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Hablar también funciona.

Disculpen la demora! Pero estamos a fin de año, ya saben fechas finales, entregas, notas, evaluaciones. Me estaba volviendo loca y ni tiempo para escribir tenía. Igual espero que les guste y gracias a todos por el apoyo. ¡Por cierto! Tengo noticias para los lectores de las listas, pero se las doy abajo xDDD

Capítulo X:

                                                 Hablar también funciona.

“Tómalo con calma, cariño”, “Aquí estoy”, “¿Por qué duermes tanto? Comienzas a ponerme nervioso”, “¿Blue…?”.

Durante gran parte de la noche ¿o sería la madrugada?—¿Quién sabe? Quizá era el día—, escuché ese tipo de frases colándose a mis sueños. En ocasiones sólo parecían nacer de mi subconsciente, pero estaba casi segura de no ser capaz de imaginarme el tono de su voz con tanta precisión. Así como tampoco sería capaz de recrear la sensación de sus manos rozando mi frente, sus labios en mi mejilla o la respiración suave con la que acompañaba cada frase.

La cama crujió en ese momento arrastrándome hacia ese estado de semi-vigilia, del cual me encontraba entrando y saliendo constantemente en las últimas horas.

—¿Me escuchas, Marín? —Quería decirle que sí lo escuchaba, que no estaba tan mal como parecía, que sólo necesitaba unas pocas horas más de sueño para ser la de siempre, pero mis labios no reprodujeron ni uno de los sonidos que intenté soltar—. Dios, nena, me estás volviendo loco con esta espera. —Sentí el roce de su dedo llevándose algunos de mis cabellos hacia atrás—. No sabes cuánto me alegro de que estés aquí, Blue. Sé que al principio me porté como un idiota, pero es que… ¿me creerías si te dijera que pensaba que eras una ilusión? Estaba seguro que al momento en que me volteara o te quitara los ojos de encima, desaparecerías. —Una pequeña risa interrumpió su soliloquio—. Y es que… Mar, no lo entiendo. Todavía estoy tratando de comprender qué hice para merecerte en mi vida.

Hice un esfuerzo por despegar mis ojos, mis labios o cualquier cosa para advertirle que lo estaba escuchado, pero repentinamente me pareció una tarea titánica por lo que me dejé arrastrar una vez más a las penumbras del inconsciente.

                                                                 ***

Suspiré con fuerza al sentir los labios de Cam presionando los míos. Para cuando fui consciente de lo que pasaba e intenté profundizar el etéreo beso, él se apartó.

—Cameron… —susurré llamándolo aún con los ojos cerrados y la necesidad quemando en mis labios. Pero no hubo respuesta, me incorporé con un sobresalto que puso mi mundo a dar vueltas por un segundo. Una vez que me hube aclarado, inspeccioné la habitación por completo. Él no estaba.

Fruncí el ceño, disgustada. No podía ser que me hubiese imaginado eso, ¿verdad? Pero si el beso había sido una inventiva mía, ¿aquello que había oído en mi delirio febril también lo había sido? Dios, qué confuso era todo. Sentía mi garganta seca como el jodido Sahara y el cuerpo pesado, pero al menos el dolor en los músculos había remitido de modo considerable. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que regresamos del hospital? Me esforcé por traer a mi mente la secuencia después de la inyección que me habían dado para la fiebre, pero todo se encontraba medio perdido en la bruma. Recordaba haber regresado con Cameron, recordaba que me había ayudado a meterme en la cama y lo recordaba acostándose a mi lado y levantándose de modo esporádico. Pero hasta allí llegaba todo.

No es necesario que digan lo que piensan, sé que como enferma apesto y bastante.

Una brisa suave se colocaba por la ventana abierta de par en par, en realidad había descubierto el primer día que se trataba de unas puertas que daban a un balcón y no de una ventana propiamente dicha. ¿Cómo se le llama a esas puertas/ventanas? Estoy casi segura que tienen un nombre, pero mi mente aún seguía alicaída por la fiebre como para complacerme con una respuesta.

