi lección! No tendré sexo fuera del matrimonio de nuevo.
—Hace calor —acordó Mic, creyendo que me refería a la temperatura. Era mejor de ese modo, no es como si fuese a explicarle en verdad porqué estaba actuando rara ese día.
Cuando entramos en la farmacia él siguió de largo directo al mostrador, donde podía pedirle sus aspirinas a la vendedora. Y yo me dediqué a buscar el pasillo donde se suponía que la gente iba cuando quería evacuar dudas, me sorprendió descubrir que en el mismo pasillo y justo antes de los test de embarazo, se encontraban los condones. Se veía como un mensaje subliminal bastante obvio a mi parecer, algo como: usa esto, para no llegar a esto, idiota. Miré las distintas cajas frente a mí, preguntándome cuál sería la más efectiva. ¿Y si hacía como Juno y me llevaba una de cada tipo? Había una que te mostraba una carita feliz, otra con el rostro de un bebé sonriendo y la más elemental que te ponía un signo más. ¿O sea qué carajos? ¿Realmente intentaban vender todo el asunto como si fuese la mejor cosa en el mundo? Faltaba el test de embarazo realista que pusiera “estás jodido” en caso de que fuera positivo, o “por esta vez te salvaste” en el caso contrario. Les aseguro, sería un jodido éxito de ventas.
—¿Por qué no tomas el Confidence? Algo me dice que sabrá guardar el secreto. —Di un sobresaltado brinco, encontrándome con Mic de pie a mi lado escrutando los test con rostro inexpresivo—. ¿Qué hay con ese Mother Test? ¿Acaso se puede hacer esa prueba en algo más que no sea una madre?
Sacudí la cabeza otorgándole el punto a la observación, mientras una sonrisa involuntaria tiraba de mis labios.
—Ese no es nada —respondí levantando una cajita para enseñársela—. ¿Qué me dices del Predictor? Da la impresión de que tendrás más precisión echándolo a cara o cruz.
Mic soltó una carcajada entre dientes, para luego permanecer un instante en silencio mirando las cajas con seriedad. Al cabo de un minuto cogió una blanca y azul, y me la tendió.
—Creo que ese está hecho para ti.
Leí el nombre, esbozando una sonrisa de comprensión.
—Será Clearblue entonces.
Negociación:
Entonces, cabía la posibilidad de que tuviese un pequeño retoño en algún sector entre mis trompas de Falopio y mi útero (si es que había entendido bien las clases de Biología). No es que nunca haya pensando en tener hijos, es decir, sí yo también fui niña y vi películas de Disney. También quería ser princesa y Madonna, pero eso obviamente no prosperó… tenía la esperanza de que el asunto de los niños tampoco lo hiciera. Por descontado sabía que Dios era un tipo listo y que no tendría el tremendo desatino de enviarme un bebé a mí. Habiendo tantas parejas deseando tener hijos, ¿por qué no dárselos a ellos? En serio, Dios, no me voy a enfadar en caso de que quieras volver a lanzar los dados.
—¿Ya se lo dijiste a Cam? —Mic y yo volvíamos de la farmacia en ese entonces, cargando con nuestras respectivas compras. Él hablaba del asunto como si nada, pero eso era comprensible pues no sería él el que tuviera que sacrificar horas de sueño o su imperfecto cuerpo delgado, ni planificar sus encuentros sexuales con semanas de antelación y limpiar traseros sucios, vómito, baba… En serio, ¿cuál es la parte divertida de todo esto? «¡Todavía estoy esperando a que me mandes instinto, Señor!»
—Mm no. —Con suerte esto quedaría como un simple mal entendido entre el mandamás del cielo y yo.
¿Escuchaste eso, amigo? Cuando tú quieras podemos renegociar todo esto, estoy dispuesta a hacer donaciones importantes a tu iglesia (sea cual sea).
—¿No es algo deseado?
—¿Algún bebé lo es?
Mic rió con fuerza ante mi pregunta, y si bien intentaba hacer una broma, no puedo negar la parte de realismo que la acompañaba.
—Bueno, tengo entendido que al principio es algo difícil de aceptar… pero todas las mujeres están preparadas para ser madre.
—No, yo no.
—Marín —me acalló con cierto toque de humor—. No todas son buenas madres, pero de que tienen el potencial, lo tienen.
Me encogí de hombros con indiferencia y por primera vez la sonrisa de Mic vaciló. Solté un profundo suspiro, enfrentando su mirada celeste con resolución.
—Ojalá pudiera ser más sofisticada como para sentir el peso de la censura, pero no me importa admitirlo, Mic. Yo no quiero hijos…
Él asintió sin decir nada por largo rato, para luego volver sus pasos más lentos y pausados. Repentinamente sentí su pesada mano sobre mi hombro y lo miré a regañadientes, preveía que él iba a intentar darme alguna charla motivacional y no estaba segura de que Mic fuese el más indicado para dicha tarea. ¿Dónde estaba Claudia cuando se la necesitaba? Esto habría sido más fácil de hablar con una mujer, con o sin hijos, las mujeres al menos sabrían cuál es el caldo ese que provoca un aborto natural.
¡¿Qué?! Vamos, no sean tan mojigatos, soy lo suficientemente sincera como para admitir que el niño estaría mejor lo más lejos que pudiera de mí. Me crió Paige, por amor del cielo, no es como si tuviese un buen ejemplo para tomar.
—Me gustaría poder decirte algo para ayudarte, pero no tengo experiencia en esta área. Sería como un ciego tratando de guiar a otro ciego. —Sonrió, quizá intentando sacarle el peso trascendental a sus palabras—. Lo que sí sé… es que esto no es sólo tu responsabilidad, sea cual sea el resultado, no tendrías que enfrentarte al batallón de fusilamiento sola.
—Gracias —mascullé frunciendo levemente el ceño—. Eso me ha subido mucho el ánimo.
—Para servirte.
Incluso aunque la frase motivadora de Mic lejos estuvo de motivarme—al menos no más que a cometer bebécidio (me suena más suave que decir aborto)—, tuve que darle crédito en algo. Esto no era sólo mi asunto, si bien yo iba a tener que cargar con el bulto, también le pertenecía a Cam y lo más lógico sería poner las cartas sobre la mesa cuanto antes.
Así que apenas me despedí de Mic, subí a mi cuarto y me encerré en el baño lista para conocer el veredicto final. A esas alturas estaba preparada para firmar un pacto con el diablo, para que ese jodido test diera negativo.
Depresión:
Quizá el hecho de que pensara de forma tan desinteresada con respecto al posible bebé, era exactamente lo que me estaba impidiendo llevar acabo el experimento. No podía evitar pensar que tal vez esta había sido la reacción de Paige al saber que yo estaba en camino, ¿se imaginan? Siempre supe que Paige no me había planeado o querido, para el caso, y notar que estaba teniendo la misma actitud me hacía sentir enferma. En contra partida no podía orinar, así que llevaba el último cuarto de hora metida en el baño, con las bragas por las rodillas y con la mano metida entre las piernas.
No es un cuadro muy bonito, disculpen. Pero por más que hacía fuerza para que saliera mi orina, no ocurría nada. Comenzaba a temer que el test pudiera malograrse por estar allí a la intemperie, esperando a que alguna gota mágica saliera de mí.
—Puta madre… —mascullé apretando las nalgas para ver si eso incentivaba al resto de mi anatomía. ¿Quién diría que orinar a voluntad fuese tan complicado? Tal vez tendría que ponerme la canción del pipi de fondo—. “Vamos al baño que quiero hacer pipi, corramos al baño…”
—¿Blue? —¡Genial! Esto era justamente lo que estaba necesitando para terminar de inhibir a mi tímida vejiga, creo que incluso pude sentir como la orina se reabsorbía por mi uretra—. ¿Vas a venir a la playa? Cargaré tus libros si quieres.
—¡En un momento! —grité en respuesta, mientras lo escuchaba trajinar del otro lado de la puerta.
—¿Te vas a demorar mucho? Te traje el desayuno.
Elevé la mirada al cielo en una silenciosa plegaria, bueno, mitad plegaria mitad insulto cortés.
—No lo sé… de tres a cinco minutos —dije leyendo el dorso de la caja del test.
Cameron no respondió y por un instante me permití fantasear con la idea de que se hubiese marchado ya, no es como si pasáramos cada segundo del día juntos de todos modos. Y en ese preciso momento, no lo quería cerca. No quería a nadie cerca, estaba medio atascada en la etapa de la ira y la depresión.
—¿Está todo bien, Marín? —Su voz se proyectó algo preocupada desde el otro lado de la puerta, lo cuál echó a pique mis esperanzas de pasar por esto sin involucrarlo. Era muy probable que estuviese pensando algo malo, algo que me involucraba a mí, la taza del baño y mi cepillo de dientes; y honestamente, no quería que volviéramos a ese punto en que desconfiaba siempre que me viera entrar al baño.
