Evadirse no es de locos.
Bueno, no tenía sueño y entonces me dije: a escribir. Así que salió este cap. que francamente me sorprendió un poco xDD En fin, si no nos vemos antes de fin de año, les deseo que terminen lo mejor que puedan este y empiecen estupendo el siguiente. Al menos sonrían, el resto sale por defecto :D
El cap no es tan largo, pero es necesario.
Capítulo XVI
Evadirse no es de locos.
Aun cuando pasas la mitad de tu vida sola, o inventándote amigos imaginarios para sortear la soledad y hacerte ver quizá un poco más loca pero menos antisocial, permanecer en silencio y quieta no son actitudes que una simplemente desarrolla de la nada.
Nunca fui buena esperando, nunca me caractericé por ser paciente o empática con los demás. Quizá se debía, precisamente, a que nunca nadie me mostró esa clase de deferencia. Si yo estaba mal, era común que a las personas a mi alrededor les importara un cuerno y con el tiempo el dolor se atenuaba, al punto de olvidarme del asunto. ¿Qué se hacía entonces en una situación como esa? ¿Llamaba a la puerta? ¿Le pedía explicaciones? ¿Continuaba esperando otros quince minutos más? Me estaba comiendo los sesos esperando a que la puerta del baño se abriera, trayendo consigo lo que sin duda serían malas noticias.
¿Lo ven? Lo he dicho antes, Arthur sólo aparece cuando prevé que voy a necesitar de su presencia.
Suspiré pesadamente.
—¿Tú qué dices? ¿Lo espero o voy con los demás?
Mi amigo imaginario seguía siendo el mismo charlatán de siempre (¡qué novedad!); luego de aguardar su respuesta inútilmente, deslicé los pies hacia el piso y me arrastre fuera de la cama discretamente en dirección hacia la puerta. Si él quería encontrarme sabía donde estaría, por lo pronto no podía obligarlo a salir del baño tanto como no podía hacer que Arthur comenzara a responderme.
En vez de ir con el resto como exigía mi plan original, me dejé caer en las escaleras que guiaban al primer piso, sabiendo que si Cameron salía de la habitación debía toparse conmigo obligadamente. Y entonces los minutos comenzaron a correr, mientras se me ocurrió un juego que consistía en sacarle pelusas a la alfombra para luego lanzarlas al descansillo de la escalera. Si la pelusa caía en el centro, eran cien puntos y de allí en adelante la puntuación bajaba. Como me gustaba competir, obligué a Arthur a jugar conmigo y dado que él no tenía manos, yo tuve que hacer los tiros de ambos. Siendo bastante justa, si tengo que admitirlo porque incluso lancé mejor los suyos que los míos.
—Ok, este es el punto decisivo. —Miré el descansillo, midiendo con mi mano el movimiento exacto que debía ejecutar con la pelusa—. Vamos 30 a 29… —Así es, había tirado 59 pelusas, como si se tratara de la final por la medalla de oro en los juegos olímpicos del lanzamiento de pelusas—. Si fallo, ganas.
—¿Marín? —La pelusa de la definición resbaló de mis dedos, suave… muy suavemente, mientras una cabellera oscura aparecía en mi punto de tiro—. ¿Con quién hablas? —inquirió Mic, deteniéndose en el rellano sobre los 59 proyectiles de pelusas.
Me encogí de hombros tratando de parecer casual y él me dio una mirada curiosa, con la cual comprendí que había fallado por completo en mi intento. Subió el tramo de escaleras que nos separaban y por un momento pareció algo confuso de cómo proseguir, hasta que finalmente optó por sentarse dos escalones por debajo del mío.
—Sólo pasaba el tiempo.
—Sabes, dicen que las personas que hablan solas tienen mayor poder de concentración —me informó, al parecer feliz de haberme encontrado en dicha situación.
—¿En serio? —pregunté algo escéptica. Siempre había pensado que recurrir a Arthur para tener compañía, era uno de mis comportamientos más cuestionables.
—Aja, es una manera en que las personas pueden abstraerse de la realidad. Ya sabes, meterse en el propio pensamiento y darle vida.
Frente a esa explicación me quedé mirando a los ojos celestes de Mic con marcado interés, súbitamente me pregunté por qué un chico como él manejaría ese tipo de información. Y entonces caí en cuenta de que no sabía absolutamente nada de él, ni de qué vivía o qué hacía cuando no estaba con Oliver recorriendo el mundo.
—¿Cómo sabes eso?
Colocó el rostro de lado, dejando que sus parpados velaran su mirada y luego sonrió de forma tentativa.
—Estudié psicología… —musitó de un modo algo críptico.
—¿Eres psicólogo? —Negó silenciosamente, dejando en claro que ese tema no era de su total agrado. Me eché hacia adelante, colocando mis codos sobre mis rodillas y le mostré toda mi atención—. ¿Así que hablar solo no es de locos?
Mic alzó la mirada lentamente para encontrarse con la mía y luego soltó una tenue risita.
—No, bueno… es bastante discutible. Es obvio que muchas personas con patologías mentales, hablan solas. Pero también hay muchas personas “normales…” —Él incluso hizo las comillas en el aire—. Que encuentran en los soliloquios un modo de representar un oyente, a veces también una situación en la que les gustaría ser oídos. El habla es uno de los modos en que la persona busca pertenecer a algún sitio, aprendemos a hablar por ensayo y ensayar a veces requiere un trabajo en solitario.
—Pero aprender a hablar es cosa de niños, ¿no es raro que un adulto lo siga haciendo?
—No… —respondió con cierta vaguedad en su tono—. Entre la fantasía del niño a la realidad del adulto, hay una conexión fluida y necesaria. —¡Diablos! Mic se oía más inteligente de lo que me lo había figurado—. El adulto busca interpretar distintos roles en su día a día, incluso suele abstraerse en cosas que le ofrecen una alternativa a la realidad. Suponte por ejemplo los juegos de vídeos, o incluso juegos de roles… —Por un segundo tuve un flash de Cameron y yo fingiendo no conocernos en el café. Eso había sido un juego de rol necesario para abrir la mente, sin duda alguna—. Externalizar los pensamientos que son tus voces internas, sólo es otro modo de representación mental. —Se estiró para tocar con su índice mi sien izquierda—. Eso significa que la actividad aquí dentro está bastante atareada.
El sutil carraspeo a mis espaldas, hizo que ambos diéramos un ligero respingo. Mic elevó la vista por encima de mi cabeza, para luego ponerse de pie con tranquilidad y seguir su camino escaleras arriba sin pronunciar palabra. Sentía la presencia de la otra persona, aun cuando no me había volteado a ver de quién se trataba. No que súbitamente pudiera reconocer carraspeos, pero ¿qué otra persona se habría detenido e invitado con su mirada a hacer que Mic se marchara? ¿Lo adivinaron ya? Estoy segura que ya lo tienen.
—¿Qué estabas haciendo?
Me agarré del barandal para ayudarme a incorporarme y con toda la calma que pude emular, me di la vuelta para mirarlo. Y ese había sido un error garrafal por mi parte, sépanlo.
—Te ves como la mierda —susurré, haciéndole mentalmente la señal de la cruz a mi sutileza y tacto, los cuales parecieron haberse suicidado tras ese comentario.
—Eso no responde mi pregunta, ¿qué mierda estabas haciendo?
Wou, ¿qué pasaba con esa actitud, amigo?
Cuadré los hombros, echando la barbilla hacia adelante resuelta. Podía verse como la mierda y tal vez sentirse del mismo modo, pero eso no era mi culpa y no iba a dejarlo que pateara su mierda sobre mí sin siquiera recibir un aviso de notificación. Diablos, tengo que buscarme un diccionario de sinónimos, tres mierdas seguidos en menos de dos párrafos. Eso sólo podía significar una cosa, Marín cabreada=Marín guarra.
—Estaba aquí sentada, haciendo el inventario de las pelusas de la alfombra. ¿Por qué? No es como si te hubieses dado cuenta que he estado aquí por la última media hora, tratando de no ser un incordio para ti.
Cameron enarcó las cejas súbitamente, sacudiendo la cabeza de forma sutil. Tras dejar ir un largo suspiro, colocó su mano sobre la mía en el barandal.
—Tú no eres un incordio —musitó en un tono que no parecía traslucir emoción alguna. Lo miré, aguardando la explicación que tanto ustedes como yo estamos mereciendo a este punto—. Pero ¿qué esperabas de mí? Salgo de la habitación para buscarte y te encuentro casi completamente a oscuras en la escalera con otro hombre. —Su mano se cerró con fuerza sobre la mía de forma repentina y tuve que aplacar el impulso de jalar para liberarme—. Y te estaba tocando… —Esas palabras volaron como cuchillos en el espacio reducido que nos separaba—. ¿Por qué mierda dejas que todos mis amigos se te acerquen?
—¿Perdón? —le escupí con toda la incredulidad que fui capaz de manejar. Primero que nada, Mic no era su amigo y segundo… lo hacía sonar sucio cuando claramente no era el caso.
Cameron deslizó su mano hasta mi muñeca, para luego darme un fuerte jalón que me hizo casi volar por sobre el escalón que nos separaba. Choqué contra su pecho duro, y al alzar el rostro vi algo en su mirada que no supe interpretar. ¿Qué? ¿Necesidad? Demonios, yo necesitaba que me lo dijera. Necesitaba saber qué le había dicho Grace y por qué lo había puesto de ese humor de perros.
—¿Acaso no tienes suficiente conmigo? Siempre es lo mismo, vas a buscar que cada hombre que se relaciona conmigo quiera follarte en la intimidad de su mente.
Por favor díganme que están tan perdidos como yo, porque sin duda alguna me salté algo muy importante en el trascurso de esta historia.
—Yo… —Abrí la boca incapaz de escoger un argumento, puesto que todos eran ridículos. No iba a justificarme por algo que ni siquiera había pensado en hacer. Mierda, sólo me gustaba su mirada… ¡por favor!—. Sólo hablamos, Cameron, ¡tranquilízate!
—¿Qué me tranquilice? —Volvió a darme una sacudida que desbarató algunas de mis neuronas y mandó mi cabello hacia mi rostro, entonces sentí el beso de la pared contra mi espalda y exhalé ante el choque inesperado—. No me tranquilizo una mierda, lo que tú necesitas es que te enseñe donde está tu lugar… ¿verdad?
Entonces algo hizo clic en mi cabeza, al oír la ligera vacilación en la pregunta, ese pequeño toque de duda implícita. No, no era una pregunta lanzada al azar ni casual, era la clase de pregunta que pedía comprensión… consentimiento. ¡Eso era! Mierda, estábamos jugando un juego otra vez y al parecer, en este soy una chica mala que no sabe conformarse con su pareja.
Me aparté el cabello del rostro con un movimiento lento, intentando conjurar al personaje que me estaba siendo lanzado sin un guión. Clavé mis ojos en él, permitiéndome un segundo para leer su expresión y supe que estaba en lo cierto. Cameron quería jugar; como había dicho Mic antes, algunas personas buscan “abstraerse en cosas que le ofrecen una alternativa a la realidad”. Yo estaba siendo su alternativa, por alguna razón él necesitaba empujar la realidad un instante y ser alguien más. Y diablos si yo no sabía de esa sensación.
—Bueno… —me aclaré la garganta, para oírme desenfadada—. Si realmente cumplieras en casa, no tendría que salir por ahí a buscar lo que me falta.
—Zorra. —Volvió a darme un empellón contra la pared y tuve que soltar un gemido de aprobación y disgusto en respuesta. Creo que algo entremedio de esos dos.
—¿Por qué? —lo desafié, Cameron sonrió en reconocimiento. Él ya sabía que estaba en esto y ambos lo sacaríamos adelante—. Porque sin importar cuánto hagas, sigues sin poder complacerme.
Presionó la mandíbula con tanta fuerza que una pequeña brecha de duda se abrió camino en mi mente, tal vez me había excedido. Tal vez ese no era el rol que yo debía encarar en esta ocasión. Era obvio que él necesitaba empujarse lejos de lo que fuera que lo había alterado, pero ¿qué se suponía que debía hacer para ayudarlo a sentirse mejor? ¿Desafiarlo? ¿O sólo complacerlo?
—¿Y quién mierda busca complacerte a ti? —Jaló de mi muñeca por el pasillo, arrastrándome todo el camino a nuestra habitación. E incluso antes de que pudiera terminar de cerrar la puerta, me empujó contra ella de forma brusca.
Me sacudí inútilmente en su amarre, pues él ya me tenía inmovilizada con el rostro pegado a la mirilla y el pecho aprisionado contra la madera. Llevó mis manos hacia arriba de mi cabeza, obligándome a colocarlas abiertas contra la superficie de la puerta y cuando bajó su mano enganchó el cuello de mi camiseta, tirando de ella hasta que la tela cedió bajo su fuerza. Dejó mis pechos expuestos segundos después, haciendo jirones mi brasier sin la menor consideración por la tela de encaje. Me mantenía pegada a la puerta con el peso de su mano sobre mi cuello, mientras la otra hacía desmadres con mi ropa y yo sólo podía quedarme allí, escuchando mi atuendo siendo desgarrado y su respiración pesada golpeando contra mi nuca. Volví a removerme, tratando de demostrar mi aversión a ser tocada por él tal y como suponía, debía sentirse mi personaje. Cameron respondió colocando su rostro sobre mi hombro, para luego presionar con fuerza uno de mis senos y hacerme mascullar una maldición.
—Quieta —advirtió, metiendo su rodilla por entre mis piernas para abrirme a su gusto. Dios, él era tan jodidamente caliente cuando se ponía en plan rudo. Tuve que recordarme que se suponía que no me gustaba. «Ánimo, Marín»
—¡Qué te jodan! —exclamé, pero no hice ningún intento por apartarlo o detenerlo. Aún cuando mis manos estaban libres y dóciles sobre la puerta.
—Debes cuidar esos modales tuyos —masculló, empujando sus caderas contra mi retaguardia. Giré el rostro lo suficiente como para encontrarme con sus ojos y algo de vulnerabilidad atravesó su expresión en ese instante, haciéndolo disminuir la presión con la que me sostenía.
—¿Y qué si no lo hago? Cabrón, marica, follador de mierda… no se te pondría dura ni aunque tu vida dependiera de eso.
Cualquiera fuera la duda que lo había hecho vacilar, se esfumó al escuchar mi retahíla de coloridos insultos. Él volvió a atormentarme con el empuje de sus caderas, encajando su erección justo en una parte lo bastante sensible de mí como para hacerme callar. Quizá incluso para que olvidara como hablar.
—No te escucho… —gruñó junto a mi oído, mientras su mano vagaba hasta la parte frontal de mis pantalones cortos y de un tirón se introducía en mis bragas. Solté un gemido al momento en que me penetró con su dedo corazón, a tiempo que empujaba mi trasero con sus caderas para obligarme a recibirlo y pegarme contra su mano—. Estás demasiado mojada…
—Es por él… —susurré mordiendo mi labio para no jadear—. Su toque me puso así… ni creas que eres tú…
—¿No soy yo? —Su índice se sumó a su compañero entre mis piernas, atormentándome con un roce que nada tenía de delicado y que estaba amenazando con mandar mi cordura por la ventana. Soltó mi nuca para enredar su mano en mi cabello y jalar mi cabeza hacia atrás—. ¿No soy yo?
—¡No!
Él salió de mi interior, incluso ante el claro sonido de protesta que emitió mi garganta. Entonces metió la mano entre ambos para encargarse de sí mismo, sin darme posibilidad de prestar mi ayuda u ofertarla. Escuché el sonido del cierre de sus bermudas abriéndose y un segundo después el sonido de la ropa chocando contra el piso precipitadamente.
—Abre las piernas.
Llegado ese punto, francamente no tenía ganas de discutir. Tenía una necesidad primaria por tenerlo dentro de mí y me importaba un cuerno estar perdiendo un poco el sentido del juego. Fingir que no lo deseaba sería una de mis peores interpretaciones. Cameron frotó la punta de su miembro contra mi entrada en cuanto lo obedecí y yo eché la cabeza hacia atrás, alucinada, apoyándome sobre su pecho en busca de equilibrio. Él me sonrió sombríamente, antes de deslizarse dentro de mí en una sola y decidida embestida.
—Imbécil… —mascullé en medio de un gemido, soltando la puerta y aferrándome con fuerza a su cabello. Él soltó un gruñido grave, bajando la cabeza para encontrarse con mis labios y nos besamos en un ángulo incómodo, pero tan necesario como la próxima bocanada de oxigeno. Sus caderas volvieron a golpear contra mí, haciéndome balancear contra la puerta y me tuvo que detener con su palma sobre mi vientre para mantener el ritmo. No hubo ningún tipo de delicadeza, era sexo fuerte y desordenado. Cameron me penetraba desde atrás con determinación y yo lo recibía con maldiciones, diciéndole que lo diera todo o no diera nada.
Su labio mordió el mío, mientras me soltaba el cabello y llevaba su mano a mi pecho para pellizcar mi pezón. Lo oí gemir quedamente cuando liberé mi boca de la suya con un tirón, y él hundió el rostro en el hueco de mi cuello para propinarme una mordida que quemó todo un camino hasta mi entrepierna.
—Tócame —le exigí sin saber cómo era capaz de hablar aún, afortunadamente él no presentó ninguna queja por mi demanda. Su mano soltó mi pecho con urgencia, para luego ir a ese punto de mi cuerpo donde estaban de luto por la espera.
Y en cuanto sus dedos presionaron la carne sensible de mi entrepierna, supe que no iba a soportar mucho más tiempo ese ritmo avasallador. Empujé mi pelvis contra su palma, a tiempo que lo sentía más fuerte y más profundo clavándose en mi interior.
—Dilo… —murmuró con la voz tan roca que apenas era reconocible—. Di mi nombre.
—¡Púdrete!
—Dilo y te haré venir con tanta fuerza que será lo único que recordarás. —Sacudí la cabeza intentando mantenerme en mi postura, pero él súbitamente se detuvo y volvió a jalar de mi cabello para obligar a mi mirada a encontrarlo—. Sólo yo… —Empujó—. Sólo yo… —Volvió a empujar más profundo y yo comencé sentirlo; mi orgasmo estaba a escasos milímetros de mí, sabía que si me estiraba podría alcanzarlo y dejarme caer en sus brazos. ¡Dios!—. No te escucho…
—¿Qué…? —jadeé casi en una suplica.
—Di mi nombre.
—Cameron —musité entre dientes, ganándome una sonrisa indolente por su parte. Entonces cayó sobre mis labios, mordiendo e invadiendo como si tuviera todo el derecho. Y diablos, lo tenía. Él lo tenía todo.
—Y sólo yo puedo tenerte así —recitó, esperando a que yo repitiera sus palabras. Me rendí, frotándome contra su cuerpo de forma descarada.
—Y sólo tú puedes tenerme así.
—Siempre. —Con un nuevo empuje de sus caderas, mis piernas perdieron la fuerza o la voluntad de sostenerme y me deshice con un grito en mi liberación. Él me penetró un par de veces más, antes de dejarse ir por su propia cuenta mascullando cosas que no logré entender.
Al cabo de un tiempo dejó caer su frente contra la piel transpirada de mi hombro, para luego depositar un quedo beso en ese punto. Lentamente me soltó y con esa misma lentitud algo turbada yo me volví para enfrentarlo, sus ojos escanearon mi rostro y sin apartar la mirada de la mía, alzó una mano para arrastrar su pulgar por sobre mis henchidos labios en una lenta caricia. Tomó mi barbilla con sus dedos y me llevó hasta su boca sin mediar palabra, tras darme un pequeño beso se apartó sin más.
Antes de que pudiera alejarse de mí completamente, envolví una mano en su nuca y lo jalé de regreso al mismo punto, sólo que sin reclamar sus labios. Me miró, sus ojos azules eran los únicos que no podían ocultar sus emociones y en ese momento se veían confusos, dolidos, molestos. Todo él estaba en guerra en ese instante y como no tenía idea de cuál era el modo correcto de preguntarle, permanecí sosteniéndolo a mi lado para que supiera que me tenía. Incluso aunque no se sintiera cómodo para decirme lo que pasaba, incluso cuando muy probablemente no tuviese idea de qué decirle para mejorar la situación, él me tenía.
—Siempre… —musité. Cameron alzó las cejas al oírme, dejando caer su frente contra la mía y llevando sus manos a mi cintura desnuda como si ansiara el contacto.
—Ha tenido un infarto… —anunció repentinamente con la voz engañosamente calma, luego clavó su mirada en la mía como si estuviese enfadado pero consigo mismo y añadió—: Mi madre.
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Como dije, a mí también me sorprendió un poco el desarrollo del cap porque no lo había planeado del todo así. Pero me dejé llevar por Cameron esta vez... lo admito xD Espero les haya gustado, no los hice esperar mucho al menos ;)
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