Me puse de pie y algo vacilante me dirigí a las puertas/ventanas, las cortinas blancas se bamboleaban de adelante hacia atrás trayendo consigo el calor de una tarde puertorriqueña. Sólo yo me pondría melancólica ante la idea, estaba en el paraíso de Puerto Rico a cientos de kilómetros de mi hogar, con el chico que me había obsesionado desde mi infancia y… no tuve mejor idea que caer enferma, hacer un desastre de mí con vómitos, fiebre y delirios. Sí, yo definitivamente sabía causar una gran impresión.

Al descorrer las cortinas, noté que el balcón contaba con el espacio suficiente como para albergar dos sillas y una pequeña mesa redonda de metal. En una de las sillas se encontraba Cam, con la vista puesta en un punto arbitrario del cielo y con las manos descansando tranquilamente sobre su abdomen al descubierto. Sí, él estaba en toda su pose de bombero de calendario, haciendo gala de su cuerpo enfundando en unos simples pantalones de deporte. Me aclaré la garganta más por necesidad física, que para llamar su atención.

—Hola, tú —musité, tratando de no mirarlo con demasiado descaro. Algo que les informo, no es simple de hacer cuando el hombre se ve tan o más caliente que el sol en el cielo.

—Hola —respondió con una tímida sonrisa, para luego extender una mano invitándome a salir al balcón. Sentí un poco de pudor, pues veamos… estaba vestida con unas bragas y una camiseta de tiras que solía usar debajo de las camisas. Ni siquiera sabía dónde rayos estaba mi camisa, y realmente, realmente necesitaba cambiarme de ropa interior. Créanme, no es nada lujoso entrar en otro país sin haber aireado el piso inferior como es debido—. Ven aquí.

—En realidad, me gustaría darme un baño. —Y cambiarme la ropa, agregué para mis adentros.

—Primero mira el atardecer conmigo y luego te das tu baño. —Palmeó su muslo, como esperando que fuera a ocupar ese lugar. No niego que sería genial todo el asunto de ver el atardecer sentada en su regazo, pero no iba a matar el romanticismo del momento con mi peste—. Vamos, Marín, nos perderemos la mejor parte.

Fue entonces cuando noté que tenía su cámara colgada al cuello, era obvio que había estado mirando el cielo esperando por el instante en que cayera el sol. Y simplemente no me veía capaz de arruinar su espera dándole largas. Así que me apresuré a la silla libre, para luego sentarme y arrastrar mis piernas debajo de mi barbilla en un nanosegundo. Listo, estaba de cara al atardecer yo también.

—Interesante maniobra —murmuró, dándome una breve sonrisa. Lo miré por el rabillo del ojo, aguardando hasta que se llevó la cámara al rostro y comenzó a fotografiar el cielo.

El sonido del disparador era lo único que se oía mientras los minutos corrían y el cielo pasaba de un tono celeste azulado, a un naranja que más tarde comenzó a ponerse de un suave color violeta. Era impresionante, no es como si no hubiese visto atardeceres antes pero luego de haber estado perdida en mi mente por tanto tiempo, esto era algo así como un regalo de la naturaleza. O lo que fuera, tal vez sólo se trataba de la compañía.   

—Qué hermoso.

—¿Verdad que si?

Me giré para enfrentarlo con resolución.

—Sí, sin duda —aseveré, mientras Cameron se apartaba la cámara del rostro y me ofrecía una miradita confusa. Le hice un breve guiño, logrando que se sonrojara y luego soltara una carcajada.

—Eres terrible, Blue. —Colocando la cámara nuevamente en la mesa, se estiró para atrapar mi mano con la suya—. Parece que estás mucho mejor hoy.

—Me siento mejor.

—Eso es bueno, porque estaba listo para llevarte a ese hospital otra vez por una segunda opinión.