—Bueno… depende —musité casi en un susurro. ¿Qué tan malo podría ser? A lo sumo terminaría olvidando al pequeño en el supermercado, tendría una buena vida como ese niño que había nacido en Wal-Mart.
Cameron movió el picaporte como si estuviera listo para entrar, pero había tenido el tino de echarle llave a la puerta previamente.
—¿Qué ocurre? Ábreme.
—¿Podrías traerme una botella de agua? —Preferí dilatar un poco más la explicación de porque me encontraba allí, además de que antes de ponerle más drama a todo esto necesitaba reencontrarme con mi orina. Esto ya era personal.
—Aquí tengo una. —Diablos, él no se había demorado nada—. Ábreme, Blue.
Lentamente me puse de pie, para luego subir mis bragas y pantalones de yoga, tomando un gran suspiro junto a la puerta giré la llave y la abrí. Cameron alzó la cabeza, dándome una mirada de ojos azules expectante, tenía la botella en su mano izquierda mientras soportaba su peso con la otra sobre el marco de la puerta.
—Tal vez esto pueda sorprenderte… —comencé, sintiendo el test tan pesado como una roca dentro de mi mano.
—Hace mucho que me pasó la época en que era capaz de sorprenderme por algo. —Casi sonrío por esa seguridad que dejaba ver mi bombero, casi. Finalmente levanté la mano y le enseñé la vara de plástico, comprobando que las acciones siempre valían más que las palabras. Él miró el test con el rostro carente de expresión, como si no pudiera llegar a conectar su función con la razón de porqué yo lo tendría en mi mano.
—Entonces sí te puedes sorprender aún —murmuré, pero Cameron no dio indicios de haberme oído siquiera, sus ojos seguían clavados en el objeto que sostenía y quizá eso se debiera en gran parte a que lo estaba teniendo frente a su rostro, no se fijen. Dejé caer mi mano, esperando a que dijera algo pero su boca y todo su ser estaba petrificado—. Todavía no lo hice, así que no pongas esa cara de tragedia…
—¿Hm? —inquirió arrastrando su mirada turbada hacia la mía.
—Te digo que todavía no lo hice, no puedo orinar porque incluso mi orina sabe que no tengo el valor para lidiar con todo esto. —Le arrebaté la botella de la mano y sintiendo mi corazón latiendo en mis oídos a toda marcha, me di la vuelta para encerrarme nuevamente en el baño.
Admito que no había esperado que me abrazara, me besara y me dijera: oye, nena, nos vamos a deshacer de él, juntos. Pero cualquier cosa habría sido mejor que su reacción, él no había dicho nada. ¡Nada! Era obvio que tenía tantas ganas de ser padre, como de cortarse el miembro con un serrucho.
—¿Marín? —Ah, bueno, al menos todavía recordaba mi nombre. Destapé la botella y le di tres enérgicos tragos, los cuales esperaba pusieran las cosas en funcionamiento allí abajo. «Anda, pues, vagina coopera de una vez»—. ¿Marín? Mierda, abre la puerta…
—Estoy ocupada en este momento.
—Oh… dios… —Sacudí la cabeza con amargura, yo ya había estado allí y Dios no parecía estar recibiendo plegarias ese día—. ¿Mar? Blue, joder, no me dejes afuera.
—Tuviste tu oportunidad.
—¡Cristo, Marín! Pensé que tenías ingestión o algo así, no me lo estaba esperando.
—Pues ya somos dos —resoplé, poniéndome de cuclillas para presionar un poco mi vejiga—. ¿Te quieres marchar? Me desconcentras.
—No me voy a ninguna parte —masculló pareciendo incluso ofendido por mi sugerencia. Llámenme loca, pero eso casi y hasta me roba una sonrisa—. Abre la puerta.
—No voy a abrir la puerta, no puedo orinar sabiendo que estás allí mucho menos contigo aquí dentro. —Hombre irracional.
—Sólo intenta relajarte.
—¡¿Qué me relaje?!—exclamé lanzándole una mirada agria a la puerta—. ¿Qué me relaje? Si esta cosa da positivo, ¿qué se supone que voy a hacer? —Esto era más que irritación, esto era frustración en su estado puro—. Ni siquiera fui capaz de cuidar a mi perrito, ¿crees que un bebé va a correr mejor suerte? Mierda… yo no puedo ser madre.
—Voy a discrepar respetuosamente. —La suavidad con que dijo eso, logró que una soga invisible se apretara en mi pecho y súbitamente me fuera más difícil respirar—. No tengas miedo por lo que pueda llegar a pasar, Blue, sea lo que sea no vas a hacerlo sola.
—¿Y si resulta feo? ¿O malo, o llorón… o ladrón? —Sentí como mi mano temblaba entorno a la botella—. ¿Y si resulta como yo?
Cameron hizo un sonido desde el otro lado que asemejó a un quejido por lo bajo.
—No habría nada de malo si ese fuese el caso, Marín. —Negué reacia a creer esa mentira—. Tú sabes mejor que nadie que los hijos no son el reflejo exacto de sus padres, si nosotros fuimos capaces de ser mejores que ellos, estoy seguro que cualquier generación que nos siga nos superará.
—No quiero ser como Paige… —susurré recordando que muchas de mis actitudes se asemejaban a las de ella, más de lo que me gustaría admitir. Tenía tanto amor maternal dentro mío como una roca.
—No tienes ni una pizca de ella en ti, Blue, eres una persona noble, gentil, inteligente y perspicaz. ¿Cómo no lo ves, cariño? Tú la superaste desde el mismísimo día en que llegaste al mundo.
Sonreí muy a mi pesar, mirando la puerta con los ojos a un estimulo de dejar caer alguna lágrima traicionera. Estaba sensible, no me jodan.
—¿Y si lo pierdo? ¿O lo olvido? —insistí absurdamente.
Él rió tranquilamente, haciendo que la puerta crujiera con suavidad al soportar su peso en ella.
—Yo estaré allí para buscarlo… siempre.
Me encogí de hombros, incorporándome de mi posición acuclillada y luego estiré la mano para volver a destrabar la puerta. Y esa vez cuando la abrí, él tiró de mí hacia sus brazos, estrechándome fuertemente contra su pecho. Ya casi no recordaba cuándo esto, el abrazo entre él y yo, se sentía extraño para mí. No estoy segura de poder explicarlo, pero siempre que lo hacía me sentía indefensa y segura a la vez. Había una gran diferencia entre un abrazo de Cam y el de cualquier otra persona, porque ser tocada por alguien en que se confía asimila a darse la libertad de bajar los brazos con la seguridad de saberse siempre sostenido.
Soy una jodida poeta, lo sé.
Aceptación:
Por supuesto que nada de lo anterior se había borrado mágicamente tras el caluroso abrazo de mi bombero, todavía estaba negada, iracunda, depresiva y con tendencias a jugar al abogado del diablo, pero también sabía que no iba a poder cambiar nada retrasando lo inminente.
Cam me ofreció una nueva botella de agua, mientras sostenía otra para él.
—¿Brindamos? —le pregunté alzando sutilmente mi bebida, él asintió imitando mi gesto.
—Porque no seamos una patética replica de los genes que heredamos.
—Nosotros seremos mejores —aseguré teniendo un pequeño flash de Cam como padre; sí, sin duda él cumpliría a la perfección ese rol—. Salud. —Y tras terminarme mi segunda botella de agua consecutiva, finalmente sentí la presión de la naturaleza reclamando mi atención inmediata.
¡Pues, vaya mierda, que ya iba siendo hora!
__________________________
Jace: Finalmente Cam te vas a unir a los verdaderos hombres.
Lucas: Un verdadero hombre sabe complacer a su mujer sin hacerle un niño en el proceso. Te compadezco, hermano.
Cam: ¡Todavía no dio positivo, joder!
Jace: No lo escuches, Cam, vas a ver que cuando lo tengas en brazos te sentirás completo.
Lucas: Y en caso de que eso no ocurra, tengo un departamento en Seattle totalmente ilocalizable. Tú sólo di la palabra.
Cam: Gracias por los consejos no pedidos, pero voy a esperar el resultado antes. Mientras dedico este capítulo a una jovencita que ha estado con nosotros, desde que Jace era un hombre soltero.
Lucas: Y todavía tenía huevos...
Jace: ¡Hey! Tu hermana no se queja.
Lucas: Eso es todo, Di Lauro, eres hombre muerto.
Cam: En fin... Lily_Anna, espero que hayas disfrutado del capítulo. Por favor no le pongas atención a estos dos raritos, todavía no encuentro la puerta por la que se cuelan a mi historia. Besos, guapa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro