El que busca...
¡Hola! Me demoré un poco más esta vez, pero hice un cap más largo eh!! En fin, me está andando mal wattpad, espero que a ustedes les funcione mejor y que el cap se publique sin dramas. Espero disfruten el capítulo, creo que nunca me había puesto a leer sobre tantos países en tan poco tiempo. xD
Capítulo VI:
El que busca…
Petén, Guatemala.
A tres semanas de iniciado el viaje.
Querido Cameron:
Si te soy honesta, no estaba segura qué iba a encontrarme en Guatemala. Por algún motivo ni bien puse mis pies en este país, sentí que aquí tampoco se cruzarían nuestros caminos. Llámame pesimista si quieres, pero por muy hermoso que todo fuese desde un principio lo presentí de ese modo. Tras pasar dos fascinantes y a la vez angustiantes semanas en México, las cuales tú habías estipulado en tu itinerario, decidí seguir adelante con el siguiente país. En esta ocasión opté por no trazar un camino alternativo, esperando que pudiéramos tocar el mismo destino al mismo tiempo. Tal vez ese fue el más optimista de mis pensamientos últimamente. No es que no estuviese disfrutando de lo que veo, ¡al contrario! Pero la emoción de la persecución tras tres semanas está comenzando a decaer, así que por favor quédate quieto en un solo lugar. ¡¡POR FAVOR!!
Te cuento que visité la Antigua Guatemala, donde encontré una cantidad para nada despreciable de fotógrafos. Pero tú no estabas entre ellos, me temo. Aun así no dejé que eso me desanimara e hice el recorrido pactado por las maravillosas calles empedradas de estilo colonial. Por un momento se sintió como viajar al pasado. ¿Has visitado el Arco de Santa Catarina? En el hotel me dijeron que era una visita obligada y por supuesto que tuve que hacerla, ¡me encantó! Me habría gustado tener una cámara lo bastante buena como para capturar los detalles de esas vistas. Nunca me había creído amante de la arquitectura, pero allí había algo difícil de pasar por alto, Cam. Conseguí que otro turista me tomara una fotografía en el Parque Central, tengo un estupendo fondo de la enorme fuente iluminada en la noche. Allí me senté un largo rato a escuchar música andina, pensando en que tal vez al otro lado de la fuente también te encontrabas escuchando. No lo sé, me permití fantasear con la idea de que estuviésemos compartiendo ese momento. ¿Es muy tonto?
Luego de eso seguí adelante hacia Hunapú, ¿realmente, Cam? ¿No tuviste mejor idea que llevarme al Volcán de Agua? Obviamente no lo subí, no sé si estaba en tus planes hacer el ascenso, pues yo me limité a observarlo desde abajo como la inexperta montañista que soy. Era bonito, por supuesto, pero sabes que soy más amante de los lugares con historia y no tan a la intemperie. ¿Qué esperabas? No puedo ser perfecta.
Así que decidí desviarme sólo un poco y hacer una rápida parada de dos días en Chichicastenang. ¡Diablos! ¿Sabes lo que me costó pronunciar eso? ¿Y recordar como se escribía? No podría comenzar a decírtelo. Pero el sitio valió la pena, llegué un día jueves, el cual era un día de mercado. Hice algunas compras indispensables, ya sabes… no quiero que Audrey me reclame luego el no haber aprovechado tremendas oportunidades. ¡Y todo es tan brillante!
Una vez que estuve tranquila con mis adquisiciones, fui capaz de seguir adelante hacia Petén. Mañana temprano salgo para Tikal, estoy emocionada por ir a una ciudad precolombina internada en medio de la selva. Finalmente fuiste lo bastante amable como para incluir un destino que moría por conocer. ¡Voy a ustedes antiguos Mayas! Y a ti, por supuesto.
Atentamente, Marín.
*~*~*~*
Guatemala, Guatemala.
Pensaba comenzar a escribirte en cuanto llegara al país, pero entonces descubrí que no habría mucho que decirte de mi primer encuentro con esta nueva cultura. Pensé que México me había preparado lo suficiente como para no enseñarme como un turista tan obvio, pero me equivoqué. Guatemala no puede ser más distinto a México. ¿Qué podría decirte, Marín? ¡He visitado volcanes! En Antigua, estuve en el volcán Pacaya, dicen que es el de mayor actividad en Centroamérica. ¿Puedes creer que vi un río de lava? Sabes que mientras el río fluye con su perezosa calma, abre pequeñas vetas en la piedra, y lo que empieza como un punto rojo comienza a crecer, hasta que el magma brota como disparos irregulares y rojos al aire. No hay palabras, Marín, sólo eso.
En el lago Atitlán me embebí de más y más volcanes. Fotografié hasta hartarme los tres que circundan el pueblito tan lleno de paz, pasé dos días en San Pedro y San Marcos, descomprimiendo mis músculos para seguir adelante. No hubo desperdicio, saqué tantas fotos como fui capaz e incluso creo que fui fotografiado de regreso.
¿Sabes? No pude contenerme a hacer el ascenso en el Volcán de Agua, no fue fácil e incluso llegando a la parte llamada “La herradura”, tuve que hacer acopio de mi tozudez para seguir adelante. Pensé que me iba a tener que quedar en la cima, porque me veía incapaz de descender una vez que estuve en lo alto. Y no lo digo porque mi físico comenzó a reclamar (lo cual tampoco niego), sino porque la sensación de calma y realización que me embargó allí fue condenadamente tentadora.
Pero eso no puede ni comenzar a compararse con la impactante que fue llegar a Semuc-Champey, cuando estuve en el mirador comencé a comprender la magnificencia de ese lugar, Marín. Tenías que ver como el río de Cahabón pasaba por una especie de cuevas subterráneas, para luego volver a salir a la superficie 300 metros más adelante. En la parte superior, allí donde el río se escondía, se formaban como pequeñas lagunas que nacían de las vertientes de las montañas. Luego hicimos una caminata por unas cuevas, con velas, para terminar el paseo por el parque nacional con un rápido chapuzón. Fue uno de los días más divertidos en toda mi vida, te lo aseguro.
También visité el castillo de San Felipe de Lara cuando iba de camino a Petén. Izabal me quedaba de paso y pensé que sería interesante ver qué ofrecía ese lugar. El guía me dijo que estaba allí desde el año 1560, me refiero al castillo no al guía, por supuesto. No voy a decir que no me haya gustado, pero me habría agradado incluso más ver qué tendrías tú que decir al respecto. Por alguna razón mientras recorría las distintas partes y subía hasta el torreón, te imaginaba caminando por allí, pasando las manos por sobre las rocas y contándome alguna cosa que seguramente no tendría mucho sentido para mí. Pero tú le impregnarías tanta pasión, que lograrías hacer lucir a las rocas como lo más digno de ser visitado en toda Guatemala.
Lo siento, a veces olvido que ya debería dejar todos esos pensamientos de lado. Cuando inicié el viaje, no imaginé lo solitario que podría llegar a ser el no tener a nadie a quién comentarle los pequeños momentos. Y aunque es imposible no congeniar con los distintos viajeros, hay cosas que…
En fin, ayer hice el camino de la Canoa para volver a Guatemala, decidí usar la ruta alterna desde Salamá para poder dar un último vistazo a este estupendo lugar. Es una carretera rodeada de montañas y cerros de bosque verde, afortunadamente me topé con el río lo bastante bajo como para poder cruzarlo. Al parecer hubo un derrumbe del puente tras una tormenta hace unos años. Pero eso no le restó atractivo a la travesía, me voy de aquí sintiendo que he visto cosas impactantes y por supuesto con ánimos de regresar por más. Me gustaría poder ofrecerle más de diez días a Guatemala, pero intento mantenerme fiel a mi programa inicial. Ahora que lo veo, quizá un año no sea suficiente para hacerle justicia a toda la belleza que hay para ver en América. Tal vez deba extenderlo, tal vez sea hora de sólo no pensar en volver la vista atrás. Aún no sé qué hacer, puede que uno de estos sitios termine por ganarme por completo y decida quedarme de forma indefinida, un cambio de escenario en este momento se siente como la mejor decisión.
En fin, a seguir adelante. El Salvador me espera…
Te quiere, Cam.
*~*~*~*
La Unión, El Salvador.
Mientras hacía el viaje a la isla Martín Pérez esta mañana y escuchaba a una niña hablar con su padre, caí en cuenta del día que era. ¿Te lo puedes creer? He estado tan malditamente desconectado que hasta no sé qué día estoy viviendo.
Pero me rehúso a ponerme nostálgico al respecto.
Mi semana en El Salvador fue memorable, Blue, no puedo esperar para contarte sobre ello. Aunque para ser honesto, siento que carezco de adjetivos para describir todas las estupendas cosas que he visto. Comencé visitando el bosque El Imposible, y créeme, no se llama así por ser un paseo sobre nubes. Pero supongo que el esfuerzo físico me ayuda a distraer la mente, pues cuando llego por las noches a los hoteles termino tan fulminado que mi cerebro no tiene oportunidad de fastidiarme. Oye, debes comprenderme, he pasado la mayor parte de ese viaje atravesando ríos, metiéndome en manantiales y cruzando por imponentes quebradas.
Diablos, Marín, a veces estos lugares hacen a uno sentirse tan diminuto. Durante mi tercer día aquí me detuve en el lago de Coatepeque, ¿sabes que surgió del hundimiento de un grupo de conos volcánicos? Los locales me explicaron el significado del nombre, así que me siento un poco menos ignorante cuando alguien quiere volver a decírmelo. Y le respondo al instante: significa “Cerro de la Serpiente”. ¿Qué te parece, Blue? Creo que encontré el hogar perfecto para tu madre.
Lo lamento, tal vez eso estuvo fuera de lugar.
También encontré uno para nosotros, tal vez te guste se llama “Laguna de la alegría”. Te traería aquí sólo para verificar si eso de que sus aguas son medicinales sea cierto, tal vez ayuden a sanar el daño que te causé.
Bueno… me quería meter a nadar allí, pero me contaron una leyenda sobre una sirena que vive en la laguna. Dicen que suele llevarse a los hombres jóvenes y guapos, ¿sabes? Y ya no estuve tan seguro de querer aventurarme a ello.
En Jiquilisco me encontré con unos canadienses que están bajando como yo. Habíamos coincidido antes en el D.F, así que cuando nos cruzamos otra vez, decidimos hacer algunas excursiones juntos. Durante nuestra última noche en La Unión, fuimos a la Playa Las Tunas a relajarnos con una buena comida y bebida. El plan era recorrer un poco, pero nos atrapó la lluvia y los canadienses quisieron permanecer a resguardo. Entre charlas y anécdotas de los viajes, les conté lo ocurrido con la niña y el padre esa misma mañana. Claudia, una hondureña que venía acompañándome desde El Pital, escuchó mi comentario y automáticamente se puso a aplaudir y cantar. Los dos canadienses la siguieron, mientras varias de las personas que estaban disfrutando de su cena comenzaron a reír y a sumar sus aplausos a mis tres compañeros. Fue algo bastante surrealista, una versión anglo-latina del feliz cumpleaños que se interrumpió de forma abrupta al llegar a la parte de mi nombre. Frente al silencio repentino, Claudia exclamó por detrás “Ojitos” y el improvisado grupo de fiesta lo acuñó al instante. Volvieron a entonar la canción añadiendo el “ojitos” en la parte vacía y luego varios de los parroquianos me invitaron una cerveza para felicitarme. La mayoría me llamó hacia sus mesas para brindar en mi honor.
Fue el cumpleaños más particular que he tenido, esos extraños que ni sabían mi nombre, me festejaron los 27 años como si fuese la cosa más normal del mundo. El pueblo salvadoreño, Claudia y los canadienses hicieron de ese día algo memorable. Tenía que contártelo, Marín, más que nada porque en todo ese tiempo pensé en si te habrías acordado.
Los cuatro vamos a seguir para Honduras, haciendo auto-stop hasta la frontera. Según Claudia el trámite para cruzar es rápido y los camiones llevan viajeros sin hacerse problemas. Además ella nos invitó a alojarnos en su casa el tiempo que decidamos quedarnos en su país. Es increíble la calidad de personas que se encuentra uno por estos lugares. Mañana salimos para Honduras, y me voy de aquí rebautizado, alegre y con ganas de más como siempre.
Te hecho de menos, Mar, me gustaría que estuvieses aquí.
Cam.
***
El sonido de algo cayendo junto a mi pierna hizo que me sobresaltara, a regañadientes entreabrí un ojo a tiempo de ver como un hombre alto se sentaba a mi lado. Me acurruqué en el otro extremo del asiento, apretando mi bolso de mano como una almohada y me dispuse a seguir con lo mío.
—¿Sabes a qué hora sale el siguiente ferry?
Enarqué una ceja mirando a los alrededores vacíos como esperando que el hombre estuviese hablando con el aire. No tuve suerte, maldición, estaba hablando conmigo.
—A las nueve treinta.
Él soltó un leve murmullo que pareció ser una maldición en algún idioma desconocido, luego hizo como yo y abrazó su bolso para dar una cabezadita. Eran las cuatro quince de la madrugada, llevaba dos horas en la terminal marítima de La Ceiba esperando la salida del ferry hacia Roatán. Admito que podría haber pagado un hospedaje y dormir en una cama como la gente normal, pero ya había dejado atrás tres países y el dinero como es obvio, comenzaba a escasear. Si la eterna búsqueda continuaba, iba a tener que plantearme el vender mi cuerpo como una opción.
En cuanto el sol saliera, serían oficialmente cuarenta y cinco días desde que había dejado la extraña familiaridad de Milaca. Pero no me malinterpreten, por favor. Me estaba divirtiendo, cada país había dejado su huella en mí y por supuesto que todo lo que había visto era impresionante. Pero, por mucho que me costara admitirlo, cada día me desanimaba un poco más.
¿Dónde diablos estaba Cameron? Me venía haciendo esa pregunta desde México, pensando inocentemente que todo el asunto sería una cuestión de lanzarse a ello y conseguir el premio mayor. Bueno, tras pasar por Guatemala, El Salvador y Honduras, mi pensamiento simplista del tema cambió de forma rotunda. Tras chequear el itinerario y notar que me quedaban al menos catorce países más donde no encontrarlo, comencé a plantearme la posibilidad de volver y tan sólo esperarlo en su casa. Es decir, ¡vamos! Soy solo una chica, estaba agotada física y moralmente. Y no importaba qué tanto me dijera que debía encontrarlo, seguía sin poder hacerlo y mientras ese desencuentro crecía mis ánimos remitían más y más.
Suspiré, había tomado una decisión dos días atrás en Tegucigalpa, en cuanto se cumpliera la fecha de expiración de mi visa de viajero, regresaría. No tenía sentido seguir con esa persecución absurda, Cameron podría estar en Roatán o en el maldito fin del mundo. Para el caso, sería lo mismo. Incluso aunque hubiésemos pasado por los mismos lugares, ¿qué me aseguraba que esta idea mía de seguirlo le agradara? ¿Y si cuando nos viéramos ya fuese demasiado tarde? ¿Se alegraría de verme o sólo aumentaría la incomodidad de ambos? ¿Por qué siquiera consideré que esto era lo que queríamos? Él lo había deseado al escribir aquello en mi bitácora, pero el tiempo había corrido para los dos. Por alguna razón, cada vez con más frecuencia me encontraba pensando que todo el asunto de buscarlo era una mala idea.
Antes de que pudiera meterle otra ficha a ese pensamiento de mierda, mi celular emitió un sonido alertando a mi adormilado compañero de banco. Me miró frunciendo el ceño y yo me limité a darle la espalda, sacando mi móvil del bolsillo. Al ver el nombre de Audrey en la pantalla, sonreí de forma automática.
“Mira esto, Marlín” Y junto a esas palabras, venía adjunta una fotografía de Daniel y Marc plácidamente dormidos, a decir verdad prácticamente despatarrados en la cama.
“Awwww” le envié de regreso, colocando varios emoticonos con ojos enamorados.
Sentí un picor en la garganta al notar lo grande que se veía Daniel en la imagen y al darme cuenta que me estaba perdiendo eso, para estar cabeceando en una estación marítima casi vacía en Honduras. Y por supuesto no olvidemos a mi compañero gruñón. ¡Diablos!, ¿qué estaba haciendo yo en ese lugar? Debería estar con Audrey, ayudándola o tal vez sólo perturbándola con mi presencia, debería estar allí aprendiendo de Marc los cuidados básicos de un bebé, o con Sarah enseñándole el alfabeto. Atrapada en mi crisis existencial, presioné el botón de llamada esperando que mi amiga pudiera aconsejarme.