Aparte la mano con una extraña sensación en mi estómago, para luego ofrecerle una sonrisa que no pareció convérselo del todo.

—No seas bobo, mi examen de sangre dio bien. Era sólo cuestión de descansar, mi cuerpo estaba cansado.

—Colapsado. —Un cierto toque de tirantes acompañó a esa única palabra—. Debes tomarlo con calma.

Lo miré enarcando una ceja, pero su atención estaba puesta en mi mano a escasos centímetros de la suya.

—Hey —lo llamé más firme de lo que hubiese esperado, Cameron me miró al cabo de un segundo—. Estoy bien, no seas tan dramático.

—Dormiste casi veinticuatro horas de corrido, lamento si eso me pone un poco ansioso. —No me agradó escucharlo decir eso, porque sabía que más allá de mi intoxicación y gripe, había otro tema subyaciendo.

—No quería romper la tradición —murmuré quedamente. Él sacudió la cabeza sin comprender mi comentario, y por un segundo lo preferí de ese modo. Pero entonces esa parte de mi cerebro que actúa independientemente de mí, agrego—: Siempre que te encuentro por algún motivo termino en el hospital.

Le sonreí de forma socarrona, dejando en claro que estaba bromeando. Algo que él no pareció advertir o le importó muy poco, pues me miró como si acabara de decirle que traficaba bebés pandas y arponeaba ballenas en mi tiempo libre.

—Claro —musitó al cabo de un largo momento de incómodo silencio. Me guardé la maldición automática que mi boca quiso soltar, volteando mi rostro hacia la hermosa vista del cielo.

Bueno, vamos, no es como si hubiese sido algo tan malo. Ambos sabíamos que todas las enfermedades me golpeaban más duro que al común de las personas, ¿por qué impregnar el tema de tanto melodrama? Diablos, ya era lo suficientemente malo por sí mismo, no necesitaba esa mierda viniendo de él tan pronto. ¿Acaso no podíamos tener un respiro? No es como si él fuese trigo limpio, los dos teníamos asuntos con los que lidiar y preferiría tener todas mis fuerzas para cuando llegara ese momento.

Me puse de pie, dirigiéndome al interior de la habitación.

—Necesito agua —anuncié alejándome con paso decidido—. ¿Quieres algo?

—Una cerveza.

¿Qué? ¿Piensan que soy una cobarde por estar escapándome de esa conversación? Pues sepan algo, no me importa lo que crean. No estaba dispuesta a pelear con él otra vez, diablos, no después de todo lo que tuve que pasar para llegar hasta allí.

En el mueble que estaba junto a la cómoda, había un pequeño refrigerador con botellas de agua, cervezas, bebidas de cola y otras. Rescaté una botella helada de agua, para luego tomar una cerveza y llevársela a Cameron al balcón. Mientras bebíamos ninguno dijo nada, lo cual ayudó un poco a distender el clima y volver a arrastrar la calma del atardecer.

—Audrey te llamó ayer para ver cómo estabas.

Bajé mi botella lo suficiente como para responder.

—¿Qué dijo?

—No mucho, sólo que iba a llamar luego y que quería hablar contigo. —Hizo énfasis en el “contigo”, como si lo hubiese ofendido de algún modo que Audrey no quisiera hablar con él. Sonreí de forma involuntaria.

—Seguramente se trata de Marc, no te lo tomes personal.

Cameron enarcó ambas cejas, posicionando su cuerpo contra las rejas de contención del balcón a modo de enfrentarme.

—¿Qué con Marc?

Recién entonces caí en cuenta de que él no sabía nada de lo ocurrido en casa desde su partida, Cameron no tenía idea que aquel presagio que le había dado hacía tanto tiempo en su cocina finalmente había hallado fundamentos. Y él que insistía en que sería imposible.   

—Bueno, ¿por dónde comienzo? —Volví a sonreír para mí misma, esta charla me resultaba mucho más fácil—. Te has perdido buena parte de lo ocurrido, pero para resumir un poco. Al parecer Marc y Audrey regaron el jardín unos años atrás, pero él se echó para atrás y ella comenzó a salir con Eddie como un modo de castigo.

—¿Regaron el jardín? —inquirió confuso, lo cual sólo me causó una carcajada automática.

—Sí, ya sabes… —Moví mi mano en dirección a mi entrepierna, como para graficar el asunto pero sólo conseguí que su confusión fuese mayor—. Ella invitó a los pececillos de Marc a nadar en su pecera.

Creo que le tomó dos segundos procesar mis palabras, antes de que se largara a reír con fuerza. Era bueno que lo hubiese captado, porque se me empezaban a acabar las metáforas para hablar del sexo. No que yo tuviese algún pudor para llamar a las cosas por su nombre, pero era mucho más divertido ver cómo la mente pervertida de la gente trabaja en torno al estímulo sexual.

—Vaya.

—¿En realidad no sabías nada? —Me costaba creer que él fuese completamente ignorante del tema, más cuando había ocurrido durante nuestra adolescencia, es decir ese fue el momento culminante en la amistad de Cam y Marc.

Se encogió de hombros, llevando la cerveza a sus labios en un ademan casual. Por un segundo demoró el trago, pasándose el pico húmedo de la botella por la boca ausentemente. Lo miré, estupefacta, disfrutando de esa escena más de lo que cualquier mujer correcta admitiría jamás. Maldición, ¿sabría él lo sexy que se veía haciendo eso? ¿Y sin camisa? ¡Qué Dios me agarrara confesada!

—¿Cuándo dices que ocurrió? —Su voz me catapultó lejos de mis pensamientos lujuriosos. No sabía qué estaba pasando conmigo, no suelo ser tan sexual.

Deben de ser las metáforas.

—No lo sé muy bien, creo que durante el último año de escuela. —Él enarcó ambas cejas, para luego darle el condenado trago a la cerveza. Mi mente suspiró relajándose un poco—. ¿Marc nunca te lo dijo?

—No, la verdad es que no me gustaba hablar con él sobre ese tema. —Bajó la mirada hacia su botella, como si estuviese necesitando aquella distracción.

—No me lo creo, ¿me estás diciendo que dos pares de adolescentes cachondos no hablaban de sexo? Vamos, Cameron, no soy así de ingenua.

—Mira no lo estoy negando. —Tras decir eso comenzó a hacer círculos con la transpiración de la botella en la mesa, dejándome colgada con la respuesta. ¿Qué demonios?

—¿Pero? —lo apremié, insistente, para luego colocar mi mano sobre los círculos de los juegos olímpicos que acababa de dibujar. Él me miró con el esbozo de una sonrisa tirando de sus labios.

—En aquel tiempo Marc tenía muchas conquistas, al principio sí me contaba pero luego le pedí que dejara de hacerlo.

Fruncí el ceño, sin comprender.

—¿Por qué? —Cameron volvió a encogerse en sí mismo, pareciendo algo… ¿avergonzado? ¿Qué actitud era esta?—. Anda, dime.

—Porque… porque yo me lo estaba tomando con más calma que él y me hacía sentir como un crío. ¿Feliz?—Creo que esa era una de las primeras veces que escuchaba a Cameron hablar rápido y sonando apenado.

Presioné los ojos en líneas, a tiempo que lo que me decía calaba en mi cerebro y cobraba una forma clara. ¡No podía ser cierto!

—¿Me estás jodiendo? —Como toda respuesta él chasqueó la lengua. Reí—. Saliste con la mitad de la escuela, ¡por favor! Escuché a muchas chicas hablando en los vestidores luego de haber estado contigo una noche, no me puedes decir que eso es mentira.

—Estaban mintiendo, la gente tendía a inventar cosas sobre mí. Una vez Bianca Aides me preguntó si podía decir que lo habíamos hecho y le dije que sí, al parecer otorgué un permiso general esa vez… no lo sé —explicó gesticulando con las manos—. No niego que hubiese salido con algunas chicas, pero no… no me acosté con ninguna de ellas.

—Sabes que puedo verificar lo que dices, no tiene sentido que me mientas, Cameron.

Él puso los ojos en blanco, obviamente dejando de lado la timidez de antes.

—Oye, gran parte de mi reputación de entonces estaba fundada en esas mentiras. Yo no lo negué porque me hacía ver bien, y las chicas tenían alguna especie de acuerdo raro para decir que las había llevado a la cama. Todos salíamos beneficiados del asunto…

Solté una carcajada y él me acompañó al cabo de un momento.

—Se me acaba de caer un ídolo, es como si hubieses matado todos mis deseos hacia ti con esto.

—Oh… —se lamentó falsamente, caminando con paso lento hasta donde yo estaba—. ¿Cómo me las ingeniaré para arreglarlo?

Coloqué mis manos en su pecho desnudo, alzando la mirada en busca de esos ojos azules iluminados por el brillo de la picardía. Me gustaba el Cameron juguetón, lo había echado de menos durante muchas noches.

—No lo sé, señor Brüner... pero seguramente algo vendrá a usted. —Y mientras él se inclinaba hacia mí dispuesto en ese mismo instante a resarcir su reputación de mujeriego, una idea para nada adecuada cruzó a toda marcha por mi cabeza obligándome a empujar su pecho con mi palma. Él se detuvo al instante, pestañeando repetidas veces para aclararse.

—¿Qué?—inquirió, tomándome por la barbilla de modo demandante—. ¿Marín?

—¿No fue tu primera vez con ella o si? —Mierda, mierda, mierda, ¿cómo se me ocurrió tirarle esa pregunta al rostro así como así? Aunque ustedes deben comprenderme, cuando esa idea tocó mi mente simplemente buscó su propio camino hacia mi boca como un volcán escupiendo lava sin molestarse por las víctimas.

Cameron retrocedió dos pasos, supongo que dándose un tiempo para asociar la pregunta con el “ella” a la que me estaba refiriendo. Oh Dios, no podía decirme que ella había sido. Oh Dios, yo podía vomitar. No, no podría, lo haría. 

—¿Qué? ¡No! Dios, no, no, Marín. —Sacudió la cabeza, al parecer sintiendo las tres negativas insuficientes. Me tomó por las manos, que en algún momento habían ido a parar a mi boca, para luego bajarlas y posicionarlas firmemente contra su pecho—. Mírame… —Le dirigí una vacilante mirada—. Mi primera vez fue con Sabrina Soler, durante las vacaciones de verano después de nuestra graduación. ¿Bien?

Suspiré audiblemente. No es que estuviese feliz por Sabrina, en realidad, vaya perra. Pero me alegraba que al menos mi madre no le hubiese quitado eso a Cam, habría sido tanto más fácil aceptarlo del Cameron que todos hablaban en la escuela. El maldito libertino que saltaba de una cama a la otra. Saber que él se había tomado su tiempo me decía algo, por algún motivo me hacía pensar que mi madre no había estado muy lejos de ser la primera. Y eso me dolía.

—¿Por qué esperaste tanto? —Es decir, era obvio que oportunidades no le habían faltado. Él puso el rostro de lado, dándome una mirada bastante significativa. Abrí los ojos con sorpresa, sintiendo como la presión de sus manos entorno a mis muñecas se intensificaba—. ¿Qué significa eso?

—¿Tienes que preguntar?

—¡Cameron Brüner! ¿Te estabas guardando para mí? —No sabía si eso era extremadamente cursi o sólo algo triste.

—Creo que a estas alturas es un poco tonto lo que preguntas, Blue. Leíste lo que escribí, era un tanto romántico en ese entonces y… —Hizo una pausa, soltando sus siguiente palabras a regañadientes—: Yo… quería que significara algo.   

—Aw… —Lo siento, pero no pude evitar soltar una risilla.

—Eres cruel.

—Lo siento, es sólo que… sabes que te habría aceptado si tan sólo me hubieses preguntado ¿no? —Él me dio una de sus sonrisas presumidas.

—Ese no era el punto, Marín, habría sido sólo sexo y tal vez yo quería un poco más.

—¿Sado? No te tenía en ese plan, Cam. —Sacudió la cabeza soltando una carcajada, para luego jalar de mis muñecas hacia abajo hasta la cinturilla de su pantalón deportivo.

Enarqué una ceja, pues repentinamente ya no estaba con tantas ganas de reír o hacer bromas tontas.

—Creo que en aquel entonces, habría aceptado cualquier cosa que me ofrecieras…

—Vaya —musité en voz queda—. Debe haber algo extraño en el agua de aquí.

—Oh… —Echó la cabeza hacia atrás como si acabara de abofetearlo—. Estoy desnudando mi alma aquí, trata de no reírte.

—¡Lo siento! —Pero su pedido tuvo el efecto contrario en mí, pues sólo me entraron más ganas enfermizas de reír. Cam me jaló contra su pecho, aprisionándome con la fuerza de sus brazos—. Sabes que apesto en todo ese tema del romance —musité pegando mi nariz en el hueco de su clavícula. Mi droga, ¿cuánto me darían si iniciaba un negocio de perfumes que oliera a él?

Soltó un suspiro—por suerte ajeno a mis pensamientos estúpidos—, trasladando sus manos desde mis muñecas a la base de mi cuello. Me apartó con suavidad dándome una de esas miradas a la que le sobran significado y le faltan palabras. A la mierda la poesía, me dio una de esas miradas que hacían que mis bragas cayeran con anticipación. Entreabrí la boca con el plan de decir algo, pero ver sus labios tan cerca, húmedos por la cerveza y tan necesitados de afecto, mandó al diablo mi idea de mantener una conversación racional. Cam se inclinó rozándome con delicadeza, para luego afianzar el amarre de sus manos y jalarme con determinación hacia él. Presionó sus labios contra los míos, jugando, persuadiendo, mordiendo y con un masculino gemido, penetró mi boca con su lengua en busca de la mía. Jadeé, mientras mi mano sobre su pecho se movía por su cuenta y lo empujaba.

—Aguarda —murmuré, tocándome el labio inferior que aún sentía los vestigios de la presión de sus dientes.

—Sí —espetó con voz ronca, echándose hacia atrás con un ligero sobresalto. Le sonreí, él se veía lindo todo confuso.

—Necesito una ducha antes —expliqué, recordando súbitamente que acababa de despertar de mi sueño de no bella durmiente, y que era muy probable (de acuerdo, era un certeza) que estuviese hecha un asco—. Sólo dame un momento.

Hizo una pequeña mueca con su boca, como si realmente le diera lo mismo mi higiene. Pero era obvio que él no lo entendería, era hombre. Se vería apetecible y completamente follable en medio de una catástrofe natural. Yo, por otra parte, siendo una mortal común y corriente, necesitaba de mi baño de reconstrucción, necesitaba acicalarme, lavarme los dientes y depilarme para sentirme como una mujer. Es decir, como una mujer lo suficientemente deseable como para estar a la altura de la demanda.

Me encaminé al interior de la habitación dejando que mis pensamientos corrieran de forma vertiginosa, pero intenté controlarme y no darle gran trascendencia al asunto.

—¿Cam? —Él apareció al otro lado de la cortina, ofreciéndome su atención—. ¿Crees que podrías conseguirme algo de ropa? Realmente necesito…

—No será necesario —me interrumpió a tiempo que se metía en la habitación y se dirigía al armario—. Mientras dormías los chicos tuvieron suerte.

