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Espectador

Bueno, antes que nada sepan que wattpad está actuando loquito de nuevo y no me deja responderles. Me da un poco de bronca, porque con algunos tengo ya conversaciones muy profundas y me quedo re colgada porque no puedo seguir con eso. Pero es que... cada vez que respondo un comentario, sólo funciona con uno y después los otros le salen todos a la misma persona. En fin, cap nuevo. Espero les guste y ya hablaremos XDD

Capítulo XXVI:

                                                          Espectador

—“Es gracioso lo rápido que cambian las cosas, cuando sin darte cuenta te ves forzada a empacar tus cosas.”

Sentí las manos de Cameron cerrándose entorno a mi cintura, mientras me apretaba tenuemente contra su pecho. Lo miré por sobre mi hombro, incapaz de abrir la boca para interrumpir a la mujer que cantaba, guitarra en mano, frente a nosotros. Había algo en su voz, en el modo en que rasgaba las cuerdas o en la forma en que entrecerraba los ojos para entonar sus frases; algo que hacía imposible no detenerse a escucharla.

—Es muy bonito. —Ella terminó su canción dándole unos últimos punteos a su guitarra, para luego alzar el rostro y obsequiarle a su audiencia una pequeña sonrisa de reconocimiento.

Me liberé de las manos de Cam para acercarme hasta el estuche de su instrumento y dejar, como el resto de los presentes, un billete para la chica. A mi parecer parecía poco, pero no podía forzar mi economía por mucho que me gustara su interpretación. Había algo premonitorio en toda esa escena, se los digo ahora, pero todos sabemos que no siempre nos detenemos a apreciar esos detalles. No siempre nos damos el tiempo de leer entre líneas, de detallar la letra chica del contrato, no siempre que miramos realmente estamos observando. Y quizá hasta este momento, tanto ustedes como yo sólo hemos sido meros espectadores de algo.

                                                                 ***

Nuestra parada más relevante de Ecuador fue Quito (descontando la de la chica cantante, lo que ocurrió en una de nuestras paradas técnicas). En fin, el resto del camino lo hicimos casi de forma ininterrumpida, descubriendo que el país podía ser atravesado en un tiempo bastante acotado. Desgraciadamente para nuestro gusto particular no pudimos quedarnos mucho en ningún sitio, dado que así como el itinerario comenzaba a apretarse más y más entorno a nuestros cuellos, la baja de los canadienses y Claudia en las tropas, le sumaba números a nuestras cuentas que antes no se habían sentido. Me voy a explicar mejor, sin los “familiares” de Claudia diseminados alrededor de todo el globo, los costos de los viajes y estadías comenzaban a tener un precio algo demandante para nuestros bolsillos. Y tras aventurarnos tres días extras en Colombia y tres en Ecuador, estábamos empezando a comprender el alcance de nuestras limitaciones.

Pero no se desanimen, no es como si ustedes fueran a pagar por nosotros. Aunque si lo quieren, dejaré mi número de cuenta al final de esta entrada (guiño cómplice). Pues regresando a esto de contar nuestra travesía, al llegar a Perú con Cameron hicimos un acuerdo de sólo aventurarnos a las excursiones que no podíamos dejar de hacer, así como limitar su alimento y aumentar el mío. Ahora que lo pienso mejor, creo que allí hubo algo mal negociado. Eso me ocurre por cerrar tratos con él estando medio desnudo en una cama. Tonta y pervertida Marín.

En fin, estábamos en Piura (ya territorio peruano, por cierto) y esa misma noche volaríamos a Cusco, porque según nuestras malas investigaciones en la red—que sepan no es nada fácil ubicarse en esta banda horaria—habría una excursión para recorrer el Camino del Inca al día siguiente. En teoría saldríamos con un grupo de Cusco hacia la Ciudad Perdida de los Inca, o al menos eso decía el anuncio. Y estábamos lo bastante seguros (y desesperados) como para fiarnos de él. Sin Mic a la cabeza, era bastante difícil tomar una decisión y simplemente seguirla, Cameron era el epíteto de las improvisaciones. Y al parecer siempre tenía hambre, lo cual nos obligaba a cargar con comida en los bolsos de mano y apestar a manzanas cada jodido trasporte al que nos subíamos. En ocasiones temía que nos detuvieran por contrabando de frutas.  

—Ven aquí, Mar.

Coloqué una figura de madera junto a muchas otras similares, volviéndome en dirección a la familiar voz de Cameron llamándome desde el puesto que enfrentaba el de las figuras de madera. Como teníamos que matar tiempo hasta que fuera la hora de volar a Cusco, se nos ocurrió preguntar el mejor lugar para pasar el día y en el hotel nos enviaron allí, a Catacaos. Se supone que es una capital artesanal, reconocida nacional e internacionalmente (cuidado allí, oigan). Para nosotros, en ese instante, sólo era un sitio perfecto para admirar lo habilidosa que era la gente con sus manos. Y para pasar el rato, por supuesto.

—Oye, prácticamente pareces un lugareño —comenté en burla, al notar el sombrero blanco que lucía con total orgullo—. Te ves lindo.

—Lo sé y no es sólo por el sombrero. —Alzó una mano con algo colgando de sus dedos, pero no pude distinguir de qué se trataba pues la luz del sol había decidido hacer de mi rostro su nuevo punto de proyección—. Es una… —Hizo una pequeña pausa, girándose hacia la mujer que atendía ese puesto.

—Chacana —dijo ella, leyendo en sus ojos la implícita pregunta.

—Es una Chacana —me espetó entonces él sonriente, al parecer creyendo que no lo había oído cuando le soplaron el dato. Estiré mi mano para rozar la Chacana con mis dedos, esta era algo así como una cruz gordita y con una especie de cuadrado en el centro.

—¿Qué se supone que es una Chacana?

—Marín Lance, ¿no sabes lo que es una Chacana? —preguntó, apartando el objeto de mis manos y dándome una mirada que podía rayar en la incredulidad, de no saber que estaba bromeando me habría sentido ofendida por esa clara muestra de desdén.

—No, lo siento, me salté Incas II en la secundaria.

—Pues, pequeña ignorante mía. —Cameron cruzó un brazo por sobre mis hombros, atrayéndome hacia él para hablarme a centímetros de mi oído—. Permíteme que te ilumine, aquí mi hermosa amiga Rosario… —La así llamada Rosario le envió una sonrisa, seguramente burlándose en su fuero interno de lo ridículo que se veía con sombrero. Yo lo estaba haciendo—. Me ha explicado el significado de la Chacana.

—¿Y qué significa? —pregunté, dejándome arrastrar por su juego.

Él no era del tipo de hombre que necesitara remarcar su superioridad intelectual, menospreciando mis conocimientos. Siempre me había gustado ese rasgo suyo, el hecho de que se interesara por las cosas que le decía y que no buscara desestimarme sin más por ser mujer. Cameron tenía una capacidad innata de escuchar y absorber información como una esponja. Pero era muy poco probable que intentara presumir al respecto.

—Bueno, según tengo entendido “chaka” en quechua significa algo así como “puente o unión” y “-na” sería algo así como “instrumento”. Así que en su conjunto la chacana es un instrumento de unión entre el hombre y algo superior. Una… —Dejando ir un leve suspiro de frustración, volvió a mirar a Rosario en busca de su asistencia nuevamente. Él apestaba en eso de presumir conocimiento, ya comenzaba a ver porque nunca lo hacía.

—Escalera hacia lo más elevado.

—¡Eso! —Chasqueó los dedos, dándome una triunfante mirada. ¿Qué? ¿Acaso pensaba llevarse el crédito por la explicación de Rosario? Vaya hombre—. Esto, palabras más palabras menos, es un instrumento de unión. Los creyentes piensan que esta Chacana, sirve para orientar tu camino y para elevar tu espíritu. Y quiero dártela, así siempre podrás tener cerca de ti un medio con el que puedas ver el camino más directo que te traiga a mí. —Colocó su cabeza de lado para enfrentar mis ojos, por debajo del ala de su sombrero—. Sé que no crees en ningún ser superior, pero con esto… ¿puedo pedirte que creas en mí?

Mordí mi labio para no sonreír de una forma demasiado delatora y luego, al ver que no se me ocurría nada inteligente que decirle, lo tomé por el cuello de su camisa arrastrándolo hasta mi boca decididamente. Él aprovechó ese momento, para amarrar los hilos del colgante entorno a mi cuello y cuando se apartó, pude bajar la vista para apreciar mi nueva cruz andina (o Chacana). Sonreí.

—Gracias, Cam, es muy bonita. Sólo espero que no me crean simpatizante de algún partido político peruano.

Él puso los ojos en blanco.

—Arruinas todo mi romanticismo, mujer.

—Ya. —Le di un ligero golpe en el brazo—. Deja de ser tan sensible, Brüner. —Cameron sonrió de medio lado, girándose hacia Rosario y devolviéndole el sombrero con un gesto galante.

Sacudí la cabeza con suavidad, rozando ausentemente el collar mientras lo observaba interactuar con la mujer, demostrando aquella facilidad suya para caer bien a todo el mundo. Sabía que mi respuesta a su regalo no había sido del todo efusiva, pero internamente me convencí de que había obrado coherente con mi forma de ser. Para él era más simple expresarse, las palabras dulces y románticas parecían brotar de su boca sin esfuerzo. Pero para mí era distinto, todavía me costaba escucharlo y no sentirme ligeramente abrumada, todavía el concepto de ser querida por alguien me parecía demasiado nuevo y algo aterrador. Aunque sin duda estaba decidida a cogerle el ritmo tarde o temprano.

                                                                 ***

Solté un enorme bostezo hacia el vidrio donde tenía la cabeza apoyada, mientras veía como el vaho de mi respiración hacía un círculo de transpiración que prontamente se fue consumiendo. Estaba bastante cansada y nuestro vuelo llevaba inconvenientemente una hora de retraso, lo cual retrasaba mi plan de coger un buen sueño en el avión. Si no lograba dormirme antes de que despuntara el sol en el horizonte, habría una muy cabreada Marín en Cusco. Pero estaba intentado mantenerme positiva al respecto, incluso a la vista de que Perú nos estaba presentando batalla.

Hundí mi nariz contra el vidrio, observando los aviones dando vueltas en la pista como una sofisticada y ruidosa imitación del lago de los cisnes; algunos llegando, otros partiendo, y el nuestro, que aún seguía desaparecido en acción. Pero que estaba segura, de un momento a otro aparecería en escena y robaría el protagonismo del US Airways, el cual prácticamente actuaba de diva de la pista. Vaya presumido, era el claro indicador de lo que ocurre cuando se abusa en demasía de los vuelos. «Bájate de tu nube, US Airways»

—¿Blue?

Me di la vuelta de un sobresalto, dejando a un lado mi debate sobre la personalidad trastocada de los aviones—no pensemos en la personalidad trastornada de su servidora, por favor—al sentir una leve tirantes en su llamado. Cameron se acercaba a paso apresurado hacia mí, alborotándose el cabello con una mano casi como si no reconociera su cabeza como propia. Me espabilé al instante, leyendo más de lo que me gustaría en su expresión contrariada.  

—¿Qué ocurre? —inquirí, juntando mi bolso de mano que descansaba junto a mi pierna y yendo hacia él.

—No encuentro mi billetera.

—¡¿Qué?!—exclamé de forma automática, logrando que algunos curiosos a nuestro alrededor se voltearan repentinamente interesados—. ¿Estás seguro? ¿Buscaste bien?

Sin darle tiempo a responder o siquiera de pensar, estiré mi mano hacia su bandolera a tiempo que él se la descruzaba y entre ambos la abríamos para ultrajar cada bolsillo. Comenzamos a sacar todo tipo de cosas, chocando nuestras manos en el interior del bolso y sin preocuparnos mucho por lanzar las pequeñas porquerías que Cameron había estado juntando. Nada, no había nada ni remotamente similar a una billetera. Pero sentí cierto alivio al notar que tenía en una de mis manos los pasaportes y pasajes de ambos, eso era algo. Al menos el hecho de que no tendríamos que negociar nuestra entrada al país en la frontera con un coyote, resultaba ser ligeramente reconfortante.

—Mierda —masculló él, poniendo el bolso de cabeza y dejando que hasta la última pelusa de deslizara fuera—. ¿No la tienes tú?

—No —respondí al instante—. Nunca me la diste, ¿te fijaste en tus bolsillos?

—Sí. —Volvió a pasarse las manos por el cabello, murmurando algo que no llegué a escuchar—. Ya revisé todos los lugares que se me ocurrieron.

—Aguarda, podemos volver sobre tus pasos —dije de súbito, esperando poner algo de lógica a todo ese embrollo. Si se le había caído era probable que la encontráramos aún, él sólo había ido al baño. Pero siempre cabía la posibilidad de que se la hubiesen robado, en cuyo caso estábamos jodidos—. Cuando fuiste al baño, ¿la tenías?

Cameron se encogió de hombros, dándome una mirada cargada de frustración.

—No lo sé, no fui al baño a comprar nada, Marín. —Se volteó hacia el camino que había andado antes de acercarse a mí, tal vez pensando que podría divisarla bajo los pies que se movían de aquí para allá en el aeropuerto.

—De acuerdo, relájate ¿quieres? —le espeté, sintiéndome ligeramente exaltada por el sarcasmo que había empleado. Y quizá también por todas las emociones que de la nada sentía a flor de piel.

Mierda, estos eran las clases de imprevistos que Mic habría previsto y evitado. Tendríamos que haber ido a Panamá con él, ¿en qué estábamos pensando al aventurarnos por nuestra cuenta?

—Lo siento —musitó Cam, echándose hacia atrás hasta golpear su espalda contra el vidrio que minutos antes había jugado de soporte para mí. Entonces soltó un profundo suspiro como si intentara expulsar su molestia por la boca, luego se puso en cuclillas y comenzó a juntar las cosas que habíamos sacado de su bandolera. No volvió a abrir la boca en el tiempo que le tomó hacerlo, y yo no me atreví a fastidiarlo en su proceso de asimilación. Porque si estaba pensando lo que yo, muy probablemente sabría que estábamos en serios problemas.

—¿Qué vamos a hacer? —Me senté a su lado cuando lo noté más centrado, colocando mi hombro contra el suyo en un simbólico gesto de apoyo. Sabía que si la situación fuese a la inversa yo ya habría perdido mi último nervio, pero él era mucho mejor que yo en eso de mantenerse en control. O al menos en aparentarlo.

—No sé.

—Ya tenemos los pasajes para Cusco —le recordé, metiendo los susodichos de regreso en su bandolera.

—Sí, pero no tenemos efectivo… —Sus ojos se deslizaron lentamente hacia los míos—. ¿Tú tienes algo?

—Yo pagué lo último, Cam, sólo tengo las tarjetas y están jodidamente sobregiradas.

Me gustaría poder estar exagerando al respecto, pero mi efectivo hacía largo rato que había dejado de acompañarnos en el viaje. Por acuerdo mutuo habíamos optado porque yo pagara los pasajes a Cusco, para que Cam cubriera los gastos de la estadía y las excursiones allí con efectivo. Luego haríamos el último tramo de nuestro viaje al sur, vaciando su cuenta y poniendo en cero sus tarjetas. Sin eso de nuestro lado, ¿qué infiernos íbamos a hacer? Incluso aunque él tuviera dinero en su cuenta, ¿cómo rayos hacíamos para sacarlo del banco sin las tarjetas? ¿Siquiera habría un banco abierto en algún lugar de ese aeropuerto o en Cusco? ¿Lo dejarían obtener su dinero sólo presentando su pasaporte?

—Lo sé, lo sé… —masculló repentinamente, dejando que el tono frustrado volviera a apoderarse de su timbre. Nunca deseé como en ese momento, poder salir con una solución práctica e inteligente—. Puedo pedirle un giro a Tino.

—¿Y mientras el dinero llega dormimos en una plaza?

—No lo sé, Marín, sí tal vez en una puta plaza. —Pestañeé dos veces, cogida por sorpresa por sus palabras. Y él tras mirarme un segundo apartó la vista, posándola en algún punto indeterminado de la puerta de embarque—. Joder…

Fruncí el ceño, pero preferí guardarme mi respuesta concienzudamente. Sabía que estaba molesto, así que no me iba tomar personal nada de lo que dijera en ese momento. No valía la pena despotricar, cuando era obvio que no podíamos hacer que la billetera reapareciera mágicamente. Teníamos tantas posibilidades de encontrarla en ese aeropuerto, como de que nos crecieran alas para emprender por nosotros mismos el vuelo. E incluso entonces, las posibilidades estaban más a favor de nuestra mutación avícola. Nuestras opciones para enfrentar el siguiente día se veían jodidamente encantadoras, ¿no?

—Siempre podemos vender nuestro cuerpo —reflexioné en voz queda, sonriéndole sutilmente a la ironía.

—Porque yo ya tengo experiencia en eso, ¿verdad?

Giré el rostro bruscamente buscando su mirada, sin poder determinar si había oído bien o no aquello. ¿Estaba de juego? Porque, ¡vamos! Yo sólo estaba haciendo una broma, una inocente y estúpida broma. Irónica, claro, pero esa no sería la primera vez que dejaba salir un comentario de esa índole.

—Eso no fue lo que dije. —Jalé con suavidad de la Chacana en mi cuello, sintiendo la necesidad de ocupar mis manos con algo. Algo más que no implicara su cabeza siendo golpeada varias veces por mi palma.

—No, nunca lo dices —susurró él de forma enigmática, aún con la mirada perfilada hacia el frente. Casi parecía como si no se atreviera a verme a los ojos para soltarme aquel ácido y completamente infundado comentario, ¿qué carajos? ¿Acaso estaba drogado? ¿O planeaba que no escuchara sus murmuraciones pasivo-agresivas? 

—¿Cuál es tu problema?

—Nada, Marín, olvídalo.

¡Ni de broma! Me dije internamente, sin apartar mi penetrante mirada de su perfil.

—No me digas que lo olvide, dime qué rayos significa eso.

—Déjalo, ¿quieres? —Me miró en un sutil parpadeo, que nada hizo por dejarme ver algo en ese pequeño intercambio.

—¿Qué diablos está mal contigo? —le espeté, confundida, colocando una mano en el vidrio para incorporarme. Por alguna razón ya no me sentía con tantas ganas de prestarle mi hombro como soporte, y al parecer a él no le importaba mucho ese detalle, porque no se movió de su lugar en el suelo.

—¿Conmigo? —inquirió, alzando ligeramente la cabeza para mirarme—. Tú dices que siempre podemos vendernos, ¿y el que tiene algo mal soy yo?

—¡Claro, imbécil!, ¿es que acaso el puto comentario te pertenece?—ironicé, tal vez sonando un tanto más agresiva de lo que me habría gustado—. Disculpa, no sabía que debía censurarme para hablar contigo.

—No seas cínica, Marín, lo dices como si en algún momento me hablaras de forma clara y directa. Como si en algún momento te haya dejado de pedir que hablaras conmigo sobre todo. —Él finalmente se incorporó, aunque al tenerlo cara a cara preferí que se hubiese quedado en el suelo—. No me digas que esto no está entre nosotros todo el tiempo… aunque lo intentes ignorar, todavía te pica la lengua por decirme algo al respecto. Así que hazlo, vamos, dímelo. —Hizo un gesto como invitándome a tomar la palabra, pero todo me parecía tan salido de la nada que simplemente me quedé mirándolo estupefacta—. Es como…

Pero no terminó la frase, lanzando nuevamente su inquieta mano hacia su cabello en un claro gesto de irritación. Avancé hacia él, tomándolo por la muñeca para reclamar su atención y la obtuve a regañadientes.

—¿Qué? Dime lo que tengas que decirme, no tienes porque guardarte nada.

Sus ojos destellaron al encontrase con los míos, al parecer queriendo trasmitir mucho más de lo que sus palabras hacían. Sí, yo sabía bastante de esa sensación.

—Siento como si te estuvieras agarrando de ello para detenernos.

—¿De qué demonios estás hablando? —mascullé casi en un chillido, sin poder evitar del todo sonar a la defensiva.  

—Estoy diciendo que para mí esto siempre va a ser así, estoy diciendo que… —Se detuvo una vez más, bajando la mirada al suelo como esperando que el resto de la frase estuviese allí esperando. Cuando volvió a mirarme, sus ojos parecían más dolidos que enfadados. Y supe, casi de forma visceral, que nada bueno saldría de esta conversación—. A veces simplemente pienso que estás en esto de modo temporal, que estás esperando el segundo en que vuelva a joderlo todo para marcharte con una buena excusa.

Abrí la boca con la intención de responder, pero me sentía tan perdida frente a esas palabras dichas casi a regañadientes, que me tomó dos intentos fallidos poder articular mi propia frase.

—Eso… es ridículo, ¿no te dije hace menos de una semana que estoy aceptando esta relación?

—¿Qué tan cierto es eso?—me lanzó de regreso, al parecer listo para sacarse toda la mierda del pecho de una vez por todas. Pasé saliva con rigidez, enfrentando su mirada con resolución—. He estado luchando por esto yo solo, Marín. Y no digo que no me mereciera el castigo, lo acepté porque sé muy bien que te hice daño y estaba listo a ir hasta donde fuera para que vieras que quiero merecerte en verdad. Pero… —Volvió a bajar la mirada, haciéndome sentir un terrible impulso por tomarlo por la barbilla y obligarlo a decirme todo eso a la cara—. Tú no me has perdonado… y creo que nunca lo harás. Creo que en cierta forma disfrutas de ese poder que tienes para tomar distancia de todo y observarnos de lejos.

—Cam… —mi voz se rompió tras esa única palabra y él me obsequió una leve sonrisa de comprensión, lo cual sólo logró que la sensación de frío que comenzaba a sentir se intensificara.

—Yo no te he condenado por tus errores, Marín, te amo a pesar de ellos. Pero tú no puedes hacerlo, ¿verdad? Simplemente no sabes diferenciar la herida de la cicatriz. —Una sensación indescriptible cayó como un peso muerto dentro de mi estómago al oírlo y repentinamente respirar supuso un doble esfuerzo—. ¿Cuánto más? ¿Cuánto más tienes que castigarme antes de entregarte en verdad?

—Yo no…

¿Qué iba a decirle? Me cuestioné a mí misma. ¿Qué no estaba castigándolo? ¿Qué no disfrutaba en cierto modo saber que tenía el control sobre lo que pasaría más adelante? Qué podía decirle, cuando muy en lo profundo de mi ser seguía sintiendo que él no había sufrido lo suficiente por el daño causado.

—Marín… —Sentí sus manos rozando las mías y por primera vez fui demasiado consciente de lo inestable que parecía mi pulso, de lo pequeñas e inútiles que parecían mis manos junto a las suyas. Lo miré—. No hay valor en lastimar a las personas, el verdadero valor está en no hacerlo incluso cuando lo deseamos. Incluso cuando creemos que se lo merecen.

—Yo no quiero lastimarte —musité, en lo que probablemente fuese tanto una gran mentira como una gran verdad. Sentí como un nudo invisible se cerraba en mi garganta, imposibilitándome siquiera soltar el aire contenido—. Sabes que no quiero…

—Entonces dímelo, Marín. ¿Sigo apostando por lo nuestro? —Una lágrima cayó por mi mejilla, a tiempo que tomaba un profundo aliento con el fin de enviarle algo de sentido al resto de mi cuerpo—. No puedo seguir sosteniendo esto, no si nunca va a ser real.

—¡Es real!

—No —me cortó con vehemencia—. Es real para mí, pero no sé qué es para ti. No tienes idea lo difícil que es estar cerca de ti, pero no estar contigo.

Liberé mis manos de las suyas con un tirón, para cogerlo del rostro y obligar a su mirada a enfrentarme.

—Esto es ridículo, hice todo este viaje para estar contigo... ¿qué más necesitas de mí? ¿Qué más quieres? Lo he dejado todo para seguirte, he cogido hasta tus malditos hábitos alimenticios. ¿Por qué no es suficiente para ti?   

—Marín, ¿no lo ves? Sólo estamos siendo fugitivos, ¿vamos a seguir viajando indeterminadamente para nunca tener que hacerle frente a la realidad? ¿Siquiera planeas estar conmigo cuando este viaje se acabe?  

Solté una risa que no sentí en lo absoluto, ganándome una dolida mirada a cambio. Bueno, esto es una mierda.

—¿Vas a terminar conmigo por una estúpida broma, Cameron? —musité, sintiendo el momento justo en que caía en cuenta de la evasiva que le había dado como respuesta.

—¿Vas a obligarme a seguir adelante cuando ni siquiera puedes pedírmelo con palabras? ¿Estamos yendo siquiera alguna parte, Marín?

—¡Necesito tiempo, pensé que lo entendías! —mascullé casi en un ruego. No podía hacerme esto, no podía estar hablando en serio. Yo quería esto, ¿no? ¿Lo quería?

Él se echó para atrás, soltándose de mis manos y volviendo a darme esa sonrisa lastimada.

—¿Y qué hay de lo que yo necesito? Cometí un error, lo sé, pedí disculpas… —Su voz vibró tenuemente en esa frase—. Y desde que nos encontramos no he hecho más que pensar en ti, Marín. ¿Pero cuándo me toca a mí? Se supone que somos dos en esta relación, ¿por cuánto tiempo tengo que esperar a que me correspondas?

—Yo… tú sabes…

—¿Qué sé?

Sacudí la cabeza, limpiándome el rostro con el dorso de la mano, a tiempo que notaba como él presionaba las suyas en puños para no acercarse de nuevo a mí.

—Todavía no puedo, Cam, lo estoy intentando… yo quiero esto.

—Te amo, Marín, te amo desde mucho antes de habértelo dicho. Pero por favor, entiéndelo…

—¿Que entienda qué? —Sorbí mi llanto sonoramente, sintiendo como las lágrimas caían ya sin consideración alguna por la discreción o la compostura que había intentado mantener hasta ese momento—. ¿Quieres que entienda que estás tomando la salida fácil?

Él negó con sutileza, dándome una mirada que ya no supe leer.

—¿Y qué hay de malo con tomar la salida fácil? ¿Acaso las cosas no han sido suficientemente difíciles ya? Tal vez tenías razón desde un principio, Marín, tal vez esto no tenga que pasar, tal vez sólo nos estamos obligando a ser felices. Y no es así como tiene que ser, me gustaría que estuvieras conmigo porque realmente lo quieres y no porque creas que es lo que yo espero de ti.

Sacudí la cabeza, negándome de plano a aceptar sus palabras.

—¡Esto es una locura! —exclamé, posando mis manos sobre su pecho. En parte buscando detenerlo de alguna forma, en parte buscando confirmar que este era el mismo hombre que había pasado los últimos meses a mi lado. Amándome.

—La locura es hacer la misma cosa una y otra vez, esperando un resultado diferente.

—Cam… —sollocé sin poder contenerme, reconociendo que estaba actuando de un modo patético e importándome una mierda por ello. Él colocó sus manos sobre las mías, dándole el más imperceptible de los apretones antes de hacer un paso hacía atrás y retirarse hasta donde habían quedado nuestros bolsos. Cameron se inclinó juntando su bandolera del piso y tras rebuscar en su interior, sacó un pasaporte con uno de los pasajes en su interior. Me lo entregó—. Te amo —solté en un exabrupto—, ¿bien? Ahí está, te lo dije. Ahora termina con este absurdo de una maldita vez.

Él se quedó completamente quieto al escuchar mi apresurada confesión y tras un largo segundo de silencio, soltó un tembloroso suspiro por entre sus labios.

—No lo entiendes, no se trata de que me ames o no. Se trata de que dejes de observar todo desde afuera, se trata de que te arriesgues aun cuando muy probablemente no funcione. —¿Y es que yo no me había arriesgado lo suficiente ya? ¿Seguirlo hasta aquí no era muestra de arrojo? ¿O el hecho de que siempre tuviese la opción de regresar a la normalidad cuando todo acabase lo hacía menos real? ¿Menos significativo?—. Creo que es mejor que regreses a casa, Marín.

—¿Qué?—inquirí con un hilo de voz—. ¿Perdiste la cabeza?

—No estás lista para esto.

—¡Tú no puedes saberlo! —Pero por la mirada que me ofreció, supuse que él no había improvisado en lo absoluto nada de lo dicho y que tenía una opinión muy clara de nuestra relación (si es que aún se me permitía llamar a lo nuestro de ese modo). Apreté mi pasaporte levemente con mis dedos, para luego alzar el mentón y darle lo que esperaba fuese una muy convincente expresión, a pesar de mi rostro de niña abandonada en el parque—. No me voy, no puedes obligarme.

Cameron respondió cruzándose su bandolera sobre el pecho, casi como si no me hubiese oído en lo absoluto. Lo observé levantar su bolso más grande y colocar con cuidado el mío a un lado, lo observé mientras daba una fugaz mirada a la pista y cuando finalmente decidió devolverme el escrutinio, lo seguí observando sin siquiera parpadear. Esperando.

—Cameron no puedes dejarme aquí, no seas hijo de puta.

—No quiero que me sigas —susurró, presionando la mandíbula al recibir mi insulto.  

—¿Cam?

—No puedo estar contigo, sino estás conmigo.

—¡Pues a la mierda contigo!—exclamé de forma aireada—. Esta fue la última vez que me humillo por ti, Cameron Brüner, si no te detienes ahora… olvídate de mí.

Como toda respuesta, él se dio media vuelta encaminándose con todas sus cosas hasta la puerta de abordaje de nuestro avión a Cusco. Sin saber exactamente cómo, permanecí de pie en el mismo punto en que me había dejado, hasta que escuché el llamado por el altavoz al cual no tenía permiso para responder. Porque él no me quería allí, él no me quería a su lado, él había decidido que ya habíamos… que ya había tenido suficiente de mí.

Incluso cuando sentí el impulso de hacer oídos sordos a su pedido e ir tras su persona, yo sabía qué respuesta debía darle, sabía que respuesta se merecía y sabía que no podía dársela. Así que me marché en la dirección contraria.  

_________________________

Ok, hoy estoy yo acá abajo. Realmente, más allá de que les disguste la idea de ellos yendo por caminos separados, espero que el capítulo les haya gustado. Tarde o temprano las vallas de contención que cada uno tenía, se iban a tener que caer y bueno... pasó acá, como podría haber ocurrido en cualquier otro lugar. Estén del lado que estén, espero puedan intentar ponerse en los zapatos de ambos. 

Acá al lado, en twitter y en fb (tengo de todo, che, que cholula estoy) les dejo el tema que me ha inspirado en esta escena. Fue una casualidad que lo encontrara, pero cuando lo escuché no pude evitar pensar en ellos. Gracias por pasar ^^

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