—¡¡Marlín!! —Ella respondió al instante y el sonido de su voz alegre, trajo una vez más ese dolor a mi garganta—. No tenía idea qué hora eran por allí, así que no quería molestarte. ¿Cómo estás? ¿Ya llegaste a Roatán? ¿Has nadado por el arrecife? Con Marc estuvimos revisando fotografías en internet y créeme, nena, si es como se ve te vas a caer de culo.
¿No echaban de menos sus retahílas? Porque yo sí. Intentaba llamarla tanto como podía, incluso me había contratado un paquete internacional para no tener que vender uno de mis riñones con cada llamada. Pero seguía siendo insuficiente, quería verla y abrazarla, dejarla que me consolara y me dijera que también se daban premios por la participación.
—Estoy en La Ceiba esperando el ferry, no sale hasta dentro de unas cuantas horas y…
—Oh, cariño, no hagas esas pausas. —Audrey no necesitaba tener más de algunas palabras mías para poder reconocer mi estado de ánimo. No que se lo hubiese estado ocultando en los pasados días tampoco—. Ya te dije que tienes que intentar disfrutar del viaje, más allá de encontrar o no a Cam.
—Lo sé, Aud, pero ¿cuál es el punto si lo único que quiero es hablar con él? El viaje no era para mí, era algo que él quería y si no lo comparto con él, ¿entonces para qué seguir?
—Marlín, no te des por vencida. Estás viendo todo esto desde la perspectiva equivocada, estoy segura que todos esos sitios son hermosos y debe haber una razón por la cual Cameron quería que los vieras.
—Pues me gustaría encontrarlo para que me dijera la razón —ironicé, logrando que ella soltara una breve risilla.
—Eres la única persona que podría estar quejándose a minutos de ir al paraíso de las Islas de la Bahía. ¡Disfrútalo, nena!
—Lo estoy intentando, lo estoy disfrutando —me corregí al instante. Aunque no sabía si era para convencerla a ella o a mí.
—Deberías avisarle a tu voz, porque eres la representación de la tragedia en este momento. La verdad es que me das pena.
—Qué te jodan, Audrey. —Me reí, con ella era imposible mantenerse seria o autocompasiva—. ¿Cómo está mi ahijado? Parece que lo has cambiado por un niño el triple de su tamaño.
—Verdad que está grande —su voz cargada de orgullo maternal—. Y también está hecho una niñita, se la pasa llorando si no lo tienen en brazos. Aunque al Bombero no le molesta llevarlo de aquí para allá…
—¿O sea que las cosas están bien contigo y Marc? —pregunté cautelosa.
Durante nuestras pocas charlas, ella había evitado hábilmente los detalles sobre el regreso de Marc unos días después de mi partida. Era como si para ellos fuese normal sólo discutir, que él se marchara y regresara al cabo de unos días para retomar donde había dejado. Eran extraños a su estilo, ¿verdad?
—Las cosas están normales.
—Aud… —la regañé en voz queda. Ella resopló del otro lado de la línea y al parecer también se desplazó a algún sitio distinto de la casa, porque pude oír puertas abriéndose y cerrándose.
—Ya te lo dije, se presentó en casa y lo dejé entrar. Sarah lo extraña, no puedo decirle que no vea a la niña.
—¿Y que hay de ti?
—¿Qué hay de mí? —inquirió con un tono retador. Algo que, admito, me dejó un tanto descolocada.
—Me refiero a qué hay de esos besos pos parto, ¿no le pediste explicaciones al respecto?
—Tú lo escuchaste, Marín, no significan nada. Fueron sus palabras. —Fruncí el ceño mientras el desagradable recuerdo de su discusión tocaba mi mente.
—Qué mierda, Audrey… no creo que deberías hacer de cuenta que no pasa nada. Es decir, él te gusta.
—Oh… —Jadeó casi como un chillido—. Yo jamás dije que me gustara.
—No necesitas decirlo, prácticamente te lo estabas jodiendo con los ojos mientras sostenía a tu hijo. No sólo te gusta, sino que eres una pervertida porque hasta tus pensamientos goteaban baba.
—Mira quién lo dice, señorita me recorro el mundo para apagar el incendio. —Solté una carcajada, incapaz de contenerme—. Una cosa es que me atraiga sexualmente, es decir tengo unos jodidos ojos ¿no? Otra muy distinta es decir que me guste, me gusta verlo pero a la mitad del pueblo también y no por eso hacen tanto circo.
—Jesús, Audrey, Marc no está en la casa de la mitad del pueblo cuidando de sus niños. Ese hombre quiere que lo jodas, toma cartas en el asunto y hazlo. Una vez que le muestres tu potencial no te dejará salir de la cama… créeme, si fuese lesbiana serías la primera a la que me tiraría.
La risa de Audrey resonó con fuerza del otro lado de la línea, hasta creo que llegó a perturbar al no tan bello durmiente junto a mí.
—¿Estás hablando con Marín? —Pausé mi diversión al sentir la voz masculina interrumpiendo de repente.
—¿Qué demonios, Bombero? —Como era de esperarse Audrey escupió fuego y no una respuesta—. ¿Otra vez escuchando conversaciones detrás de las puertas? Sabes que hay tratamientos para ese tipo de conductas…
—Tranquilizante, Jordan, perdí el interés en cuanto escuché tu nombre y el mío combinados en una misma frase.
Juro que pude sentir el calor bullendo desde Audrey hacia el exterior, como la lava que había visto en los volcanes de El Salvador. Si Marc fuese un hombre listo, se retractaría en ese mismo instante.
—Jódete, imbécil.
—¿No quieres hacerlo tú? —Ok, comprobado, Marc no era un tipo listo—. Dame el teléfono, necesito hablar con Marín.
—Pues consíguete tu maldita amiga, ella es mía y no la comparto. —A ese arranque posesivo le siguió un ruido imposible de describir, algo como estática y maldiciones de todos los colores. Estaba a punto de colgar la llamada, cuando la voz de Marc pronunció mi nombre.
—¿Marín me escuchas?
—Sí —medio pregunté—. ¿Está todo bien?
—¡Dile que me suelte, Marín! Esto…
—Cierra la boca. —Una vez más hubo estática, seguida por un grito ahogado de Audrey y la risa de Marc—. Dios mío, mujer.
—Te odio… —No podía hacerme a una idea de lo que estaba pasando en ese lugar, pero estúpidamente sonreí como si pudiera compartir con ellos la broma.
—Ok, ahora sí. —Marc volvía a estar al mando del auricular, aparentemente—. ¿Mar?
—Sí, te oigo. ¿Qué ocurre?
—Nada, nada… todo está bajo control.
—¿Vas a quitarte de una maldita vez?
—Déjame terminar de hablar. —Obviamente eso no había ido para mí—. Ayer hablé por teléfono con Grace… —La sola mención del nombre de Grace puso a mi corazón a correr.
—No sabía que estabas en contacto con ella, ¿cómo está?
—Oh, bueno ella está bien. No estamos en contacto, a decir verdad hacía años que no hablaba con ella. Pero estuve pensando que si existe alguien en el mundo al cual Cameron jamás dejaría de hablar, esa sería Grace.
Era cierto, no sé cómo no se me había ocurrido a mí.
—¿Y averiguaste algo?
—Sí, Grace dice que Cam la llama todas las semanas para reportarse. —De ser posible mi corazón comenzó su propio triatlón dentro de mi pecho. En los últimos cuarenta y cinco días, esta era la primera vez que iba a obtener algo de información confiable sobre él—. Marín, es bueno que llamaste. Al parecer Cam decidió cambiar un poco el rumbo, en vez de bajar para Costa Rica se irá antes a Puerto Rico. Así que de Honduras tendrás que ir a Puerto Rico, ¿comprendes?
Oh, genial, más viaje sin destinos concretos.
—¿Sabes cuándo saldrá para Puerto Rico?
—Bueno… es un poco difícil de decirlo con los cambios de horario, pero supongo que sería hoy. En la noche de ustedes… —Marc parecía estar preguntándomelo a mí.
—Ok. —Me rasqué la cabeza de forma ausente, mientras intentaba trazar un plan de acción allí mismo—. Supongo que puedo ir a Roatán y luego salir hacia Puerto Rico.
—Estoy seguro de que lo encontrarás, Marín, no pierdas la fe. —No quería tirar abajo el optimismo de Marc, pero hacía largo rato que la fe me había abandonado y sólo me movía por la fuerza de rotación de la tierra. Suspiré.
—Gracias, Marc, trata bien a mi amiga ¿de acuerdo? —Él se quedó en silencio por tanto tiempo, que temí que la conexión se hubiese perdido.
—Lo intento.
Sonreí, presintiendo la sonrisa en su propio rostro.
—Los llamaré desde Puerto Rico, los quiero.
—Y nosotros a ti… —Justo cuando estaba por presionar el botón rojo, volví a escuchar su voz reclamándome—. No sé si sea o no importante, pero Grace me dijo que si hablaba contigo te dijera que Kid te hecha de menos.
Y entonces colgó.
Me limpié una tonta lágrima que cayó sin permiso por mi mejilla con la mención de mi perrito o tal vez con la mención de Grace, luego me acurruqué en mi asiento y volví al mundo de los sueños.
Desperté casi con una hora de antelación a la salida del ferry, así que fui a un puesto por algo de café y un periódico. Sabía que si iba a hacer la maratónica ruta desde Honduras a Puerto Rico, necesitaría mucho más que cafeína pero de momento me conformaría con lo que estaba más a mano. Con mi pequeña taza térmica bien endulzada, me acerqué a la ventana de la terminal viendo como el lugar lentamente comenzaba a cobrar vida. Los buses desde Tegucigalpa empezaban a llegar con el primer montón de turistas, mientras que varios taxis se alineaban un poco más atrás cargando pasajeros que acababan de bajar del ferry proveniente de Roatán. La gente sonreía, charlaba, se reían, se fotografiaban casi como si el peso del viaje no pudiera hacer mella en su espíritu aventurero. Deslicé la mirada hacia otro grupo de turistas que montaban en uno de los taxis, cuando mis manos perdieron fuerza y el vaso pasó de largo por entre mis entumecidos dedos.
¡Era él!
Sin darme tiempo a cargar mis pulmones, me apresuré con los pies en voladas hacia la salida, completamente segura de que esos ojos azules risueños pertenecían sin duda alguna al hombre que venía persiguiendo por todo Centroamérica. Al salir de la terminal el calor me golpeó de lleno, pero no me detuve a pensarlo y comencé a escudriñar la fila de taxis con desesperación, incapaz de localizar al mismo grupo de personas. Corrí de arriba abajo, prácticamente echándome sobre la capota de los automóviles para ver a los pasajeros. Cuando fue obvio para mí que no estaba en ninguno de ellos, comencé a reír de forma histérica, mientras las lágrimas estúpidas caían por mi rostro acalorado. Bajé la vista al suelo, tratando de recuperar el aliento y pensando al mismo tiempo en un nuevo plan de acción. Si ese hombre que había visto era él, entonces ¿qué demonios hacía? Ese taxi podría estar yendo en cualquier dirección, así como también era posible que el hombre ni siquiera fuese Cam. Tal vez mi cansada mente estaba jugándome un truco, pero ¿podría arriesgarme? ¿Y si era?
En ese momento de profundo análisis, uno de los taxistas sonó el claxon para saludar a alguno de sus compañeros y mis ojos siguieron el recorrido del carro de modo ausente. Me quedé petrificada al notar que el auto que llevaba a Cameron—al verdadero Cameron—, acababa de pasar delante de mi rostro y yo no había hecho ni un solo movimiento para hacerme notar.
—¡Diablos!
_________________________
Bueno, sé que me creen una mala persona por no juntarlos de una vez. Pero están más cerca ahora ¿no? Además que quería llevarlos por algunos países antes de eso... espero que les haya gustado mi descripción de los lugares. Como siempre digo, intenté ser lo más fiel a la realidad posible pero puede que me haya comido algo. Soy humana xDD Gracias a los mexicanos que me ayudaron con su sabiduría en el cap anterior, sepan que ya hice todas las correcciones en mi archivo. Y eso, nada más hasta el próximo! Les dejo una foto de Cam sacando una foto, al lado y en twitter. ^^
PD: Aprovechamos este espacio para felicitar a Dany por su cumpleaños, esperamos que lo hayas pasado bien. Hablo en plural porque el saludo también lo envían los personajes xD
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro