Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

¡Feliz cumpleaños!

¿Qué se cuentan? ¿Me extrañaron un poquito? No, seguro que a mí no. No importa xDD Bueno, sé que dije un mes, pero últimamente siento que tengo demasiado tiempo libre y es raro. Así que decidí dejar un nuevo cap. espero les guste. Y gracias a todos los que siguen por ahí leyéndome ^^

Capítulo XXI:

                                                     ¡Feliz cumpleaños!

 

Querida Blue, probablemente me lances algo cuando veas que he escrito en tu preciado libro de aventuras, pero hace mucho tiempo que lo veo guardado en tu maleta y pensé que era parte de tu terapia o algo así. Aunque no estoy muy seguro quién te aconsejo escribir, sé que es algo que disfrutas más allá de que sirva o no. De todos modos, no te preocupes, no he leído nada de lo que está escrito aquí. Sólo me limité a buscar la última hoja escrita y decorar esta página con mi bellísima caligrafía y estás hermosas imágenes que tomé para ti (las voy a dejar sueltas, porque no quiero tentar mi suerte).

Sé que los últimos dos meses han sido intensos, pero quiero que sepas que por lejos han sido los mejores meses de mi vida. Incluso cuando sólo encuentras la necesidad de pelear conmigo o hacerme rabiar, sabes que disfruto cada aspecto de nuestra relación. Todos, Marín, lo bueno y lo no tan bueno. No me voy a cansar de decirte que estoy en esto hasta que decidas que tuviste suficiente de mí (lo cual espero que nunca pase).

Pensé que valía la pena dejar asentadas algunas palabras para una fecha tan importante como esta. Y quizá mi aporte sirva para despertar tu espíritu escritor una vez más. No me gustaría que dejaras de hacerlo, Blue, tienes un talento que merece ser inmortalizado. Una vez tú me alentaste a buscar el mío, en realidad desde el primer momento en que te conocí, me alentaste a querer saber si poseía talento alguno. Me encanta verte disfrutar de la isla, me encanta verte relajada… en realidad simplemente me encanta verte, pero eso ya es otro asunto. Un asunto que quizá deba hablar con Alex, llámame Alex.

Por cierto que aún me sigo riendo de eso, eres una persona graciosa… siempre lo has sido, pero no fue hasta que leí tu bitácora en que en verdad me di cuenta de tu sentido del humor. Realmente muchas veces me gustaría que verbalizaras más lo que piensas, que hablaras conmigo como si fuese parte de tu público ficticio. Sabes que te escucharía siempre, ¿no? Lamento si la mayor parte del tiempo no te comprendo, lamento que choquemos en aspectos que deberían de ser más simples. Sé que lo estás intentando, sé que no soy fácil de tratar a veces y sé que podría ser un poco menos pesado con el asunto de que me correspondas. Joder, Marín, sé que pedirte que me quieras quizás sea una apuesta demasiado fuerte. Lo sé.

Perdóname por insistir, perdóname por siquiera mencionarlo… debería estar agradecido de que me hubieses buscado. ¡Lo estoy! No creas que no lo hago, y no creas que no soy consciente de que estoy… de que estamos en un periodo de prueba aún. A veces eso parece algo rutinario, en ocasiones es agradable, pero ya sé que siempre es necesario. El día que podamos borrar esa franja gris que nos divide, sabré que me has perdonado por completo. 

No me estoy lamentando, porque al menos tengo la esperanza de que ese día llegue pronto. Por favor, Marín, cuando hagas el recuento final de los votos y decidas dejar de castigarme, intenta no dañarme mucho en el proceso. Ya estoy loco por ti, dudo que pueda perder algo más a este punto.

Demonios, perdí el propósito de esto. Quería desearte un feliz cumpleaños, amor, supongo que me has contagiado tu naturaleza divagadora. Si puedes ignorar toda esa parte antes del “feliz cumpleaños” (que por respeto a tu cuaderno, no voy a tachar), te lo agradecería mucho. Me voy, creo que te escucho en el piso de abajo. Espero que te guste mi humilde sorpresa, creo que es el mejor modo de festejar este punto de tu vida. Estoy muy orgulloso de ti y muy feliz de tenerte en mi vida, haces de todos mis días algo digno de festejos. 

 

Con amor, Cam.

 

Pd: No te burles de la última línea, no planeaba sonar tan cursi… sé que lo vas a mencionar, así que mejor cállate.

Sí, no lo niego, ese fue un detalle bonito. Es una pena que mi día no haya empezado tras leer la nota de Cam. Pero no nos adelantemos, volvamos un poco hacia atrás y luego ya veremos qué deducir de las últimas semanas.

                                                                ***

Tenía como diecisiete años cuando escuché por primera vez el término Anorexia nerviosa purgativa y a decir verdad, en aquel tiempo, me parecieron puras patrañas. No entendía cómo la combinación de esas palabras podía definir mi situación en lo absoluto, pues para mí nada cambiaba tuviese o no tuviese un nombre con el cual denominar al asunto. Y durante años siempre me pareció lo mismo, escuchaba médicos hablando de mi condición, consejeras, otras pacientes, a mi madre, pero nada ni nadie lograban que el significado me calara en realidad.  

Es extraño como diez años más tarde, finalmente comenzaba a sentir que podía entender lo que me había hecho. No es que de un momento a otro una luz celestial se encendió al final del túnel, ni tampoco me embargó un doloroso remordimiento esclarecedor y repentinamente quise mejorar. Pues, vamos, todos sabemos que esa mierda sólo pasa en las películas. Y les prohíbo que piensen que mi mente dejó de apestar porque de la nada me sentí amada y reconfortada. Aunque no niego que eso haya estado bien, no fue el caso. No le busquemos un significado científico o psicológico, ni vayamos a pretender que lo único que necesitaba para ser “normal” era una muestra de afecto puro. Seamos sinceros, nadie aprende nada de una buena experiencia, eso es un mito.

Para ser completamente honesta con ustedes, todo esto comenzó como un mes atrás mientras observaba a Cameron trabajar en su computadora sobre algunas fotografías que había hecho. Estábamos tirados en la cama uno junto al otro, él con su laptop y yo con un libro al que vagamente le ponía atención. Era uno de esos instantes que compartíamos en el que ni siquiera se sentía necesario hablar para saber que lo estábamos compartiendo, ¿comprenden? Se sentía correcto.

De la nada noté que aparecía una imagen mía en su pantalla, al menos pude reconocer parte de mi hombro cubierto por mi cabello y la insinuación del inicio de mi clavícula. Estaba en blanco y negro, lo cual hacía que los detalles de la imagen lucieran incluso más nítidos. Él no pareció reparar en nada, pues siguió adelantando las imágenes y separándolas en distintas carpetas, hasta que coloqué mi mano sobre la suya llamando su atención.

—¿Hm? —Giró su rostro en una silenciosa interrogante, pero mis ojos estaban fijos en la nueva imagen que había aparecido en la pantalla.

Era mi espalda, al parecer Cameron me había atrapado en un momento en el que me encontraba observando por la ventana. No llevaba casi ropa—sólo mis bragas—, lo cual era algo perturbador para mis ojos y quizá para los de cualquier desconocido que se topara con la laptop de Cameron. Él no había exagerado aquella vez que dijo que haría su propia pornografía de mí, muy a mi pesar lograba atraparme infraganti con su cámara y en parte era algo divertido el atrevimiento de posar y no posar para él. Pero verlas, bueno… eso era algo para lo que mi nueva actitud de aspirante a conejita Playboy aún no estaba preparada.  

—¿Así me veo en verdad? —pregunté, mientras me sentía incapaz de no repasar con mi mirada cada ángulo de mi cuerpo delgado visible en esa fotografía. No acostumbraba a verme de cuerpo completo, no al menos desde hacía mucho tiempo y fue un shock encontrarme con una imagen que no ocultaba nada de lo que siempre me había ocultado a mí misma.

Me volví hacia Cameron para increparlo con la mirada, pero él se limitó a observarme en silencio. No tenía que leer mentes para saber lo que estaba pensando, no tenía que adivinarlo tampoco, él lo expresaba todo con sus ojos azules y era una mierda poder leerlo con tanta facilidad. Saber lo asquerosa que lucía ante mi escrutinio y el suyo… lo abandonada, lo gris. Porque así me veía, como alguien que se había dado por vencido en cada aspecto de su vida. A tal punto que ya ni le importaba la imagen que podía proyectar al mundo o al hombre que quería.

—Marín. —Colocó su mano en mi mejilla tratando de guiarme hacia él, pero me resistí.

—No —musité, sintiendo como un nudo invisible comenzaba a presionar mis cuerdas vocales. Dios, era tan detestable tener ese tipo de reacciones a cosas como esta. Me preguntaba si podría completar una jodida frase sin terminar llorando como cría sin su helado—. No me consueles, no me mientas. —Volví el rostro hacia la laptop, casi esperando que la imagen cobrara otra dimensión no vista hasta el momento—. No entiendo…

Y no lo entendía en lo absoluto, cómo era posible que él quisiera nada con esa persona. ¿Cómo era capaz de mirarme todos los días? ¿Cómo era capaz?

—Vas a mejorar, ya lo verás.

—No, ya oí eso en el pasado y nunca cambió. —Lo observé sintiéndome extrañamente determinada—. Nunca quise que cambie.

—Pero ahora lo quieres —aseveró sin el menor asomo de duda.

Le sonreí casi sin pensarlo. Porque realmente quería quererlo, quererlo por mí y no por él. Pero sabía que si cambiaba lo haría sólo para no ofrecerle lo que estaba ofreciéndole, no cuando Cameron parecía tan comprometido en sacar nuestra relación adelante.  

—Sí lo quiero —aseguré tras darme un segundo para hacerme a la idea. Lo quería aunque no fuera por las razones correctas, pero en ese momento me permití creer que tarde o temprano lo querría porque sabía que me lo merecía.

Pero no, eso no ocurrió. El término seguía siendo un enigma para mí, pero esa tarde me prometí hacerlo mejor por él. Si tener un problema—porque sí tenía uno, vaya mierda ese primer paso de aceptarlo todo finalmente me había atrapado—no lograba incentivarme lo suficiente para salir adelante, entonces debía buscar un nuevo propósito. No pensaba arreglarme para buscar una superación personal, ¡a la mierda la superación personal! Ese era mi modo de decirle a Cam que me importaba, porque él se merecía que sacara a la mejor Marín que pudiera lograr. Y dado que el asunto de mi esquizofrenia aún está a discusión de profesionales, mejor comenzar por algo que sí podía arreglar. Dije que intentaría sacar a la mejor versión de Marín, no que obraría un jodido milagro. Arreglarme a mí tomaría una intervención divina y quizá alguna segunda concepción que me ponga algo de cordura en el proceso.

Así que como ven, fue una cuestión completamente superficial. En donde, en resumidas cuentas, vi que lucía del asco y quise verme mejor para mi hombre. Dicho así se va toda la filosofía al garete, ¿cierto? ¡Vamos! Como si alguna mujer no actuara alguna vez guiada por su vanidad, soy mujer ergo soy vanidosa.

Desde ese día en adelante comencé a enfocarme más en mí, en la comida y en lo mucho que quería verme en una fotografía y no sentir pena, o necesidad de arrojarme una pieza de pan. No fue fácil, para qué voy a mentirles. Muchas veces fue un asco y como dijo Cameron, intenso. Pero llegado el día de mi vigesimoséptimo cumpleaños, contaba con tres kilos más. Lo sé, lo sé… no parece tanto como se esperaría, pero teniendo en cuenta que no aumentaba de peso hacía años, los tres kilos fueron una bienvenida sorpresa. Me sentía con más energía, menos gruñona y más propensa a la charla. No estaba segura si era por el asunto de la comida, o por la calma que parecía crear un vacío entre el mundo y el interior de la isla Margarita. Pero fuese lo que fuese, habían sido unas semanas bastante mejores de lo que habría esperado. Habíamos alcanzado tal nivel de relajación que incluso Mic mandó al diablo el itinerario, y cuando llegamos a la isla se dedicó como el resto de los chicos a refaccionar el velero de nuestro casero Ariel. O Ari, como insistía en que lo llamáramos. Y dado que el barco se encontraba en el puerto de Guanta, ellos solían quedarse gran parte de la semana allí y regresaban los fines de semanas a pasar los días en la isla con el resto del grupo. Habíamos acrecentado nuestro número de personas, pero luego les haré la presentación adecuada de ellos. Si es que les apetece, la verdad es que a mí no me apetece tanto. Podía estar de mejor humor para casi todo, pero aún seguía recelando a la idea de estar haciendo amigos cada cinco segundos. Y en ese lugar era así, todos eran amigos de todos o te terminaban echando de la isla a nado.

No soy buena nadadora, que sepan.  

En fin… esa mañana en particular, Cameron y el resto de los chicos se tomarían el ferri para cruzar desde Puerto la Cruz (donde estaba el velero de Ari) hasta la isla (donde estaba la casa de Ari). Se suponía que iba a acompañar a Claudia hasta la terminal para esperarlos, pero me había quedado dormida, ellos habían estado la noche anterior en la isla era algo molesto seguir sus idas y vueltas. Esperaba que no se tardaran mucho o volvería a la cama y recibiría mis veintisiete años de la forma que todo el mundo debería recibir sus cumpleaños; durmiendo. Estaba aplicando un poco de bloqueador solar en mi rostro—algo que había convertido en ritual luego de asarme hasta el espíritu en nuestros primeros días—cuando mi móvil comenzó a sonar sobre la cama. Me apresuré a tomarlo, echándole una mirada rápida al identificador de llamada. Sonreí.

—Hola, zorra.

—¡Feliz cumpleaños, vieja y maltratada, Marlín! ¿Cómo te trata la edad? ¿Ha venido con algo de sabiduría o seguimos esperando?

—Vete al infierno —la acallé, riendo brevemente—. Gracias por el saludo, aunque no estoy segura de que cuente como saludo eso.

—Oh… lo que tú quieres es un obsequio, ¿verdad? Si no te tendré calada, maldita seas.

—¡No me maldigas! Es mi cumpleaños.

—¿Entonces puedo hacerlo cualquier otro día?

—¿Desde cuándo me pides permiso?

Audrey soltó una carcajada, dejando ir un largo suspiro por detrás.

—Te echo de menos, ¿sabes?

Presentía que íbamos a tener un momento lésbico en el que admitiríamos nuestro amor, así que procuré comportarme y no hacer bromas al respecto. ¿Qué? ¿Acaso no creen que pueda ponerme seria con esto? Hace dos meses que vengo lidiando con el “amor” de Cameron, ya soy una jodida experta en la materia de deja que te amen y no digas nada. Luego les explico mejor de qué va a eso.

—También te echo de menos, Aud. Y a los niños y a Marc, ¿cómo están?

Los segundos corrieron silenciosos por ambos lados de la línea, mientras en mi cabeza podía ver a las plantas rodadoras del oeste cruzando lentamente a la espera de que ocurriese algo. Uf, sólo faltaba la sirena de advertencia para que confirmara que acababa de arrojar una bomba del modo más inocente posible.

—Bien. —Ella era una muy mala mentirosa, se los digo.

—¿Pero? —la apremié, sin intención de sonar muy exigente y fallando muy a pesar de mi amiga. Audrey tendía a cerrarse ante la exigencia de los demás, ella confiaba cosas porque sentía que quería y no porque sintiera que alguien más lo necesitara.

—Pero no es algo de lo que vayamos a hablar hoy, Marín, es tu cumpleaños y no voy a poner mierda en tu cabeza. No hoy, tal vez mañana.

—¡Hace siglos que no me llamas, Aud! —me quejé teatralmente, aunque me había llamado la semana anterior y todo parecía marchar sobre ruedas en Milaca. Lo cual demuestra que todo en este mundo tiene un grado de volatilidad inquietante—. Me importa un cuerno qué día sea hoy, no me vas a dejar en la estacada. Además que voy a estar mal sabiendo que algo va mal y no teniendo idea de lo que es. —Antes de que pudiera argumentar nada, continué—: ¿Le pasó algo a los niños? ¿O peleaste con Marc? Sólo dime…

—Dios, Marín, ¿no vas a darme tregua? —Era una de las pocas veces en que Audrey dejaba ver una emoción distinta al sarcasmo en sus respuestas, tal vez la estaba presionando más de lo que ella estaba dispuesta a tolerar. Pero yo tenía que saber, ¿entienden? Ella era mi amiga, debía permitirme ejercer mi papel en algún momento de la maldita relación. El apoyo debía de ser reciproco, ¿no? O tal vez era yo la que no sabía ni mierda de amistades, algo que puede ser muy probable… visto críticamente.

—Si estás mal, yo voy a estar mal —susurré, ya no tan demandante como antes pero aún manteniéndome en mis trece. Audrey masculló algo sobre manipulaciones de cumpleaños y supe que había ganado esa mano.

—Es Marc… —La frase “lo sospeché desde un principio” tocó mi mente, pero hice acopio de mi nueva adultez para no dejarla salir de mi boca. Ya me sentía más madura con sólo haber logrado eso, la joven Marín ni se habría detenido a pensarlo.

—¿Qué ocurrió? ¿Ya no riegan jardines? —Sé que prometí estarme seria, pero si me han creído voy a tener que sentirme bastante ofendida con ustedes. No es como si no nos conociéramos, ya tendrían que saber que la seriedad no vino escrita en mi patrón genético.

—Digamos que ya no quiero que su tren llegue a mi terminal.

¡Lo ven! Ni siquiera ella podía mantenerse al margen de las estupideces que brotaban de nosotras al hablar de sexo.

—¿Qué pasó? ¿Se averió la locomotora?

—No, más bien estoy pensando en cambiar de maquinista. —Sin poder evitarlo ambas reímos con suavidad, aunque había un dejo de pesar en la risa de Audrey que rápidamente mató mis ganas de seguir con la broma—. Cómo te lo explico… —Suspiró—. Sarah tiene que comenzar el preescolar el mes que viene, así que obviamente llamé a Eddie para que habláramos del asunto. Necesito pagar la matricula de la escuela y el dinero sale de Eddie, por más que no me guste es como es.

—Aja.

—Le pedí a Marc que se quedara con Dani ayer, así yo podía verme con Eddie en el centro. Sarah quería verlo, así que la llevaría para matar dos pájaros de un tiro. Pero cuando Marcus me dijo que no fuera, le pregunté por qué y él dijo algo como que… no lo sé, él pagaría por la escuela. Y yo le dije que al infierno con eso, no iba a gastar su dinero cuando estamos hablando de la escuela de mi hija. —Hizo una pausa, tal vez notando que iba subiendo la voz conforme avanzaba en su relato—. Bueno, en fin… discutimos. Le dije que Eddie debía pagar por su hija, que Sarah no era de él para que tuviera que hacerse cargo de sus gastos.

—Oh…

Audrey chasqueó la lengua ante mi escueta observación.

—Marín, las cosas son como son. Mis hijos no son suyos, podemos estar juntos y hacer el asunto de la familia feliz, pero él no puede decidir o hacer nada sobre mis hijos. —Ella no dejaba de remarcar que eran suyos, lo cual seguramente había hecho durante la charla con Marc. Ya podía hacerme una idea de cómo había sido ese intercambio—. La gota que rebalsó el vaso, fue cuando me dijo que Eddie ni podía ser digno de ser llamado padre. Le respondí que probablemente no, pero que seguía siendo el hombre que me había dado a Sarah y a Dani, por muy mierda que fuera seguía siendo su padre. Y si no le gustaba la situación, bien podría largarse. —Un leve quejido cruzó a través de la línea y deseé estar allí para poder darle un abrazo a mi amiga. Incluso aunque ella nunca lo admitiría, sabía que estaba necesitando a alguien que la sostuviera—. Y se fue.

—Audrey —musité, sintiendo su dolor como propio. Más que nunca odié mi falta de elocuencia y tacto para estos asuntos—. Sabes que sólo quiere ser parte de tu vida, Marc te quiere a ti y a tus hijos. No podrán tener un futuro, si no lo dejas participar de alguna forma…

—Ya lo sé, Marín, pero no es fácil hacer de cuenta que no tenemos un pasado. No todos podemos irnos de viaje por ahí para aligerar la carga de nuestra conciencia.

Tomé una brusca bocanada de aire, siendo muy consciente del significado de ese comentario.

—Yo no me marché para huir, Audrey —le espeté con firmeza, ella se mantuvo en silencio—, lo seguí porque creo que podemos superar esto. Porque estoy harta de ponerme excusas para no ir tras algo que en verdad quiero.

Dejó ir un audible suspiro, casi como si estuviese esforzándose por no responderme de mal modo. Fruncí el ceño, presionando el móvil con más fuerza de la necesaria.

—Lo siento. —Y sabía que lo hacía, sabía que no había querido atacarme a mí como yo no había querido atacarla a ella, pero eso no alivianó la tensión repentina—. A veces las cosas son más complicadas que sólo querer algo, Mar. —No supe qué responder, pues aún me encontraba tratando de digerir todo lo que habíamos dicho—. Mira… hablamos luego, ¿si? Dani ya se despertó.

—Aud… —Pero antes de siquiera ser capaz de completar su nombre, fui interrumpida por el tono que anunciaba el final de la llamada.

Me había colgado, ella me había colgado. Estupendo, ¡malditamente estupendo!  

Lo peor de todo era que ni estaba segura de quién había ofendido a quién. Conocía a Audrey, sabía que cuando se sentía atrapada respondía de mala manera y también me conocía a mí misma (algo), yo era incapaz de quedarme callada cuando sentía que tenía la razón. Y la tenía, ¿no? ¿O la tenía ella? ¡Diablos! Era muy difícil opinar sobre un tema en el cual yo no tenía experiencia. Audrey tenía todos los derechos sobre sus hijos y estaba bien que quisiera exprimir a Eddie hasta el último centavo. Es decir, yo en su lugar lo haría sin dudas. Pero también estaba Marc, reclamando ser tomado en cuenta de algún modo en la familia. O sea más allá que como el tío Marc. Eso también era comprensible.

A estas alturas sólo agradezco no tener hijos sobre los cuales tener que decidir, cualquier vida que dependiera de mí estaría en serios aprietos. Demonios, mi planta de interiores podría atestiguar varias cosas al respecto de eso. Mi pobre planta de interiores y mi perro… oh joder, era tan terrible que ni siquiera sabía qué había sido de Kid. Bueno, sabía que estaba bien y con Marc, pero no era suficiente. Si tenía un hijo, tal vez corriera con la misma suerte o quizá peor… si, sin duda peor.

Acababa de apoyar el móvil sobre la cómoda y tomado la decisión de no dejar que esa pequeña discusión echara a perder mi día, cuando comenzó a sonar otra vez. Audrey y yo nunca nos peleábamos en verdad, nuestras discusiones desde la niñez se habían arreglado en los primeros minutos después de producida la ofensa. Así que cuando cogí el teléfono, ni dudé en soltarle mi más sincera disculpa.

—Lo siento, lo siento mucho… —dije a toda prisa, esperando oír su voz interrumpiendo la mía como de costumbre.

—¿Marín? —Pero cuando el sonido de mi nombre rompió desde el otro lado de la línea, supe al instante que no se trataba de Audrey y un nudo completamente distinto cerró mi garganta—. ¿Marín me escuchas?

—Aja… —Aun cuando sólo pensaba en colgar la llamada, mis manos parecían pesar el doble de lo que segundos antes. Dios, no, ¿por qué respondí sin ver el identificador? ¿Por qué respondí en lo absoluto? ¿Por qué no lanzaba el teléfono por la jodida ventana?

—Feliz cumpleaños. —Paige soltó una risita suave, casi como si le incomodara tener que cumplir con un protocolo como ese.

No entendía con qué motivo me llamaba, es decir, ¿todavía le quedaba algún disparo más en la recámara? La recámara de las pistolas, no las habitaciones… vamos, chicas, demostremos un poco de conocimiento general aquí.  

—Gracias.

—¿Cómo estás?

—¿Para qué llamaste? —la corté de sopetón. Me sentía incapaz de mantener una conversación trivial con ella, mucho más considerando que podía estar perdiéndome alguna llamada de Audrey por tener la línea ocupada.

Paige volvió a soltar esa pseudo risita nerviosa, algo que puso tenso cada músculo de mi cuerpo.

—Para saludarte, por supuesto. Eres mi hija después de todo, y es tu cumpleaños.

—Corta con la mierda, tú no coges un teléfono al menos que tengas un propósito. Así que habla, me esperan para felicitarme en verdad.

—Oh, claro, estás ocupada descubriendo el mundo. —Hizo una pequeña pausa, como si estuviese pensando algo con detenimiento—. Es curioso como solías decir lo mucho que detestabas viajar, pero ahora estás allí.

—Detestaba la idea de viajar contigo, no la de viajar —le aclaré, guiñando un ojo para darle la bienvenida a mi sarcasmo. Esa era la mejor forma de tratar con Paige, esa… o el intentar ser invisible. Pero no iba a caer en eso de nuevo, ya había terminado con toda esa mierda.

—Bueno, lo que sea, al parecer no somos tan distintas como pensabas. ¿Lo ves? Ambas disfrutamos viajar… y otras cosas similares.

La bilis subió a toda marcha por mi garganta y tuve que clavar mis uñas en mi palma con fuerza, para no soltar un bramido de dolor.

—No voy a hacer esto contigo, Paige.

—Tranquilízate, Marín, antes de que te pongas toda dramática déjame hablar contigo. —Abrí la boca para responder, pero ella se me adelantó—. Recibí una buena oferta por la casa. —Ahí estaba el verdadero motivo de la llamada, no se los digo yo—. Es bastante simple, dime dónde estás y te mando los papeles para que los firmes. En menos de una semana te voy a estar depositando tu parte, es más… si quieres puedo llamar al abogado de tu padre para que tramite todo. Tú no tendrás que hacer nada más que firmar y luego podrás tener una buena cantidad en tu cuenta para seguir con tu viaje, ¿qué dices?

Sonreí sacudiendo la cabeza en una breve negación; no les voy a negar que en ese momento no me haya embargado un sentimiento de poder y gloria dulce como la miel. Pues por primera vez en mi vida, Paige acababa de postrarse ante mí para pedirme algo. Era… sin lugar a dudas, el mejor regalo que recibiría ese día. Aunque tal vez me estaba adelantando un poco a los tiros.  

Me reí, no con suavidad o sutileza, sino una risa venida desde lo más profundo de mi negra alma. Y me regodeé el doble al sentir la frustración de mi madre crepitando desde el otro lado del teléfono. Habría matado por ver su rostro en ese instante, lo juro.

—¿Así que quieres mi autorización para vender la casa? —pregunté sin escatimar en la ironía.

—Marín…

—Mi consentimiento, ¿no?—interrumpí, necesitando arrojarle eso a quemarropa—. Qué curioso, ¿no te parece?

—Estás actuando como una cría.

—Teniendo en cuenta que tú actúas como una todo el tiempo, no sé por qué te sorprende. Después de todo soy tu hija. —La oí quejarse entre dientes, pero poca importancia le di—. Y te puedes ir al infierno, prefiero comer tierra antes de dejarte vender la casa de mi padre.

—¿Vas a continuar siendo tan necia, Marín? ¿Qué vas a hacer con la casa? Te estoy ofreciendo la oportunidad de que consigas tu parte y hagas lo que te venga en gana. Tómala.

—¡Jódete, Paige! Primero muerta antes que darte una mísera parte de lo que me pertenece, jó-de-te.

—Pensaba que ya lo compartimos todo, hija. —El repentino murmullo socarrón me tomó con la guardia baja, algo que mi madre aprovechó como la perra inmunda que era—. ¿Cómo está él? Tal vez podríamos discutir este asunto nosotros, dado que a ti te supone tanto malestar. Cameron no tiene problemas en hacer negocios conmigo.

—Hija de puta, no digas su nombre o te juro que…

En algún lugar de mi mente obnubilada por la rabia, sentí el sonido de la puerta abriéndose a mis espaldas pero apenas si reparé en ello.

—¿Qué, Marín?—me apremió en un tono que destilaba sarcasmo—. ¿Qué es lo que en verdad te molesta? ¿El hecho de que haya recurrido a mí? ¿O que nunca hayas sido capaz de hacer nada por él? Cuando más te necesitaba, tú no estabas aquí… nadie estuvo para él, sólo yo. Acéptalo de una vez.   

Cerré los ojos dejando caer mi cabeza contra la pared en rendición, lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por mis mejillas y me sentí estúpida, pequeña e inútil. Era como si los meses anteriores acabaran de opacarse tras unas pocas palabras de ella. Era como si la herida que se había abierto aquella vez en la casa de Cameron volviera a supurar a cerne viva, como si acabaran de echarle sal con el simple propósito de verme retorcer.

—¿Marín? —Volví la cabeza abruptamente hacia la voz que se proyectaba a mi siniestra. Cameron me observó fijamente al rostro y cuando mis ojos acuosos se toparon con los suyos, avanzó hacia mí señalando el móvil en una silenciosa pregunta. Negué. Él no me prestó atención sacándome el teléfono de mi mano agarrotada, y yo sólo fui capaz de seguirlo con la mirada, mientras se llevaba el móvil al oído para averiguar por sus propios medios lo que ocurría.

—¿Quién es? —preguntó con firmeza. Unos segundos después su cuerpo se puso tenso, adquiriendo una postura de leve derrota que puso mi corazón a correr con fuerza—. Si… —musitó, echándome una apenada mirada de soslayo—. No sé…

Y al momento en que noté una pequeña vibración en su voz, me empujé fuera de mi estado catatónico y avancé decidida los pasos que nos separaban.

—No hables con ella —le espeté, reclamando el celular con mi brazo extendido. Él se quedó escuchando lo que fuera que Paige le decía, algo que me envaró o desquició un poco más de lo que ya estaba—. ¡Cameron, no hables con ella!

De un manotazo le arrebaté el teléfono, haciendo que éste se estrellara contra el piso en el proceso. Los ojos de Cameron fueron de las partes sueltas del móvil en el suelo a los míos, casi como si no pudiera creer que acabara de hacer eso con mi propio teléfono. Admito que a mí también me sorprendió un poco, no había querido romperlo.

—Lo siento —dije con un hilo de voz, sin saber a ciencia cierta si le hablaba al móvil, a él o a la maldita situación en sí. Cam me tomó de la mano, jalándome hacia su pecho y automáticamente cedí a su demanda. Me acurruqué contra él, como si eso ayudara a aplacar el temblor que sentía recorriendo todo mi cuerpo.

Odiaba que ella me afectara a ese nivel, odiaba que ella lo afectara a él también. No importaba lo que yo hiciera, no importaba cuánto quisiera cambiar o mejorar. No importaba porque yo no podía borrar ese recuerdo de la cabeza de Cameron tanto como no podía borrarlo de la mía.

—Shuu… ya está, Blue, tranquila.

Pero no me sentía tranquila en lo absoluto, me sentía con las emociones a flor de piel. Lo empujé levemente, incapaz de absorber la calma que trataba de transmitirme. Algo que me dolió más de lo que pudiera admitir en ese instante.

—¿Por qué no nos deja en paz?—le pregunté derrotada—. ¿Por qué tiene que seguir haciendo esto? —Ya me importaba una mierda estar llorando en toda regla, ya me importaba todo una mierda—. ¿No lo ves?

—Marín, te molestará tanto como tú se lo permitas…

—¡No! —exclamé por sobre su voz—. No es porque se lo permita, Cameron. No importa qué tan lejos nos vayamos, ella siempre estará presente entre los dos, ella sabe dónde debe golpear y nunca nos va a dejar tranquilos.

—¿Qué se supone que significa eso? —inquirió escaneando mi rostro ansiosamente en busca de una respuesta.

Sacudí la cabeza con lentitud, limpiándome con el dorso de la mano las lágrimas que empeñaban mi mirada.

—No puedo tolerar esto, no puedo.

Sin saber cómo pasé a su lado, dirigiéndome a paso apresurado hacia la puerta. Él no hizo amago de tocarme, aunque sus ojos no perdieron ni uno de mis movimientos.

—¡Marín! —Pero no pude sólo hacer de cuenta que no había oído el dolor que subyacía tras esa única palabra, me detuve y lo miré también.

—Sólo dime, Cam, ¿cómo hago para que ya no duela?

—Quédate conmigo —ofreció, presionando la boca en una mueca de frustración—. Sólo tienes que quererlo, quererme a mí... el resto lo resolveremos juntos.  

Negué suavemente, tomando la perilla de la puerta y obligándome a posar la vista en la madera. No podría hacerlo de lo contrario, no podría mirarlo a los ojos ni por un segundo más.

—No puedo. A veces las cosas son más complicadas que sólo querer algo. 

 ________________________

Bueno... Cam no está de humor para hacer dedicatorias hoy, pero lo voy a convencer de volver en el siguiente. ¿Ok? Espero que les haya gustado, veníamos bastante tranquilos últimamente a qué no xD Saludos para todos ^^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: