Es opcional.
Como siempre digo, cuando las musas están generosas hay que aprovecharlas y encadenarlas a la pata de tu cama. Así que tengo un nuevo cap. digamos que es un cap para poner las cosas en perspectiva antes de que Marín se aloque xDD O no... la verdad es que no sé, buena lectura y buen martes para ustedes.
Capítulo IV:
Es opcional.
Ni bien crucé la entrada de la casa de Audrey, el usual sonido de las disputas mitad susurro mitad exclamaciones bajas, llegaron a mis oídos. Dios, ellos realmente necesitaban tener sexo de una vez por todas.
—Déjalo, Audrey… ¡Jesús! —Mis pies pivotearon en la alfombra, incapaz de seguir avanzando al sentir la irritada voz de Marc—. Esto no significa nada, ¿entiendes?
La conversación llegaba desde la cocina, así que tuve un momento de indecisión al no saber qué camino tomar. Podía subir las escaleras y hacer de cuenta que no había oído nada, o también volver a salir. Es decir, sería lo correcto ¿verdad? Pero recuerden que soy de Milaca, lo cotilla viene incluido en el paquete Premium de cada habitante del pueblo. Es obvio que el no escuchar excedía mi jurisdicción.
—Por supuesto, Marc. —Audrey me sacó de mi dilema moral, arrastrando las palabras con su típico tono petulante—. No tienes que explicarme a mí tus arranques, cuando ni siquiera tú sabes de qué se tratan. Vuelve a pararte cerca de mí y patearé tus pelotas de marica…
—¡Cierra la maldita boca! —Oh, santa madre perla, si seguían por ese camino Marc terminaría golpeando a Audrey. Nunca lo había oído hablar de ese modo, ¿debería intervenir? ¿Qué hacía? Jodidos dilemas morales—. No he hecho otra cosa que estar aquí para ti todo este tiempo, ¿puedes pensar en alguien más además de ti por un segundo?
—No, soy naturalmente egoísta.
—¡Basta, Audrey!
—¿O qué? ¿Vas a besarme de nuevo? ¿Esa es tu amenaza, Bombero? ¿Besar y huir? Llevas tanto tiempo con esa mierda, que francamente ya me importa un cuerno.
—Eres… —Él se detuvo como si no estuviese seguro de tomar ese camino—. Es todo, ¿sabes? No voy a seguir con esto adelante.
—No sé por qué me lo veía venir. —Hubo una pequeña vibración en su tono que fue incapaz de disimular—. Lárgate de mi casa, en lo que a mí respecta tú y Eddie son la misma clase de basura. Y no quiero nada de eso cerca de mis hijos.
—Audrey…
—¿Qué? —gruñó ella en respuesta.
El silencio se extendió por lo que parecieron eternos minutos, hasta que un sollozó bajo rompió sin previo aviso.
—Mierda. —La maldición de Marc estaba cargada de arrepentimiento, ¿la había hecho llorar? ¿Era ese el motivo? Diablos, lo que daría por poder entrar en la cocina—. Me voy a ir… ¿bien? Pero no te acostumbres a la idea.
Entonces los pesados pasos de Marc comenzaron a moverse en mi dirección y me encontré petrificada en mi posición como una idiota. Tomé el picaporte a mis espaldas de un manotazo, reaccionando a último segundo, y me escurrí al exterior en un movimiento que habría creído imposible. Justo cuando tiraba de la puerta para terminar de cerrarla, Marc jaló en la dirección contraria llevándose mi mano con el impulso. Sus ojos miel se abrieron con sorpresa al toparse con los míos, pero voy a darle crédito por ser tan bueno en ocultar sus emociones tras un fugaz parpadeo.
—Mar, volviste. —Me sonrió, pero por primera vez noté que sus rasgos no se iluminaron con el gesto.
—Acabo de llegar —musité tratando de parecer inocente. Él asintió de forma ausente, pasando por mi lado sin darme siquiera una mirada.
—Ok, ten un buen fin de semana… tengo que ir a cubrir mi turno en la estación.
Fruncí el ceño, aun cuando Marc ya estaba dirigiéndose a su camioneta y no fue capaz de notarlo. Era jueves, su turno largo comenzaba al día siguiente y no hasta entrado el mediodía. Pero no es como si me hubiese dado oportunidad a mencionarlo. Ondeé una mano en el aire y él sonó el claxon una vez a modo de despedida. Si mi cabeza no fuese ya un torbellino de confusión, habría intentando sonsacarle algo. Pero yo tenía mi propio problema de hombres con el que lidiar.
Me sacudí la sensación de malestar de mis hombros y empujé la puerta, dirigiendo mis pasos resueltamente a la cocina. Audrey se encontraba de pie frente a la isla, presionando de forma ausente un cortante de estrella sobre una fina masa blanca. Ella no se volvió cuando entré, bien porque no me había oído o porque quería ocultar su rostro de mí.
—¿Aud, qué pasó? —Su respuesta fue encogerse de hombros sutilmente. Me acerqué a ella, colocando mi mano en su espalda con delicadeza—. ¿Qué pasó?
—Nada.
—¡Vamos, no me trates de estúpida! Ustedes estaban discutiendo…
—Bueno, y dónde está la novedad allí. —Se giró lo suficiente como para darme una picara sonrisa, algo que sólo logró avivar la chispa de mi malestar. Quería mostrarme atenta con ella, pero no lo estaba haciendo fácil.
—Audrey, realmente no estoy de humor para tu mierda. No vengas con que entre ustedes no pasa nada, porque se llevan haciendo ojitos toda la condenada semana y luego se besan. —Alcé las manos como para enfatizar ese ítem—. Tendría que estar idiota para no notar que se traen algo entre manos… y sabes, me duele que no lo compartas conmigo. Se supone que somos amigas.
Ella abrió la boca como para soltar una de sus respuestas rápidas y mordaces, pero supongo que algo en mi expresión la disuadió de seguir aquella charada. Suspiró audiblemente, limpiándose las manos en su delantal para luego volverse por completo hacia mí.
—Escuchaste ¿no? —Asentí, no le veía sentido a negar lo obvio—. Es complicado, Marlín…
—¿Qué tan complicado puede ser? ¿Se acostó con tu madre también? —Ella soltó una leve risilla, dándome una palmada de comprensión en el brazo.
Ustedes saben que soy una cínica sin remedio, por supuesto que me doy la libertad de bromear con ese tema. Es decir, de no hacerlo estaría todavía llorando por los rincones y hamacándome neuróticamente sobre mi eje.
—No, Clarisa es mucho más lista que yo. —¡Momento! ¿Eso significaba lo que estaba pensando? ¡Oh, Jesucristo! ¿Entonces Eddie tenía fundamentos para dudar de la paternidad del niño?—. Marín no me mires como si tuviera dos cabezas, el desgraciado luce bien sin ropa.
—¡Oh por Dios! —Me forcé por hacer mucho énfasis en cada palabra—. ¡Te acostaste con Marc! ¿Cuándo? ¿Cómo…? ¿Él es… el padre de Daniel?
Fue el turno de Audrey de lucir horrorizada, alzó ambas manos delante de mi rostro como si intentara detener el torrente de preguntas que brotaban de mis labios.
—Ok… amiga, detente ahí. Creo que te estás confundiendo un poco.
—¿Tú lo crees? —insté rayando en lo ironía. Audrey tuvo el descaro de sonreírme, la muy perra.
—La cosa con Marc pasó hace siglos, Eddie es el padre de Daniel. ¿Acaso me crees una especie de golfa sin ética? Tal vez Eddie se merece el averno, pero yo nunca le jugué sucio a nadie.
—No entiendo… —susurré arrastrando un taburete para poder mantener mis manos ocupadas, y el equilibrio—. ¿Saliste con Marc antes? —Audrey medio asintió, medio negó—. ¿Cuándo yo me fui?
—No específicamente.
—¡Qué mierda, Aud! ¿Yo estaba aquí? ¿Por qué no me dijiste?
—Oh, Marlín, todos tenemos secretos y algún muerto en el closet.
Ella no tenía idea cuántos cadáveres guardaba yo ahí, sería bastante hipócrita de mi parte reclamarle por su omisión ¿verdad? Pero es que de todos modos me sentía indignada, ella era mi mejor amiga y las mejores amigas comparten todo sobre chicos. ¡Yo compartí mi obsesión por Cameron! Incluso la invité un par de veces a espiarlo por la ventana del baño, me sentía dejada de lado.
—¿Cuándo pasó? ¿Y qué pasó?
—El cuando es relativo… —También arrastró un taburete para sentarse frente a mí—. Tonteábamos de tanto en tanto, pero no era nada formal o serio. Éramos adolescentes, Mar, hacíamos estupideces como pretender que el otro no existía si estábamos en público, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. —Podía comprender eso, también había pretendido que Cameron no existía en ocasiones. Todo para mantener el orgullo femenino en lo alto.
—Nunca lo llevamos demasiado lejos, hasta que… —Hizo unos extraños movimientos con sus manos, a lo cual yo respondí enarcando una ceja—. Ya sabes, hasta que… regamos el jardín.
—¿Regamos el jardín? —repetí sin poder evitarlo—. ¿Desde cuando eres tan correcta para hablar de sexo? Cuando se trataba de Cameron y yo, apagamos incendios pero con Marc ¿“riegas el jardín”?
—¡Qué te den, Marín! En esos tiempos riegas el jardín, no sabíamos tantas cosas como para elevarlo a la categoría de “apagar incendios”.
Era impresionante su capacidad de hacerme reír incluso cuando todas las probabilidades estaban en su contra.
—Entonces se acostaron, ¿luego qué? —Ella desvió su atención hacia su mano, luciendo repentinamente distante.
—Luego pensé que íbamos a hacerlo oficial, ¿sabes? Toda esa mierda linda sobre nos queremos, ahora salgamos juntos y… felices para siempre. —Me miró con el asomo de una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Pero él no quiso.
—Oh… —Sabía que tenía que añadir algo más, pero las palabras no lograban encontrar el camino hacia mi boca.
—Dejamos de hablarnos, de vernos o siquiera de mirarnos en la escuela. —Fruncí el ceño, recordando claramente el momento en que el odio de Audrey hacia Marc se volvió más patente. Ahora eso tenía más sentido—. No te lo dije porque era nuestro último año, Mar, te ibas a ir a la universidad a ser alguien importante. Y yo no tenía planes, y me avergonzaba admitir que lo había incluido a él en mis ideas de futuro.
—Mierda.
—Sí —aseguró con un asentimiento leve—. Luego te fuiste y un tiempo después en una fiesta conocí a Eddie. Marc también estaba ahí, cuando me vio tonteando con Eddie me llevó a la cocina y me dijo que me alejara de su primo. Obviamente lo mandé al diablo, y tomé su negativa como un reto. Así que fui por Eddie con más determinación. Marc volvió a acercarse a mí en otra ocasión, diciéndome que estaba cometiendo un error y que Eddie no iba a tomarme en serio. —Rió—. Le dije que al menos su primo tenía las pelotas que a él le habían faltado para andar conmigo en verdad. Y que incluso disfrutaba más tocando las de él…
—¡Jesús, Audrey!
Ella rompió a reír sin reservas, para luego sacudir la cabeza y apaciguarse de repente.
—Oh, el muy hijo de puta se merecía el insulto. —Se encogió de hombros, dejando en claro que no sentía culpa alguna—. El resto de la historia ya la sabes, tuve a Sarah, Eddie se montó a su secretaria y luego llegó Daniel.
—Pero Marc te besó en el hospital.
—Sí, y cinco minutos antes de que llegaras lo hizo aquí. —Abrí los ojos como platos—. No que eso importe de nada, Marín, él hace eso porque está aburrido… no tiene nada mejor que hacer y viene aquí. Déjalo que se encuentre a alguien con quien entretenerse y se olvidará de todos nosotros en un parpadeo.
—Realmente no creo que Marc haga eso, puede que haya sido un idiota antes contigo pero él ama a tus niños. —Audrey no respondió, limitándose a obsequiarme una dubitativa mirada—. Aud, no me caben dudas de eso.
—Bueno, lo que sea. —Empujó su taburete hacia atrás incorporándose en el proceso—. Nunca le voy a negar a Sarah, pues en todos estos años la ha tratado como una verdadera princesa. Y si lo dejo seguir entrando aquí, es pura y exclusivamente por ella.
Sí, yo tampoco me creí eso ni un segundo. Pero evitemos mencionarlo, el orgullo de Audrey estaba un tanto sensible en ese momento. Me aclaré la garganta, metiendo la mano en la parte posterior de mis pantalones.
—Hablando de idiotas, tengo que contarte algo. —Ni bien sintió el tono cómplice en mi voz, volvió a sentarse.
—¿Qué?
—¿Por qué no me dijiste que Cameron se había marchado? —Audrey pestañó confusa, arrugando su pecosa nariz en una mueca de disculpa.
—Una de tus condiciones para venir a ver a Daniel, era que no lo mencionáramos ¿no?
—Bueno… sí, pero esta clase de cosas se dicen. —No tenía motivos para reclamarle, lo sé, pero mierda acababa de leer la carta y recibir información bastante importante sobre Marc. Denme un maldito minuto.
—¿Y tú cómo lo sabes de todos modos? —preguntó con suspicacia.
—Fui a su casa, no a verlo… sólo a ver su casa. —Si me dejaba llevar por su expresión, seguramente Audrey estaba pensando que yo había perdido mi último tornillo. La pobre ingenua aún pensaba que me quedaba alguno—. Vi el cartel de alquiler y tuve que entrar, Aud.
—Por supuesto que tuviste.
—La cosa es que encontré esto en su correo. —Hice caso omiso de la forma en que estrechó sus ojos grises, y rápidamente le entregué el cuaderno—. Tenía mi nombre en el sobre, pero había sido regresado al remitente porque estaba mal puesta la dirección.
—¿Tu diario?
Solté un bufido, advirtiéndola con una mirada.
—No es un jodido diario, Aud, es una bitácora.
—Claro, claro, lo siento. —La sostuvo en sus manos sin hacer amago de abrirla. ¿Lo ven? Esa era la calidad de amiga que una debe buscarse en la vida.
—Escribió algo al final, léelo. —La invité a hacerlo con un ademan, y ella se dirigió directo a las últimas páginas.
El tiempo comenzó a correr más lento una vez que inició la lectura, me quedé observándola en silencio y tratando de adivina su reacción a cada parte. Su rostro pasó por todo tipo de gestos conforme avanzaba la lectura, y en algún momento Daniel se largó a llorar en la sala. Audrey alzó la mirada ligeramente azorada y yo brinqué de mi silla, saliendo a toda marcha de la cocina.
—Yo me ocupo —exclamé, mientras me abría camino hacia a la improvisada camita que le habían armado en la sala. El niño gimoteaba con su pequeño labio inferior tembloroso, así que lo tomé en brazos y comencé a mecerlo como Marc me había enseñado.
Afortunadamente sólo quería estar con alguien y su llanto cesó en cuanto estuvo cómodo en mi inexperto amarre. Regresé a la cocina notando que Audrey también lloraba de forma silenciosa, y por un segundo me planteé la posibilidad de cargarla en mi brazo libre.
—Esa perra… —Me miró con sus ojos grises acuosos, para luego regresar su atención al cuaderno. Así que había llegado a la parte de mi madre—. Dios…
Los siguientes minutos pasaron en un tenso silencio, a no ser por las ligeras interrupciones que hacía para lamentar o insultar. Cuando finalmente terminó de leer, dejó el cuaderno sobre la isla y estiró sus manos para que le pasara a Daniel. Lo abrazó de tal modo que por un segundo pareció que temiera una situación similar a la de Cameron para él. Y la verdad es que no era una visión muy agradable.
—¿Qué piensas?
—Que tu madre debería arder en el averno junto con Eddie. —Se estremeció—. Aún no puedo comprender cómo una mujer adulta sería capaz de aprovecharse de un muchacho. Marín, Cameron podría ser su hijo… y esperó a que estuviese desesperado para… comprarlo como a un trozo de carne. —Las últimas palabras prácticamente las escupió por entre sus labios—. Ella es repulsiva.
—Estoy de acuerdo.
Su mirada viajó a la mía en un parpadeo.
—¿Qué vas a hacer al respecto? Es decir, tal vez esto no cambia nada y… nadie te culparía por mantener tu postura. Pero ese hombre te ama…
—De todos modos, Aud, es muy difícil. —Ella me extendió una mano, la cual rápidamente estreché—. No sé qué pensar, encima me dejó otra carta donde me dice que se va de viaje y que espera que lo acompañe. Me dejó su itinerario, un pasaje de avión… yo…
—Marín. —Enfoqué mi atención en su rostro serio—. Te causó dolor, lo entiendo. Estás enfadada y con todo el derecho a no volver confiar en él. Aunque también sabes que no puedes huir del dolor; es inevitable, pero sufrir es opcional. Y si no haces nada, estarás optando por sufrir por ti misma.
Permanecí en silencio observando la cabecita de Daniel delicadamente posicionada en el pecho de Audrey. Allí estaba mi paz anhelada, la inocencia que intercambiaría en un abrir y cerrar de ojos. Pero sabía que eso no era posible, así como también sabía que mi amiga tenía razón. Podía ignorar la carta de Cameron, regresar a mi casa y lamer mis heridas con la esperanza de que tarde o temprano dolerían menos. O podía ir a buscarlo, tomando mi sufrimiento entre las manos y haciéndolo mi perra. Había dolido, por supuesto, pero ahora dependía de mí acabar por una vez con los vestigios de ese golpe.
—¿Tienes el número de la aerolínea? Necesitamos validar este pasaje.
Audrey sonrió ampliamente.
—Voy por teléfono, ¿adónde reservo el viaje?
Eché una rápida mirada al itinerario de Cameron, haciendo cuentas mentales para poder determinar qué lugar estaría visitando en ese precioso momento. Una vez que creí tenerlo claro, le sonreí a mí amiga de regreso.
—Prepara mi sombrero charro, Aud, supongo que me voy a México.
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Espero poder hacerle justicia a México en el próximo cap. Cam y Marín agradecen que sean sus primeros anfitriones xDD Y además tuvimos los primeros vestigios de la historia de Marc y Audrey. ¿Qué les pareció?
Saludos (ahora ya saben mi secreto) xD
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