—Oh por Dios —musité mientras lo veía sacando mi familiar maleta con rueditas del ropero—. ¡Oh por Dios! ¡Mi maleta!

Me abalancé sobre ella como si estuviese reencontrándome con mi hermana perdida, ella se veía saludable y sus ruedas limpias. La habían cuidado, Dios le de mi bendición al conductor del autobús que se la había llevado. Sé que es raro que no le hubiese dado un nombre, pero recordaba haber visto una película donde la maleta tenía nombre y no quería pecar de falta de originalidad. Así que me limitaba a llamarla “chiquita” o “mi preciosa”. ¿Qué? ¿Eso también es de una película? Bah, qué se jodan. Ya no hay libertad de expresión.

Comencé a revistar el interior de Preciosa, notando que todo estaba tal y como lo había empacado yo la última vez en Honduras. Suspiré.

—Todo está aquí. —Él no respondió, pero yo no tenía que estar viéndolo u oyéndolo para saber que me había puesto los ojos en blanco—. Lo sé, lo sé. —Alcé la vista—. Voy a disculparme con ellos a la primera oportunidad y también me disculpo contigo, supongo que exageré.

—¿Supones?

—Qué te jodan, Brüner. Esto es lo mejor que te daré, lo tomas o lo dejas.

Cameron me tendió una mano para ayudarme a incorporar y tras una breve miradita de reproché, me sonrió.

—Supongo que lo tomo.

—¿Supones?—lo remedé burlona, ganándome un golpecito rápido de sus largos dedos en la parte superior de mi trasero—. ¡Oye!

—Eso por no fiarte de lo que te estaba diciendo… y por morderme.

—Ya te dije que lo sentía —espeté alardeando. Él presionó los ojos en finas líneas, para luego apuntarme el baño con su pulgar.

—Ve a ducharte, cuando termines vendrás aquí y te disculparás como es debido. —Mi cerebro titubeó ante la autoridad depositada en esa orden, y diablos,  diablos, cómo me gustaba cuando tomaba el mando.

—¿Hay una tercera opción? —pregunté bajando la cabeza con falsa timidez. Cameron colocó su pulgar e índice en mi barbilla, ejerciendo una suave presión antes de jalar mi rostro hacia arriba.

—Discutir te viene tan natural como respirar, ¿no? —Negué lentamente, logrando que una sonrisa rompiera su semblante serio—. Largo de aquí, tú única opción es no tenerme mucho tiempo esperando.

Solté una carcajada dando un brinco hacia el baño, a tiempo para escapar de su mano que rozó el encaje de mis bragas.

—¡Fallaste! —exclamé, cerrando la puerta con llave cuando sus ojos se clavaron en los míos, desafiantes.

Oh mi queridísimo patrono del sexo, estaba a una ducha de salir a jugar con los pececitos de Cam. Lo sé, lo sé, soy una maldita afortunada. Pero, vamos, no pongan esa expresión en sus rostros, se arrugarán. Prometo darles boletos de primera fila para el espectáculo, después de todo llevan esperándolo desde hace cinco países.

De acuerdo, cuatro y medio. 

____________________________

Bueno como dije arriba, tengo noticias para los lectores de las Listas. Después de pensarlo y hablarlo profundamente conmigo misma, llegué a un acuerdo. Va a haber una tercera lista, la idea la tengo en la cabeza hace rato pero no me decía a hacerla. Y bueno, ¿qué les puedo decir? Creo que tengo una debilidad por la familia Hassan. Les puedo adelantar sólo una cosa, la protagonista principal va a ser Sussy Hassan, la hermana de Lucas y Sam. Y el protagonista principal... ¡no se los voy a decir aún! xDDD

Espero les haya gustado el cap. me calmé bastante y les estoy dando un tiempo a estos dos ¿vieron? Bueno, gracias por pasar y espero que me digan si andan con ganas de una tercera lista. Saludos ^^

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